Ha logrado que Brasil sea el segundo país con más infectados en el mundo y las muertes se suceden sin que Bolsonaro salga de su posición. Por otro lado, es el adalid de una cultura de derecha extrema (donde algunos de sus integrantes tienen simpatías nazis) profundamente autoritaria. Una crónica desde adentro de un país llevado al desastre.

Nosotros, los Soberanistas, los convocamos para participar de las semana Black Week a partir del martes. Será Bolsonaro Week.. Todos los establecimientos comerciales, empresariales, prestadores de servicio, autónomos. Todas las personas que trabajan deben reabrir sus puertas y retomar al trabajo. Por Brasil las empresas van a hacer un gran Black Friday durante la semana”

Los Soberanistas se definen como militancia político cultural conservadora. Un think tank, una usina de pensamiento de derecha, bolsonarista. El video es del 5 de abril, día en el que la cuarentena se extendía en  São Paulo. Ellos, aunque no sean una voz oficial, apoyan la actitud de  Bolsonaro, convencidos de que no hay que parar el país.

“Y usted, ciudadano, salga de la casa, vaya en auto con la bandera de Brasil, compre mucho…”

Al comienzo del video hay una animación gráfica de fondo verde donde varios garabatos, con colores que remiten a la bandera de Brasil, juegan a moverse nerviosos  hasta confluir en el logo: una S azul y abajo, en amarillo,     Soberanistas.  La música, estándar y optimista, nos remite enseguida a la comunicación institucional. Cuando la presentadora aparece se cumple la promesa: animada, mirándonos sonriente y lista para transmitir la buena noticia. Lleva una remera blanca de los Soberanistas donde la S es diferente, no es azul, se divide en verde y amarillo. Parece que somos convocados a algo asi como una maratón solidaria de la que hay que participar para sentirse más brasileño.

De repente todo me hace pensar que este video, que ha sido denunciado con indignación en el medio de la proliferación del Covid-19 en Brasil, es una broma. Pero no pienso en la ironía y el sentido del humor delirante de los que se ríen de la novela esquizofrénica de la derecha brasileña. Pienso en el humor de los mismos Soberanistas. Un humor que como el de los Simpsons prende porque se basa en el sentido común dictatorial y retorcido de una parte de la sociedad.

“Tenemos el derecho de circular, de comprar y de vender, el derecho de sustentarnos. La semana nacional de reapertura del comercio. La semana Bolsonaro, será un éxito. Vamos juntos a ayudar a nuestro Brasil a pasar por esta crísis.”

Ella, que es la cara visible de los Soberanistas, parece alegre, fresca, y a la vez de un optimismo un tanto perturbador, inquietante. Se refiere a las críticas recibidas por el video agradeciendo irónicamente el apoyo de los que  llama de izquierdistas e idiotas útiles. Dice haber sufrido agresiones y ofensas por grupos radicales de izquierda. “Esas personas son fanáticas. No son personas racionales y quieren lo peor para el el país, están instrumentalizando políticamente esta pandemia”

 

 

El domingo 11 de abril se realizó en São Paulo una caravana contra el aislamiento social (no obligatorio), y por la reapertura de todos los negocios. Ya se han hecho otras. Las imágenes de esa tarde nos recuerdan a la cara visible de los Soberanistas.

Los videos muestran personas emocionadas con banderas de Brasil colgando de los hombros, grabándose entre autos y bocinazos para llenar las redes sociales. Vemos una una mujer rubia alucinada, con su remera de lentejuelas verdes y amarillas mientras lucha con alegría contra el comunismo que busca concretar su plan de dominación por medio de la cuarentena. Hay selfies descontroladas, ataques de ira y risas, cuerpos sin control enfundados en merchandising  bolsonarista  “¡Mito!” “¡Capitán!” “¡Vai Bolsonaro!”

