Con esta nota se abre una sección destinada a recoger aportes que anden diseminados por la red y que permitan entender, aunque sea un poquito, de qué se tratan estos tiempos que nos ha tocado vivir, en un mundo donde cae la madre de todas las bombas.

Estamos, según parece, al borde del abismo, si es cierto lo que dice, en su columna para la agencia Alai, Alberto Rabillota. El sujeto del verbo “estamos” sería, en este caso, la humanidad, o la vida en el planeta, y la realidad a la que alude la metáfora “abismo” es la guerra nuclear, la que para varias generaciones implicó vivir bajo perpetua amenaza de apocalipsis hasta que cándidamente celebramos su fin cuando la Caída del Muro. Ese es uno de los dos impactantes núcleos del informe que Rabillota elabora a partir del bombardeo norteamericano al aeropuerto militar de Shayrat en Siria y del envío del portaviones USS Carl Vinson a aguas de la península coreana, envuelto en un inequívoco epigrama de Donald Trump: “Corea del Norte está buscando problemas. Si China decide ayudar, será genial. Si no, resolveremos el problema sin ellos”. La otra real o supuesta revelación fuerte de Rabillota es el “autogolpe de Estado” que habría tenido lugar en Washington, sin el cual ni lo de Siria ni lo de Corea se habrían dado.

“Autogolpe”, en este caso, es el modo de caracterizar al veloz proceso que “no llevó a un cambio de mandatario sino a un radical cambio de políticas y de equipo en la Casa Blanca, y que puso fin a la supuesta intención del nuevo mandatario de cambiar la agresiva política exterior que ha dominado en Washington a partir de los gobiernos de Bill Clinton, pasando por los de George W. Bush y hasta los de Barack Obama.” Otro artículo, unos días antes, de Paul Craig Roberts, decía que “El stablishment de Washington ha retomado el control”. Ex subsecretario del Tesoro de Ronald Reagan, Roberts, entusiasta propulsor de Trump durante la campaña electoral estadounidense, llama “stablishment de Washington” al conjunto de personas e intereses que promovieron en los noventa la Guerra del Golfo y luego las invasiones a Afganistán, Irak y Libia, además de, a través de hacer la vista gorda, facilitar, sino algo peor, los atentados de septiembre de 2001. En la nota que difundió el blog Pájaro Rojo, el contrariado partidario de Trump detalla que “primero fue (el general Michael) Flynn y ahora (Steve) Bannon. Todo lo que queda en el gobierno de Trump son los sionistas y los generales enloquecidos que quieren la guerra con Rusia, China, Irán, Siria y Corea del Norte”. Tal vez lo confirme el posterior lanzamiento en Afganistán, por primera vez en el contexto de un conflicto, de “La madre de todas las bombas”, la GBU-43/B o MOAB, considerada la más devastadora bomba no nuclear existente: aunque hubo quienes lo vieron como un aviso para el norcoreano Kim Jong-un y el sirio Bashar al Assad, bien puede que los destinatarios estén en suelo norteamericano, o sean todos a la vez.

 

El destructor de misiles guiados USS Porter (DDG 78) bombardeó a Siria desde el mar el 7 de abril de 2017. (U.S. Navy photo by Mass Communication Specialist 3rd Class Ford Williams/Released)

Al fin y al cabo, un efecto del bombardeo en territorio sirio fue que no sólo Trump consiguió frenar la caída del nivel de aprobación a su gobierno sino que lo subió del 35% al 40%, según una encuesta de Gallup, mientras el nivel de desacuerdo bajó del 59% al 53%. “En el flanco interno, el chauvinismo y el belicismo de la cultura política norteamericana le granjearon el inmediato apoyo de republicanos y demócratas por igual”, escribió Atilio Borón en Página 12 . “Quien antes aparecía como un peligroso neofascista o un incompetente populista emergió de los escombros de la base aérea de Al Shayrat como un consumado estadista que ‘hizo lo que debía hacer’. Tanto Hillary Clinton como John Kerry no ahorraron elogios al patriotismo y la determinación con que Trump enfrentó la amenaza del régimen sirio”. De lo que no hay duda es que estaba bastante lejos de ser esto lo que el estrafalario presidente prometió, en los tiempos en que era candidato, al pueblo norteamericano. Lo que confirmaría, según la nota de Alai, las razones del “descredito que afecta al sistema político de las ‘democracias liberales’ en los países desarrollados, y el persistente (pero hasta ahora vano) esfuerzo por parte de los pueblos en elegir candidatos que prometen cambios políticos importantes para las mayorías, pero que terminan reforzando las políticas neoliberales.” […] El totalitario sistema neoliberal no admite ningún tipo de reformas que pongan en duda que los ricos deben seguir enriqueciéndose”. La ecuación enriquecimiento=guerra implícito en la afirmación salta a la vista.

