En perpetuo conflicto con las instituciones, el presidente brasileño saca a la gente a la calle, se protege de una derrota electoral lanzando pronósticos de fraude y busca alados en las Fuerzas Armadas.

Está acostado con el torso desnudo cruzado por cables en una cama del hospital militar de Brasilia. Por el costado se asoma el brazo enfundado en negro de un cura y su crucifijo dorado. Le pone la mano en el hombro. Él tiene los ojos cerrados y una sonrisa como si de repente recibiera la gracia de dios. En ese instante sacan la foto. Quizás es una coincidencia, pero la imagen nos recuerda el cuadro “Lamentación sobre Cristo muerto” de Mantegna. “Uno de los escorzos más violentos de la pintura”, dice la búsqueda rápida y haragana en wikipedia. Aunque el de la foto de Bolsonaro no es tan violento, impacta igual. Varios han llamado la atención sobre esa referencia. En lugar de la Virgen y San Juan, es el cura que se asoma.

Bolsonaro estaba ahí por una obstrucción intestinal. Esa imagen ilustraba un posteo según el cual todo era consecuencia del atentado con faca sufrido durante la campaña electoral de 2018. Dice que el ejecutor era ex integrante del PSOL, brazo de extrema izquierda del PT.

Algunos pensaron que esa imagen era una forma de populismo casi pornográfico, la misma estrategia de siempre. Otros se sentían conmovidos. Todo se vuelve confuso, pero con rasgos demasiado nítidos a la vez. Un blanco y negro sostenido por la creencia, sin vuelta atrás, aunque la foto sea a color.

¡Yo autorizo!

Este video es de antes de ese posteo, finales de mayo. Bolsonaro pasea en una moto negra enorme con la bandera de Brasil en el casco. Varios motoqueros lo acompañan, todos de verde-amarelo. La gente lo saluda, gritan ¡Mito! Es una imagen extraña en esta época, casi ninguno usa barbijo.

Corte y vemos un plano general. Son muchas motos, mucha la gente. Se acercan a ver la caravana y agitan banderas. También se oyen cacerolazos. Se oyen nomás, en cambio las motos juegan en la calle.

Después del paseo Bolsonaro habla en un palco y dice que su ejército está para asegurar la libertad del pueblo. Tiene al lado al general de división Pazuello, ex ministro de Salud. Aunque esa semana se lo había visto nervioso declarando ante la Comisión Parlamentar de Investigaciones sobre el covid, Pazuello está riéndose, feliz, sin barbijo. Parece salido del casting ochentoso de Rambito y Rambon. Quizás quiere un poco de ese salto a la fama que hizo el ex capitán, cuando descubrió la política y terminó transformando al Ejército brasileño en Su ejército.

Hay un pequeño incidente entre el público. Algunos empiezan a insultar a un periodista. Se acercan gritándole con bronca Basura ¡Lixo! Parecen al borde del linchamiento y eso se ve en los nervios del pibe, que se graba con el celular mientras la policía tiene que custodiarlo afuera de la marcha. Lo persiguen, sacuden banderas y repiten el mantra ¡Lixo!, casi en una coreografía. Irónico, justo a él que representa a los grandes medios que en su irresponsabilidad terminaron creando el vacío del que surgió Bolsonaro, y ahora son considerados sirvientes del comunismo.

“¡Yo autorizo!”, es la proclama de los seguidores. Yo autorizo a que, en nombre de la libertad y el pueblo, haga lo que quiera señor presidente.

Según el reglamento del Ejército brasileño, ningún miembro activo puede ser parte de manifestaciones políticas, menos un oficial. Así que la presencia de Pazuello el día de las motos generó polémica. Aunque debía ser sancionado por el alto mando militar, Bolsonaro estaba dispuesto a protegerlo y lo nombró secretario de Estudios Estratégicos.

Para los bolsonaristas era un tire y afloje impulsado por el líder con el objetivo de definir lealtades. Y le salió bien, porque el proceso contra Pazuello fue archivado. Esa “ lealtad” deja las cosas bien complicadas.

La disciplina, aunque a veces la veamos exagerada, casi ridícula, es fundamental dentro del Ejército por una cuestión obvia: son un grupo de ciudadanos a los cuales les estamos entregando el poder de manipular la última tecnología (o la que podamos comprar) en armas. Son todos, no sólo los bolsonaristas, los que aportan para que exista un Ejército brasileño, una Policía Militar, una Policía Federal.

Cuando ganó Bolsonaro, se decía que no iba a poder llevar adelante sus locuras porque las instituciones de Brasil eran fuertes…

Un domingo después de las motos hubo manifestaciones en contra. Las cacerolas por fin salieron a la calle, se dejaron ver. Y fueron muchas. En Recife la Policía Militar disparó balas de gomas contra los manifestantes. No se sabe bien de donde salió la orden de reprimir. Quizás actuaron por iniciativa propia.

