Brasil aspira a ser el gran socio de Trump en la tarea de terminar con los populismos en Latinoamérica y en la de fomentar todo tipo de atentados contra el medio ambiente. Para eso puso en marcha todo su aparato diplomático por ahora con buenos resultados.

A principios de mayo diez norteamericanos llegaron a las costas de Venezuela armados, listos para transformarse en héroes. Ocho murieron, dos fueron capturados. Fue un incidente ridículo, desconcertante.

Nicolás Maduro dijo  “Mike Pompeo estaba apostando por este ataque y creía que iba a acabar con la revolución, con la constitución, iba a  derrocar al gobierno y me iba a matar. Dios nos salve y nos proteja”.

Maduro hablando frente a cámara es el sueño de cualquier productor de películas clase B yanqui de finales del siglo veinte. Un resumen perfecto de rasgos indiscutiblemente latinos y vestuario básico, estereotipado, listo para decorar guiones flojos pero llenos de sobresaltos, de amenazas, de emociones gratuitas.  Primero Chávez, después Maduro, continuando la tradición estética de Fidel Castro resumen pueblos enteros a la vista del resto del mundo, de los que crecimos en el  audiovisual de los Estados Unidos defensores de la libertad.

Miguel Tinkel Salas,, profesor en California y autor del libro The Enduring Legacy: Oil, Culture, and Society in Venezuela, entrevistado en el sitio Democarcy now!, dijo que los hechos tenían la característica de un intento de golpe de estado en el medio de la situación convulsionada que vive Venezuela. Pero a la vez la pretensión de enviar dos botes, secuestrar a Maduro e instalar un gobierno, podría ser parte de una ficción: A bad Rambo movie , una novela venezolana realmente mala. Trae ecos del ataque en Bahía de Cochinos, del intervencionismo americano en la segunda mitad del siglo veinte.

Quizás el fracaso estuvo en el factor humano. Con  Sylvester,  Arnold o Chuck involucrados todo se hubiera resuelto de forma épica, lanzando ráfagas de ametralladora que barrían en segundos a los soldados del régimen bolivariano. Después de un comienzo difícil terminarían encendiendo habanos al restablecer la libertad y la democracia, los valores de la civilización occidental. Tan simple como eso. Lo que ocurre después no importa, deja de ser entretenimiento.

Pompeo y Araújo

Mike Pompeo suena y parece un personaje de esos relatos yanquis. Hace unos días estuvo de gira por países que limitan con Venezuela. En la ciudad de Bela Vista  en Roraima se encontró con el canciller brasileño Ernesto Araújo. Esa frontera ya ha recibido cientos de miles de exiliados venezolanos, también fue uno de los puntos desde donde se enviaron camiones con ayuda humanitaria en febrero de 2019, una acción prometida por Guaidó con apoyo de Estados Unidos y los países que limitan con Venezuela. Una acción rechazada por Maduro que devino en más tensiones  diplomáticas. También en febrero de 2019 se realizó el concierto Venezuela Live Aid, financiado por el billonario inglés Richard Bronson, inspirado según él por Juan Guaidó. La seguridad del evento estuvo a cargo de Silvercorp USA, una agencia de seguridad privada cuyo dueño Jordan Goudreau sería el autor del plan que devino en esa Bad Rambo movie. Según Maduro Guaidó habría firmado un contrato de 212 millones de dólares con Silvercorp para que llevaran adelante el operativo.

En septiembre de 2019 Mike Pompeo y Ernesto Araújo se encontraron nuevamente,  pero en Estados Unidos. Hablaron juntos con la prensa. Araujo es un tipo grandote, de barba y anteojos pequeños. Tiene aires de tímido, pero algo en Pompeo lo encendía, le daba una emoción inusitada, cierto espíritu de fan. Pompeo, con una media sonrisa y la corbata roja al estilo Trump, hizo hincapié en la buena relación que los dos países tienen. “ Entramos en una nueva era de profundo lazos de unión con Brasil” Destacó al Brasil de Bolsonaro como un gran colaborador dentro del grupo de Lima para ayudar a Venezuela. “Brasil es de hecho uno de los primeros países en reconocer la legitimidad del presidente interino Juan Guaidó”. Señaló que hasta ese momento el país había recibido más de 180.000 inmigrantes producidos por la tiranía de  Maduro. Los dos países también  estarían juntos contra los totalitarismos en Nicaragua y Cuba. Juntos serían capaces de  apuntalar un futuro próspero, seguro y democrático para todo el hemisferio.

