Pasaron dos décadas de la noche en que Mariano Perel y su esposa Rosa Golodniztky murieron en un hotel exclusivo de Cariló. Ambos cuerpos fueron hallados con disparos en la cabeza. Perel había sido clave en el lavado de dinero de la ex interventora de Entel pero también estaba asfixiado por deudas. Una trama de corrupción y la posibilidad de un asesinato fraguado para que los hijos de ambos pudieran cobrar los seguros de vida. (Foto de portada: Horacio Paone).

El domingo 4 de febrero de 2001, en el exclusivo complejo de cabañas Puerto Hamlet de Cariló, un empleado se acercó a uno de los bungalows con la intención de advertir a sus ocupantes que ya había superado largamente la hora de salida. Como sus llamadas no obtenían respuesta, después de algunas vacilaciones decidió abrir la puerta. Ante sus ojos se desplegó un cuadro macabro: el financista Mariano Perel y su mujer, la psicóloga Rosa Golodniztky, yacían muertos en la cama.

Una mirada ingenua sobre la escena, que mostraba un arma cerca de la mano izquierda del hombre, podía llegar a reconstruir los hechos de la siguiente manera: Perel había matado a su mujer mientras ésta dormía y luego se habría acostado junto a su cadáver para dispararse un tiro en la cabeza con la misma arma.

Si el nombre de la hostería estaba inspirado en la tragedia del príncipe de Dinamarca, Hamlet, una de las obras magistrales de Shakespeare, esa hipótesis de la muerte de la pareja se asemejaba más a Romeo y Julieta, otra de las obras del dramaturgo inglés más populares.

El complejo de bungalow Hamlet.

Sin embargo, la realidad no siempre se asimila a la ficción. A veces la supera. Los investigadores tenían un cuadro complejo por delante. No solo por la escena mortuoria sino por los antecedentes y las relaciones del financista.

Los cuerpos de Perel y de su esposa estaban tapados con una sábana que les llegaba hasta los hombros. Perel yacía boca abajo; Berta, de costado sobre la cama.  Cerca del antebrazo izquierdo del hombre había una pistola Walther PPK calibre 7.65; en el piso había una Glock y dos vainas servidas.

No había señales de robo ni tampoco signos de pelea.

Al hacer la autopsia, los forenses hallaron la carne sin digerir en los estómagos de las víctimas, lo que permitió establecer que las muertes habían ocurrido entre las 22 y la medianoche del sábado 3 de febrero.

Puntos oscuros y un extraño mensaje

Aunque la idea de un hombre que mata a su mujer y luego se suicida podía resultar posible, los investigadores encontraron pronto varios puntos inquietantes: el disco duro de la computadora Sony Vaio de Perel había sido borrado; la llave de la habitación estaba en la cerradura del lado exterior de la puerta y, sobre todo, el ángulo de entrada del proyectil en la nuca del hombre hacía que fuera casi imposible que él mismo se hubiese disparado.

En la barra que separaba el living del dormitorio de la cabaña, la policía encontró debajo de un plato una hoja impresa de computadora. Allí decía textualmente: “I am a gringou collaborator with Citibank. Killed for no paying ransom to Citigroup”, lo que podía traducirse como: “Soy un gringo colaborador del Citibank. Asesinado por no pagar el rescate (coima) del Citigroup”

Lo que en un primer momento pareció un asesinato seguido de suicidio daba toda la impresión de ser un doble homicidio al más puro estilo de una ejecución perpetrada por un sicario, un asesino profesional.

María Julia y los teléfonos

Las multifacéticas actividades de Perel hacían aún más creíble esta segunda hipótesis: lavado de dinero, inversiones en negro, extorsión, contrabando, evasión impositiva y trabajos de espionaje e inteligencia eran ocupaciones que podían haberle granjeado más de un enemigo ansioso del preciado silencio que rodea ese tipo de negocios que, muchas veces, se pagan con la sangre propia o de sus familiares más cercanos. En este caso, podía ser de ambos.

Los sabuesos reconstruyeron el perfil de Perel: era propenso a hablar más de la cuenta para darse importancia, una debilidad que suele ser insalubre en una persona dedicada a esos menesteres.

A fines de 2000, había dejado una frase picante en los oídos de algunos de sus conocidos:

-Los pagarés originales de Alcatel, de ENTEL y María Julia Alsogaray los tengo guardados en mi oficina de Nueva York – había dicho.

La noticia en los medios.