Un youtuber  acorta distancias a los gritos con su celular. Pierde el control, salta, reduce toda la realidad a ese momento  que lo llena de vida. Al borde del éxtasis  ayuda a levantar un ataúd de escenografía adornado de svasticas que convivien con la hoz y el martillo y una cruz de estrellas rojas. Anuncian el velorio del gobernador de São Paulo, João Doria, al que  acusan de izquierdista y aliado a China por las medidas de aislamiento social “¡Fora Doria!” “Doria comunista”. Doria es del centro derecha liberal, pero de repente se ha transformado en comunista al no estar alineado con Bolsonaro. Entonces reproducen  el ya inolvidable meme del cajón, se lo apropian. Los vemos bailar, abrazarse, gritar de nuevo. Se exhibien como una denuncia hacia el resto, los que no están ahí, los que seguramente no entienden, los idiotas útiles que defienden al virus. Entre las banderas de Brasil también hay alguna norteamericana. De alguna manera,  ese sentimiento patriótico espectacular parece estar más cerca de Hollywood que  de la propia tierra. Son una minoría, pero se han quedado con los colores. El resto está confundido, lleno de incertidumbre, quizás indolente, en silencio. Parece una broma también.

 

 

En la radio Band News un periodista analiza los actos del Presidente Jair Bolsonaro desde que el virus comenzó a circular en Brasil hasta su pronunciamiento en cadena nacional del 8 de abril.

El primer caso de Covid-19 es del 26 de febrero. Al otro día de esa notica, en una de sus habituales live stream, Bolsonaro apenas hace referencia al virus como uno de los principales factores de la alta cotización del dólar.  El 7 de marzo viaja a los Estados Unidos. En una escala en la ciudad de Roraima convoca a la población a las manifestaciones del día 15 de marzo en defensa de su gobierno y de Brasil. Remarca que no es contra el Supremo Tribunal Federal y el Congreso, aunque es público que está en conflicto con los otros poderes. En Estados Unidos dice, sorpresivamente,  que hubo fraude en las elecciones. Según él habia triunfado en la primera vuelta y se forzó a un ballotage. Pero no presenta pruebas de esa acusación al Tribunal Electoral. Cuando el 11 de marzo vuelve a Brasil se descubre que casi toda la delegación que realizó ese viaje contrajo Covid-19. Un día despúes hace otra de sus live stream, esta vez con barbijo, junto al ministro de Salud y habla de postergar las manifestaciones, negando a la vez que sea él quien las convoca. Pero el día 15 sale a encontrarse con manifestantes que se acercan al palacio de gobierno. Saluda y hasta se saca selfies con ellos mientras el virus ya circula y hay sospechas de que él mismo ha sido contagiado. Al otro día, presionado, arma un gabinete de crisis anunciando medidas económicas. Un día despúes se conoce la primera víctima del virus en Brasil. En otro video, el 21 de marzo, menciona el medicamento Cloroquina como  la solución frente al virus. El 24 de marzo por cadena nacional  habla de la histeria que se ha generado, de que es preciso volver a la vida normal. Critica el aislamiento y el cierre de escuelas, ataca a la prensa, dice que es apenas una “gripecita” y vuelve a defender la Cloroquina como solución. Al otro día, muestra en sus redes sociales un video de Japón con vida normal, sin restricciones mientras se convive con el virus (días después Japón entra en estado de emergencia). El primero de abril, también en las redes sociales, postea videos de desabastecimiento en algunas ciudades del Brasil culpa del aislamiento social, videos que se descubren fake. De ahí en adelante comienza un conflicto con el ministro de Salud, favorable a tomar medidas más restrictivas para reforzar el sistema de salud del país. Lo acusa indirectamente de creerse una estrella. También entra en conflicto con los gobernadores que empiezan a adoptar el aislamiento social ante el avance del virus, contradiciendo el discurso de Bolsonaro. Finalmente la cadena nacional del 8 de abril resulta ser más moderada ante la presión política y social por su postura frente a la pandemia. También parece hacer las paces con el ministro de Salud.

Bolsonaro lleva el problema a su territorio, hacia la interminable batalla discursiva e instala oposiciones. Al aislamiento social, impuesto por los gobernadores, la izquierda y la prensa histérica, se enfrenta la Cloroquina, que representa la libertad, la reapertura económica, un medicamento bautizado por su militancia virtual Remedio Bolsonaro.

