La victoria de la derecha en las elecciones de marzo abre un interrogante sobre el futuro de una izquierda que parece haber perdido gran parte de su base social. Un fenómeno que se entiende mejor recorriendo su historia.

El resultado de las últimas elecciones del 4 de marzo ha premiado principalmente dos fuerzas políticas emergentes: el Movimiento 5 Estrellas (M5S) de Luigi di Maio e la Lega de Matteo Salvini. Dos partidos que durante los años recientes han cuestionado duramente las políticas de los últimos gobiernos del centro izquierda en el poder. Al cierre de esta nota, sus líderes políticos están tratando las bases programáticas, “el contrato”, que les permirtiría formar un gobierno.

Algunos analistas alertan sobre el pérfil de  una alianza claramente inclinada a la derecha del espectro político, como nunca desde el fin del fascismo. Otros dicen que la presencia de “los 5 estrellas” tendrá que equilibrar la balanza hacia la izquierda. De todos modos, sería el primer gobierno en el cual no tendrían influencia las grandes corrientes de opinión que confluyeron en la aprobación de la Constitución de la República:  el catolicismo democrático, el comunismo, el socialismo  el liberal republicanismo. La Lega se inspira al leppenismo francés, los “cinco estrellas” se presentan en modo ambiguo y son todavía una incognita, si en el terreno económico social se inclinan por posiciones liberales y antisindicales, buena parte de su base social proviene del electorado de izquierda.

La “sinistra”

Desilusión, desesperanza, desconcierto, ése es el estado de ánimo de lo que ha quedado del “pueblo de izquierda” italiano después del catastrófico resultado de las últimas elecciones parlamentarias del 4 de marzo. No es para menos, el voto  los ha castigado duramente.

El Partido Democrático perdió más del 50% de los votos.

El Partido Democrático, en el gobierno, logró “el milagro” de perder más  la mitad de los votos obtenidos en las últimas elecciones europeas del 2014,  pasando de un holgado 40 por ciento a menos del 20.   “Libres e iguales”, una  formación creada con la intención de recoger los votos de los descontentos  por  las políticas de austeridad y de contrareformas sociales del PD, logró  un poco más del mínimo 3 por ciento necesario para la representación parlamentaria. Y “Poder al Pueblo”, un agrupamiento de izquierdas alternativas, apenas llegó al 1 por ciento.

Asi es que en el rígido Bicameralismo Perfecto, donde el  Poder Legislativo otorga el voto de Confianza (o de Desconfianza) al gobierno, las distintas vertientes de la izquierda han quedado en minoría, con una escasísima capacidad de influenciar en las decisiones políticas, más divididas que nunca y sin un claro horizonte.

Cómo perder la base social

A su vez, la izquierda ha perdido la primacía del voto territorial en las regiones donde ésta fue indiscutible durante décadas.  Actualmente, el mapa político del país aparece dividido entre un Norte fuertemente en manos al Centro Derecha y un Sur dominado por el voto al M5S , con algunas pinceladas en la Toscana, Lazio y en el Trentino Alto Adige donde todavía priman los votos de Centro Izquierda.

El mensaje de los electores es claro, la gran mayoría no cree  que las fuerzas de la actual izquierda los lleven a una situación de mayor bienestar,  equidad y justicia social, como sucedía en el pasado.  Los ex votantes de izquierda  han desplazado la mitad de sus votos hacia otras fuerzas políticas: principalmente al  nuevo “Movimento Cinque Stelle” (M5S) que recoge en sus puntos programáticos algunas propuestas paliativas a la actual emergencia social, como la de instaurar un rédito de ciudadanía para los desocupados. Además de impulsar una mayor transparencia en la gestión pública, eliminando los privilegios de los políticos. Una buena parte de los votos del proletariado fabril del Norte, en cambio, ha confluido hacia la Lega (ex Lega Nord), el movimiento regional que Matteo Salvini ha sabido convertir en un partido nacional xenófobo. Los obreros y otros sectores sociales marginados han sido “seducidos” con la propuesta de eliminar la ultima reforma de la Ley de Jubilaciones  y de aplicar políticas sociales privilegiando a los ” italianos” sobre los ya desclasados  trabajadores extranjeros.

