Solo el tema y lenguaje de este artículo, más allá de su tratamiento, hablan del mundo que vivimos, de lo que espejan Trump o Bolsonaro, de los que se preparan para el Desastre Que Sea Final. “Bioneros”, “survivalistas”, “tribus” guerreras supremacistas y “comunidades salvavidas”.
A menos que usted sea un negacionista recalcitrante, probablemente le preocupará el futuro, como a mí. A mí ya no me queda mucho, pero la generación de mi hija y la de sus descendientes tendrán que sobrevivir a las consecuencias de una civilización impulsada por los combustibles fósiles en el planeta devastado y tóxico que les dejamos.
¿Cómo será ese futuro? ¿Surgirán de las ruinas eco-asentamientos democráticos que se afianzarán y empezarán a sanar el planeta? ¿O unos señores tribales de la guerra gobernarán sobre los escombros?
Algunas personas ya se están preparando para el colapso, con la ayuda de las energías renovables, la permacultura (N. de R: sistema de principios de diseño agrícola y económico, político y social basado en los patrones y las características del ecosistema natural) y otras tecnologías adaptativas verdes, introduciendo amplias mejoras en las comunas de la “vuelta al campo” creadas por los jóvenes utópicos de la generación Woodstock. En aquellos tiempos, salirse del sistema de consumo capitalista y vivir de las sobras de las riquezas norteamericanas no era muy difícil. En el norte de California, el colectivo de los Diggers (cavadores) y los granjeros bisoños de la comuna de Morning Star (Estrella de la Mañana) compartían todo lo que podían conseguir en la organización benéfica Goodwill, reciclaban objetos procedentes de la basura, recolectaban lo que podían cultivar con sus limitados conocimientos hortelanos, o construían cabañas con la ayuda del Whole Earth Catalog. Si la vida comunal se complicaba mucho, era fácil dar marcha atrás. Nadie se estaba preparando para sobrevivir al colapso de la civilización industrial. En aquellos tiempos creían que la automatización y la abundancia pronto convertirían la rutina laboral en algo innecesario.
En la actualidad una nueva generación de ecoaldeanos mantiene las mismas convicciones anticonsumistas.
Pero el mundo ha cambiado. La Madre Tierra atraviesa una situación crítica. Estados Unidos ya no cuenta con ilimitada energía barata; el crecimiento económico se ha estancado; la movilidad ascendente se ha revertido. Por ahora, la mayoría de los estadounidenses se las arreglan con versiones más ordinarias de la vida cotidiana y se agarran a la esperanza de que más pronto o más tarde vuelva el progreso. Pero la negación no impedirá que la civilización adicta al carbono se desmorone mientras arrasa el planeta. Pronto llegará el día en que la escasez de energía, los desastres ecológicos, las pandemias globales, los crack financieros y el caos político hagan imposible una vuelta a lo de siempre. Por consiguiente, las utopías contraculturales del pasado han dado lugar a una nueva generación de dedicados “survivalistas”, también llamados supervivencialistas, decididos a vivir bien con menos y a sanar el planeta.
A los salvavidas
Algunos survivalistas verdes ya han decidido cortar la mayor parte de sus vínculos con la sociedad industrial y empezar a vivir desconectados de la red eléctrica. Por todo el planeta han surgido iniciativas experimentales, como las ecoaldeas y las comunidades salvavidas (Lifeboat communities), que se esfuerzan por ser tan respetuosas con la Tierra, resilientes y sostenibles como sea posible. Otras personas han montado organizaciones de base que faciliten la transición de sus comunidades, ciudades y Estados y las liberen de la dependencia de una economía global transformadora del clima adicta a los combustibles fósiles.
Después de un año como el 2020, el número de personas que han adoptado el survivalismo o supervivencialismo ha aumentado de forma espectacular. En 2014, Karen Litfin calculaba que habría unos dos millones de ecoaldeas, pero su cantidad ha aumentado considerablemente desde entonces. El número de las desconectadas de la red eléctrica en todo el mundo probablemente no llega a los tres millones, aunque va en aumento. A diferencia de la mayor parte de los estadounidenses, los survivalistas no asumen que sus comunidades no se verán asoladas por las pandemias, golpeadas por los huracanes, inundaciones, sequías o incendios forestales. Prevén que puede llegar un día en que no haya comida en los supermercados, agua limpia en el grifo, electricidad en la red, gasolina en los surtidores, dinero en los cajeros automáticos y medicinas en las farmacias y hospitales.