 

Dicen que desde la elección presidencial los acontecimientos en Brasil se precipitaron como en una montaña rusa, en busca de la próxima noticia demente que salga a la luz en uno de los tantos portales inventados que arman mundos llenos de sentido bolsonarista con fragmentos de realidad. Noticias de un mundo que provocan odio o emoción, esperanza, desasosiego, pérdida. Por momentos nos sentimos presos de la esquizofrenia política, atrapados en un presente interminable  dentro de la cabeza de Bolsonaro. Dicen que nuestros años se han vuelto como los de un perro, que la información/desinformación interminable hace que uno sea como cinco ¿Cómo es la memoria de un perro? ¿Cómo será nuestro mundo interior? ¿Vamos a desear un amo? ¿Vamos a ladrar a cualquier cosa que sea diferente, llenos de miedo, llenos de rabia, o para llamar la atención? ¿Cómo es el pasado?

 

 

A finales de octubre de 2019 aparece un video que remite a documentales sobre la vida salvaje.  El león, el rey de la selva, está cercado por hienas que lo amenazan. Impone su presencia pero son demasiadas, burlonas, cobardes y a la vez atrevidas. La música, con tambores y una sección de cuerdas épica pero oscura, eleva la tensión. Por un trabajo de post producción efectivo y sin sutilezas los animales son identificados. Las hienas tienen siglas, logotipos, marcas que parecen envidiar la tipografía con bordes nítidos que le da nombre al león: PRESIDENTE BOLSONARO. PT, PSDB, PDT, PSL (partido con el que Bolsonaro llegó al poder y abandonó luego de la victoria), STF ( Supremo Tribunal Federal), CNBB (Conferencia  Nacional de Obispos de Brasil), OAB (Orden de los Abogados de Brasil), la revista Veja, los diarios Folha de São Paulo y Estadão, la Red O Globo, incluso la O.N.U, y hasta  el movimiento feminista… todos acechan al león con esa postura retorcida que tienen las hienas, con hocicos babosos, como manchas nerviosas frente a la mirada ancestral del rey de la selva. Por suerte, el presidente no está solo. Los tambores frenan y la épica gana tintes optimistas. Aparece otro león, un CONSERVADOR  PATRIOTA, que equilibra la situación y pone a las hienas en retirada. Entonces en la mitad de la pantalla, se imprime:  ¡Vamos a apoyar a nuestro presidente hasta el fin! ¡Y no atacarlo! ¡Ya la oposición está haciendo eso!  La escena se funde con la bandera de Brasil, que a la vez se funde con la imagen de Bolsonaro elevando los brazos a todos, y lo escuchamos decir   “Brasil acima de tudo. Deus acima de todos”.

No fue en una red social de algún conservador patriota donde apareció el video por primera vez, fue en una del mismísimo Jair Bolsonaro.     

 

 

En enero de 2020 el secretario de Cultura, Roberto Alvim, anuncia incentivos a las artes brasileñas. Es otro video que, al menos por un tiempo, parece inolvidable.

Alvim está sentado en su oficina. A la derecha tiene la bandera de Brasil, a la izquierda una cruz de cuatro brazos robusta, la que usaban las primeras órdenes de misioneros que se adentraban en el nuevo territorio conquistado.  Él está en el medio. Una foto ineludible de Jair Bolsonaro con la banda presidencial emerge con fuerza sobre su cabeza. Justamente de él empieza a  hablar. Dice que al ser convocado para ocupar la secretaría el presidente le pidió una cultura que, en lugar de destruir, salve a la juventud brasileña. Quiere una cultura dinámica pero al mismo tiempo enraizada en la nobleza de los mitos fundacionales.

”La patria, la familia, el coraje del pueblo y su profunda ligación con Dios amparan nuestras acciones en la creación de políticas públicas”

Los brazos sobre el escritorio parecen sostener esa mirada fija al lente de cámara mientras de fondo una música de cuerdas sutiles y romanticismo pesado empieza a trepar.

“Las virtudes de la fe, la lealtad, el auto sacrificio y la lucha contra el mal serán alzadas al territorio sagrado de las obras de arte”

“ El arte brasileño de la próxima década será heroico y será nacional. Estará dotado de gran capacidad de envolvimiento emocional y será igualmente imperativo ya que estará profundamente vinculado a las aspiraciones urgentes de nuestro pueblo… o no será nada”

Se deja llevar por la emoción sin aflojar el tono firme y con  la voluntad de convocar, elevándose en la música de fondo que definitivamente es Wagner.

