Hubo aquel reality show griego de disputa por una manzana entre Hera, Atenea y Afrodita. Aquel era un buen formato y en 1854 el empresario y dueño del circo Barnum’s Brothers, Phineas Taylor, organizó el primer concurso de belleza. Todo fue bien racista en la materia. Hoy, la dueña de la franquicia de Mis Universo es una multimillonaria mujer trans tailandesa.
Entre 1636 y 1638, Jacob Jordaens, el último de los grandes maestros del barroco flamenco, pintó, presumiblemente en Amberes, una obra que hoy se puede ver en el Museo del Prado: Las Bodas de Tetis y Peleo. El célebre casamiento llegó hasta Jacob e inclusive nosotros gracias al fabulista Higinio, según el cual, fueron invitadas a la fiesta todas las divinidades a excepción de Eris, la diosa de la discordia… Su venganza fue verdaderamente memorable tanto es así que incluso quienes no conocen nada de mitología han escuchado, de todos modos, hablar de la manzana de la discordia.
El asunto fue así: furiosa Eris por quedar fuera del convite, envió al festín una simple manzana acompañada por apenas esta inscripción: Para la más bella. Hera, Atenea y Afrodita reclamaron para sí la fruta pero, al no haber un acuerdo, Zeus delegó la decisión en un mortal: el héroe Paris. Decididas a ganar al precio que fuera, las diosas no dudaron en tratar de seducir a Paris. Hera lo tentó con Poder, Atenea le ofreció Sabiduría y Afrodita el amor carnal y desenfrenado de Helena, la más deseable mujer de su tiempo. Ustedes ya pueden imaginar la elección de Paris…
Este mito, que bien podría considerarse el primer concurso de belleza, encierra no pocos de los elementos que han caracterizado este tipo de competencias, desde sus tempranos inicios hasta nuestros días: fiestas, celos, trampas y deseos. Todo un espectáculo.
No por casualidad el primer concurso de belleza “moderno”, realizado en 1854, fue organizado por Phineas Taylor Barnum, reconocido empresario del espectáculo y político estadounidense, fundador, asimismo, del mítico circo Barnum’s Brothers. La discordia, nuevamente, signó aquel concurso de belleza que fue clausurado en medio del frenesí masculino y una muy puritana y ruidosa protesta.
Unas décadas después, durante un festival de verano de 1880 de Delaware, la osadía empresarial propondría el primer concurso de belleza en traje de baño, antecedente bastante directo de la competencia tal como la conocemos hoy. Finalmente, pra atraer el turismo, en 1921 se organizó en New Jersey el Atlantic City’s Inter City Beauty Contest que coronó a Margaret Gorman como la primera Miss América.
Caramba con el concurso
Aquellos concursos, inmensamente exitosos, contribuyeron a popularizar muchos rostros en Hollywood, al tiempo que invisibilizaban otros: hasta mediados de la década de 1940 las mujeres negras, asiáticas y latinas tenían prohibido participar. Y recién en 1990 se coronó en EEUU a una afrodescendiente. Desde 2012 el certamen está abierto, también, a mujeres trans.
Cuando Miss America 1951, Yolande Fox, se negó a promocionar los trajes de baño Catalina, empresa auspiciante del concurso, el dueño de la marca juró vengarse creando su propio certamen. Así nació Miss Universo, una de las franquicias más exitosas comercialmente, hoy propiedad de Anne Jakapong Jakrajutatip, una multimillonaria mujer trans tailandesa.
Volviendo al cuadro de Jordaens, su coronada Afrodita es una veterana señora, decididamente rolliza, por no decir celulítica, lo cual revela cuánto han cambiado los ideales de belleza con el correr de los siglos. Sin embargo, el centro de la composición no es la diosa sino la fruta. Todos los personajes se organizan alrededor de la dorada manzana.
No sabemos qué hizo la diosa con aquel premio pero sí que Paris tuvo que batallar mucho para hacerse con el suyo. Cuando el héroe secuestró a Helena, esposa de Menelao, rey de los aqueos, llevándola a Troya, desencadenó una guerra que duró años y costó innumerables vidas, entre otras la del propio Paris.
El final es por todos conocidos: de madrugada, fingiendo una retirada, los aqueos dejaron a las puertas de la ciudad un formidable caballo de madera. Los troyanos ingresaron el magnífico trofeo a la fortaleza sin sospechar que, esa misma noche, un grupo guerreros espartanos se descolgaría del falso vientre para asesinar a cuantos se daban por vencedores.
Dice una vieja sevillana: A veces, muchas veces, más de cuatro veces, todas las cosas no son como parecen. Que lo digan sino los troyanos y otros efímeros vencedores, como Alberto Fernández.