Araújo comenzó a hablar un poco ansioso. Mencionó que era la cuarta vez que se encontraban  desde que Bolsonaro asumió la presidencia. Con un inglés fluido reforzó lo que dijo Pompeo. Parecía alguien neutro, desapegado de sus raíces.  “Estamos construyendo en Brasil una política exterior basada en los principios de democracia, soberanía, defensa de los valores, y una economía abierta de libre mercado. Brasil está dispuesto a crecer y tener más presencia en el mundo, cambiando un sistema que lo llevó a la decadencia y a la corrupción en el pasado. La relación con Estados Unidos es fundamental para lograr esos objetivos”. Se entusiasmaba al hablar y miraba a Pompeo de vez en cuando, asegurándose de que sus palabras también sean para él, sean las correctas. Reforzar la paz y la seguridad. Dijo que se percibían en el mundo signos de ideas que cuestionan la soberanía de los países, cuestionamientos a Brasil sobre todo por la crisis ambiental en amazonas y su capacidad para lidiar con eso. Enfatizó que el gobierno americano sabía que eso no era verdad y estaban dispuestos a colaborar en el esfuerzo por crear un desenvolvimiento en la región, que según él, era la única forma de proteger la selva. Necesitaba inversiones norteamericanas.

A partir de 2019 las quemadas y el desmalezamiento de Amazonas fueron en  aumento, junto a una política deliberada de reducción de controles. Todo acompañado de ese discurso, compartido por la administración Trump, de relativización de la crisis ambiental. Bolsonaro llegó a culpar a las mismas ONG por los incendios, sin pruebas obviamente, dando a entender que lo hacían porque el gobierno las estaba desfinanciando. Llegó a culpar a Leonardo Di Caprio por estar involucrado con esas ONG.

Solo un dios puede salvarnos

El cuerpo diplomático brasileño es uno de los más grandes del mundo. El palacio de Itamaraty tiene una larga tradición en diplomacia. Pero para Bolsonaro elegir Canciller era una tarea difícil, porque veía que todo estaba teñido de rojo, infectado por la izquierda. Ernesto Araújo, director del departamento para Estados Unidos, Canadá y Asuntos Interamericanos,  entró en foco del gobierno por un texto que publico comienzos de 2018, ganándose el favor de la llamada “ala ideológica” de un gobierno que dice querer relacionarse con el resto del mundo sin la contaminación de la ideología.

Araújo escribe el artículo “Trump y Occidente” inspirándose en un discurso que el primer mandatario norteamericano pronunció en Varsovia a principios de julio de 2017. Son treinta páginas de oda a quien puede convertirse en el salvador de la civilización Occidental. Por medio de ese texto entramos en la cabeza de los que no ven en Trump a Donald y su historia, no ven una performance sin límites que de manera irracional transforma la realidad e algo básico y fácil de manipular. Para nada. Entramos en un mundo donde Trump es alguien sabio, un líder con fuerza espiritual caricaturizado por esa ideología dominante a la que se enfrenta de manera heroica.  Según Araújo Trump tiene “ Una visión del mundo que supera por varias leguas, en profundidad y extensión,  las visiones de la elite hiperintelectualizada y cosmopolita que lo desprecia”.

“ Para Trump el verdadero peligro es la pérdida de la propia identidad occidental, la pérdida del espíritu, la desaparición de los lazos de cultura, fe y tradición que nos hacen ser quien somos.  Si se deja actuar a las fuerzas antioccidentales, internas o externas, lograran minar nuestro coraje, nuestro espíritu, van a enflaquecer la voluntad de defender la  sociedad y a nosotros mismos”

“ We want God”, dijo Trump a los polacos y Aaújo lo emparenta con algo que dijo Heidegger: Sólo un Dios puede salvarnos. “Trump todavía puede salvar occidente”

Supongamos que estamos interesados en llevar adelante nuestra bad Rambo Movie, o participar como socios en un proyecto en marcha. “Trump y Occidente” sería perfecto como una carta de intención.