 Sin reacción al KO

No obstante, algunos de los tenaces electores que aún le quedan  a la izquierda tratan de ser optimistas. “No todo está perdido” , dijo a este cronista Renato G., un profesor de matemáticas de Roma, encontrado en la espera de un vuelo hacia Italia. “Piense que uno de cada cinco italianos, vota a la izquierda”, refiriéndose al PD, tal vez más optimista porque en su región, el Lazio, la izquierda pudo mantener por otro período la mayoría relativa de los votos. Otros en cambio se presentan más desconfiados  y confundidos por la actitud de sus dirigentes que, pasados ya dos meses de las elecciones aún no han sabido reaccionar,  ni movilizar a sus organismos intermedios en una seria discusión sobre la profunda derrota sufrida. Y lo que es peor, no parecen intencionados a hacerlo. “Por mucho menos, en el  PCI (Partido Comunista Italiano) nos hubieran ‘encerrado’ a discutir durante un mes hasta que no llegáramos a una síntesis o a una posición mayoritaria que nos representara”, recuerda Sergio F. un ex militante de base del que llegó a ser el “más grande partido comunista del Occidente”. Eran otros tiempos y otro el mundo, pero un dejo de nostalgia ha invadido a los militantes de base que durante décadas han contribuido a financiar el Partido con el trabajo voluntario en miles de Fiestas de L’Unità y a la difusión de sus ideas programáticas, en la distribución casa por casa del periódico “fundado por Antonio Gramsci”, como rezaba debajo de su título. Como en las actividades de afiliación y en la organización de las campañas electorales . Otros retornaron a sus casas, desilusionados de la política.

Portada de L’Unitá el día después de la Liberación.

Los jóvenes no se sienten comprometidos a continuar esas experiencias. No sólo no existe más una estructura capaz de recoger el espíritu de comunidad de los militantes del  Partido, durante los años del Partido Democrático, el último descendiente de aquella izquierda histórica, se ha seriamente resquebrajado la relación entre la izquierda y los sujetos sociales que históricamente ha representado. La izquierda institucional, el actual PD ha logrado romper el vínculo que durante más de medio siglo había dado una identidad política a buena parte del pueblo italiano que la había votado o , al menos, considerado como su principal referente político.

El largo camino de la “sinistra”

Las banderas rojas y los tradicionales símbolos de la hoz y el martillo todavía poblaban las manifestaciones del PCI cuando este cronista llegó a Italia en 1989, pero la idea predominante ya era la de cambiar identidad política. Los simpatizantes del Partido lo decían claramente, “somos comunistas, pero no del Comunismo Soviético”.   Desde su film “Palombella Rossa”, el director de cine y actor Nanni Moretti  recitaba en modo obsesivo, “sí, soy comunista, pero ¿qué es ser comunista?”.  La pregunta reflejaba el  cambio socio político que estaba viviendo el histórico partido de la izquierda italiana y su base social, mayoritariamente perteneciente a la clase obrera.

Por entonces, el cantautor Giorgio Gaber explicaba irónicamente las innumerables razones por las cuales en Italia, “algunos (muchos) eran comunistas”. Entre otras, decía el texto de su recitado, “porque en Italia existía el Partido Socialista Italiano”. El Partido Socialista que había sido compañero de ruta del PCI durante la Resistencia y  el Frente Popular, hasta que en los primeros años sesenta decidió aliarse con la Democracia Cristiana. Luego fue a buscar financiamientos a La Embajada y con la guía de Bettino Craxi participar  plenamente en los “negocios”  de los distintos gobiernos de la DC hasta prácticamente desaparecer, después de los procesos de “Tangentopoli” y “Mani Pulite” que vieron especialmente comprometidos a sus dirigentes.

