Industria de muñecas de siliconas, cultivo de piel de ratas junto a museos llenos de obras falsas. Similitud entre vuelos de halcones y misiles. Homenaje bellísimo a David Carradine. Instrucciones para mejor gozar de la cuesta de Lipán, Jujuy. Se complace Socompa en presentar a Gastón Ribba.

A este muchacho Gastón Ribba lo conocí en Facebook de lejos y nada más desde entonces o poco. Relación reciente, todo virtual, ni un café. Él vive en Villa María, Córdoba, según parece y suena a gringo que sabe un poco bastante de todo, que lee lo suyo (¿cuantioso?), que su curiosidad tiende a lo voraz. Se me da por elucubrar que debe ser hábil con las manos pero ni idea.

Lo conocí por FB vía recomendación de vaya a saber quién. Hostias, dije al comenzar a leerlo (y mirá qué: estamos hablando de Facebook). Me llamaron (mucho) la atención sus posteos, pero mucho. Unos cuantos me deslumbraron. Locos, anarcos, personalísimos, intensos, puede que dolidos o torcidos a veces. Enredados. Fabulosos en sus cruces. Estoy escribiendo acá un poco como él. Plagio, contagio, influenza.

Cruces practica Ribba, cruces como los que le gustaba practicar a Aníbal Ford, que eran cruces temáticos y de disciplinas. Ford era también viajero, como Ribba Gastón. Pero la especialidad Ribba son los microcruces, la microdata -reveladora- antropológica o civilizatoria, microhistoria, micropolítica, micro existencialismo. La otra diferencia con Ford: la prosa misma de Ribba es cruce y salto, en una línea y media pica de una pirca a Saturno.

Escribo de manera irresponsable esta intro por ansiedad al pedo de periodista. Porque ayer no tuve Internet y le prometí a los compañeros de Socompa y a Ribba enviarles este material.

No sé bien cómo hace Ribba para combinar énfasis y cosas potentes, pulentería, a menudo muy bellas, dichas por lo bajo. Sus textos, sus posteos, están escritos con fino y originalísimo estilo (¿tiene mala prensa o desdén hoy la originalidad?) en una mezcladora de cemento. Ribba se hace el macho inventando el género licuadora total y le sale perfecto. Si el tipo es arbitrario, si no se sabe bien si escribe en serio, si miente, si los datos o las historias son ciertas, no importa. Parecen serlo.

Es esta una selección apurada y antojadiza. Perdón al autor, se jode. Selección irrespetuosa que pretende espejar la riqueza/ diversidad de lo que “trata” (upa) el autor. Poco sabemos de él, salvo algún intercambio virtual.

El libro se llama Economía de la soledad (Córdoba, Recovecos, 2018).

Lo primero que aparece es un ¿poema? (no es el fuerte de quien escribe la poesía, más bien es el débil) que comienza así, milonga del solitario:

Se gasta la misma

cantidad de yerba

si uno matea solo
pero la mitad de galleta
y el doble de tabaco

Se traga el triple
de vino si uno chupa solo

pero se guarda
el agua del vaso
que no se lava

Se ensucia
media sábana si uno
duerme solo y puede
ahorrar hasta tres cuartos
de jabón si alterna,
noche por medio,
cada mitad del catre.

Sigue un tiempo más y termina así:

Se gasta a cuenta
el tiempo en nada
como billete que ya no vale
de esos que olvidan

los abuelos en un saco y uno
descubre cuando está
por vestirlos para
el cofre

Apuntes para
una breve disertación
sobre la economía
de la soledad.

A quien escribe le gusta mucho, aunque no sepa de la materia poesía. Ribba añade esta nota al pie: “15 de julio de 2016. Todos los intentos de poesía anteriores y posteriores fueron destruidos. Quien suscribe promete no intentarlo nunca más”.

