Como pocas veces, esta vez la muerte golpeó duro. Que ya no esté Rubén en tantos sitios por los que andaba –la docencia, Socompa, la indagación incansable- trae una rara sensación de vacío. Algunas  imágenes que quedan de él sirven para  asomarse a un hombre íntegro que supo cómo hacerse querer.

Fue la colega Inés Tenewicki, su ex cuñada, la que dejó un mensaje privado en Facebook avisándome de la muerte de Rubén Levenberg. Y fue ella misma -aun hablando por celular con ella no le creí, no le podía creer- la que escribió una de las despedidas más conmovedoras que leí:

“Yo quiero recordarlo como papá de Carla, mi hermosa sobrina. Carlita es inteligente, entera, amorosa, solidaria, y Rubén Levenberg estaba muy orgulloso. Hace poco hizo un post -premonitorio- donde decía algo así. ‘Cuando tu hija/o te discute todo y encima te gana porque tiene razón, misión cumplida’. Y sí Ruben, misión cumplida”.

Rubén tenía 60 años.

La otra despedida que me tocó hondo, con la que me identifico y creo que representa a casi todos los integrantes de Socompa -unos cuantos andamos en la línea 60, poco antes, poco después- la escribió Daniel Cecchini desde su muro en Facebook:

“He perdido compañeros, amigos, a edades impensables, víctimas del terrorismo de Estado peronista anterior al golpe y del plan sistemático de desaparición de la dictadura.
He perdido compañeros y amigos después, por accidentes, enfermedades, decisiones, la vida.
A esta edad la muerte no debería sorprenderme (podría ser la mía, que no me sorprendería, porque la espero todos los días, diferente de mis otras muertes posibles, las que ya no serán).
Pero la muerte de Rubén Levenberg me golpea de una manera diferente. Teníamos tanto para hacer juntos, con otros de nosotros. Me golpea de la misma manera que cuando desaparecían a un compañero. Será porque éramos (somos, así viejos como somos) compañeros de un sueño en tiempos difíciles”.

Es muy bello lo que escribió.

Ética, moral, buenas costumbres

Otros, en Facebook, lo recordaron por otras cosas, siempre valiosas. Diego Igal recordó un blog que hacía Rubén sobre prensa, ética y periodismo y escribió: “Ya que en nuestro sufrido y vapuleado gremio alguien emparente esas tres cosas lo convertía en un diferente”.

Sibila Camps ayudó con datos que yo desconocía: “Nos conocimos en 1982 en Musicasiempre, que fue el equivalente de Teatro Abierto. Compartíamos la subcomisión de Prensa, junto con Sandra Russo, con Pablo Quirós Hojas del Viento y con Fernando Binner. Gran persona, tipo honesto, sin dobleces (…) Ojalá su hija pueda llevarse a Taddeo y Galatea, todavía de pocos meses, y tenerles el amor que les tenía Rubén. Estoy desolada”.

Cierto: Rubén posteaba y hablaba mucho sobre sus gatos y sobre su sufrimiento de los últimos años por Vélez. Rubén, creo, era un tipo sufrido en proceso de reparación.

Tamara Smerling recordó el tiempo que compartió con él en la Maestría en Periodismo que Rubén dirigió durante un tiempo en la UBA. Gabriel Lerman fue más lejos: “Lo conocí en 1982, en una de mis primeras notas, para una revista de Perfil que se llamaba Para Todos. Recién comenzaba la actividad política abierta y yo organicé una foto con todos los representantes de las juventudes políticas. Él era el encargado de prensa del socialismo autentico y me quedé fascinado con su claridad mental y su ideología. Nos quedamos charlando y esa misma tarde me convenció para que me sumara al partido. Yo tenía 20 años y él unos pocos más. Fue mi guía, amigo, colega y compañero de facultad y Facebook sirvió como puente para el reencuentro en los últimos tiempos como solución a la distancia física. Un gran tipo Rubén. Cuanta tristeza”.