El 12 de noviembre del 1989, tres días después de la caída del Muro de Berlín,  el Secretario Achille Occhetto anunció en Bologna que  había que “cambiar todo en el Partido”. Un cambio que incluía no sólo el nombre; también el abandono del área comunista  y la incorporación a la socialdemocracia europea. El 3 de febrero de 1991 en Rímini,  el XX y último  Congreso del Partido Comunista Italiano votó el nacimiento del PDS (Partido Democrático de Izquierda), años después devenido DS (Democráticos de Izquierda). Una fracción congresual disidente formó con otros grupos el (PRC) Partido de la Refundación Comunista que por algunos años mantuvo un discreto caudal electoral, nunca superior a un tercio de los  votos recogidos por la izquierda oficial.

En el 2007, los DS con sectores católicos progresistas (agrupados en La Margarita) y otras fuerzas socialistas minoritarias confluyeron en la formación del Partito Democrático, que es el actual mayor representante de la izquierda italiana.

El PCI, el partido de “la clase”

Pier Paolo Pasolini, el intelectual expulsado del PCI por su identidad sexual, sostenía que el pueblo italiano había sufrido una mutación antropólogica, como consecuencia del caótico desarrollo ecónomico del capitalismo y del consumismo consecuente.  No obstante su alejamiento del Partido, el poeta, escritor y cineasta siguió votando y abrigando esperanzas en el  Partido, sobre todo en los valores de su Juventud, hasta su asesinato en 1975 . Si hubiera vivido suficientemente, habría notado que “la mutación antropólogica” había alcanzado también al PCI y a sus herederos.

Enrico Berlinguer.

El Partido Comunista  había logrado un enorme prestigio durante la Resistencia contra el nazi fascismo y participado en modo activo en la elaboración de la Constitución del 1946, “la mejor Constitución del mundo” según sus defensores. Después del atentado a su líder Palmiro Togliatti,  en julio del 1948, el PCI abandonó definitivamente la posibilidad de la Insurrección, cuando tuvo que desmovilizar y desarmar a los ex partisanos que ya habían tomado algunas ciudades, fábricas y zonas del Norte.

La Insurrección en ciernes no contaba con el apoyo de la URSS, decidida a respetar el acuerdo de Yalta y la dirección evaluó que hubiera sido destinada a la derrota. Desde entonces, el PCI  dejó  de lado el objetivo de la Revolución Socialista, en su acepción ortodoxa, pero impulsaba activamente  políticas de reformas social- democráticas del capitalismo, acompañaba, motorizaba y mobilizaba a la sociedad hacia el mejoramiento de sus condiciones de vida y hacia mayores libertades civiles. “Hemos logrado más cosas entonces. cuando estábamos en la oposición. que ahora que somos gobierno”, dice Giuliano B., un ex sindicalista del disuasivo “servicio de orden” en las manifestaciones de la CGIL, el sindicato a mayoría comunista por excelencia.

“El Partido Comunista es el partido de la clase obrera en Italia”, decía Pasolini en su carta a los amigos radicales, cuando estos últimos se distinguían por su decidida defensa de los derechos civiles, como el divorcio, el aborto, la liberalización de las drogas livianas.

El partido de “la clase” de ayer, hoy basa su consenso principal entre los sectores medio altos de la sociedad, entre funcionarios públicos, profesionales y habitantes de los barrios céntricos de Roma y Milán.

Las referencias históricas y teóricas también han cambiado. No más marxismo leninismo, ni siquiera interpretaciones parciales de los escritos carcelarios de Gramsci.

Walter Veltroni, ex dirigente juvenil comunista , ex director de L’Unita y primer secretario del PD , apenas después de la caída del Muro de Berlín no tuvo reparos en “autocriticarse” por la posición del PCI durante la Guerra Fria. Admirador de las politicas de los “liberal” americanos, como John Kennedy,  cambió radicalmente de bando, optando retroactivamente por “el mundo Occidental”. Y si el proveniente del PCI ha perdido sus fuentes, no menos lo ha hecho el renzismo que está rápidamente pasando del modelo Tony Blair, citado en sus inicios, al “macronismo” francés.