Bolsonaro es muy popular entre los suboficiales del ejército y entre los jóvenes cadetes de la PM, que muchas veces lo reciben en actos al grito de ¡Mito!

Libertad, libertad, libertad…

Después de la obstrucción intestinal Bolsonaro necesitaba su cuerpo para otras cosas. A la salida del Palacio de la Alvorada se encuentra con seguidores. Alguien reclama su atención, dice ser argentino. Él levanta las manos callando a todos, les pide que escuchen “¿Cómo es que está Argentina?”, pregunta.

El hombre habla quebrado, dice que tiene ganas de llorar. “Mi familia está bien, pero el pueblo argentino está desesperado, y ve que el gobierno distrae la atención de donde está realmente el problema” Nunca lo vemos, igual que el resto de la gente permanece fuera de campo.

Bolsonaro habla sin mirar hacia donde está el hombre, habla para sus apoyadores. Les aclara que la única rivalidad con Argentina es en el deporte y que esta apenado por la situación del país. Cuenta que en 2019 advirtió del desastre que sería la vuelta del socialismo y el PT en la región. Ahora hay que prepararse para recibir refugiados argentinos en Rio Grande do Sul, según él. Los gobiernos, como el que está en Argentina ahora, cortan los medios de producción y luego le roban la libertad a la gente. Lo mismo quieren hacer en Brasil las fuerzas en su contra. “La libertad vale más que nuestra propia vida”.

El argentino quiere decir algo, pero Bolsonaro lo detiene con la palma de la mano, algo molesto por la interrupción. Engancha el tema de la libertad con la necesidad de cambiar las urnas electrónicas para evitar fraude en las elecciones de 2022. Instala el tema que infla a su base dura, atacando el sistema electoral brasileño.

También en esos días Bolsonaro afianzó su alianza con O Centrão, ese grupo de partidos que en las crisis se vuelve necesario para mantener el poder, dado el fragmentado sistema político brasileño. Grupo al que Bolsonaro atacó durante su campaña por representar lo mas rancio de la vieja política. Al final les dio más poder, entregando la jefatura de gabinete a Ciro Nogeira, que alguna vez elogió a Lula y llamó a Bolsonaro genocida durante la campaña presidencial. Lo irónico es que Nogeira pertenece al partido Progressistas, del que alguna vez fue parte Bolsonaro, lo que le dio píe a decir frente a las críticas que el mismo era de O Centrão.

Infiltrado

Bolsonaro no es un dictador, tampoco un recién llegado como Trump. Desde hace 30 años vive de la democracia, también sus hijos. Imaginemos que es un infiltrado y su método fue siempre estar ahí, a la vista, sin miedo a las cámaras, fiel a la máxima farandulera de que cualquier publicidad es buena. Desatado, extremo, hasta ser asimilado como parte del asunto. El asunto: la forma de organizar Brasil. Su infiltración fue exitosa. Muchos de los que no aprobaban el estilo y las ideas al final se taparon la nariz repitiendo “no es para tanto” mientras emitían el voto. Estaba en el momento justo, en el lugar indicado. Parece que todo eso le da la autoridad, tanto para él como para sus seguidores fanáticos, de moldear la democracia a su gusto. No podía actuar de otra forma de la que actuó al ser gobierno.

Imaginemos que el objetivo final del infiltrado es provocar una aceleración de la crisis del sistema hasta llegar a cierto anarcocapitalismo, con un estado del que solo queda su aparato represivo bajo el control del Mesias, Jair. El Ejército, vuelto un combo miliciano, y la Iglesia evangélica a cargo de la jaula moral. Y todo el mundo, según sus lugares, armado, desarmado o medio armado.

También podemos imaginarnos a los Chicago Boys, listos para trabajar con un Mussolini de entre casa que puede asegurarles tranquilidad en medio de una situación social compleja. Es fácil encontrar algunas puntas en la realidad.

¿Cuál es el futuro de este país?

29 de Julio. Bolsonaro hace una live para demostrar que las urnas electrónicas pueden ser hackeadas.  “Lo que está en juego es la libertad del pueblo brasileño”.

A medida que habla, se instala la idea de que el poder judicial está en contra del voto impreso porque quiere fraude para favorecer la vuelta del PT y su corrupción. Enfoca el ataque en el ministro Luis Roberto Barroso al que acusa de ayudar a sacar a Lula de la cárcel. Repite lo terrible que ocurre en Argentina con la vuelta de la izquierda. Habla enojado, como si no entendiera, como si no estuviera en el lugar de poder en el que está. Se planta en lo que cree que va a sostenerlo, siempre con el tono de voz del opositor: la lucha contra una izquierda desvalorizada y el repunte económico.

“Los mismos que sacaron a Lula de la cárcel son los que van a contar los votos ¿Cuál es el futuro de este país si ese vuelve al poder?” “El hombre armado jamás será esclavizado”

Supuestamente iba a demostrar el fraude en las urnas electrónicas, en lugar de eso apela al sentimiento de pertenencia de la base dura. Reproduce videos que circularon hasta el hartazgo en redes bolsonaristas. Lleva a todo el país a la intimidad de su militancia.