Lo que sigue es la selección opinable y con trampa de (unos pocos) de sus raros, preciosos textos. Qué bien escribe. Mejor que muchos. Escribe de puta madre, a gusto de este introductor.

Eduardo Blaustein

 

305.

En un laboratorio de Japón, un cultivo de piel de rata a partir de células madre ha comenzado a desarrollar pelos. Un museo del sur de Francia dedicado a la memoria de un paisajista descubrió que más de la mitad de su acervo es falso. Un crítico especialista en otras escuelas, de paso por la institución, advirtió que los edificios pintados en las obras apócrifas fueron construidos después de la muerte del autor. Venecia comenzó hoy a restringir el acceso y a ejercer el derecho de admisión. Parque temático Europa. El grupo sueco ABBA rechazó una oferta de mil millones para volver a los escenarios pero aceptó que un grupo de ingenieros desarrolle un espectáculo en base a hologramas por la mitad. Los cuatro de Estocolmo fueron pioneros en el uso de la inteligencia artificial aplicada a la música chatarra. Entre los cuatro pagaban una suscripción a la revista Billboard y componían en base a los cinco primeros de la lista. En pleno debate por la despenalización del aborto, el segundo diario del país publica las peripecias del jefe de gabinete y su esposa para lograr un segundo embarazo en una nota cerrada a comentarios. Sin comentarios. Desde una playa mexicana, un actor con carrera política dice que es muy feo quitarle el micrófono a un ministro y que así no se construye un país. Es muy fácil construir un país desde una playa mexicana. Una joven de dieciocho años fue detenida en Rosario acusada de liderar una de las narcobandas más poderosas. Pensar que hace apenas dieciocho años y fracción era un embrión con un futuro prometedor como ingeniera o descubridora de la cura del cáncer. Perú relegó a México al segundo lugar en matanza ritual de niños. Con el hallazgo de las osamentas de la hecatombe de Huanchaco, ciento cuarenta niños que miran al mar y doscientas llamas que miran a la cordillera, los foristas del segundo diario más importante del país salieron a pedir sangre mapuche entre otras. Barriletes con los colores de la bandera de Palestina vuelan más allá de la tierra de nadie con botellas encendidas atadas a sus colas. Tecnología aérea de la dinastía Ming en los tiempos del dron. Bolaño cumpliría años hoy pero nunca me gustó Bolaño. En las conversaciones norte–sur de Corea, los únicos que tienen algo para ganar son Hyundai y Samsung. El ganador toma todo. La tarántula más vieja del mundo falleció ayer a los cuarenta y tres años. Sus cuidadores manifestaron a The Independent su desolación porque no llegó a los cincuenta. Una vez se me ocurrió promocionar una enciclopedia escolar con una tarántula del tamaño de un puño. En mitad del rodaje nos llenó las narices de pelos y todo el equipo tuvo que salir a estornudar. Una diecinueve del domingo en Posillipo. Mate con menta. Odio los feriados.

157.