Luego de la publicación del artículo, Araújo creó el blog Metapolitica 17 para mostrar sus ideas, alineándose más a la Alt Right, y a un Bolsonaro que soñaba seriamente con ser el Trump tropical.

“ Quiero ayudar a Brasil y al mundo a que se liberen de la ideología globalista. Globalismo y globalización económica que pasaron a ser piloteados por el marxismo cultural. Esencialmente es un sistema anti-humano y anti-cristiano. La fe en Cristo significa, hoy, luchar contra el globalismo, cuyo objetivo es romper la conexión entre Dios y el hombre, transformando al hombre en esclavo y a Dios irrelevante. El proyecto metapolitico significa, esencialmente, abrirse a la presencia de Dios en la política y en la historia”

El bien común

El 18 de septiembre de este año se reúnen en la ciudad de Bela Vista  Mike Pompeo y Ernesto Araújo. La valla que los separa de los periodistas, respetando el distanciamiento social, parece una puesta en escena irónica si pensamos en Trump y Bolsonaro. Sentados con las banderas de los dos países de fondo hablan sobre Venezuela y la “Operação Acolhida” llevada adelante por el gobierno Brasileño, con ayuda norteamericana, para recibir a refugiados. Pero sólo un medio de prensa puede hacer preguntas a Pompeo, la Record Tv de Edir Macedo, fundador de la Iglesia Universal y aliado incondicional del bolsonarismo. Preguntan sobre la situación de Venezuela y si el uso del poder militar sigue siendo una opción. Los ojos de Mike parecen estar continuamente anticipando una sonrisa, listos para el estándar de la foto carnet con expresión optimista que exige el marketing personal. Si tuviéramos un presupuesto decente para la bad Rambo movie, el John Goodman de los hermanos Coen sería una buena opción para interpretarlo  “Nuestra intención es asegurar que las personas en Venezuela tengan democracia”.

Los dos se sacan una foto junto a refugiados. Una mujer con su hija en brazos, otra niña parada enfrente de su padre, hombres jóvenes,  médicos,  asistentes, Todos llevan barbijos blancos, menos Mike Pompeo que tiene uno con la bandera norteamericana estampada. Se destaca, con el cartel de “Operação Acolhida” de fondo, como un personaje mediático que posa junto a sus fans.

Pompeo se refiere a las concesiones hechas por el gobierno brasileño sin contrapartida de los norteamericanos, en cuanto a la reducción de impuestos para importar etanol y la retirada del candidato brasileño al B.I.D para favorecer la elección un norteamericano. “Los amigos trabajan juntos para construir una economía mejor”  A finales de agosto se anunciaron restricciones para la importación de acero brasileño en Estados Unidos. Desde 2019 los norteamericanos pueden entrar sin visa a Brasil, aunque para los brasileños  sigue siendo un trámite engorroso entrar en Estados Unidos.

¿Qué hace el jefe de estado norteamericano ahí? Es lo que algunos parlamentares se preguntaron. Decidieron convocar a Araújo para que dé explicaciones. ¿Será una contribución explícita del gobierno brasileño a la reelección de Trump? Rodrigo Maia, presidente de la cámara, dijo que los motivos de la visita  contradicen la tradición de autonomía, las políticas externas y de defensa de Brasil. Bolsonaro respondió con un posteo que incluye una foto junto a Trump “ La visita del secretario de Estado representa cuanto nuestros países están alineados en busca del bien común”

 

Soberanía

En la apertura de la asamblea general de la ONU se enumeraron los desafíos que la comunidad internacional enfrenta en estos momentos: máxima tensión geopolítica en años, una crisis climática aguda y existencial, una enorme desconfianza global y el lado peligroso del mundo digital, además del Covid- 19. Según el director de la ONU la cooperación internacional es fundamental para encarar estos problemas. También habló de lo peligroso de una nueva guerra fría “El mundo no va a aguantar una fractura creada por sus dos economías más grandes, cada una intentando imponer sus reglas comerciales y sus capacidades en internet e inteligencia artificial… puede resultar en una división geopolítica y militar” Parece haber espiado  los discursos enviados por Bolsonaro y Trump, los primeros a ser escuchados.