“…la creación de un nuevo arte brasileño capaz de encarnar simbólicamente las ansias de la inmensa mayoría de la población (…) Son esas formas estéticas, generadas por un arte nacional que ahora empieza a diseñarse, las que tendrán el poder de darnos, a todos, energía e impulso para avanzar en la dirección de la construcción de una nueva y pujante civilización brasileña”

Luego, con una gráfica verde y amarilla, se detalla el Premio Nacional de Artes que acaba de presentar.

¿Qué es lo que acaba de decir ese hombre? Para algunos la perplejidad se traduce en una sonrisa nerviosa, cada vez más al borde, ante lo que parece una broma resguardada por la marca del gobierno. Se ríen con fuerza y después quedan presos de una amargura enorme al descubrir lo rápido que han envejecido, porque ya el humor delirante, el pac-man de la ironía, las teorías conspiranoicas, la narración distópica no son divertidos, no entretienen como antes. Descubren que en poco tiempo les han arrebatado sus armas, o las han vuelto inofensivas. Muchos otros terminan de ver el pronunciamiento y se sienten satisfechos, creen que las palabras del secretario son justas, que los representan, esperan que Dios lo abrace, ven la belleza del asunto. Están convencidos de que la degradación moral de Brasil fue obra del arte progresista, socialista, comunista.

Al tono del discurso y al preludio de Lohengrin de Wagner se suma otro detalle: Joseph Goebbels, ministro de propaganda e ideólogo del nazismo, diría en 1933:

“El arte alemán de la próxima década será heroico, será férreamente romántico, será objetivo y libre de sentimentalismo, será nacional con gran pathos e igualmente imperativo y vinculante… o no será nada”.

Es el detalle que, por fin,  enciende una indignación generalizada, incluso se comparan fotos del ministro de propaganda nazi en su despacho que asustan por sus analogía con la imagen del pronunciamiento.  Al defenderse Roberto Alvim dijo:

“Todo el discurso fue basado en un ideal nacionalista para el arte brasilero, y  hubo una coincidencia con la frase de Goebbels”.

Pero la puesta en escena no lo deja mentir, un reconocido director de teatro que denunció la discriminación del medio por su conversión religiosa y por defender a Bolsonaro, lo que le valió la nominación en Cultura. Además, otro detalle ¿Por qué exaltar el nacionalismo brasileño con la obra de un compositor alemán, ignorando la enorme tradición musical del país? Alvim defendió la elección diciendo que era su música favorita. Enseguida sería despedido de su cargo.

 

Comentario de un lector de la edición online del Folha de São Paulo a propósito de la polémica:

     La cuestión es muy simple… nazis, comunistas, socialistas, izquierdistas, fascistas, son defensores de ideas totalitarias… Todos son individuos despreciables. Como defensor de la sociedad de libre mercado y de las libertades individuales, estoy orgulloso de que nuestro querido presidente haya demitido tan rápido al secretario.

 

A finales de 2018, cuando la elección de Bolsonaro como Presidente era inminente, la prensa internacional lo llamó “El Trump tropical”, una comparación que a él no parecía molestarle. Igual que Trump se consideraba un outsider, un enemigo de la vieja política. Aunque  había algunas diferencias.

Cuando era capitán del ejército en los ochenta, Jair Messías Bolsonaro, fue sometido a juicio por planear un atentado con bombas de baja intensidad dentro de un cuartel reclamando mejores salarios para los militares. Luego del juicio, en el que fue absuelto, pasó a ser oficial de la reserva. Poco tiempo despues entró en política. Llegó a la elección presidencial habiendo pasado por varios partidos y con unos treinta años de carrera como diputado en Río de Janeiro. No sólo él, también tres de sus hijos han vivido casi toda su vida de la política, de las posibilidades que ofrecía el sistema democrático. Irónicamente desde el comienzo de su carrera Bolsonaro decía no creer en la democracia brasilera y elogiaba la dictadura militar. En sus adversarios políticos veía enemigos, remanentes del comunismo que deseaban conducir al país a la degradación ética y moral. Fue transformándose en una personalidad que los medios expusieron como caricatura, lo que llevó a sus seguidores a defenderlo con pasión. Las redes sociales, las burbujas de pensamiento, el auge de las opiniones sin filtro y llenas de emoción, la lógica amigo/enemigo dentro de la política, sumado a la debacle del gobierno del PT, potenciaron una militancia virtual que pocos percibían. Se fue creando el Mito. Llego con una base sólida del 15 al 20 % unos meses antes de la elección. Es elegido presidente por más de la mitad del país.