Un grupo de matemáticos e ingenieros aeronáuticos de Oxford publicó hace unos días un estudio que señala los mismos patrones de vuelo entre los halcones peregrinos y los misiles guiados. Hay un error de enunciación en la conclusión. El papel dice que las rapaces utilizan la misma estrategia que las armas antiaéreas para trazar un rumbo de colisión. Los halcones peregrinos adoptaron su forma actual hace ocho millones de años y los cohetes con sistemas de adquisición de blancos vuelan desde hace apenas tres cuartos de siglo. En su libro El peregrino un tal John Alec Baker dice que lo más difícil de ver es lo que está ahí. Reflexión válida para casi todos los campos de la ciencia y la vida. El halcón no necesita saber la velocidad inicial de su presa. El cerebro del halcón toma dos fotos: una real y una imaginaria. En una se ve la situación real del objetivo y en la otra la posición donde estará de acuerdo a la trayectoria. El halcón peregrino puede ver el futuro como los arqueros de los monasterios del Japón. La paloma no sabe que ya está muerta mientras rema por su vida. Cree que mientras más bajo vuele el suelo la protegerá. El cerebro del cazador calcula entre cuatro y seis puntos de intercepción posibles de lograr a golpecito de cola o pequeños cambios de ángulo de los extremos de sus alas. El peregrino no mata en vuelo. El ataque consiste en quebrar un ala para derribar sin exponer el cuerpo a un choque directo. A media cuadra de último hogar anidaba una pareja de peregrinos. En un campanario que todavía tiene marcas de balas de un golpe de estado. Los escuchaba a primeras y últimas horas del día. El grito de los pichones es más grave que el de los adultos. Cazaban cerca del aeropuerto o sobre la plaza. Más de una vez vi la explosión de plumas y escuché un sonido como el de un nudillo al golpear sobre una mesa. La paloma cae como esos repasadores que los estudiantes usan de paracaídas para arrojar las llaves a las visitas desde los balcones. Más de una vez vi al cazador tomar el desayuno o la cena en vuelo y entregarlo a su pareja. Los halcones peregrinos pueden volar de espaldas y abrir las garras al cielo para recibir de su socio la carne que les permitirá ver otro día. Los halcones peregrinos no saben que volar a más de cuatrocientos kilómetros por hora es asombroso. Lo hacen. No saben hacer otra cosa. John Alec Baker era el encargado administrativo de la Asociación Automovilística del condado de Essex. No sabía conducir, no tenía carnet y se movía en bicicleta. Tampoco sabía volar. Dos minutos para el mediodía. Escribo en voz alta. No sé hacer otra cosa.

 

9.

Tocaba el piano, la flauta, la guitarra, dibujaba, esculpía y -a pesar de ser un experto- siempre negaba su condición de maestro en artes marciales. Todo lo que se puede hacer con las manos lo hacía con una destreza y sensualidad increíbles: untar panes con mayonesa en una de Tarantino e incluso atrapar serpientes de cascabel cuando sus dobles arrugaban. Pintaba mujeres verdes porque era daltónico y sólo bebía vodka en los rodajes para que lo creyeran agua.

Admiraba a John Wayne. En 1972 rechazó un papel porque el guion decía que debía dispararle. Mandó a la puta que lo parió a Ingmar Bergmann porque quería matar un caballo para darle realismo a una escena. El argumento del sueco para convencerlo que ese caballo debía morir es genial pero no viene al caso. Perdió todos sus caballos en el penúltimo de sus cinco divorcios junto con las pocas monedas que le quedaban.

Su padre, vaquero del corral de John Ford, le dejó dos legados: el alcoholismo y una frase. Que la muerte te sorprenda mientras hacés algo que te gusta. Los siguió al pie de la letra: murió borracho en Bangkok mientras practicaba fornicio acrobático. De las fotos que circularon ninguna muestra sus pies. Su epitafio dice: una leyenda descalza.

Nadie se tomó el trabajo de rastrear sus escritos. Nadie sabe si existen, si permanecen escondidos en algún monasterio Shao Lin, si estaban escritos sobre papel de arroz o en el aire como su leyenda de seducción y elegancia. Guardo una línea que me tatuaría o me marcaría a fuego al abrazar una olla llena de brasas. No me importa si es apócrifa, le pertenece en cierta forma: si no puedes ser poeta, sé el poema. Firmado: John Arthur Carradine, más conocido como David o Kwai Chang Kane.

 

* Escrito el 11 de octubre de 2015. Si encuentra fotos del cadáver de David Carradine en línea, denúncielas. Lo agradeceré como un favor personal.

 

168.

Heredamos de los ganaderos ibéricos la costumbre de comer los testículos recién extirpados de los terneros destinados a engorde para consumo, bestias de tiro y bueyes de labranza. Un viejo refrán la festeja: uno cría lo que come.