Berlinguer, te quiero mucho

“Berlinguer , ti voglio bene”, es una  comedia dirigida por Giuseppe Bertolucci del 1977, en la cual debuta   Roberto Begnini, que interpreta el operario Mario Cioni. El personaje  dice que el Secretarario tendría que ir a la televisión a dar al pueblo la voz de inicio, el “vamos”. Se habla  de la revolución, del comunismo, de la familia y de sexo. “Es como un adolescente antes de la primera masturbación, cuando tenía poluciones espontáneas”, sintetiza Mario . Queda claro que esos trabajadores sentían al Secretario como uno de los suyos, como su dirigente.

El ex secretario del PD, Matteo Renzi.

Si  Enrico Berlinguer  en 1980 se jugó su prestigio apoyando personalmente  a la huelga de los obreros de la Fiat, el secretario Renzi eligió tomar por el brazo al actual CEO, Sergio Marchionne o rodearse del consenso de la Confindustria, la principal organización gremial industrial que presionaba por la aprobación de la reforma laboral.  Berlinguer  había sido promotor del nunca realizado “compromiso histórico” con la Democracia Cristiana. También de la alianza con sus pares franceses y españoles en un proyecto de comunismo a la europea (Eurocomunismo) que buscaba distanciarse del “modelo soviético” de los países del Pacto de Varsovia. Tuvo además el coraje de poner sobre la mesa la removida “cuestión moral” en la política, citando a Norberto Bobbio cuando decía que la “primera reforma institucional consiste en no robar”. Fue el último líder ampliamente reconocido, amado y aún recordado por  el pueblo de izquierda italiano. La masividad de la gente, aún opositores, que asistió a sus funerales sólo se puede comparar con las de  Palmiro Togliatti, denominado “il migliore -el mejor-” de los secretarios.   Inmediatamente después de su muerte, en las elecciones europeas de noviembre del 1984  el Partido alcanzó el 33,3 por ciento de los votos, superando por única vez a la Democracia Cristiana. El fenómeno fue llamado “el efecto Berlinguer”, por la efímera duración de ese consenso.

Un movimiento social mucho más amplio

La lucha política del período de post Segunda Guerra no solo se manifestaba en las campañas electorales, era también una contienda cotidiana por “el corazón y la mente” del pueblo. Quizá uno de los mejores ejemplos de esa disputa, son los personajes de ficción de Don Camillo e Peppone, nacidos de la pluma de Giovannino Guareschi. El autor fue un periodista y escritor católico, notablemente anticomunista. Se le adjudica, como colaborador de la campaña para las elecciones del 1948, la creación del slogan: “adentro del cuarto oscuro Stalin no te ve, Dios sí”. Don Camillo era el cura párroco de un pueblo  a orillas del Po y Peppone, un mecánico comunista, intendente del pueblo. Ambos eran gestores de espacios de participación juvenil y ciudadana, el Oratorio de la Parroquia, la Casa del Pueblo de los comunistas. Se disputan la confianza y la participación de los habitantes en cada iniciativa que promueven. Sus vicisitudines fueron contadas en 5 películas, con protagonistas de la talla de Fernando Fernandel y Gino Cervi.  De hecho, la lucha por “la hegemonia” de la sociedad, fue una característica del período que abarcó la llamada Guerra Fria. El PCI , rico de un fuerte enraizamiento popular y territorial. respondía a esa necesidad promoviendo las organizaciones de masas  y dando las batallas culturales e ideológicas que aquellos tiempos requerían.

Evolución del símbolo del PCI.

En ese sentido, el entorno social que giraba alrededor del PCI o que pertenecía al ancho espacio de la izquierda italiana abarcaba no solo los círculos, federaciones u organismos estrictamente políticos, también un vasto universo asociacionista, sindical, mutualista, cooperativista, cultural, pacifista, ambientalista.