 

El 16 de abril Bolsonaro le pide la renuncia al ministro de Salud por divergencias  sobre las medidas de aislamiento social. La situación estaba tensa, pero el ministro había declarado que un médico no abandona a su paciente. Bolsonaro le contesta, anticipándose al pedido de renuncia,  que el paciente puede cambiar de médico. Hay cacerolazos e incertidumbre porque se considera al ex ministro como alguien coherente y sobretodo confiable en relación al avance de Covid-19. Al otro día Bolsonaro dice haber recibido un informe que detalla un plan para derrocarlo en el que estarían implicados el gobernador de São Paulo, parte del Supremo Tribunal Federal y el presidente del Congreso. Aunque no presenta ninguna prueba, la tensión crece. Sus aliados dicen que, contra el pueblo, desde el Congreso se busca liberar una partida grande de dinero a los estados con la excusa de combatir la pandemia, aunque el verdadero objetivo sería comprar a los gobernadores. El Supremo Tribunal Federal ataría judicialmente las manos del ejecutivo y el papel de la izquierda sería llevar a su militancia a las calles, creando un clima violento que llevara al impeachment. Resulta gracioso ya que los únicos que salen a la calle y promueven aglomeraciones son los militantes bolsonaristas, porque relativizan la pandemia. Así que el domingo 19 se realiza una manifestación en Brasilia frente al cuartel general del ejército. Defienden al gobierno, piden el fin del aislamiento social según las recomendaciones de la O.M.S, atacan a los otros poderes, piden también la intervención militar. Bolsonaro, recibido como Mito, habla frente a los manifestantes.

“Nosotros no queremos negociar nada” “Ahora el pueblo tiene el poder” “Cuenten con su Presidente para mantener la democracia y proteger lo que es más sagrado, nuestra libertad” “ ¡Chega da velha política!” “Ahora es Brasil encima de todo y Dios encima de todos”.

El lunes baja el tono y declara que quiere una relación abierta y transparente con los otros poderes, dice que el pueblo tiene el derecho de manifestarse, llama de “infiltrados” a los que gritaban por la intervención militar. Unos días después, cuando pide la renuncia del jefe de la policía federal, empieza una crisis con Sergio Moro, ministro de Justicia. El viernes 24 Moro comunica su salida del gobierno dando a entender que Bolsonaro quería interferir con investigaciones de la Policía Federal. Según rumores, esas investigaciones buscan a los responsables de una inmensa red de fake news y terminarían en Carlos Bolsonaro, hijo del presidente, conocido por orquestar el trabajo de su padre en las redes sociales. La crisis parece enorme por lo que significaba Moro para el gobierno. Pero una encuesta dice que, más allá de la pérdida de popularidad, la base de apoyadores del presidente se mantiene. El nominado al cargo de Jefe de la Policía Federal es un amigo de la familia Bolsonaro, y como ministro de Justicia asume un abogado que es pastor evangélico.

El 29 de abril un periodista interpela al presidente Jair Messias Bolsonaro sobre el hecho de que Brasil ya había superado a China en el número oficial de muertes por Covid -19  “ Lamento. ¿Qué quieren que haga? Yo soy Messias, no hago milagros”

Abril termina con un estudio del Imperial College de Londres donde Brasil figura  primero en la tasa de contagios en el mundo.  Y entre idas y vueltas judiciales, Bolsonaro comienza a recibir presiones para que entregue sus exámenes de Covid-19 ante la duda de que haya contraído el virus a mediados de marzo, incurriendo en delito de responsabilidad por exponerse en público conociendo su estado. “Tal vez ya tuve ese virus hace un tiempo. Tal vez. Tal vez, y ni lo sentí”, dijo en una entrevista.

