La negociación para la compra de petróleo venezolano por parte de Estados Unidos sigue abierta, aunque en un parate donde cada parte reafirma alianzas. Los escenarios futuros son inciertos. Van desde acuerdo, hasta guerra.
Hace pocas semanas, cuando comenzaba la ofensiva rusa en Ucrania, sorprendió a propios y ajenos la reunión que el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, mantuvo en el Palacio de Miraflores con representantes de primer nivel del gobierno estadounidense, donde se habló, entre otras cosas, de petróleo venezolano para suplir el faltante de petróleo ruso en Estados Unidos.
Algo que era impensable pocos días antes, estaba sobre la mesa de una negociación directa también impensada. Eran los primeros reacomodos de un escenario internacional de máxima tensión, que se sabe no cambiará en el corto plazo.
Más allá del devenir del conflicto en el terreno, en Ucrania, donde ya las partes negocian un alto el fuego con aparentes buenas perspectivas, Estados Unidos y Europa tienen que buscar cómo reemplazar las importaciones rusas y todo indica que van a mantener las sanciones a largo plazo.
Ahí aparece Venezuela, con la principal reserva mundial probada de petróleo y la octava reserva de gas natural. El presidente Maduro ya dijo que le vendería petróleo a Estados Unidos, pero enseguida se aclararon los límites: Estados Unidos tiene que al menos aliviar las sanciones sobre Venezuela, y tiene que reconocer a Nicolás Maduro como presidente.
Y aunque en el nivel político el asunto quedó ahí, se sabe que los contactos continuaron y que hay empresas estadounidenses en Caracas negociando los términos de una participación.
Según el Wall Street Journal, la petrolera Chevron viene insistiendo en la Casa Blanca que ellos están listos para duplicar la producción de crudo venezolano en pocos meses. Esa producción está ahora en unos 800 mil barriles diarios. Lo que Estados Unidos importaba de Rusia eran alrededor de 700 mil barriles diarios.
A pesar del aparente parate, ninguna de las dos partes dio por cerrada la negociación. El gobierno de Venezuela en tanto siguió apuntalando su alianza política con Rusia. Acuñada por el comandante Chávez, son acuerdos políticos, pero también comerciales y hasta militares.
Mientras se abría el compás de espera entre Caracas y Washington, el número dos del chavismo, Diosdado Cabello, dijo que a Rusia le tocaba por segunda vez en la historia derrotar al nazismo y brindó apoyo total. También la vicepresidenta de Venezuela, Delcy Rodríguez, se reunió en Turquía con su par ruso, Serguei Lavrov.
Y hasta se vio al embajador de Rusia en Venezuela acompañando a diputados del PSUV en la inauguración de una cancha y un mural con las imágenes de Putin y Chávez en Catia, una zona popular de Caracas. Es decir: negociaciones sí, posible venta de petróleo también, pero sin ceder posiciones políticas.
¿Cómo sigue?
Para el analista político venezolano Leopoldo Puchi, por delante aparecen tres escenarios. Uno, que Estados Unidos ceda y flexibilice las sanciones para permitir los acuerdos que sus empresarios reclaman y el petróleo que busca reemplazar, aunque Venezuela siga cerca de Rusia.
Dos, que todo se mantenga igual y Washington apueste a seguir ahogando a Venezuela mediante el actual bloqueo o más medidas. Y la tercera, el escenario militar: la reincorporación rápida de Venezuela al patio trasero gringo, con una intervención, o un derrocamiento del presidente Maduro.
Es decir, volver a la estrategia trumpista de la caída de régimen, que aunque no estaba en la agenda Biden, al calor del nueva panorama internacional caliente, se recorta de nuevo como un peligro en el horizonte. Hay que recordar que ya se intentó, en febrero de 2019 con la irrupción desde Colombia, en abril del mismo año con el intento golpe de Estado de Leopoldo López y Juan Guaidó y en mayo de 2020, con la irrupción de mercenarios en las costas cerca de Caracas.
Un escenario que parece alimentar la jefa del comando sur de Estados Unidos, Laura Richardson, quien no para de alertar sobre el “peligro” de China, Rusia e Irán en Venezuela, en repetidos contactos con jefes militares colombianos.
Colombia, con Iván Duque dejando la presidencia en agosto sin tiempo (recordar la tristemente célebre frase de Álvaro Uribe, cuando afirmó que no intervino en Venezuela porque le faltó tiempo), a manos de un reemplazante que no necesariamente comparta su agenda blindada contra Caracas.
Aun así, el regreso a la amenaza de la guerra puede parecer conjeturas lejanas o improbables, pero estamos en tiempos de escenarios impensados hasta hace poco. Tiempos de incertidumbre redoblada, donde todo parece posible.
*Periodista argentino del equipo fundacional de Telesur. Corresponsal de HispanTv en Venezuel, editor de Questiondigital.com. Analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)
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