Los antagonistas

A  su vez, a la izquierda del PCI y sus partidos sucesores, fueron naciendo  distintos movimientos y partidos , la mayor de los cuales con una vida efímera. Quizá el más duradero de esos grupos, como expresión de un pensamiento alternativo, de confronto y de crítica a la “izquierda oficial”. ha sido el grupo de “Il Manifesto”, escisión del Partido después de la invasión soviética a la entonces Checoslovaquia. Los restos de aquel  grupo,  aún hoy publican un diario con la tradicional inscripción : “cotidiano comunista”.  Osvaldo Soriano fue un colaborador gratuito de ese diario hasta el fin de sus días.

Las movilizaciones del  ’68-’69 y el “movimiento estudiantil y de masas  del ’77”, provocaron a su vez el crecimiento de otros partidos y grupos políticos de izquierda, de diversa inspiración ideológica .  Partidos que trataban de participar en el Parlamento, como Democrazia Proletaria y grupos como Lotta Continua, Potere Operaio, Movimento Studentesco, Avanguardia Operaia,   que lograron en su momento una considerable influencia en el movimiento de masas de esos años. La posterior desviación de algunos de ellos   en lo que se llamaría el “partido armado”,  precipitó su desaparición , acelerada por la dura represión estatal.

Contemporáneamente se fueron manifestando experiencias de participación  autorganizadas de distinto tipo. Los llamados “Centros Sociales” autogestionados son todavía lugares de agrupamiento y de participación de jóvenes con ideas alternativas. Promotores activos de manifestaciones políticas antifascistas e internacionalistas, reinvidicativas y culturales, atentos a los  problemas territoriales. A las ideas tradicionales de la izquierda han sumado y dado espacios de participación al feminismo, al ecologismo, la producción a kilómetro cero, los animalistas, la lucha por la despenalización de las drogas livianas. En algunos casos tienen una relación directa con algunas  radios libres que aún perduran. Por ejemplo, en la ciudad de Brescia, la radio Onda d’Urto desde hace décadas financia sus actividades con un importantisimo festival anual  en el que no sólo participan bandas musicales de indudable calidad, es uno de los pocos lugares donde se promueven aún debates pùblicos sobre temas de actualidad política y social. Durante el año, la radio realiza una notable labor de información local, nacional e internacional alternativa. Colaboran con ella sólo un par de periodistas rentados, pero cuenta con una importante red de voluntarios corresponsales que cubren noticias locales, las manifestaciones en vivo y llegan a obtener testimonios hasta de las zonas de guerra, como la que combate  actualmente el pueblo kurdo.

El berlusconismo

Los  herederos del PCI tuvieron que esperar hasta el 1996 para gozar de una victoria electoral a nivel nacional, esta vez en modo frentista en el Olivo dirigido por  Romano Prodi, un ex democristiano que logró ganarle dos elecciones nacionales (1996 y 2008) al controvertido empresario milanés Silvio Berlusconi.

Para ver a un ex comunista en el poder  hay que llegar al año 1998 cuando el ex presidente Francesco Cossiga dio su apoyo a Massimo D’Alema, secretario del PDS. Cossiga expresó sin inhibiciones que era fundamental que un ex comunista asumiera la dirección del gobierno en momentos en que Italia debía participar en la guerra contra la Serbia, en Kosovo, como efectivamente sucedió. Así, los “Tornados” que partieron de la base italiana de Aviano a bombardear Belgrado recibieron la orden de un ex comunista, primer ministro de Italia.

Achille Occhetto y Massimo D’Alema.

Durante 20 años, la izquierda tuvo que enfrentarse  con el fenómeno del “Berlusconismo” que cambió radicalmente la “cultura” y el modo de hacer política en Italia. No sólo por la primacía de la comunicación mediática sobre toda otra forma de participación, también por la falta de escrúpulos institucionales con que se trataban  las cuestiones políticas.