Un dato reforzaba el valor de sus palabras: en los tiempos que María Julia Alsogaray llevaba adelante el proceso de liquidación y privatización de la Empresa Nacional de Telecomunicaciones – en el marco del proceso privatizador de las empresas públicas encarado por el gobierno de Carlos Menem -, Perel era síndico de la compañía francesa de telecomunicaciones Alcatel. Esa empresa, a su vez, integraba un grupo encabezado por el empresario argentino Boris Garfunkel y la telefónica norteamericana Bell Atlantics, que había pujado por quedarse con una de las zonas de la red telefónica que habían sido puestas en licitación.

Las “justis”

Seguramente Perel suponía que esos “pagarés” eran un seguro de vida para él, aunque quizás hayan sido todo lo contrario.

Cuando la frase llegó a conocimiento de los investigadores, el nombre de María Julia Alsogaray rebotó hacia otras oficinas que ya la tenían en el punto de mira. Pocos días después, entre los papeles del financista asesinado, los sabuesos encontraron una carta en la que Perel explicaba cómo el Banco Mercurio se dedicaba a una serie de maniobras financieras a las que llamaba “justis”. Se trataba de operaciones armadas para justificar falsas pérdidas en negocios a funcionarios y empresarios. Con las “justis” se podía esconder el dinero de las coimas ante las autoridades impositivas.

Ambos datos llegaron a conocimiento de la Sindicatura General de la Nación (SIGEN), que desde hacía meses intentaba rastrear la existencia de pagarés mellizos y trillizos a favor de Alcatel, a través de los cuales se duplicaban y triplicaban, según el caso, compromisos por millones de dólares utilizados para pagar las coimas en la privatización de ENTEL.

La ex interventora de la telefónica estatal estaba en el punto de mira. Y su síndico estrella podía ser el artífice de la multiplicación de los pagarés.

La preferida de Menem

Hija del capitán ingeniero Álvaro Alsogaray – ex ministro de Economía del gobierno de Arturo Frondizi y hombre de peso a la hora de definir y combatir políticas económicas en la Argentina -, María Julia había irrumpido en el mundo de la política en 1973 como candidata a diputada por el partido que conducía su padre, Nueva Fuerza.

En 1977, cuando la dictadura llevaba ya un año, fue designada por Jorge Rafael Videla como agregada comercial en la Embajada Argentina en Uruguay.

Con el retorno de la democracia, volvió a la política en otro partido fundado también por su padre, la Unión del Centro Democrático (Ucedé) y ganó una banca en la Cámara de Diputados de la Nación en las elecciones de 1983.

De una familia con larga tradición antiperonista – tanto por su padre como por su tío, el teniente general Julio Alsogaray, ex comandante en jefe del Ejército -, en 1989 la ingeniera María Julia Alsogaray desembarcó sin embargo en el gobierno de Carlos Menem. Y recaló precisamente en el proceso de privatización de las empresas de servicios públicos de la Argentina.

María Julia, la preferida de Menem.

En poco tiempo llegó a convertirse en la funcionaria dilecta del presidente: se hizo cargo de las privatizaciones de la metalúrgica Somisa y de ENTEL y, cuando terminó esas tareas, fue nombrada secretaria de Recursos Naturales, gestión que fue denunciada por todos los especialistas en el tema y por la cual, años después, debió enfrentar varias causas judiciales.

Las coimas de ENTEL

La investigación de la Sindicatura sobre la gestión de María Julia Alsogaray en la liquidación de ENTEL llegó a la conclusión de que se habían pagado cifras millonarias a varias empresas proveedoras, con montos injustificados que sólo podían encubrir el pago de coimas.

Entre otros documentos, la auditoría de la Sindicatura General de Empresas Públicas (SIGEP) encontró: 17 cheques por un total de 1.530.000 dólares para ENTEL, endosados de puño y letra por María Julia Alsogaray pero que nunca fueron depositados; un convenio con IBM por el cual ENTEL le entregó documentos por un total de 3.935.788 dólares, que debían ser reintegrados por la empresa norteamericana una vez recibido su equivalente en bonos, pero que tampoco nunca fueron devueltos. Entre los desaguisados de la gestión de María Julia, había varios documentos mal fechados, que se utilizaban para reclamar deudas antes de la fecha prevista por las transacciones; más de cinco mil pagarés, por un monto de alrededor de 400 millones de dólares y que no tenían respaldo contable; pagarés por más de veinte millones de dólares que la hija del capitán Alsogaray había entregado a cinco empresas proveedoras aunque debían estar guardados en las cajas de seguridad oficiales de ENTEL, en la sede de San Martín 320, en plena city porteña. A  juicio de la investigación de la doble muerte en Cariló del 4 de febrero de 2001, esos pagarés eran una pista clave para pensar en un crimen mafioso: podían ser los originales mellizos de aquellos que Perel aseguraba tener en su oficina neoyorquina. La pesquisa también halló once documentos mellizos, con fechas entre abril y mayo de 1990, a favor de Alcatel.

