El 23 de Enero de 1974, hace justo 45 años, Juan Domingo Perón recibía en Olivos a los delegados de la Villa 31. En esa reunión se evidenció un conflicto aún vigente que se expresaba, por una parte, en el proyecto de urbanización y, por otra, en los desalojos compulsivos para la construcción de una autopista.
Enero de 1974. En el Segundo Congreso Nacional del Movimiento Villero Peronista, delegados de todo el país habían discutido en Córdoba cuál era la mejor manera de mejorar sus barrios para conseguir radicarlos, en los términos de esa época, o urbanizarlos, diríamos hoy. A la vuelta del congreso, Perón estaba por recibir a una delegación de la Villa 31 en la quinta de Olivos, donde le entregarían al Presidente el original del proyecto que habían diseñado ellos con el asesoramiento de jóvenes profesionales, para construir, mediante una serie de cooperativas, sus nuevas viviendas en esa misma zona de Retiro.
La expectativa era enorme pero, a las pocas horas, se transformó en decepción:
- Nuestro deseo es erradicar totalmente las villas de emergencia especialmente por los chicos, porque son peligrosas. Es ahí donde surgen las epidemias por falta de servicios y de higiene natural, porque están apiñados uno encima del otro y porque están en zonas de contaminación, que es otra cosa que hay que ir eliminando.
La posición de Perón quedó clara desde el inicio su discurso: retomando viejas ideas higienistas, ensambladas con un incipiente discurso ambientalista, fundamentó el desalojo del vecindario donde vivían los delegados, que vieron derrumbarse el pilar de la construcción política que venían articulando desde hacía meses: un proyecto propio que seguía el lema, ideado por los curas villeros, de “transformar las villas barrios obreros”. El proyecto incluía maquetas, planos, presupuestos y hasta un censo; además contemplaba que la altura de las viviendas interfiriera lo menos posible con traza de la autopista.
El proyecto fue recibido por Perón y agradecido por José López Rega, como quedó asentado en un comunicado de prensa, si bien el Ministro de Bienestar Social se oponía drásticamente a la urbanización. Mientras tanto, perón justificaba la erradicación apelando a desalojos pasados:
- Así lo hicimos en nuestro primer gobierno (…) Se erradicaron, entre otras, las villas que estaban entre la cancha de River Plate y Obras Sanitarias. Esa era una villa miseria, como la llamaban entonces. Eso lo tomó la Fundación e hizo un gran paseo, porque la Municipalidad obliga a eso.
(…)
Ustedes están, la mayoría, fuera de la ley, pero no por culpa de ustedes sino por la incuria de las autoridades, que debería haber regularizado esta situación a medida que iban entrando al país. Acá puede entrar cualquiera, nosotros queremos poner orden. Si no, se van a producir toda clase de dificultades en el futuro. Entonces, ¿qué cuesta regularizarla y tener la documentación correspondiente? Así estarían de derecho, no de hecho, porque estar fuera de la ley es siempre cuestión peligrosa.
El conflicto entre quienes defendían la permanencia de la Villa 31 en el barrio de Retiro y quienes buscaban implementar su desalojo aludiendo a la construcción de la autopista, se había iniciado a mediados de 1972. Todavía gobernaba el dictador Alejandro Lanusse y se acababa de dar a conocer el llamado a licitación para construir la Autopista Buenos Aires – La Plata, cuya traza se superponía en parte con los terrenos de la villa. Los delegados de la Villa 31, haciendo referencia al hotel inaugurado ese mismo año, proclamaban en un volante: “Nosotros fuimos los que construimos el Hotel Sheraton y ahora nos quieren sacar porque esos señores explotadores no pueden tener como paisaje nuestro barrio: una villa”.
Al ser adjudicada la obra al grupo Pérez Companc, la Junta de Delegados de la villa había emitido un comunicado en el que declaraban que el trazado pasaba justo encima de sus barrios y exigían que “se construyan las viviendas necesarias para realojar a nuestras familias”. Más aún: reclamaban que las mismas debían “estar ubicadas dentro de la Capital Federal”, preferentemente en esa misma zona “por razones de trabajo, de estudio”, y que no se discriminara entre argentinos e inmigrantes, ni entre casados y solteros.
En su lucha, los vecinos recibieron –o así lo interpretaron- un espaldarazo del mismísimo Perón, que había retornado por dos meses al país después de 17 años de exilio y que, el 6 de diciembre, en una de sus poquísimas salidas de la casa de la calle Gaspar Campos había visitado, justamente, la Villa de Retiro.