Pero, por el momento, la mayor parte de los survivalistas son “preparacionistas” a corto plazo. Se preparan para desastres meteorológicos pasajeros, no para el colapso prolongado de la sociedad industrial. Se preparan, como individuos, familias o pequeños grupos, para calamidades temporales como terremotos, pandemias, desastres climáticos o crisis económicas. Se centran en almacenar comida, agua y otros productos básicos; se arman y aprenden habilidades para sobrevivir y primeros cuidados médicos.
Los preparacionistas más ricos pueden intentar lograr la autosuficiencia construyendo búnkeres o refugios subterráneos para sobrevivir a catástrofes mayores. Los hay que incluso planifican estar listos en caso de que el sistema bancario se venga abajo, el crédito se congele, los activos financieros se vaporicen, la moneda tenga fluctuaciones salvajes, el comercio desaparezca y los gobiernos se desmoronen o impongan medidas draconianas para mantener su autoridad. Pero los preparacionistas a corto plazo no intentan levantar asentamientos transicionales que configuren la vida posterior a la civilización industrial.
Volver a la naturaleza
A diferencia de los preparacionistas, los survivalistas verdes ya están creando alternativas a la civilización industrial. Construyen ecoaldeas permanentes –asentamientos diseñados para convertirse en “modelos pujantes de un mundo futuro”. Aunque las ecoaldeas actuales surgen en la periferia experimental de la sociedad, su éxito futuro resulta vital porque cada vez es más urgente el conocimiento de las habilidades cruciales para sobrevivir al fracaso del sistema. Sus estrategias de supervivencia y recuperación requieren recomponer las relaciones y volver a aprender las técnicas que nuestros ancestros preindustriales utilizaban para cultivar y conservar los alimentos, hacer ropa y herramientas, construir hogares y talleres, generar energía renovable, reciclar los recursos y crear una cultura viva que honre a la Tierra.
Los survivalistas verdes guardan la esperanza de que los seres humanos cobren conciencia sobre el peligro universal, superen la adicción a los combustibles fósiles y abandonen la economía ecocida que busca el beneficio a expensas de las personas y del planeta. Para poder crear una alternativa sostenible, estos “bioneros” se han comprometido a sanar la relación tóxica de la humanidad con la Tierra integrando la sabiduría de las culturas indígenas con los puntos de vista más prácticos de la ciencia y la ecología. Los ecoaldeanos esperan suavizar la gravedad del inmediato colapso iniciando una contracción cooperativa hacia sociedades más simples y más resilientes localmente, capaces de prosperar dentro de la capacidad de carga de su bioregión. Los survivalistas creen que una red de ecoaldeas podría proporcionar botes salvavidas respetuosos con la Tierra ante el titánico naufragio de la civilización industrial.
Los “bioneros” de las ecoaldeas se interesan por una variedad de técnicas, como la permacultura, la restauración de hábitats, la captación de agua de lluvia y la apicultura; la carpintería, la albañilería, la cerámica y la fabricación de herramientas; la generación de energía alternativa, los hornos solares y la construcción solar pasiva; la acupuntura, la curación con hierbas y la partería. En las ecoaldeas funciona la toma de decisiones asamblearia y las relaciones sociales igualitarias que intentan eliminar las jerarquías de clase, raza y género.
Guerreros del futuro
Desgraciadamente, los habitantes de las ecoaldeas desconocen una amenaza que acecha al futuro que esperan crear y no están preparados para hacerle frente. Mientras perfeccionan sus habilidades para convivir pacíficamente unos con otros y todos con el planeta, otros survivalistas tienen la intención de sobrevivir mediante el pillaje y el saqueo. En lugar de dedicarse a la permacultura y a las energías renovables, los survivalistas tribales valoran el armamento, la guerra y el poder militar. Sus manuales de supervivencia y sus programas clandestinos de entrenamiento hacen hincapié en el combate cuerpo a cuerpo, la indumentaria técnica, el entrenamiento con armas de fuego, los secuestros y las tácticas de guerrilla urbana; en los disparos de precisión, las armas químicas, los materiales incendiarios, los artefactos explosivos y las bombas trampa; las fortificaciones y la protección corporal; la vigilancia, las comunicaciones por onda corta y la ciberguerra.