El massai que deja de ser niño bebe la sangre de su primer león abatido mezclada con leche de su rebaño y un poco de sangre extraída del cuello del toro mayor.

Mayas, mexicas y toltecas asaban los muslos de los enemigos sacrificados. Sazonados con chiles y jitomates. Creían que en los huesos más largos del cuerpo se concentraba la fortaleza. Corazones e hígados, suntuosos bombones, eran ofrecidos a los dioses.

El plato preferido por los pilotos suicidas japoneses durante la Segunda Guerra Mundial eran los gorriones asados con salsa teriyaki. Los comían por docenas durante sus últimas cenas. Gorrión en japonés se dice yakitori. Así denominaban a los pilotos norteamericanos.

Como caramelos de melón. Eso.

 

29.

 

Una zamba dura tres minutos en promedio. Tiempo suficiente para detener la mirada un instante y que te roben los ojos. Jujuy no te deja dar la primera vuelta que ya te echó el pañuelo al cuello y sos suyo. Si fuera un boxeador tendría muchas ganadas por abandono. Si Jujuy te mira, que tiren la toalla nomás.

Este cronista estuvo allí dos veces este año. Cuarenta y ocho y veinticuatro horas apenas. Durante la primera persiguió a un director de cine inglés por las calles de Purmamarca y, en la segunda, obligó a un actor a meterse en los piletones de las Salinas Grandes con seis grados bajo cero y vestido apenas con un pato salvavidas. Una zamba dura noventa segundos en promedio. En los viajes de trabajo siempre hay tiempo para escuchar una canción. Banda de sonido para lo que sigue: Me gusta Jujuy cuando llueve, por Teresa Parodi. Está en el canal de YouTube de Encuentro en el Estudio.

Charles Mc Dougall es un duro. Le ha hecho tomar la sopa a actores casi indomables como Ricky Gervais. Se quita su gorra de béisbol y entra en la capilla consagrada a Santa Rosa de Lima en Purmamamarca y algo en su rostro se macera. Madera de cardón. Ángeles con fusiles. Flores de plástico. Ponchos y gorros tejidos en la China. Mc Dougall a gatas que habla español. Su esposa cubana, con la que tiene dos hijas, casi no habla inglés. Subrayen esto: el paisaje jujeño tampoco habla, pero te atrapa y te preña.

Cuesta del Lipán. Ruta Nacional 52. Curva del kilómetro veintidós. Más de cuatro mil metros sobre los diques de Puerto Madero. Todos los colores que el ojo es capaz de adivinar en las abras donde las llamitas, camélidos de ojos soñadores, se ven como pelusas de ombligo. Basta un minuto o dos para sentir todo el peso del planeta sobre el cuero y, a la vez, que el alma remonta. Cada cerro tiene un mineral que lo domina. El rojo del hierro, el violeta del manganeso, el verde del cobre y el blanco de la cal te roban los ojos para siempre, recortados sobre el azul de la cordillera más alta después de Mendoza.

Más azul es la luz si me alejo, dice Gustavo Cerati y no miente. Blue es azul y tristeza en inglés. Goethe sabía que hay un estado de ánimo en cada color. Jujuy te hierve y te hiela la sangre en cada franja de El Hornocal, el gigante de los catorce tonos. Consejo de viajante profesional para viajeros vocacionales: usted que puede, demórese. No coleccione excursiones. Elija una o ninguna. Piérdase por el primer cerro que tope y evite el desayuno buffet: pida cayote con nueces y quesillo o quinoa con leche para endulzar el despertar. El Pata de Elefante, el Chocolate en Rama, el Dinosaurio Echado son cumbres que no aparecen en las guías, pero esperan al costado de la ruta Nacional 9 entre Salvador y El Volcán camino a la Quebrada. Cuando deje el apero en la posada pida por el Chato De Ruiz como chofer y baqueano. En Jujuy todo el mundo se conoce y eso ya vale como experiencia para los que vivimos en un mundo de correos, perfiles, links y hashtags.