Sin embargo, a fines de 1973, con Perón ya presidente, seguían vigentes aún los proyectos de Lanusse para la villa y la autopista. Además se había anunciado el inminente desalojo del sector Comunicaciones, que por esos años era el epicentro político de la villa. Fue en este contexto que el 23 de enero de 1974 se concretó una reunión entre Perón y los delegados de la Villa 31. El resultado de esa reunión fue claro: el proyecto de urbanización fue desestimado, en cambio se decidió que el barrio sería desalojado y que sus habitantes se relocalizarían en grandes complejos de vivienda social, ubicados en zonas periféricas.
Así estaban las cosas cuando el 25 de Marzo de 1974, una movilización de vecinos de la Villa 31 en protesta contra la erradicación fue violentamente reprimida, incluyendo el uso de gases lacrimógenos, balas de goma y fusiles Itaka. La represión dejó como saldo trágico la muerte de Alberto Oscar Chejolán, de 34 años, habitante del sector Güemes de la Villa 31 e integrante del Movimiento Villero Peronista. En Abril de ese mismo año, el periódico Noticias asoció la intensidad de la represión con las importantes ganancias que se obtendrían tanto por la venta de las tierras donde estaba emplazada la villa, como por la construcción de las viviendas donde serían trasladados sus habitantes y por los beneficios para la empresa a cargo de ejecutar las obras de la autopista que atravesaría esa zona.
El asesinato de Chejolán, que tuvo lugar cuando faltaba poco más de un mes para que la“juventud maravillosa” deviniera en “estúpidos” e “imberbes”, fue casi un preanuncio de lo que iba a ser la intervención municipal sobre las villas durante la última dictadura. En esos años tuvieron lugar los desalojos más violentos y masivos en la historia de la ciudad: afectaron a más de 200.000 habitantes de las villas porteñas, a quienes no se facilitó el acceso a nuevas unidades de vivienda social. Al iniciarse los operativos de desalojo, el Municipio anunciaba que para marzo de 1978 los terrenos de la Villa 31 quedarían “totalmente libres, para permitir el trazado de la prolongación de la autopista costera.” Durante esos años la empresa contratista Autopistas Urbanas S.A. (Ausa) fue el tercer grupo económico con mayor endeudamiento externo: 951,2 millones de dólares, que luego serían estatizados y pasarían a engrosar la deuda pública.
Enero de 1996. Un grupo de curas villeros en huelga de hambre denunciaba la violencia que acompañaba, por esos días, nuevos desalojos en la Villa 31. Una vez más la autopista era el argumento para expulsar a quienes habitaban esa parte de Retiro y, una vez más, las topadoras eran el medio para garantizar los desalojos forzosos.
Los curas villeros fueron una de las principales voces críticas que, en pleno menemismo, dieron difusión al conflicto y lograron limitar la violencia estatal implementada durante los operativos de desalojo. Algunos de esos curas, como Héctor Botan y Rodolfo Ricciardelli, ya habían participado activamente contra el paso de las topadoras por las villas en dictadura. Otros, como Enrique Evangelista, habían iniciado su tarea pastoral en democracia pero reaccionaron inmediatamente cuando se hizo evidente la vuelta de los viejos atropellos.
El Arzobispo de Buenos Aires, Monseñor Antonio Quarracino y su Obispo Coadjutor, Jorge Bergoglio, intercedieron entre el municipio y los curas villeros, que levantaron la huelga después de sostenerla durante 14 días, con la condición de que se terminara con la violencia en los operativos de desalojo. Aunque las condiciones del acuerdo se cumplieron y la huelga de los curas pasó a la memoria colectiva de la Villa 31, este barrio siguió existiendo sobre una zona de enorme valor inmobiliario. Mientras tanto la autopista, que no había sido terminada, proyectaba una sombra extensa sobre las casillas: el conflicto continuaría durante los años siguientes, algunas veces de forma subterránea y otras, volviéndose más evidente.
Enero de 2019. Después de un año de conflictos en torno a la villa y la autopista, todavía resuenan los términos de un debate que discurrió entre la Legislatura de la Ciudad y las casillas de Retiro: la Corporación Andina de Fomento; la Containera; el Paseo del Bajo; la subasta de tierras públicas; el Parque Perimetral en Altura; el préstamo millonario del BID; la nueva traza de la Autopista Illia.
Rastrear la historia de casi medio siglo que se cuela entre las líneas de ese debate, es un llamado urgente a revisar nuestro pasado para que, por una vez, se haga efectiva la participación de los habitantes en la solución de los problemas de su barrio, garantizando el derecho constitucional a la vivienda por sobre los intereses privados de las empresas contratistas.
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