Uno cuando tiene durante muchos años compañeros de trabajo cree saber bastante sobre ellos y se pierde un montón de otras cosas. Imaginaba que Rubén vendría de alguna izquierda pero jamás del hoy remoto “socialismo auténtico”. Rubén fue uno entre muchos  miles que venidos de muy distintas experiencias de la centroizquierda o la izquierda terminó más bien kirchnerizado.

Hacer de todo

No sé si esta despedida debe cumplir ciertas formalidades de las necrológicas. Supongo que un modo de expresar respeto y cariño por Rubén es mencionar las muchas cosas que hizo como periodista, profesional, docente.

Rubén era Licenciado en Ciencias de la Educación, UBA, obvio. Hizo estudios de postgrado en Ciencias Sociales en FLACSO Buenos Aires, se capacitó en el instituto Gino Germani, era doctorando en Ciencias Sociales de la UBA Escribió en coautoría una Historia del movimiento estudiantil universitario, 1918-1988. Trabajó en la Universidad Nacional de Jujuy. Ocupó cargos relevantes en la Carrera de Ciencias de la Comunicación.

Pasó por El Periodista, Página/12, el suplemento de Economía y el de Informática de Clarín, el Diario de Río Negro, en otras publicaciones especializadas en economía y nuevas tecnologías. Por su especialización y laburo en asuntos tecnológicos recibió el premio Sadosky 2007 a la trayectoria.

En Socompa se sumó animoso y súper colaborativo desde el primer momento. Su trabajo fue absolutamente imprescindible y precioso simplemente para que pudiéramos nacer, existir, sobrevivir, porque era el más tecno de todos nosotros. Consiguió contactos y colaboraciones que nosotros no teníamos. Cada tanto mandaba mediciones de cómo nos iba/ nos va. Un Google Analytics por aquí, una comparación de lecturas entre Socompa y medios más o menos hermanos. Lo hacía con alegría, obse seguramente, y absolutamente abierto al comentario y la crítica  o el simple “no sé”, algo que no abunda entre los periodistas.

Una interrupción: se sabe que el día mismo de su fallecimiento -pasada la medianoche- Rubén iba a defender su tesis de doctorado, que venía preparando hacía años. Se saben (o se imaginan) otra cosas que pertenecen a la esfera de la intimidad. Los detalles hipotéticos de el cómo y por qué son irrelevantes confrontados con la muerte.

Nuestros tiritos finales

En Facebook alcancé a hacer una semblanza seguramente antojadiza del tipo que conocí, y de hecho no lo conocí mucho. Fuimos compañeros desde los inicios de Página y mi recuerdo -reitero: seguramente antojadizo- es el de un tipo muy intenso, que se amargaba fácil, que no la pasaba bien. Por eso fue tan gratificante reencontrarlo en el proyecto de Socompa: porque me cayó súper bien (el jodido acaso era yo), le tomé más cariño y respeto, lo vi más tranqui, más sereno y tierno, menos sobreexigido aunque laburaba mucho para nosotros, no solo gratis, sino poniendo guita de su bolsillo y sin siquiera decirlo o reclamarla, hasta que hicimos una vaquita.

Escribí también: Rubén sufría los avatares nacionales como un judío de caricatura: tirando a pesimista mal, de nuevo, sufrido, pero en eso andamos muchos parecido.

Yo creo que si nos pegó tan mal su muerte -a los de Socompa y a muchos de los que lo conocieron, más o menos de nuestra generación- no solo es porque Rubén era un buen tipo, comprometido, generoso, “buen profesional”. Creo que es porque Socompa tiene un algo de seguir dando alguna que otra batallita más entre quienes ya no somos jóvenes, caramba, y para colmo la queremos dar y la daremos por aquello de que vivimos tiempos macristas.

Puede que su muerte nos enseñe algo y espero no ser solemne: sin amargura, sin sobre exigencias, con la alegría que podamos, las batallitas (y los placeres) que debamos dar, démoslas hoy.