Sea cierto o no que hubo golpe de Estado o algo así, o que este rumbo no estaba de algún modo en la cabeza del hoy presidente, el hecho es que, como dice Rabillota, “Trump ha puesto nuevamente el mundo al borde de una guerra regional en el Oriente Medio, que una vez comenzada sabemos que hay muchas posibilidades de que termine siendo total y nuclear”. Por eso, “el primer punto en la agenda debe volver a ser, como en el pasado cuando la izquierda estaba organizada internacionalmente, impedir la guerra que de declararse terminará siendo nuclear, y mantener la paz. Digo esto porque yo también, por primera vez estoy asustado.” No es para menos, si a eso se le suma lo que dice el analista político ruso Guerman Saduláev: “Si alguien quiere de verdad desatar una guerra nuclear, la mejor manera es provocar a Corea del Norte”. En un artículo que cita la edición castellana de Rusia Today, señala Saduláev que, “sin lazos con el mundo exterior el comunista Corea del Norte está condenado a enrocarse cada vez más, mientras que las amenazas de usar contra Pionyang la fuerza si no rechaza sus armas nucleares no hacen más que impulsar su militarización. Este pueblo no tiene nada que perder. Está en orden de combate, movilizado y motivado. Si hace falta lanzar un ataque nuclear a un nido cercano de capitalismo, lo harán. Si hay que morir, morirán. Si hay que llevar a la mitad del mundo a la tumba nuclear, lo harán”. Como dispuesta a confirmarlo, la agencia estatal norcoreana KCNA comunicó, citando a fuentes militares de su país, que Pionyang “destrozará sin piedad” a EE.UU. si EE.UU. les ataca. Si es algo más que un alarde para consumo interno de los norcoreanos, tanta voluntad de autoinmolación confirma los motivos para estar asustado.

Algunos indicios tranquilizadores parecieron percibirse luego del encuentro que este miércoles mantuvieron en Moscú los cancilleres norteamericano y ruso, Rex Tillerson y Serguéi Lavrov, pero la experiencia aconseja no esperar que lo ocurrido de veras en encuentros de este tipo sea lo que recitan las declaraciones oficiales. Y, si así fuera, no descartar la advertencia de Craig Roberts, cuando calificó de “ridículas” algunas “esperanzas totalmente irreales de lograr una asociación con Washington a través de un esfuerzo conjunto contra el terrorismo” surgidas en Rusia tras el triunfo de Trump. Tras describir una serie de pasos atrás dados por Moscú en su avance contra el Estado Islámico en Siria, Roberts se pregunta “¿Sabrá el gobierno ruso que la cooperación con Washington tiene sólo un significado: inscribirse como vasallo?” Su duda se basa, explica, en que “Putin sólo ha limpiado parcialmente Rusia. El país sigue lleno de agentes estadounidenses. ¿Va a caer Putin ante el establishment de Washington tal como hizo Trump?” Vaya uno a saber: Putin no es precisamente transparente y, bastante más que algún pelo de tonto, lo suyo parece ser la pérdida de pelo de los zorros viejos.

Y, en cuanto a la exhibición de musculatura, mejor no esperar que el ex agente de la KGB vaya a achicarse: “EE.UU. lanza la ‘Madre de todas las bombas’, pero el ‘Padre’ está en Rusia” es el título que Rusia Today puso el viernes 14 a  una información  según la cual la Bomba Aérea de Vacío de Potencia Aumentada, probada con éxito en 2007, “se encuentra descansando en silencio en los arsenales de la Fuerza Aérea rusa”: se trata, según la agencia, de una bomba termobárica, de un peso más ligero que la GBU-43/B, pero con una potencia de explosión cuatro veces mayor, debido a la utilización de los últimos adelantos en nanotecnología. Qué hay de verdad en ese y en otros anuncios y a qué está realmente apuntando cada jugador en este tablero lo dirá la historia futura, si es que hay una historia futura. Lo que tal vez pueda decirse hoy con alguna certeza es que, como ocurre con los neoliberales en todo el mundo (y es elocuente, al respecto, el caso argentino), el establishment de Washington o Wall Street no va a conformarse con ninguna otra cosa que no sea obtener todo, a menos que alguien o algo sea capaz de ponerle un parate.