Referente y coordinadora pedagógica de la Escuela Florestan Fernándes del Movimiento de los Sin Tierra de Brasil (MST), Rosana Fernándes explica las expectativas de la organización campesina de cara al tercer mandato presidencial de Luiz Inácio Lula da Silva y las acciones concretas que desplegarán los legisladores electos del MST a nivel nacional y estatal.

Cuáles son las expectativas de las organizaciones campesinas en el escenario que se abre con el triunfo de Lula da Silva en un contexto en el que varios candidatos que integraron al Congreso en las listas legislativas provienen del Movimiento de los Sin Tierra (MST)?

-Teniendo en cuenta los anteriores gobiernos de Lula y la trayectoria del Partido de los Trabajadores (PT), creemos que su tercer mandato permitirá asegurar derechos, y reimpulsar programas gubernamentales que van a posibilitar mejorar las condiciones de vida del pueblo y la sociedad brasileña en general. Nosotros, que somos del campo, vemos también la realidad y sus límites, límites que tienen que ser superados para avanzar en un proceso de conquista de la tierra, de distribución de la tierra, o bien de compra de tierras para entregarlas a las familias campesinas. Hay que generar programas públicos que mejoren las condiciones de vida de las familias que ya están afincados en la tierra. Y esto vale también para los pueblos indígenas. Nosotros consideramos que con este nuevo mandato de Lula vamos a retomar muchos derechos que se perdieron en los últimos cuatro años.

-¿Cuáles son los principales proyectos que piensan impulsar los legisladores del MST?

-Nuestros diputados, sea en el Congreso Nacional o en las legislaturas estatales, van a impulsar programas de políticas públicas más locales, por ejemplo con Marina Silva, que va a ocupar un banca en Río de Janeiro. Una de las propuestas que va a presentar es un proyecto para congelar los desalojos de los campesinos dedicados a la producción de alimentos. Tanto los legisladores, como los gobernadores del PT van a atender las demandas históricas de los campesinos.

-Unos 33 millones de brasileños no tienen asegurado el acceso a una alimentación segura. ¿Cuál sería el aporte para solucionar el problema real del hambre?

-El tema de la soberanía alimentaria en nuestro país es un tema de permanente debate, de expresiones y de prácticas concretas en las organizaciones populares campesinas. Hablando especialmente del MST, venimos impulsado una reforma agraria popular con la prioridad en la apropiación de tierras, el cuidado de la naturaleza y la producción de alimentos saludables. Nuestro programa de reforma agraria popular y la agroecología son la matriz tecnológica en la que avanzamos año tras año. Nuestra lectura subraya que no faltan alimentos en Brasil. No vemos condiciones objetivas para que eso suceda. Hay buena tierra, buen suelo, buena agua. Brasil es un país que produce mucho. Sin embargo, lo que faltan son políticas que incentiven que esa producción pueda ser distribuida a menor precio para que las personas de las ciudades, especialmente de las periferias de las ciudades, puedan acceder a los alimentos. La eficacia de nuestro enfoque quedó probada durante la pandemia, cuando distribuimos alrededor de siete mil toneladas de comida. Nosotros estuvimos presentes, no los supermercados. Lo hecho demuestra la capacidad que tenemos para producir. Lo que nos falta es garantizar que los gobiernos, sean los estatales o el federal, tengan políticas que incentiven la producción y distribución a precios accesibles.

-¿Se puede terminar con el hambre en Brasil?

-Vamos acabar con el hambre si el Estado tiene políticas que garanticen la comida en la mesa de los trabajadores e impulsa la producción de alimentos por parte de la agricultura familiar campesina, y no el agronegocio que solo produce comodities que son para alimentar la exportación y no prioriza la producción de alimentos con destino al mercado interno. La agricultura familiar campesina explica el 70 por ciento de los alimentos que se consumen en las mesas de los hogares.

-¿Sí tenemos en cuenta que el 50 por ciento de los legisladores electos son representantes del agronegocio, cuáles son las dificultades y los desafíos para llevar adelante una reforma agraria popular?

-Desde el MST apuntamos a la reeducación, a contribuir a la instrucción pública en las áreas campesinas, pero también a que esos trabajos se transformen en una propuesta pedagógica que adopten otras organizaciones populares campesinas. Una educación del campo en los territorios, que involucre a la salud, no solo una salud de cuidados, sino también preventiva. Nuestra perspectiva es crear una nueva cultura, que sea una cultura popular y no una cultura de masas propia de la sociedad capitalista. Ese conjunto de elementos forman parte del programa que venimos implementando de manera cotidiana. El MST es un movimiento campesino y popular que tiene la capacidad de hacer muchas cosas al mismo tiempo.

-¿Cómo evolucionó la concepción del tema en el MST?

-El programa de reforma agraria popular del MST viene de lejos, pero se consolidó a partir de 2014, cuando tuvimos más claro lo que debíamos hacer. Eso no significa que el MST no tuviera una concepción, porque una de las cosas por las que siempre luchamos fue por la tierra, la conquista de la tierra para para quien no la tiene. La reforma tiene un conjunto de elementos, entre ellos dignificar a las familias que viven en la tierra conquistada. Otro objetivo es conformar un programa agrario con la prioridad puesta en la producción de alimentos saludables. En los últimos tres años organizamos un plan para plantar seis millones de árboles en seis años en las áreas en donde las familias están asentadas, porque muchas acceden a tierras degradadas como resultado de haber sido usadas por el agronegocio.

-¿Cuáles es la respuesta, la receptividad ante la propuesta?

-Las familias están tomando esto como una tarea, como un trabajo vital y prioritario, poniendo toda su experiencia en la plantación de árboles, como así también en el cuidado de la naturaleza. Son conscientes que plantamos árboles para mejorar las condiciones del suelo y del agua. Plantar árboles y producir comida es también producir cultura, nuevas relaciones humanas y sociales con una perspectiva de humanista y socialista. Queremos crear un mundo mejor. Creemos que tenemos un gran potencial. Ya lo demostramos en su momento con la producción de alimentos para terminar con el hambre en nuestro país. Sin embargo, necesitamos de la ayuda del Estado para concretar la reforma agraria popular.