El recuerdo del primer periodista que puso en duda, apelando a la asignación de la fuente, la versión de “intento de fuga” con la que la dictadura de Lanusse intentó disfrazar los fusilamientos de Trelew. Fue con una nota distribuida por la agencia UPI que fue reproducida por cientos de diarios en el mundo, mientras los grandes medios argentinos seguían publicando la desinformación oficial.

El martes 15 de agosto de 1972 no pude trabajar en la cobertura periodística de la fuga del penal de Rawson porque estaba en cama, con bronquitis. Con una fiebre de 39 grados, seguí como pude la historia a través de la radio. El sábado siguiente ya estaba de alta y me fui a Rosario, donde me robaron el sobretodo en una parrilla de la zona sur.

El martes 22, antes de reintegrarme a la redacción de la United Press, me compré un sobretodo nuevo.

El martes 22 agosto de 1972, mientras caminaba tranquilo hacia las oficinas que la agencia tenía en Belgrano y Paseo Colón, con mi sobretodo nuevo, vi cómo caía del camión del “recorrido” la pila de La Razón junto al quiosco de diarios de Avenida de Mayo y Perú. Y el título catástrofe que anunciaba la muerte a balazos de 16 guerrilleros que habían “intentado huir” de la base aeronaval Almirante Zar, de Trelew. Entre las fotos estaba la del negro Rey, mi compañero de secundaria.

Volé  hasta la UPI y me senté frente a la máquina como en las películas policiales, con el sobretodo puesto. El sobretodo nuevo.

Abel Dimant, jefe de Redacción, me extendió el paquete con los boletines que se habían estado emitiendo por teletipo a los diarios clientes del interior y a la oficina de Nueva York.

“Arme la historia principal”, me indicó. El tuteo era infrecuente en esa época.

Yo no sabía aún cómo eludir la orden transmitida a todos los medios por el gobierno de no apartarse de la versión oficial. Estaba angustiado por la magnitud de la masacre y buscaba conciliar mi angustia con mi responsabilidad profesional, y a ésta con mi responsabilidad moral. Leí el material.

Me saqué el sobretodo. Puse la hoja en el rodillo de la máquina. Y pensé.  Estamos en una agencia de noticias internacional. Tenemos reglas de escritura. Y una mínima, velada inmunidad.

Pensé. No podemos decir que fue un fusilamiento, aunque estemos convencidos, porque no nos consta. Y porque nos bloquearían.

Pensé. Y escribí:

“Dieciséis……etc, etc….. Y terminé el párrafo así: “CUANDO, SEGÚN LA INFORMACIÓN OFICIAL, INTENTABAN HUIR”. El resto de la historia estuvo concebido así. Remitiendo, constantemente, a la “información oficial”.

El gobierno decía que había reprimido un intento de fuga. No lo decía yo. No lo decía la United Press. Decíamos que el gobierno decía que había pasado tal cosa.

Le entregué la nota a Dimant y me quedé mirándolo fijamente a la cara.  Dimant leyó y me miró. Entró a la redacción Alberto Schazin, director, un tipo de centro derecha, esquemático pero no estúpido. Dimant le entregó la nota y se quedó mirándolo fijamente a la cara. Schazin leyó y lo miró a Dimant. Dimant me miró a los ojos. Se dio vuelta sobre su silla y entregó la nota al jefe de teletipos, sin cambiar una coma.

Me levanté y caminé hasta el baño. Me desmoroné en un ataque de llanto ahogado.

Recién en ese momento me di cuenta de que había ido a trabajar casi dos horas antes de mi turno. Que lo había hecho porque quería escribir yo esa historia. Me di cuenta de que Dimant no me comentó nada sobre mi temprana aparición: simplemente me encargó el trabajo. Me di cuenta de que Dimant y Schazin también querían burlar la censura y confiaron en mí para que lo ejecutara.

Todo fue en silencio, con intercambio de miradas.

Al día siguiente, mientras la totalidad de los diarios, radios y televisoras del país repetían que 16 de 19 presos habían muerto en un intento de fuga en Trelew, hubo 40 diarios del interior de la Argentina y al menos uno en cada capital latinoamericana, más todos los suscriptores de la UPI de Nueva York que publicaron “…cuando, según la información oficial, intentaban huir”. También se publicó la orden del gobierno de facto de Agustín Lanusse de no publicar comunicados de la guerrilla, para lo cual se introdujo una figura nueva en el Código Penal. Creo que era el artículo 212 bis.

Sólo un par de revistas se apartaron algo del discurso unificado.

Tomás Eloy Martínez fue valiente y frontal en la revista Panorama y eso le costó el puesto…

A pesar de la angustia, tenía hambre.

A los 22 años, un tipo de 1,90 metros no puede pasarla bien sin almorzar. Me puse el sobretodo nuevo y bajé a comer, en la esquina de Belgrano y Paseo Colón. Pero no podía  contener las lágrimas.

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