Cuando tenía 17 años, María del Carmen García Antón conoció a Federico García Lorca y se sumó al grupo de teatro La Barraca, creado por el poeta. Con él recorrió España. Al final de la guerra se exilió en la Argentina, donde murió en 2007. En esta entrevista, poco antes de su muerte, recordaba al autor de “Bodas de sangre”.
A Federico lo vi por última vez dos o tres días antes de que se fuera a Granada. Las noticias de la guerra eran cada vez más preocupantes y, como todos, le pregunté si no era mejor que se quedara en Madrid. Me respondió que no, que iba a casa de su familia, a celebrar su santo y el de su padre, que no me preocupara que no le iba a suceder nada”, contaba María del Carmen García Antón en 2007.
Tenía 88 años – moriría apenas unos meses después – y el recuerdo le había enturbiado la mirada que, hasta unos segundos antes, era transparente. Le sucedía siempre que su memoria volvía al Madrid de 1936 y evocaba su último encuentro con García Lorca. Estábamos con un camarógrafo en su casa, para grabar una entrevista que iba a formar parte de un fallido documental.
Maricarmen tenía 17 años y acababa de ingresar a la carrera de Medicina cuando supo que el poeta estaba formando un grupo de teatro universitario para llevar los clásicos del siglo de oro por los pueblos de España. “Las pruebas se hacían en un teatro y yo no dudé; aunque estaba muerta de miedo, fui a la audición. Federico estaba en el piano y me pidió que cantara alguna canción popular, después me pidió que recitara un poema y le gustó que eligiera a Becquer. Cuando terminé, me dijo: ‘descuento que sabes bailar, porque todos los jóvenes saben’. Así entré en La Barraca”. Corría 1934 y la República era una esperanza.
El Grupo de Teatro Universitario “La Barraca” había sido creado dos años antes por Federico García Lorca y Manuel Ugarte. Las obras del dramaturgo ya eran reconocidas internacionalmente, pero Lorca – sin descuidar sus giras ni su trabajo creativo – entendió que tenía un compromiso con los sectores más postergados de España. “Quería acercar el teatro al pueblo, pero era tan humilde que no pensó en llevar sus propias obras – contaba García Antón -. Eligió las que pensaba que representaban más a España y serían mejor comprendidas por los obreros y los campesinos, que nunca habían tenido acceso al teatro. Así que fuimos con los entremeses de Cervantes, ‘La vida es sueño’ de Calderón de la Barca, ‘Fuenteovejuna’ y otras piezas de Lope de Vega”.
Durante cuatro años, el grupo itinerante representó 13 obras en 74 pueblos y ciudades. “Viajábamos en una camioneta que nos había prestado la policía y un camión donde llevábamos el vestuario y todo lo necesario para montar las obras. Federico se adelantaba y hablaba con el alcalde, para explicarle que el espectáculo era gratuito. A veces no le creían, pensaban que queríamos sacar alguna ventaja o que al terminar íbamos a pedir dinero. Casi siempre montábamos el escenario en la plaza, o junto a la iglesia, y la gente se traía sillas para ver la representación”, recordaba María del Carmen.
Pero no todas eran alegrías para el director y los actores. La Barraca recibió fuertes ataques de la prensa de derecha. “No querían que lleváramos cultura al pueblo. Como siempre, ellos querían mantener a la gente en la ignorancia – explicaba -. Cómo éramos un grupo de jóvenes, hombres y mujeres, nos acusaron de libertinos, de indecentes… y más de una vez nos atacaron con piedras en algún pueblo”.
Bajo la dirección de Lorca y Ugarte, el grupo tenía una estructura democrática: no existían las primeras figuras. “Federico elegía a los actores por su parecido físico con los personajes y trataba de que todos tuviéramos papeles importantes en una u otra obra – contaba en aquella entrevita García Antón -. Además, cada uno de nosotros seguía estudiando las materias para la universidad. Fue una época maravillosa, que disfrutamos mucho, pero al cabo del año terminábamos muertos de cansancio”.
El inicio de la guerra los llevó al frente, donde hicieron funciones para los soldados. “Llevábamos los entremeses, no representábamos obras dramáticas… bastante dura era la guerra para andar dándoles dramas”. En agosto de 1936, los actores estaban ensayando, con dirección de Ugarte, en Madrid, cuando llegó la noticia. “Ensayábamos en la Ciudad Universitaria y nos preparábamos para ir al frente. Recuerdo que era de tarde cuando alguien que no recuerdo llegó y nos dijo que habían matado a Federico en Granada. No podíamos creerlo, pero era verdad. Nos abrazamos y lloramos como críos, estábamos desolados. Sin embargo, al día siguiente seguimos ensayando. Queríamos seguir con lo que Federico había empezado”, recordaba Maricarmen y los ojos volvían a enturbiársele.
Muchos de los integrantes de La Barraca murieron en la guerra, combatiendo en las tropas republicanas. Otros pocos salvaron sus vidas y tuvieron que partir al exilio. María del Carmen García Antón cruzó la frontera francesa en 1939, donde la internaron en un campo de concentración, del que huyó. Se exilió en la Argentina con quien luego sería su marido, el escenógrafo y artista plástico Gori Muñoz, que había sido coronel de inteligencia en el Ejército Republicano.
Mientras le duró la vida a Franco, nunca quiso regresar a España. Murió el 16 de septiembre de 2007. Era la última sobreviviente de La Barraca.
– Cuándo recuerda a García Lorca, ¿cuál de sus poemas evoca? – le pregunté en aquella entrevista. Pensó unos segundos y me respondió:
– Será por tantos años de exilio, pero siempre me vienen a la cabeza los mismos dos versos: “Pero yo ya no soy yo / ni mi casa es ya mi casa”.
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