Por si le faltaba alguna declaración violenta, hace pocos días Javier Milei dijo que está favor de la libre portación de armas para “defensa contra la delincuencia”, como sucede en EE.UU. Su declaración se produjo en la semana de la última matanza en Texas que terminó con 19 niños y dos profesores acribillados. Solo desde principios de año hubo 212 casos similares.

Hace unos años, Ted Cruz, senador de Tejas, hizo que le grabaran en vídeo con una sonrisa tonta en la cara mientras freía lonchas de “bacon” enrolladas alrededor del cañón de un rifle semiautomático AR-15 que disparaba a lo loco. Era un “desayuno” digno de un idiota peligroso. Un idiota que tiene, sin embargo, gran peso en el Partido Republicano. Es el preferido de la Asociación Nacional del Rifle (NRA), el poderoso grupo de presión de las armas.

Y hoy, al hablar de la matanza del martes pasado sucedida en su estado, en la escuela secundaria de Uvalde, con 19 niños y dos profesores acribillados con la misma arma que utilizaba él para hacerse el desayuno, Cruz la calificó de “crimen incalificable”. Continuó diciendo que se unía en oración con su esposa por las víctimas y sus familias, y añadió: “Podemos y DEBEMOS hacer más para proteger a nuestros niños” y “Ya es suficiente”.

¿Lo mejor? Ted Cruz figura entre los principales oradores, junto con Donald Trump, de la cumbre de la NRA que comienza el jueves en Houston. “Se puede hacer algo más que rezar. La fe sin obras es cosa muerta”, fue la aguda respuesta de Alexandria Ocasio-Cortez.

Desde el ala opuesta del Partido Republicano, el senador Mitt Romney ofreció un tuit lleno de lágrimas, dolor y luto, que concluye: “Ofrezco oraciones y condolencias, pero sé que es algo sumamente inadecuado. Tenemos que encontrar respuestas”. ¿Podría detallarnos cuáles? El líder del ala moderada republicana, crítico con Trump y Cruz, es el máximo receptor de los fondos donados por la NRA a los políticos: ha recibido 13,5 millones de dólares del grupo de presión de las armas para sus campañas electorales.

¿Y qué pasa con Trump? Sin duda, dará un espectáculo ante la cúpula de la NRA en Houston. Si gana la reelección en 2024, se lo deberá en buena medida a ese mundo: el sector de las armas vinculada al complejo militar-industrial que ocasiona guerras, y que produce asesinatos y masacres (que conste, nada menos que 212 desde principios de año). ¿Habrá alguna vez un tiroteo masivo que se convierta en una línea firme que los políticos ya no puedan eludir?

La impotencia

Estamos hablando de medidas para contener nuevas tragedias posibles a fin de evitar incidentes como los de Uvalde y Buffalo, por nombrar las dos últimas matanzas: y ni siquiera estamos hablando de controlar pistolas y rifles, sino verdaderas armas de guerra, como el AR-15. El debate actual sobre la regulación del comercio y el uso de las armas no tiene que ver con la posesión de armas, sino con la posesión de armas de asalto, armas letales capaces de causar una carnicería extrema.

La NRA tampoco está de acuerdo con ello. Según ellos, para protegerse hay que llevar chaleco antibalas y armarse, pues el libre comercio de armas, y de cualquier tipo de arma, resulta intocable en los Estados Unidos. Este mantra seguirá imperando, apoyado por Cruz, por Trump, por la gran mayoría de congresistas y gobernadores republicanos, pero también por moderados como Romney.

Pero, ¿qué pasa con los demócratas? Ellos, que controlan el Congreso, aunque sea por un estrecho margen, ni siquiera están pensando en reaccionar inmediatamente a lo de Buffalo y Uvalde llevando al pleno una legislación de control de armas, porque el grueso de los republicanos la bloquearía, como admitió Chuck Schumer, líder de la mayoría demócrata en el Senado. Es más, se espera que el Tribunal Supremo haga pronto pública una sentencia que anule las leyes de estados como Nueva York que ponen serios límites a portar abiertamente armas de fuego en lugares públicos.

La sensación de impotencia de la política, incluso en el lado demócrata y progresista, es muy fuerte, ante un fenómeno creciente y que se agrava: la difusión de las armas y su uso mortal. Además, los efectos del fenómeno atraviesan toda América, tanto las zonas urbanas como las rurales, y en las comunidades más diversas. En Buffalo fue la comunidad negra. En Uvalde fue la comunidad hispana.

Y este sentimiento de impotencia de la política, por razones obvias, está creando una creciente inquietud en las comunidades y generando inseguridad, hasta en zonas del país que antes se consideraban seguras. Además, la propia imagen de Estados Unidos se resiente gravemente de ello, en un momento en el que, con Biden, pretende reafirmar un papel fuerte de democracia frente a las autocracias.

La imagen de un país en el que se producen numerosos incidentes de terrorismo interno, como los denomina el propio presidente Biden, no ayuda ciertamente a la hora de conferir a los Estados Unidos el título de nación líder de Occidente, sobre todo porque este mismo terrorismo interno es indicativo de una considerable inestabilidad social, y también de un conflicto político que puede estallar fácilmente –también en virtud de la difusión y uso de las armas– a modo de guerra civil en toda regla.

Es esta una pesadilla no muy lejana si el “partido de la NRA”, con los Trump y los Cruz, recupera el control total del Congreso en noviembre y vuelve a hacerse de nuevo con la Casa Blanca en 2024… con Trump.

Fuente: Il manifesto global a través de sin.permiso / Traducción: Lucas Antón