La absurda sanción de la Federación Inglesa de Fútbol al jugador uruguayo Edinson Cavani por saludar cariñosamente como “Negrito” a un paisano de su tierra.
El Brexit xenófobo y sus complejidades. El Brexit es impulsado desde la derecha británica por una mezcla de razones estratégicas insolidarias, teñidas por matices de xenofobia, pero también cuenta con fuerte apoyo de los condados y municipios locales que se sienten invadidos en sus usos y costumbres comerciales, administrativos y hasta de tradición urbana.
Desde el supergobierno instalado en Bruselas, la UE proclama a los cuatro vientos una organización federal y participativa, pero borra con el codo lo que escribe con la mano: en general a los núcleos urbanos consolidados y con historia – y vaya si lo son en Iglanterra – no les gusta que “desde fuera” metan sus narices en asuntos de gobernanza local. Pero Bruselas lo hizo, regulando sobre asuntos que no tienen la universalidad de los derechos humanos ni la impronta común del comercio internacional, sino avanzando sobre aspectos del comercio minorista y hasta el diseño de las vidrieras.
Es cierto y claro que los grandes beneficiarios del Brexit son los fondos de inversión como Odey Asset Management, Toscafund, Marshall Wace, Red Kite, Hosking Partners, Lloyds y varios más, pero todos juntos y sus empleados no reúnen ni el cinco por ciento de los votos. El apoyo vino de la Inglaterra profunda, burguesa y de tradición más laborista que conservadora: comerciantes y artesanos de todas mercancías posibles, cuyos costos de “europeización” nunca fueron compensados.
Sin embargo, esta muy sintética y aún más opinable introducción es para hablar del “Brexit bueno”, el que los ingleses no hicieron, y para el cual no necesitaban votos sino sino un buen sentido crítico: la ultracorrección de lenguaje que no favorece a nadie y, peor aún, daña y pone en ridículo las causas más nobles contra todas las formas del discurso de odio.
El Brexit bueno que los ingleses no se atrevieron o no supieron llevar a cabo. El modo grotesco con que la Federación inglesa de fútbol sancionó al uruguayo Edinson Cavani por saludar cariñosamente como “negrito” a su amigo y compatriota se encuadra en el torpe, robótico e indiscriminado modelo facebook: la negación absoluta del contexto.
Y es aún más grave, porque el automatismo idiota e inapelable de la red – la misma red en la que las páginas nazis proliferan hasta la náusea – castiga a los usuarios con suspensiones, no con multas de 100 mil libras esterlinas y ordalías de escarnio moral.
Que un robot no entienda – ni responda, ni acepte un descargo – es una “tecnoperversión” que, alguna vez, se solucionará, y mientras tanto le sirve al señor Zuckerberg para mostrar “corrección”, la misma que no le aplicó a su usuario notable, Steve Bannon, ex estratega de Trump, quien publicó un video en el que pedía la decapitación del principal infectólogo de EEUU, Anthony Fauci, y del director del FBI, Christopher Wray, “como una advertencia a los burócratas”, y cuya cuenta no fue cerrada; sólo le borraron el video. Bannon también publicó el video en youtube y en la red Twitter, que de inmediato cancelaron sus cuentas de modo definitivo.
En cambio, que un grupo de personas con rol directivo, habilitadas para el debate, no entiendan la diferencia entre un trato racista y uno cariñoso es una imbecilidad gravísima. No sólo por la violación de derechos que significa esa sanción incontestable, sino también por la banalización de la verdadera peligrosidad del discurso de odio.
La tradición liberal – en el sentido originario – británica, que permite insultar a la reina y a Dios siempre que se haga desde arriba de una tarima o una silla y bajo una sombrilla (“ni sobre el suelo ni bajo el cielo de Inglaterra”, dice el lema) sí debería ser defendida con un Brexit cultural: la salida de la estupidez hipócrita.
George Carlin, los eufemismos y el lenguaje blando, una lección ejemplar. Es inevitable evocar la síntesis que hizo en 1990 el enorme actor, escritor y monologuista George Carlin – neoyorkino fallecido a sus 71 años en California a mediados de 2008, justo cuando se disparaba la instalación global de Facebook – acerca de los eufemismos y la torpeza en la comprensión de los contextos.
Como parte de su extendido acto “Haciéndolo de nuevo”, Carlin desplegó – entre muchas – dos demostraciones que crearon escuela.
Una fue la secuencia de cómo se “suavizó” la nomenclatura del estrés de la guerra sobre los soldados. En 1914: Neurosis de guerra. En 1939: Fatiga de batalla. En Corea: Agotamiento operativo. En Vietnam: Desorden de stress post traumático. La misma condición, pero más oculta y encubierta en cada etapa.
La otra se centró en las “malas palabras”, y extraigo:
“…Son solo palabras. Es el contexto lo que cuenta.
Es el usuario. Es la intención detrás de las palabras lo que las hace buenas o malas. Las palabras son completamente neutrales. Las palabras son inocentes. Me canso de que la gente hable de malas palabras y malas palabras.
¡Mierda! Es el contexto lo que los hace buenos o malos.
Por ejemplo, toma la palabra “Nigger” No hay absolutamente nada de malo con la palabra “Nigger” en sí misma. Es el idiota racista que la está usando lo que debería preocuparte.
No nos importa cuando Richard Pryor o Eddie Murphy lo digan. ¿Por qué? Porque sabemos que no son racistas. ¡Son negros!
Son sélo palabras. No puedes tener miedo de las palabras que dicen la verdad, incluso si es una verdad desagradable, como el hecho de que hay un intolerante y un racista en cada sala de estar y en cada esquina de este país.
“Negrito” no es una mala palabra. Es un apodo cariñoso y fraterno. Los soccer fans del Manchester United deberían exigir con energía y sin fisura la anulación de este castigo grotesco.
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