ENTEL, una de las joyas de la abuela.

Con esa documentación en la mano, el fiscal Carlos Cearras elaboró una hipótesis: mediante los pagarés mellizos y trillizos, las empresas proveedoras le cobraban a ENTEL el doble o el triple de los valores reales del servicio prestado y luego derivaban todo o parte de esos sobrepagos a los funcionarios comprometidos en la operación.

En otras palabras, así se ejecutaban las coimas.

El juego de Perel

Para ocultar el dinero mal habido, los coimeados utilizaban los servicios de Mariano Perel y sus “justis” (justificaciones), mediante falsas pérdidas.

En una de las cartas encontradas en una de las oficinas del financista, éste describía de modo didáctico la manera de evadir la ley: “Una empresa o funcionario tiene una contabilidad oficial en la Argentina, pero supuestamente hace malos negocios en Uruguay. Entonces pierde dinero y eso reduce sus ganancias oficiales en la Argentina. Así paga menos impuestos, pero fundamentalmente blanquea el dinero”, escribió el propio Perel.

Según los papeles encontrados por los investigadores en las oficinas del financista, el Banco Mercurio cobraba una comisión del 1% sobre el monto de cada operación fraudulenta, lo que le dejaba un ingreso de alrededor de 150.00 dólares mensuales. El cálculo del dinero que se movía es sencillo: lavaba aproximadamente 180 millones de dólares por año.

Perel, el blanqueador.

Entre todos los documentos, uno incriminaba directamente a María Julia Alsogaray: la ex funcionaria de Menem había recibido una “justi” a través del International Bank de Uruguay, con sede en Bahamas pero propiedad del Banco Mercurio.

Deudas, bancos, espionaje

Muy pronto los investigadores se dieron cuenta de que Perel tenía no pocos enemigos y que tampoco escaseaban quienes se beneficiarían silenciándolo definitivamente.

Tampoco se podía descartar que Perel su hubiera quitado la vida, luego de matar a su mujer, porque estaba acorralado por deudas impagables. Pese a tantos negocios turbios y vida de bacán, tenía deudas por casi un millón de dólares. Algo lo hacía más despreciable: pocos días atrás había estafado a un amigo que le había dado 300.000 dólares para que los colocara en el circuito financiero. En lugar de hacerlo, Perel usó esa plata para pagar sus deudas más apremiantes.

Si esta hipótesis era cierta, la carta escrita en un inglés deliberadamente mal escrito podía ser un recurso de Perel para hacer aparecer las muertes como un doble asesinato. Ese era un costado noble en su vida de trampas: si en vez de suicidio y asesinato de su mujer, ambos eran víctimas del sicariato, sus hijos podrían cobrar los seguros.

Los peritajes demostraron que había sido escrita en la computadora del financista el día anterior a partida de Perel y su mujer desde Buenos Aires a Cariló.

Por si faltaran intrigas, tampoco podía descartarse que su muerte estuviera relacionada con un hecho ocurrido a miles de kilómetros de distancia. El día anterior a la muerte de Perel, en Washington, el Senado norteamericano había difundido un informe en el que denunciaba a tres importantes bancos internacionales de haber participado en maniobras de lavado de dinero en la Argentina. Perel estaba relacionado con los tres.

Por último, podía ser un crimen relacionado con el espionaje, una actividad que el financista también cultivaba mediante sus relaciones con la Sala Patria de la SIDE. Y no sólo eso: el FBI informó que poco tiempo atrás, Perel le había comprado a una empresa norteamericana equipos para vigilancia electrónica de teléfonos celulares para ser usados en la Triple Frontera.

Los tiros pudieron haber venido de cualquier lado. Y los perjudicados por una investigación profunda podrían tocar intereses muy poderosos

Veinte años después, las muertes de Mariano Perel y Rosa Golodniztky siguen siendo un caso no resuelto.

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