Silvio Berlusconi, el patrón de las más importantes televisiones privadas y entonces Presidente del Milán , emergió rápidamente  como un líder político después del vacío provocado por  la desaparición de los partidos Socialista y Demócrata Cristiano.  Berlusconi, crecido económicamente al amparo del  socialista Bettino Craxi, ganó las elecciones del 1994 como líder de un frente de Centro Derecha, que incluía a los ex fascistas reciclados en “Alianza Nacional”. Sería la punta de lanza del  fenómeno de los millonarios/políticos que hoy se ven en los gobiernos  de Piñeiro en Chile, Macri en Argentina y   Donald Trumph en los Estados Unidos.  La aparición del berlusconismo encontró a la izquierda sin capacidad de entender el fenómeno, lo subestimó primero  y no tuvo capacidad de derrotarlo cuando era débil aún. En alguna medida, los partidos herederos del PCI se sintieron depositarios de la defensa de la “institucionalidad” de la república, con métodos que no se correspondían a las características del adversario, el cual aprendió rápidamente las reglas de la política. Berlusconi negociaba cuando era débil, pero no hacía concesiones cuando tenía el poder.

En 1998, el director actor Nanni Moretti, en su película “Abril”  interpelaba directamente al  secretario del  Partido, pidiéndole:  “D’Alema, reaccioná,  decí algo de izquierda. D’Alema, decí algo, algo con sentido civil”, molesto por la pasividad del dirigente de izquierda frente a un agresivo Berlusconi en un debate televisivo. Era la muestra de una izquierda que iba diluyendo su energía en las aguas ambiguas de contrarreformismo neoliberal atenuado.

De todas maneras, hasta la aparición del PD de Renzi , los sucesores del PCI tuvieron un  cierto cuidado en la negociación con los sindicatos y las partes sociales tratando  de lesionar lo menos posible al Estado de Bienestar .

Cuando el centro derecha aplicaba esas políticas a rajatabla,  el Partido  acompañaba a los trabajadores en sus manifestaciones y desarrollaba una labor parlamentaria de oposición a las reformas. Así fue  durante las luchas contra los intentos de  eliminación del Articulo18 del Estatuto de los Trabajadores que exigía una “justa causa” para poder despedirlos. Del mismo modo, el sistema “bipolarista” a la italiana, obligaba al Partido a hacer alianzas con  sectores de centro católicos , pero también  con  otros partidos de izquierda. Algunos de estos últimos traían consigo la fuerza de los movimientos sociales alternativos con consignas, como las de “otro mundo es posible”, que habían distinguido al Movimento No Global de aquellos años. De hecho, las manifestaciones contra  la reunión del Grupo de los Ocho del 2001 en Genova y su posterior represión demostraban que una diferencia neta entre la izquierda y la derecha todavía existían.

El PD en el gobierno: ¿izquierda?

En 2013, las elecciones nacionales dieron como resultado una “no victoria” del Centro Izquierda, que si bien las ganó por poco margen, no tenía los parlamentarios suficientes para gobernar el país. El resultado le costó la secretaria del Partido Democrático a Luigi Bersani quien fue reemplazado por Matteo Renzi.

Del golpe en Chile nace la idea del Compromiso Histórico.

Durante la XVII Legislatura, transcursa desde  el 2013 hasta marzo del 2018, el PD fue el principal integrante de distintos gobiernos que formó en alianza con sectores del centro derecha , entre ellos “Fuerza Italia” de Silvio Berlusconi primero y algunos grupos que se escindieron del partido del empresario, después .

Los  gobiernos  de Enrico Letta, Matteo Renzi y Paolo Gentiloni, dejan en la memoria colectiva su incapacidad para  responder al agravarse de las condiciones de vida de la población, en un contexto de recesión prolongada. Las medidas  han seguido una  orientación “neoliberal”, que pretende aumentar la competitividad del sistema productivo disminuyendo el costo  laboral.  Será recordado, sin dudas, por las reformas del mercado del trabajo (llamado “Job Act”) que han multiplicado la flexibilidad laboral a favor de los empresarios y la libertad de despedir al personal. Por la reforma de la escuela pública (“Buona Scuola”) que introduce  la disponibilidad al traslado de la sede de trabajo de los docentes. La política de distribución de beneficios a través de “bonus”, como la eliminación de la quita de 80 euros en los recibos de sueldo u otros de estímulo a la natalidad y de ayuda a la primera infancia no adquieren la solidez de los derechos adquiridos y son revisables en cada Ley de Presupuesto.

