Un abogado y periodista entrerriano cuenta en primera persona la historia del Clan Etchevehere, desde el gobernador y fundador de El Diario de Paraná, Luis Lorenzo Etchevehere, hasta estos días. Sus negocios, sus apropiaciones de tierras, su complicidad con las dictaduras y el uso de un medio de comunicación en su propio beneficio.

Las aguas bajan turbias es el título de una película de la década del ‘50 que describe la explotación de los trabajadores en una plantación de yerba del Alto Paraná y las vicisitudes y tragedias que deben enfrentar. Hoy, setenta años después, el escenario es también en las riberas del río Paraná y sus protagonistas trabajadores rurales que pretenden llevar adelante un proyecto de agricultura ecológica y, por otro lado, una dinastía de latifundistas con apellido vasco.

Esta historia comienza en 1914 con la fundación de El Diario de Paraná que lleva adelante Luis Lorenzo Etchevehere (ver foto de portada), quien ocupará la gobernación de mi provincia, Entre Ríos, entre los años 1931 a 1935. Durante su mandato se profundiza la crisis en la vitivinicultura y la citricultura, y cierran numerosos tambos, lo que hace que centenares de propietarios de campos pequeños deban vender los mismos a precio vil, lo que es aprovechado por el mandamás para engrosar su latifundio. En muchos casos, además, ocupa propiedades abandonadas por sus dueños.

¿Qué pasó con el “respeto a la propiedad privada” que hoy reclaman sus herederos? Además, suprimió el impuesto a la herencia para las grandes propiedades agrarias. Así se empezó a construir este imperio familiar y sin duda fue un instrumento clave el matutino del que dábamos cuenta.

Radical antipersonalista, o sea expresión del ala oligárquica de este partido, impulsó todo tipo de maniobras para orientar el voto en lo que su corriente llamaba “el fraude patriótico”. Mi padre enfrentó a este sector como candidato a intendente de la ciudad de Paraná por la fracción Yrigoyenista.

Como señalaba, el periódico fue   importante en el crecimiento político y económico de la corporación Etchevehere. Se generó en el imaginario social la creencia que lo que no aparecía publicado en El Diario “no existía”. Casamientos, cumpleaños, graduaciones y obituarios constituían la sección más importante.

Durante el período del primer peronismo expresaba la oposición seudo democrática y saludó el golpe de setiembre de 1955. Ocultó las detenciones que siguieron a la asonada del 9 de junio de 1956 y los fusilamientos de militares y civiles. Llegó a publicar que Perón estaba tan loco que caminaba en la cañonera como los monos, en cuatro patas.

Años después, su director de entonces, Arturo Etchevehere, integró la fórmula para presidente y vice que encabezaba el dictador Pedro Eugenio Aramburu. Luego del nuevo golpe en 1966, por la clara vocación prodictaduras, estableció algún vínculo con el interventor en la Provincia, el brigadier Favre.

Recuerdo que en septiembre de 1973, cuando mi casa fue literalmente volada por una bomba colocada por el autodenominado “Comando Entre Ríos” – un antecedente de la Triple A -, intenté publicar una carta abierta dirigida al gobernador Tomás Cresto haciéndolo responsable por la seguridad de mi familia y no tuve “espacio” en El Diario.

Luego del golpe del 24 de marzo de 1976, al mismo tiempo que decenas de compañeros eran secuestrados y “desaparecidos” en todo el territorio provincial y miles en todo el país, los Etchevehere seguían incrementando su fortuna.

Por supuesto que, como toda la lumpen burguesía argentina, en 1982 y gracias a los “seguros de cambio” de Domingo Cavallo, transfirieron su deuda en dólares al Estado, o sea a nosotros, a nuestro pueblo.

Para reafirmar aún más sus vínculos con el terrorismo de Estado, uno de los “demócratas” que hoy integran el clan, Sebastián, contrajo matrimonio con la hija del ministro de Justicia de la dictadura genocida, Alberto Rodríguez Varela. En la ceremonia estuvo el dictador Jorge Rafael Videla.

Restablecida la institucionalidad formal en 1983 y mediante maniobras que están siendo investigadas, estos “ricos y famosos” se apoderaron de tierras fiscales que integraron el activo del Frigorífico Santa Elena, estatizado en esos años.

El que hoy aparece como el “líder” del grupo, el ex ministro de la Ceocracia Luis Miguel, está siendo investigado por lavado de dinero y maniobras fraudulentas en el traspaso de bienes inmuebles dirigido a perjudicar a la “oveja negra” de la familia, su hermana Dolores.

Para completar estos manejos ilegales vaciaron el matutino y dejaron en la calle a más de cien trabajadores gráficos y de prensa.

No tengo ninguna confianza en la llamada “Justicia”, ya que siempre está a favor de los poderosos. Viví y ejercí la profesión de abogado hasta 1973 en Paraná. Mis padres   desarrollaron también allí sus actividades como maestra e ingeniero. Mis abuelos llegaron desde Italia y Paraguay dedicando sus vidas al trabajo honesto. Como todos los habitantes de este suelo hemos sufrido y seguimos sufriendo el castigo de esta corporación mafiosa que se ha transformado en la más rica y poderosa de la región, defendida por la patética derecha argentina y sus comunicadores.

Esperamos que los compañeros y trabajadores que llevan adelante el “Proyecto” que lleva el nombre del patriota rioplatense y latinoamericano José Gervasio Artigas logren cambiar esta realidad.

 

Manuel Gaggero es abogado y periodista. Ex Director del diario El Mundo, y de las revistas Nuevo Hombre y Diciembre 20.

¿Querés recibir las novedades semanales de Socompa?