Bolsonaro parecía enfocado en los bolsonaristas, que son el único Brasil que reconoce. Felicitó a Trump por su plan de paz para Medio Oriente. Atacó a la prensa que diseminó el caos durante la pandemia. Habló de combatir la “Cristofobia” que se esparce por el mundo, alimentando el caldo de cultivo paranoico que es parte de su discurso. Dijo que el país era víctima de  difamación atroz por la cuestión ambiental. Dijo que Brasil seguía produciendo comida para el mundo a pesar de la pandemia, pero unos días antes el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística señaló que diez millones de brasileños viven sin acceder regularmente a una alimentación básica. Habló de la soberanía.

Después viene Trump: “Iniciamos una guerra contra un enemigo invisible: el virus chino, que ha matado innumerables personas en más de 188 países. En los  Estados Unidos lanzamos la mayor movilización, la más agresiva, desde la segunda guerra mundial” Sin sutilezas pide que la ONU castigue a China por el Covid y acusa al gobierno asiático de manipular la OMS. Además lo expone por ser el número uno en contaminación. “Estamos más fuertes que nunca. Tenemos armas como nunca tuvimos antes. Sinceramente nunca pensamos que íbamos a tener armas así. Sólo le pido a Dios que no tengamos que usarlas”  Al final aconseja a los países que, al igual que Estados Unidos, cuiden sólo de sus propios intereses.

Unos días antes Ernesto Araújo había anticipado esos discursos. “No queremos hacer cosas que sean importantes para la ONU o ciertos organismos, pero si para la inmensa transformación de Brasil”  Refuerza su idea de alejarse de la tradición diplomática brasileña que tiene que ver con facilitar alianzas entre naciones, ser neutral, establecer diálogos, ser un país mediador sin dejar de lado el pragmatismo. “Esa idea de que Brasil nació para ser un puente. No creo que Brasil nació para ser un puente. Brasil nació para ser Brasil. Que los puentes lo construyan otros” Parecen arrebatos de twitter que caen en el más de lo mismo con los seguidores. Apunta a la soberanía, aunque en la práctica la diplomacia brasileña se ha inclinado a privilegiar los intereses del gobierno norteamericano, los intereses del mismo Trump, sobretodo.

Cómo negar la importancia de las elecciones en Estados Unidos. Elecciones donde ya anticipadamente se habla de conflicto y donde ese proceso en el que la realidad es sólo cuestión de creencia puede dar una escalada resumiendo  aún más lo complejo de la vida y el bienestar en el planeta.

Desde hace un tiempo la conspiranoia, la emoción ante todo, y el resentimiento se han vuelto las herramientas de moda para defender posturas. La contagiosa aceleración hormonal del indignado. Una forma de politizar a los que supuestamente no les interesa la política o la ideología,  términos que se empujaron hacia la izquierda para tratarlos como un  palabrerío a subestimar, algo que da fiaca, vacío, engaño.

Hay otras cosas que repiten  los que prefieren esa realidad chata y sin futuro  que empieza y termina con ellos. Hablan de “Venezualización” “ Vamos a transformarnos en Venezuela” Inventan cosas como “Argenzuela” para remitir a la decadencia. Una falta de respeto a Venezuela, a su historia, a su pueblo ahogado internamente por un gobierno en las últimas, y desde el exterior por un bloqueo irracional.

Así también la  idea de una unión latinoamericana termina siendo tachada como propaganda comunista que en el fondo intenta instaurar una especie de alucinada unión soviética en la región. Pero mientras nos debilitamos como bloque en el momento donde nos conviene estar fuertes, nos disolvemos en un individualismo infantil, en el servilismo al más fuerte. Parece que con una sonrisa esperamos la próxima bad Rambo movie, o un explotation del género hecho por los chinos.