En 2019 dijo que, si no hubiera sido por el fraude, él ganaba en primera vuelta. Fue una acusación grave y el Supremo Tribunal Electoral le dio un periodo de tiempo para que presente pruebas. Ahora los transforma en enemigos de la libertad. Instala un conflicto mayor. Prepara el terreno para cuestionar un resultado desfavorable en las elecciones.

“A los que me acusan de que no presento pruebas de que el sistema puede ser fraudado, yo le respondo: por qué no presentan ustedes pruebas de que no puede ser fraudado”

 Voto auditavel

La música es épica, te lleva por delante mientras vemos imágenes de la avenida Paulista teñida por una multitud de verde-amarelo.

El día primero está llegando. El presidente ya hizo su parte en la live y nosotros tenemos que hacer la nuestra, llevando gente a las calles para presionar a diputados y senadores a que voten a favor del voto auditable “

Frente a nosotros con el pulgar en alto está Eduardo Bolsonaro, diputado por Sao Paulo, hijo 03 del presidente. Se lo ve entusiasmado, dando un mensaje rápido, urgente.

“Por el conteo público de votos, derecho que nos fue retirado en 1996 con las urnas electrónicas, una caja oscura… entonces vamos a hacer nuestra parte. El día primero te espero…”

Primero de agosto. Alguien levanta su celular para grabar a los que tiene alrededor. Están frente a un camión con altoparlantes donde se ha escuchado un mensaje de Bolsonaro llamando al pueblo “Su ejército”. Banderas como capas, la emoción por pertenecer, todo se repite.

Alguien habla por los altoparlantes, e invita a los presentes a repetir su prédica

¡Presidente Bolsonaro! ¡Iremos a la calle para apoyarlo! ¡Presidente Bolsonaro! ¡Somos su ejército! 

Una mujer cierra los ojos, baja la cabeza, levanta las manos y apunta con los dedos al cielo mientras repite:

¡Presidente Bolsonaro! ¡Yo autorizo! ¡Presidente Bolsonaro! ¡Yo autorizo!  ¡Presidente Bolsonaro! ¡Yo autorizo!… 

Escorzo violento

Martes10. El gobierno entrega en el Congreso un pedido de enmienda constitucional a favor del voto impreso, auditable. La mayoría sabe que no hay mucha chance de que prospere. Al mismo tiempo el Ejercito decidió sacar los tanques para desfilar alrededor de la Plaza de los Tres Poderes en Brasilia, con el propósito de entregarle a Bolsonaro una invitación para un ejercicio de combate de la Marina. Cuando se supo del desfile y se dispararon las alertas de amenaza golpista, dijeron que la invitación estaba programada de antes, que no era una amenaza, incluso se convocó a representantes de los otros dos poderes al evento. Obviamente no asistieron. El ejercicio ocurre todos los años, la invitación también, pero nunca fueron con tanques a llevarla.

En el fondo es una actitud infantil. Pero más en el fondo vemos que los que se prestan para esa actitud infantil son los que tienen las armas, y por un capricho que quizás no sea más que una cortina de humo para distraer sobre la investigación por el manejo de la pandemia, las sospechas de corrupción, la alianza con O Centrão.

Bolsonaro parece regodearse en lo que genera, aunque él y su desfile hagan ver al país como una república bananera. Disfruta de castigar a sus enemigos con la sombra del golpe y recibir los aplausos del núcleo duro, los elegidos, los bolsonaristas. Mientras las reformas pasan, escondidas detrás del ruido de unos tanques que en un conflicto verdadero no valen más que algunos drones. Reformas laborales, administrativas, privatizaciones… mucho de lo que los grandes medios, ahora “izquierdistas”, pedían y siguen pidiendo detrás de la máscara de indignación que les da Bolsonaro. Después de todo, gobernar para el infiltrado es hacer que sus objetivos sean vistos como el futuro de Brasil, y para eso debe conservar el apoyo de las elites, aunque no quieran la foto con él.  Así puede mantener viva la emoción de saber que siempre existe un enemigo comunista al cual combatir y humillar.

Sabado 14. Se filtra un mensaje encaminado por Bolsonaro para amigos y algunos ministros. No es de su autoría, pero habla de la necesidad de que la manifestación que él convocó para el 7 de septiembre sea “absurdamente gigante” y así justificar un “bastante probable y necesario contragolpe”. Resulta que el golpe lo estaría dando el Supremo Tribunal Federal, la izquierda y todo un aparato, incluso internacional, de oscuras intenciones. Menciona que el país tiene una “constitución comunista” que le saca gran parte del poder al Presidente. De ahí surge el llamado a que el bolsonarismo tome las calles en septiembre, para dar un último aviso, para que el estado democrático y de derecho sea reestablecido.

Una vez más la tensión, los gritos de alarma y la incertidumbre hacen que las perspectivas se deformen y encajen en el cuadro del infiltrado.