Madrugada. Llueve fino sobre piedras con sed de milenios. Este cronista sufre como una madre porque el clima es enemigo del cine. Pero cuando se viaja a contrarreloj uno aprende a aceptar. A soltar la rienda y dejar que la vida, como mula vieja, busque solita el mejor camino entre las peñas. Dos suspiros profundos bastan para desactivar la preocupación y conectarse con eso que no depende de la voluntad o el deseo. Las piedras recocidas por soles salvajes crujen al recibir el agua y las jarillas condimentan con limón y romero el aire áspero y oscuro como carne de llama. Desde el teléfono la Parodi canta. Es una fruta madura Jujuy / es un jazmín encendido / o tal vez un rayito de luna o de sol / una campanita de plata. El soroche, la puna, el mal de altura actúa como freno de mano para el cerebro. Se piensa despacio y se respira fuerte. El seso abre su valija.

Este cronista piensa en Belgrano pegando fuego a un granero con un coro de ganado degollado. Los huesos de Lavalle escritos por Sábato le bajan por los ríos secos de la memoria. El cielo se abre y el Siete Colores se enciende y ondea como la bandera de los dueños de la tierra. Whipala. Qhapaq Ñan. La hoja de coca muerde cuando besa. Un mordisco agudo. El de una jovencita que todavía no aprendió a restarle dientes a los besos.

34.

Una mujer de silicona de tamaño natural cuesta entre seis mil y cincuenta mil dólares. Se dice que su creador fabricó la primera a mediados de los noventa como una ironía pero conviene tomar este mito con guantes de látex. Los hombres somos capaces de crear mentiras hermosas para enmascarar la verdad.

La marca con patente original vende alrededor de mil cuerpos al año, cifra que el circuito de copias ilegales multiplica por cuatro. El foro de usuarios de la compañía reúne a cuarenta mil propietarios de todo el mundo. Amor es hablar de amor dijo Roland Barthes. Cuentan sus historias y comparten trucos de maquillaje o mantenimiento. Los labios agrietados son una dolencia común en las esposas o amantes sintéticas y difícil de curar.

En la galería de imágenes uno carga a su chica–chicle escaleras abajo en una postal de luna de miel. Otro, con suéter de esquiador, mira fútbol acompañado por su esposa ciega, sorda y muda. Un tercero exhibe orgulloso su ropero compartido con prendas para su Barbie gigante y un cuarto sirve el desayuno a su pareja libre de trastornos alimenticios. Como en un altar virtual, de esos donde votos y promesas comparten espacio con agradecimientos, uno narra que dejó de fumar durante un año para poder comprar su compañera. Otro declara que la compró sólo para tener a quien abrazar por las noches. Enternece la del marido que el cáncer dejó viudo junto a sus suegros y la réplica exacta de su difunta.

Amor es hablar de química. La silicona, traducida al cristiano, es una espuma de oxígeno y silicio. Como todo material utilizado para la paz fue creado para la guerra: se buscaban suelas más resistentes y livianas. Es uno de los polímeros más fáciles de esterilizar ya que soporta altas temperaturas. Comparte materia prima con el vidrio de pantallas, ventanas y botellas y el aluminio de aberturas y latas de gaseosa: aire y arena. Pantallas, ventanas, botellas y latas. Objetos para naturalezas muertas como metáforas del aislamiento, el hastío o la melancolía. La silicona es inorgánica, inerte y estable. Todo lo contrario a las figuras humanas que se simulan con ella.

“Los hombres que envejecen solos son mucho menos dignos de compasión que las mujeres en la misma situación. Ellos beben vino malo, se quedan dormidos, les apesta el aliento; se despiertan y empiezan otra vez; y se mueren bastante deprisa. Las mujeres toman calmantes, hacen yoga, van a ver a un psicólogo; viven muchos años y sufren mucho. Tienen el cuerpo débil y estropeado; lo saben y sufren mucho. Pero siguen adelante, porque no logran renunciar a ser amadas.”

