Comenzarán hoy las conversaciones para la firma de un nuevo acuerdo entre las potencias nucleares e Irán. Son las primeras desde que Donald Trump decidió salirse del acuerdo en 2018. Quiénes son los actores y qué es lo que está en juego.
Hoy se retomarán en Viena las fracasadas negociaciones por la firma de un nuevo/viejo acuerdo nuclear entre las potencias nucleares (Estados Unidos, Rusia, China, Reino Unido, Francia y Alemania) con Irán.
El estado de situación no es el mejor, pero desde que asumió Joe Biden en la Casa Blanca hay una cada vez más desdibujada esperanza a favor de que se retome el acuerdo del que salió Donald Trump en 2018, en uno más de sus tantos dislates en política exterior.
Veamos. Los más interesados en la firma del acuerdo deberían ser Irán e Israel, simplemente porque son vecinos y acérrimos enemigos que libran una sorda guerra fuera de sus territorios (Líbano y Siria). Irán padece un nuevo bloqueo, desde 2018, que perjudica seriamente su economía, que por otro lado realiza un gasto armamentístico gigantesco mientras gran parte de su población sufre la pobreza y la falta de agua.
Israel, por su parte, descree de todo lo que hace Irán, plantea que el único objetivo de la República Islámica es tener una bomba nuclear para destruir a Israel y que todo lo que diga o haga es mentira. Por eso es que el gobierno del entonces primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu (firme aliado de Trump), aplaudió la salida del acuerdo y la reinstalación de las sanciones.
En Israel –aunque, convengamos, es un tema que se debate en todo el mundo, sobre todo a partir del extenso bloqueo a Cuba– se discute si es efectivo trasladar las consecuencias a la población de las equivocaciones de sus gobernantes; no sólo porque es moralmente insostenible (sabemos, esto en política pocas veces importa), sino porque su efectividad es cuestionable, por no decir que no tiene casi ningún efecto en lo que se trata de evitar, en este caso que Irán desarrolle su energía nuclear.
Estados Unidos, ya se dijo, esbozó una tenue posibilidad de levantar las sanciones contra Irán y volver al acuerdo. Respecto de las otras potencias, los únicos interesados de verdad en sostener el acuerdo son los europeos, aunque con sus matices. Francia y Alemania parecen más seriamente a favor de retomar las negociaciones, Reino Unido también aunque es más cercano a Israel (esta semana, el primer ministro Boris Johnson se reunió con el presidente de Israel, Isaac Herzog, y volvió a cargar las tintas sobre Irán).
Los otros dos grandes, Rusia y China, parecen un poco más prescindentes, hacen foco en el levantamiento de las sanciones a Irán, no les molesta que tenga capacidad nuclear, aunque tampoco ven con malos ojos que se limite esta capacidad y se evite que otro país del mundo posea arsenal nuclear.
El otro jugador, menos interesado pero no por eso menos importante, es el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), cuyo director general es el argentino Rafael Grossi.
Para este organismo, es vital la firma del acuerdo, aboga por su firma y son quienes más contacto tienen en el terreno iraní, pues sus inspectores están constantemente supervisando las plantas nucleares en ese país. ¿Qué dicen ellos? Pues que es imprescindible volver al acuerdo, porque su estallido tras la salida de Trump ha hecho que Irán no se sienta obligado a cumplir el acuerdo con los otros países (las sanciones estadounidenses lo afectan más) y ha continuado con su programa de enriquecimiento de uranio hasta niveles que podrían derivar en la fabricación de una bomba en pocos años.
En el gráfico que aquí reproducimos en inglés (extraído de la página web del organismo) se verifica cuáles son los avances que se logró en materia de inspección nuclear mientras estuvo vigente el acuerdo: se incrementó un 89% la instalación de cámaras de seguridad, se aumentaron 152% las actividades de verificación de la agencia, se duplicó la cantidad de visitas de agentes en el terreno, entre otros.
Grossi es un gran conocedor y un hábil diplomático, y al menos del lado iraní pocas veces se los puede escuchar cuestionando el papel del organismo regulador de la energía atómica internacional. No obstante, su peso político es relativo, si bien es importante su acción a la hora de controlar el cumplimiento del acuerdo.
Qué puede pasar
Como vimos, el panorama no es el mejor, pero no se lo puede enterrar antes del velatorio. A todos los jugadores de este partido les conviene llegar a un acuerdo, por diferentes motivos, pero esto sólo no alcanza.
Hay muchos intereses en juego, y si bien para Irán lo más importante es el levantamiento de las sanciones, para los europeos, rusos y chinos, en diferente medida, lo importante es llegar a un acuerdo, para Estados Unidos e Israel lo único valedero es que Irán abandone toda intención de desarrollar energía nuclear (no le creen que es para uso pacífico) y mantener la supremacía militar israelí en la región.
Mientras tanto, hay dos convidados de piedra: Siria y Líbano, en cuyos territorios se desarrolla la guerra entre Irán e Israel, que ni uno ni otro reconocen. Cada tanto, de manera extraoficial y nunca asumida, Israel ataca instalaciones iraníes en Siria, o posiciones de Hezbollah en el Líbano. Este grupo musulmán chiita (financiado y sostenido por Irán) no sólo ocupa posiciones de gobierno en el Líbano sino que también se ocupa de hostigar militarmente a Israel en la frontera.
Israel, mientras tanto, continúa con su acercamiento a países de la región, musulmanes sunitas, como Bahréin, Emiratos Arabes Unidos y el propio Arabia Saudita (aunque aún no hay relaciones diplomáticas formales) para tratar de aislar a Irán rodeándose de sus enemigos.
En definitiva, el panorama no es alentador y el único motivo para ser optimistas respecto de la firma del acuerdo es que no hay plan B. Nadie sabe qué va a pasar si estas negociaciones fracasan. O sí: continuarán las sanciones a Irán, éste seguirá desarrollando su programa y hostigando a Israel, y este país, a su vez, seguirá atacando las posiciones en el Líbano y Siria, a la vez que amenaza con una guerra en toda regla que, según coinciden incluso analistas políticos israelíes, no está en condiciones de librar hoy, y sus consecuencias son imprevisibles. Probablemente, el Estado de Israel no volvería a ser el país que conocemos hoy, en el corazón de Oriente Medio. Irán tampoco.
Las piezas del ajedrez están dispuestas y la partida comienza a jugarse el lunes. Si hay acuerdo, todos habrán perdido algo. Si no hay acuerdo, todos habrán perdido mucho; sin embargo, en este caso, tampoco las tablas conformarían a nadie. Lo que se dice, una partida difícil.
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