El sociólogo y politólogo brasileño Emir Sader señala que una sensación de vacío de poder se adueñó del país. Acorralado por la pandemia, una economía estancada y el renovado prestigio de Lula, Jair Bolsonaro atraviesa su peor momento. Una lectura que habla de “un país al borde del precipicio” y de “una población desesperada”.
Jair Bolsonaro atraviesa lo que hasta ahora es su peor momento. La convergencia de varios fenómenos proyecta una perspectiva muy negativa a su principal proyecto, la reelección. Una posibilidad que está muy cuestionada. Peor aún, Bolsonaro transmite, incluso a sus partidarios, la imagen de un presidente que perdió la capacidad de gobernar, que no tiene respuestas para los grandes problemas que afectan a Brasil.
Su gobierno está paralizado, como si estuviera terminando. Perdió la iniciativa en materia económica justo cuando la recesión es más fuerte y la crisis social generalizada. Además, está fuertemente amenazado por el prestigio de Lula, a lo que el gobierno responde apelando a medidas que la derecha llama “populistas”; es decir: violando las reglas del ajuste fiscal.
El gobierno de Bolsonaro carece de una política contra la pandemia. No solo no agiliza la campaña de vacunación, sino que aparece como un obstáculo para que la población esté vacunada y protegida. El número de infectados y muertos aumenta exponencialmente; sin embargo, Bolsonaro sigue manifestándose en desacuerdo con las vacunas.
Hay una sensación de vacío de poder, de que el país está al borde de un precipicio y que nadie intenta detener la inminente caída. La desesperación se apoderó de la población. Como si fuera poco, Bolsonaro debe enfrentar presiones cada vez mayores. El Ministerio Público propuso retirarle las funciones de coordinación económica, sanitaria y política [1]. Una forma de declararlo incompetente para liderar el país, justo en la peor crisis de su historia.
El propio ministro de Economía, Paulo Guedes, renunció a seguir adelante con su ya fracasado modelo económico. Declaró que sin vacunación masiva, la economía no se recuperará, aunque tampoco se recuperó antes. Como no hay indicios de vacunación masiva, Guedes, en la práctica, ya no tiene nada que ofrecer. Tampoco Bolsonaro, que es considerado por cada vez más amplios sectores de la población como el principal responsable de la pandemia y su discurso negacionista un obstáculo para cualquier solución a las ciento de miles de muertes que se acumulan.
Como señala la demanda del Ministerio Público, el gobierno no coordina. Es un gobierno descoordinado que, además, sabotea la acción de los gobernadores con sus intentos de bloquearlos en el Superior Tribunal Federal. En síntesis: no hay más gobierno. Solo desgobierno.
Bolsonaro se agota. El último episodio, su intento de cambiar el ministro de Salud, fue la gota que colmó el vaso de la incapacidad y la falta de voluntad oficial para hacer algo. Todo resultó en una estafa más. Si sobrevive, Bolsonaro será un cadáver, una caricatura incapaz de evitar que el país se derrumbe por el precipicio al que lo condujo.
¿Qué hace un país en estas condiciones? Primero, aclarar que no hay vacío en la política. Lo que el gobierno no hace, otros lo intentan. El Ministerio Publico propone una forma de superar la crisis: a través del juicio político. Algo factible en momentos en que el apoyo legislativo a Bolsonaro se resquebraja, empezando por el centrão y el resurgimiento de Lula.
Lo que importa es que el país comienza a entender que con Bolsonaro no es posible. Que todos los problemas fundamentales que enfrenta Brasil chocan con él como presidente. Y esto sucede en el momento en que Lula reaparece y comienza a actuar en el país y fuera de él, recordándole a la sociedad lo que hace un presidente ante los problemas de un país.
En entrevistas con medios internacionales, Lula apeló a Biden, a Macron y a Merkel para que el G20 discuta el acceso de los países más pobres a las vacunas. No es solo el favoritismo de Lula para las elecciones de 2022 lo que presiona al gobierno, sino su estilo, el diálogo con todas las fuerzas, la forma de sumar, de aportar soluciones. Cualquier solución a la peor crisis que atraviesa el país pasa por Lula.
No solo para las elecciones de 2022. Hasta ese momento hay mucho tiempo y muchas vidas en riesgo. El gobierno de Bolsonaro se termina y es momento de rescatar la democracia. Ninguna solución fuera de la democracia podrá satisfacer las necesidades y urgencias de Brasil.
Nota
[1] El vicefiscal general Lucas Furtado hizo la solicitud amparado en el Artículo 44 de la Ley Orgánica del Tribunal de Cuentas de la Unión por ser “responsable de la inercia y omisión de la ejecución de las políticas públicas de salud en el combate de la pandemia de Covid-19”. En el mismo escrito solicita que se reconozca al general retirado Hamilton Mourao – defensor de la dictadura militar brasileña y elegido por Bolsonaro como compañero de fórmula – como “legítima autoridad administrativa”.
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