Partículas elementales de Houellebecq. Conviene tomarlas con dedos de goma. Lo único que separa a hombres y mujeres en esa frase es que los machos solitarios morimos antes. Una mujer de setenta largos comparte su cama con una muñeca rubia de pelo largo. Usa la silla de ruedas que dejó su madre para desplazarla por la casa y el jardín. El esqueleto de aluminio y las articulaciones con rodamientos de las muñecas gigantes son tan frágiles como las relaciones humanas que reemplazan.

Avenida Corrientes casi Callao. Cerca de la medianoche. Busco revistas de historietas para mi hija menor en locales de saldos. Entre solos que hojean viejas ediciones de El Gráfico mientras se acercan sigilosos a las mesas con cintas de video de la Cicciolina. Los vendedores me miran feo. Creen que hablo en algún código pedófilo cuando pido por La Pequeña Lulú.

Corrientes a esa hora es la calle más triste de Buenos Aires. Más que Libertad, Yrigoyen, Sarmiento o cualquiera donde los cartones y los cuerpos reducen las veredas a la mitad o menos. Olor a queso derretido, papel manoseado, perfumes de tía y naftalina en sacones de piel. En menos de cincuenta metros, con carteles que se hunden en el cielo, cuatro teatros ofrecen obras sobre la soledad. Dos por cada vereda. Una de las puestas se llama El otro lado de la cama. Paradoja. Ese que al hundirse ha dejado de hundirse.

Los hombres somos inmunes a casi todo salvo a la soledad. La diferencia entre los treinta y los cuarenta es que la “libertad” pasa de los registros de los activos a los pasivos. Salta a la columna del haber y cada día cuesta el doble mantenerla o venderla. No hay gimnasio, implante capilar, sildenafil, auto deportivo, moto de gran cilindrada o cuenta bancaria que amortice el tiempo frente a pantallas, botellas y ventanas. Los he visto dibujar costos hundidos en los libros sin que les tiemble el pulso. He visto a grandes machos llevar la miseria con la dignidad que ya querría un santo. Los he visto caer fulminados o pudrirse a paso de caracol por la soledad.

Amor es hablar de vino. Dibujo para mi hija el personaje que no pude encontrar en las mesas de retazos. Pinto una versión de La pequeña Lulú con los jugos del bife casi vivo con el que busco sacarme de encima el tufo a calle muerta. Pinto otra con gotas que robo a la copa. Una vocecita desde mil trescientos kilómetros de distancia me dice que quedó muy bien. Sé que al día siguiente hablaré de volver a pintar para olvidarme un poco de mí. Con mi socio, con cualquiera, no importa con quién. Sé que hablaré de dejar de escribir durante los recreos de mi oficio de escritor. Sé que no hablaré de la soledad y sus urgencias con otro genoma que lleve letra griega por dominante.

Amor es hablar de amor dijo Roland Barthes. Me lo dijo una muñeca de labios frágiles. Cada vez que la besaba le salían boqueras. Eso que las abuelas llaman fuegos del estómago. No estaba de acuerdo con Barthes pero hacía un esfuerzo considerable por dar batalla y, a la vez, dejar que me ganara en cada conversación. Quería que se quedara a mi lado. No me gustan las muñecas de goma.

Hablar de amor es hablar de biología, economía y política. Homeostasis. Todo sistema tiene la capacidad de regular su funcionamiento para mantener el equilibrio en condiciones extremas. La garrapata puede dejar de ser animal para convertirse en semilla durante años. Se seca. Se achica. Espera. Puede vivir hasta una década sólo con el recuerdo de la sangre. Los cazadores sabios acechan. Los osos hibernan. Me pregunto qué soñarán los osos.