Sólo en el tema de los derechos civiles, los gobiernos del PD ha mostrado su rostro tibiamente progresista, aprobando  el “divorcio breve” o  la Ley de las Uniones Civiles  que entre sus beneficiarios  comprende a las parejas homosexuales. Una moderada legalización “a la italiana”, muy lejos del matrimonio igualitario de otros países, que todavía niega a los homosexuales la posibilidad de la adopción de menores.

En el terreno social, después de años sin convenios colectivos, los trabajadores  privados se vieron beneficiados con una disminución de 80 euros mensuales del impuesto a las ganancias ,  poca cosa  si se  la comparan con los incentivos y beneficios fiscales recibidos por las empresas durante el período. Era los comienzos del gobierno Renzi que nacía con muchas expectativas. Esa sóla medida y las expectativas que produjeron sus promesas de “modernización” fueron un factor determinante en las elecciones europeas del 26 de mayo 2014 donde el PD obtuvo el 40,8 por ciento de los votos.  Tal vez ese fervor inicial confundió al secretario que se creyó poseedor de un crédito inexhaurible que no le pertenecía e inició a perder una a una las sucesivas pruebas electorales.

Avanti, del Partido Socialista. Liberación.

Los planes reformistas del gobierno de Renzi  fueron definitivamente sepultados con la derrota del SI en el Referendum para cambiar la Constitución , en diciembre del 2016. El gobierno  había logrado aprobar en el Parlamento una reforma que otorgaba a la Cámara de Diputados el exclusivo poder de dar o retirar el voto de confianza al Ejecutivo , que a su vez tendría una mayor capacidad de decisión y de autonomía . Las facultades del Senado serían limitadas y sus miembros elegidos en forma indirecta por las Regiones .  Un nueva Ley Electoral sostenía  la idea de facilitar una mayor gobernabilidad dando un importante premio de mayoría al partido que obtuviera la primera minoría. La idea cardinal era la de concentrar más poder en el Ejecutivo, facilitar la toma de decisiones , disminuir la representación de las minorías.  La propuesta fue rechazada por el 59,1 por ciento de los votos . A su vez, la nueva  ley electoral,   fue declarada inconstitucional por la Corte.  Renzi renunció como primer ministro. pero conservó la titularidad de la Secretaria del Partido a la que renunciaría sólo después del fracaso electoral de marzo del 2018, Mantiene aún una decisiva influencia en su dirección. A Renzi, en el gobierno, lo sucedió Paolo Gentiloni. Las  elecciones del 4 de marzo del 2018  marcaron la caida abrupta del consenso electoral del Partido Democrático, al 18,72 por ciento.

¿Y ahora?

El panorama  de la “sinistra” se presenta bastante incierto. Su partido mayoritario sigue todavía en manos al ex secretario Matteo Renzi, decidido a estar en la oposición de un posible gobierno entre el M5S y la Lega, después de haber rechazado la invitación del M5S a negociar un posible acuerdo de gobierno.

A los ojos de los italianos, el Partido Democrático aparece confundido, después de tantas divisiones y derrotas. No se demuestra a la altura de las circunstancias, sin contacto con la angustiante realidad social de las mayorías e incapaz de entender la nueva situación política. Lento en reaccionar, posterga los debates , se arroca en la defensa de su pasado gobierno, que “no fue entendido” por los votantes.  La posibilidad de nuevas escisiones no parece tan lejana.  “La palabra que define este momento de la izquierda es la disgregación”, dice Amanda L., ex afiliada al PD. “Los antirenzianos tendrían que encontrar el coraje de separarse del Partido. Renzi tiene otro proyecto, ser el Macrón de Italia, con el apoyo de la derecha de Berlusconi”.

