Borges hablaba mucho de Xavier de Maistre, un militar francés que había escrito en el siglo XVIII un libro prodigioso, la historia de un viaje realizado sin salir de su casa. Aquí algunos fragmentos que muestran todo lo que hay en cuarto.

Xavier de Maistre fue un militar que combatió a las órdenes del zar y escribió en francés. Cuestiones del polirrubro que siguen hasta hoy. En 1794, estando condenado a permanecer en su cuarto por una falta cometida siendo un joven oficial, decidió que en el reducido mundo al que estaba restringido tenía mucho para contar. Así nació como una parodia, Viaje alrededor de mi cuarto, que tal vez nos sirva de inspiración para que pasen las horas en estos tiempos de encierro.

 

Mi habitación está situada a cuarenta y cinco grados de latitud, según las medidas del padre Beccaria; su dirección es de levante a poniente, formando un largo cuadrado de treinta y seis pies de lado, que roza la muralla. Mi viaje contendrá sin embargo más; pues la atravesaré a menudo a lo largo y ancho, o bien en diagonal, sin seguir ni regla ni método alguno. Incluso haré zigzags y recorreré todas las líneas posibles en geometría si la necesidad así lo exige. No me gustan las personas que son tan dueñas de sus pasos y de sus ideas que dicen: «Hoy haré tres visitas, escribiré cuatro cartas, terminaré esta obra que he comenzado». ¡Mi alma está tan abierta a toda clase de ideas, de gustos y de sentimientos; recibe tan ávidamente todo lo que se presenta…! ¿Y por qué rechazaría los gozos esparcidos en el difícil camino de la vida? Son tan escasos, están tan diseminados, que habría que estar loco para no pararse, e incluso desviarse del camino para recoger todos aquellos que están a nuestro alcance. Nada hay más atractivo, en mi opinión, que seguir las ideas siguiendo su rastro, como el cazador persigue la presa sin pretender seguir ninguna ruta. De modo que, cuando viajo por mi habitación, rara vez recorro una línea recta; voy de mi mesa hacia un cuadro que está colocado en un rincón, de allí parto oblicuamente para ir a la puerta; pero aunque al partir mi intención sea dirigirme allí, si me encuentro en el camino con mi butaca, no me lo pienso, y me acomodo de inmediato. Qué excelente mueble es una butaca, es sobre todo de lo más útil para cualquier hombre meditativo. En las largas veladas de invierno, es a veces agradable y siempre prudente tumbarse en ella perezosamente, lejos del estrépito de las reuniones multitudinarias. Un buen fuego, unos libros, unas plumas, ¡cuántos recursos contra el aburrimiento!  Y aún más, ¡qué placer olvidarse de los libros y las plumas para ponerse a atizar el fuego, entregándose a alguna dulce meditación o componiendo algunas rimas para alegrar a los amigos! Las horas discurren ante vosotros y caen silenciosas en la eternidad, sin que sintáis su triste pasar.

Después de mi butaca, caminando hacia el norte, descubrimos mi cama, que está colocada al fondo de la habitación, y que forma el paisaje más agradable. Está situada de la manera más afortunada: los primeros rayos de sol vienen a filtrarse entre mis cortinas. Los veo, en los bellos días de verano, avanzando por el muro blanco, a medida que el sol se eleva. Los olmos que están ante mi ventana los dividen de mil maneras y los balancean en mi cama, color de rosa y blanco, que, debido al reflejo, reparte por todos lados una tonalidad encantadora. Oigo el gorjeo confuso de las golondrinas que se han apoderado del tejado de la casa y de otros pájaros que habitan en los olmos: entonces mil ideas risueñas ocupan mi mente, y, en todo el universo nadie tiene un despertar tan agradable, tan apacible como el mío. 20 Confieso que me complace gozar de esos dulces momentos, y que siempre prolongo, en la medida de posible, el placer que experimento meditando en el suave calor de mi lecho. ¿Existe un escenario más propicio a la imaginación, que despierte ideas más enternecedoras que el mueble en el que me abandono algunas veces?

Lector púdico, no temáis; pero, ¿no podré entonces hablar de la felicidad de un amante que estrecha por primera vez entre sus brazos a una esposa virtuosa? ¡Placer inefable que mi desgraciado destino me condena a no probar jamás! ¿No es en una cama donde una madre embriagada de gozo por el nacimiento de un hijo olvida sus dolores? Es ahí donde los quiméricos placeres, fruto de la imaginación y de la esperanza, vienen a agitarnos. Es finalmente en ese mueble delicioso donde olvidamos durante la mitad de nuestra vida las penas de la otra mitad. ¿Pero qué multitud de pensamientos agradables y tristes se agolpan a la vez en mi mente? Mezcla sorprendente de situaciones terribles y deliciosas. Un lecho nos ve nacer y nos ve morir, es el escenario cambiante donde el género humano interpreta alternativamente dramas interesantes, farsas risibles y tragedias horrorosas. Es una cuna adornada de flores, es el trono del Amor, es un sepulcro.