Existen varias ramificaciones del survivalismo tribal, pero la mayor parte cree que el mundo está destinado a convertirse en un campo de batalla, una guerra entre religiones, razas, nacionalidades y civilizaciones incompatibles. Los tribalistas cristianos ponen énfasis en su identidad religiosa e imaginan alguna versión bíblica de survivalismo apocalíptico. Otros se preparan para ganar una sangrienta guerra racial o para luchar por la supremacía nacional, mientras otros consideran la supervivencia de la civilización occidental como una santa cruzada.
Aunque los relatos difieren entre sí, todas las versiones del colapso que profesan los tribalistas creen en la derrota de los enemigos y la afirmación de su supremacía. El tribalismo suele estar compuesto por una mezcla de ideología religiosa, racial y nacionalista ultraconservadora. A menudo, raza, religión y nacionalidad se fusionan en una amplia identidad tribal. Este sentimiento fusionado de identidad tribal se expresa en acrónimos como ORION, Our Race Is Our Nation (“Nuestra raza es nuestra nación”).
Creen que la civilización occidental se desmorona por la influencia decadente del humanismo ateo, del globalismo, el comunismo, la mezcla de razas, el multiculturalismo y un exceso de judíos y personas no blancas. Animan a los patriotas cristianos blancos a tomar las armas contra los illuminati judíos y purgar la civilización occidental de comunistas, “eco-frikis”, yihadistas musulmanes y la invasión de “razas sucias” de civilizaciones “inferiores”.
Todo el tribalismo comparte la creencia en la superioridad de su grupo selecto y la determinación a prevalecer sobre los demás por cualquier medio que sea necesario. Para sobrevivir al colapso se comprometen a luchar con bravura por la supremacía y el control sobre los menguantes recursos. Los “aceleracionistas” tribales se plantean sembrar el caos y facilitar su camino al poder saboteando la sociedad, fomentando el conflicto, impidiendo el desenvolvimiento de los gobiernos, incautándose de tierras y recursos y eliminando, expulsando o esclavizando a cualquiera que no forme parte de sus exclusivos compinches raciales, religiosos o patrióticos.
Hagamos nuestra Patria
Algunos tribalistas tienen la intención de reclamar un territorio específico para crear su patria. Otros quieren todo el planeta. Milicias survivalistas como el Frente del Noroeste, la Base y Naciones Arias planean imponer una nación étnica para blancos a los habitantes del Noroeste mediante sabotajes terroristas y guerra de guerrillas. Inspirados en la novela neonazi de Harold Covington, The Northwest Imperative, un número creciente de über reaccionarios ha decidido que el noroeste de Estados Unidos será su lugar de retirada cuando los bancos se desplomen, la red eléctrica se venga abajo o el gobierno declare la ley marcial. En el sitio web del Frente del Noroeste puede leerse: “Nuestra meta a largo plazo es poner al gobierno de Estados Unidos en una situación en la que les resulte política y financieramente insoportable la lucha por mantener el Noroeste”.
Ese mismo territorio se ha convertido en una patria potencial muy popular para los tribalistas basados en la fe que declaran dar prioridad a la religión frente a la raza. El Reducto Americano es un movimiento de migración político-religioso fundado por el activista survivalista James Wesley Rawles. Al igual que los nacionalistas blancos, Rawles considera al este de Oregón y a Washington, Idaho, Montana y Wyoming como un refugio seguro para cristianos y judíos conservadores y de tendencia libertarista. Según él, su movimiento Reducto Americano “es análogo al éxodo de los puritanos desde Europa. Ellos no lograban encajar y se dijeron: `vamos a trasladarnos a un territorio completamente virgen y comenzar de nuevo´. En efecto, nos estamos convirtiendo en amish con pistolas”.
Otros tribalistas, como Ben Klassen, el fundador de la Iglesia del Creador, fusionan el tribalismo racial y religioso y deploran la idea de limitar su supremacía a cualquier territorio inferior al planeta Tierra. En sus propias palabras: “Estamos decididos a que el ganador se quede con todo, a que la raza blanca colonice, ocupe y habite todo (y queremos decir todo) el benéfico territorio del planeta Tierra. La raza blanca tiene que apoderarse de todo, habitarlo todo, o nos veremos arrojados a un mar de razas sucias. El mundo está demasiado superpoblado para poder mantenernos a nosotros y a ellos”.