El domingo 3 de mayo hay otra manifestación en Brasilia a favor del gobierno.  El presidente sale a recibir a sus apoyadores. Otra vez piden intervención militar para asegurar a Bolsonaro, se ataca al Congreso, al Supremo Tribunal Federal, a Sergio Moro y a las políticas de aislamiento. Desde el jueves el clima estaba tenso. Un ministro del S.T.F había anulado la nominación del Jefe de la Policía Federal, por tener relaciones con la familia Bolsonaro. El presidente lo acusó de tomar una decisión política. Ese domingo dijo que las Fuerzas Armadas estaban al lado el pueblo por la democracia y por la libertad. Dijo que el gobierno estaba cansado. “Pido a Dios que no tengamos problemas esta semana, porque llegamos al límite, no hay más diálogo. No sólo exigiremos, haremos cumplir la constitución”.

El sábado Moro había declarado confirmando sus acusaciones contra Bolsonaro por el delito de interferencia  política en la Policía Federal. A raíz de eso se solicita como prueba el video de una reunión de ministros con el presidente.

El jueves realiza una visita no prevista, junto a ministros y algunos empresarios al Palacio de Justicia. En una puesta en escena, transmitida por sus redes sociales, cruzaron a pie la plaza de los tres poderes en Brasilia para hablar con el presidente del Supremo, solicitando que interceda ante los gobernadores para que suavicen las medidas de aislamiento social en pos de la economía.

El domingo siguen las manifestaciones, pero Bolsonaro no se presenta. Mientras paseaba en jet ski dice que el país vive una neurosis. La novedad es el grupo bolsonarista “300 do Brasil” (Si, por la película “300”) que ha decidido acampar frente al Palacio de Gobierno “ Nosotros somos los 300 de Brasil, el campamento más grande de acciones estratégicas contra la corrupción y la izquierda en el mundo”. Se sospecha que son una organización paramilitar.

El lunes Bolsonaro incluye por decreto a salones de belleza, barberías y gimnasios como servicios esenciales. Pero, por decisión de la justicia, de acuerdo a su situación, cada Estado puede acatar o no el decreto. Nelson Teich, el nuevo ministro de Salud, con menos presencia que el anterior, se muestra confuso ante la iniciativa del presidente.

Durante la semana el video de la reunión de Bolsonaro con ministros citada por Moro está en la base de la tensión política. Aun no difundido, varios aseguran que el contenido es devastador, que Bolsonaro  quería realizar los cambios en la policía porque consideraba que su familia estaba siendo perseguida. Además ha sido el disparador de acusaciones que en los últimos días traen de vuelta viejas sospechas de corrupción relacionadas con Jair, su hijo Flavio, y hasta las milicias de Rio de Janeiro.

Según datos oficiales, Brasil llega a tener más de 800 muertos en 24 horas por Covid- 19. El viernes 15 Nelson Teich renuncia. Igual que con su antecesor el motivo serían las divergencias en cuanto al aislamiento y la recomendación oficial del uso de la Cloroquina. Ya cuando asumió se hablaba de una especie de intervención en el ministerio. Ahora un general ocupa el puesto, designó otros nueve militares en su área y está listo el  protocolo que libera en el S.U.S ( Sistema Único de Salud) el uso de la cloroquina y la hidroxicloroquina.

Finalmente se entregaron los exámenes de Covid-19 del presidente. Los resultados fueron negativos. Algunos creen que no son los verdaderos, que fueron falsificados. Desde hace tiempo la realidad se ha vuelto una cuestión de creencia, una realidad en la que ya se superaron los mil muertos en 24 horas, según datos oficiales.

 

En Brasilia otro grupo de Bolsonaristas graba un video. Alegres, optimistas, envueltos en los colores de la patria que parecen secuestrados por el arrebato del cotillón cantan: “Cloroquina, cloroquina, cloroquina lá do S.U.S, eu sei que tu me curas, em nome de Jesus”.

El viernes 22 es divulgado el registro de la reunión de gabinete citada por Moro, y como si fuera poco desde el gobierno advierten de un posible quiebre institucional cuando un juez pide investigar los celulares del presidente y su hijo Carlos. Aunque el contenido del video indigna y eleva la posibilidad de impeachment, no sorprende. Bolsonaro y sus ministros muestran la misma actitud que tienen en público. Son coherentes con sus seguidores, la porción bolsonarista a la que consideran como el pueblo brasileño. Jair Messias Bolsonaro responde al video con un tweet:  Brasil acima de tudo!