En Italia no han crecido experiencias como Podemos en España o Syriza en Grecia que han disputado el consenso electoral a los tradicionales partidos socialistas. Los “indignados” italianos han ido a sumar las filas del M5S que no se autodefine como de izquierda, ni de centro, ni  de derecha.

La crisis económica iniciada en el 2008 ha llevado a Italia a uno de los períodos más largos de recesión, con fuertes consecuencias entre los sectores más frágiles de la sociedad. Las estadísticas muestran que en los últimos diez años los pobres absolutos se han duplicado. Ahora son 10,5 millones , un millón de familias no tienen ni siquiera uno de sus miembros que trabaje. La desocupación ronda el 11 por ciento de la población activa , en los jovenes no baja del 30 por ciento . El escaso aumento de ocupados de los últimos años no se evidencia en el total de horas trabajadas. Más personas trabajan menos horas cada una. Y ganan menos.

Muerte de Enrico Berlinguer.

Los italianos, desde el 2008,  han perdido en promedio un 10 por ciento de su poder acquisitivo,  pero mientras los pobres lo han visto reducir en un 24 por ciento, los ricos sólo en menos de la mitad. La desigualdad  crece. Los 7 italianos más ricos poseen el 30 por ciento de la riqueza. La diferencia es también sideral a nivel regional. El rédito medio del Sur de Italia apenas llega a los 18 mil euros per capita, el de los habitantes del Noroeste de  34 mil, el de Bolzano de 42 mil.

Mientras Milán avanza hacia la integración con las más dinámicas economías de Europa, desarrollando las tecnologías de punta,  el Sur de Italia es una de sus regiones más pobres de la Unión Europea con una agricultura que sobrevive gracias a la mano de obra casi esclava de los trabajadores africanos inmigrantes.

Las propuestas prográmaticas tendientes a mitigar estos temas fueron desde siempre patrimonio de la izquierda, que hoy no sólo parece impotente frente a ellos, si no que además lleva consigo la responsabilidad de haber gobernado durante estos últimos años. Y de haber promovido políticas que han reducido la capacidad de contratación de los trabajadores. Mientras ha crecido el malestar en las periferias de las grandes ciudades donde los habitantes fueron dejados a su suerte o a merced de los grupos xenófobos que han encontrado terreno fértil para culpar a los “extranjeros”, sobre todo africanos, de los padecimientos sufridos.

“Yo era uno de esos”, dice al cronista Renato G. el profesor romano encontrado en la sala de espera de Ezeiza. Se refería a los militantes que distribuían casa por casa L’Unitá, “il giornale fondato da Antonio Gramsci“. El periódico no existe más. Y nadie va a casa por casa  a discutir  la línea del Partido y a compartir sus preocupaciones.

“Se ha perdido el contacto con la vida de las personas”, dice el interlocutor, “de ahí hay que partir nuevamente”, confiando en que la recomposición de ese vínculo sea  la clave de una posible reformulación de una izquierda que interprete la necesidad de cambio de estos tiempos.

“Hay que terminar con la visión nostálgica”, “volver a escuchar y entender las necesidades del territorio, de cada territorio donde vive la gente”, “retornar a la fronteras, a construir las casamatas de Gramsci o apropiarse de ellas, como fue con las Casas del Pueblo”. “Es el año Cero”, “hay que reinvertar todo desde el inicio”, confirman algunos analistas de izquierda desconfortados por la derrota.

“Trabajo, jubilaciones, educación, sanidad y redistribución del rédito. Esos son los temas  que deben ser prioritarios en un programa de izquierda”, añaden.

“Han muerto las ideologías, pero quedan los ideales”. “No es útil buscar culpables, tenemos que reapropiarnos del “nosotros” y no esperar en nuevos líderes salvadores”. “Existe una sola receta : estudio, reflexión, movilización y participación”.   “Y el camino será largo”, concluyen. Son los únicos que todavía albergan esperanzas.