Uno, dos, muchos Hitler
Los survivalistas tribales deploran la democracia y sienten desprecio por el survivalismo inclusivo e igualitario de las ecoaldeas. Son partidarios del gobierno autoritario de jefes supremos que basan su dominio en el adoctrinamiento racial, religioso o político y en la intimidación. Promueven la lealtad inquebrantable a través del miedo a la disensión y el vilipendio a los “forasteros” que supuestamente amenazan la supervivencia de la tribu.
A diferencia del tribalismo, los survivalistas verdes fomentan la solidaridad empática basada en nuestra universal humanidad y la emergencia ecológica que todos compartimos. Dan prioridad al hecho de que, antes que nada, todos somos seres humanos que luchan por sobrevivir en un planeta degradado. Buscan la coexistencia no violenta entre personas, no la guerra por la supremacía tribal. En todo caso, por su misma existencia, el compromiso de los ecoaldeanos con la supervivencia pacífica, cooperativa y humana supone una gran amenaza para las doctrinas tribalistas exclusivas y supremacistas.
No nos equivoquemos: los survivalistas tribales odian a los ecologistas de toda clase. Están convencidos de que sus milicias tribales necesitan estar armadas y dispuestas a defender su estilo de vida de los ecoterroristas, los frikis del clima y otros “totalitarios verdes”. Para ellos, la crisis medioambiental global, el caos climático y la extinción masiva de especies son ciencia de pacotilla. Creen que los burócratas de la ONU, los ecoliberales y los totalitarios del Nuevo Orden Mundial han urdido estas falsas amenazas para socavar la soberanía de Estados Unidos e imponer “un plan global de ecologismo utópico, ingeniería social y control político global”.
Los tribalistas de America First consideran que las ecoaldeas forman parte del complot insidioso del Nuevo Orden Mundial cuyo objetivo es conducir a los estadounidenses a “zonas de hábitat” congestionadas para que el resto del planeta pueda dedicarse a la preservación de la vida salvaje. Creen que los estadounidenses van a ser desalojados de sus hogares de ensueño en los barrios residenciales, agrupados en “casas de hobbit” en las ciudades y obligados a cambiar sus pick-up y sus todoterreno por bicicletas y transporte público.
Dentro de la lógica retorcida y temerosa de los tribalistas patrióticos, las ecoaldeas participan en la conspiración totalitaria socialista para robar a los estadounidenses blancos y cristianos su estilo de vida consumista y adicto al carbono. Para ellos resulta irrelevante que la América de los barrios residenciales suburbanos sea insostenible, ecocida y esté condenada a desaparecer. Creen que las ecoaldeas son responsables de amenazar el american way of life, en lugar de ofrecer una alternativa resiliente al colapso industrial. Esto sería como culpar a los bomberos por causar el fuego.
La incompatibilidad fundamental existente entre los tribalistas y los ecosurvivalistas significa que la ética de estos últimos, el “vive y deja vivir” no va a ser respetada o tolerada por los belicosos tribalistas. En la actualidad, las ecoaldeas están protegidas por la capacidad del gobierno para contener y castigar la violencia paramilitar tribalista. No obstante, cuando la civilización moderna se desmorone y el gobierno no pueda refrenar esa violencia, las ecoaldeas prósperas se convertirán en objetivos vulnerables para el ataque, el saqueo y la destrucción.
Les guste o no, las ecoaldeas se verán obligadas a escoger entre defenderse de la conquista y el pillaje o hacer frente a la esclavitud o al exterminio. Para evitar el sino de los esclavos, los siervos medievales o las tribus nativas de Norteamérica, las ecoaldeas y sus aliados tendrán que desarrollar estrategias para repeler la violencia tribalista. Aquellos que creen que las ecoaldeas experimentales actuales son “modelos pujantes de un mundo futuro” ignoran por su cuenta y riesgo el peligro emergente del tribalismo. Porque si, como creen, todo se viene abajo en un futuro no tan lejano, no contarán con ningún gobierno que les proteja.
El autor es ensayista y fundador del Partido Verde. Enseña ciencias políticas y derecho medioambiental en la Universidad East Bay de California.
Fuente: https://www.counterpunch.org, a través de Gracus Babeuf.
¿Querés recibir las novedades semanales de Socompa?
¨