Los intereses políticos y corporativos que se mueven detrás del movimiento que se opone a las medidas de aislamiento que algunos gobernadores norteamericanos tomaron para evitar la diseminación el Coronavirus, a contramano de la inacción sanitaria de la Casa Blanca. Sus paralelos con los anticuarentena argentinos.

El surgimiento en los EEUU de “Reopen” un movimiento de protesta contra las medidas de aislamiento social efectuadas por diferentes gobernadores lejos de ser avalado por los principales medios, hizo que algunos como el prestigioso The New York Times salieran a denunciar como un agrupamiento patrocinado por ciertos intereses corporativos que intentan mantenerse en la sombra.

Es extraño que los medios en la Argentina no digan nada acerca de si una determinada marcha o movilización es auténtica o si por el contrario no es más que un montaje para presionar a un gobierno. Se habla hasta el hartazgo de democracia pero montar un espectáculo falseado no deja de perjudicar la vida institucional. Los que se rasgan las vestiduras hablando de transparencia, independencia de poderes, libertad de prensa son precisamente los que en los hechos los transgreden. Son los que piden un sistema republicano mostrando a los EEUU como el ejemplo a seguir. “La disidencia, y la libertad para hacerlo, son un elemento crucial de la democracia. Los líderes políticos deben estar correctamente influenciados por la opinión pública. Pero es importante saber cuándo las protestas son provocadas por grupos de intereses especiales que buscan manipular la percepción de los funcionarios sobre el sentimiento público” señala el periodista norteamericano Marc Ambinder en una nota publicada por The Conversation que lleva el título ‘Reopen’ protest movement created, boosted by fake grassroots tactics (Movimiento de protesta Reopen creado e impulsado por tácticas de base falsas).

La nota alude al movimiento surgido a partir de las cuarentenas decretadas por muchos gobernadores del país del norte ante la inacción del presidente Donald Trump. Este movimiento de protesta repudia el aislamiento social y ya salió a las calles de diferentes distritos a expresarse. El análisis de Ambinder es bastante fino ya que señala que no es lo mismo un movimiento espontáneo que reclama por necesidades de la población que un acto programado para manipular a la opinión pública.

En la Argentina es posible ver que esto es moneda corriente ya que los principales medios son parte de esas operatorias en las que según ellos se expresó “la ciudadanía”. El autor asocia a Reopen con el conservador Tea Party movement que había surgido allá por 2008 ante la grave crisis financiera. Por otra parte, señala que estas son expresiones nuevas pero impregnadas de un sedimento bastante antiguo. Ambinder señala que “Las evidencias disponibles sugieren que las manifestaciones fueron organizadas por agentes políticos rentados que usan Facebook y otras redes sociales para alentar a los conservadores a protestar en lugares específicos contra gobernadores específicos que habían impuesto fuertes restricciones de salud pública a la actividad económica” y asegura que el principal motivo radica en crear la ilusión de un movimiento orgánico que surgió espontáneamente para objetar las restricciones aunque “las encuestas muestran que solo el 12% de los estadounidenses piensa que las restricciones locales han ido demasiado lejos mientras que el 26% piensa que no son del todo suficientes”.

En una extensa nota de The New York Times titulada The Quiet Hand of Conservative Groups in the Anti-Lockdown Protests (La mano silenciosas de los conservadores en las protestas) que fuera escrita por Kenneth P. Vogel, Jim Rutenberg y Lisa Lerer, los autores van un poco más allá y denuncian la existencia de una coalición informal de líderes y grupos conservadores muy influyentes, algunos con conexiones cercanas con la Casa Blanca que, ha estado trabajando en silencio para fomentar las protestas y aplicar presión política y legal para derrocar las órdenes estatales y locales destinadas a detener la propagación del coronavirus.

Dicen a su vez que estos grupos han aprovechado sus redes para aumentar la participación en manifestaciones recientes en las principales capitales estatales, enviando a sus abogados a presentar demandas, pagando encuestas e incluso fraguando una investigación que socave los argumentos esgrimidos detrás de las restricciones que han cerrado negocios y limitado el movimiento de la mayoría de los estadounidenses.

Los autores señalan que entre los que luchan contra las restricciones también se encuentran las organizaciones de derecha FreedomWorks y Tea Party Patriots, que desempeñaron papeles fundamentales al comienzo de las protestas del Tea Party hace más de una década. También participan un bufete de abogados liderado en parte por ex funcionarios de la Casa Blanca durante el gobierno de Trump y una coalición ad hoc de líderes conservadores conocida como Save Our Country que ha asesorado a la Casa Blanca sobre las estrategias para una reapertura escalonada de la economía. También señalan que los argumentos esbozados por estos movimientos nada tienen que ver con la percepción que tiene la ciudadanía con respecto a las restricciones.

Por su parte la periodista Diana Daly se pregunta en una nota para The Conversation acerca de los que salen a protestar. Si bien reconoce también que estos movimientos cuentan con poderosos y secretos patrocinadores es posible que entre ellos haya gente que se exprese de forma auténtica. En un rastreo que realiza puede dar cuenta que los que se movilizan son en su gran mayoría sectores sociales de muy altos ingresos aunque siempre pondrán excusas de que lo hacen para beneficiar a los más pobres. Daly da el ejemplo de un manifestante en Arizona que le dice a un camarógrafo que su preocupación es “por sus 121 empleados sufridos y devastados”.

No resulta extraño que los diferentes medios argentinos cuando se refieren a los efectos negativos del aislamiento se refieran a los problemas que tienen las pymes o los cuentapropistas, cuando en verdad lo que verdaderamente les importa son las superganancias de los grandes capitales.

Las diferentes protestas locales como los cacerolazos realizados en los balcones de las zonas más acomodadas de Buenos Aires o la que se planea para el jueves 7 de mayo, el “7A” no dejan de ser expresiones muy minoritarias también patrocinadas por intereses oscuros que tienen como objetivo, complicidad mediática de los medios, de desgastar las políticas de salud pública que se vienen llevando adelante.

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