Se lo llamó “el verano maldito” de Mar del Plata. Alberto Olmedo murió al caer de un balcón y el ex campeón mundial de los medianos, Carlos Monzón, asesinó a su esposa, Alicia Muñiz. Mientras los medios se ocupaban de esos temas, un violador y asesino serial actuaba en la Perla del Atlántico.

En los anales de la crónica criminal marplatense hay un solo asesino serial registrado. Su nombre es Celso Luis Arrastía, tenía 35 años en el momento de cometer sus crímenes y fue acusado de violar y matar a cinco mujeres en menos de un año, aunque solo fue condenado por la muerte de dos de ellas.

En otras circunstancias, el raid del violador y asesino habría ocupado la primera plana de los diarios de Mar del Plata, pero durante la temporada de 1987-1988 estaban interesados en otros temas mucho más “vendedores”.

No en vano se lo llamó “El verano maldito”: el 14 de febrero de 1988 – Día de los enamorados – el campeón mundial de los medianos Carlos Monzón golpeó, estranguló y arrojó desde un balcón a su ex mujer, Alicia Muñiz, que cuando golpeó contra el piso ya estaba muerta. Solo vestía una bombacha, tenía fracturas múltiples de cráneo, una lesión en el codo derecho y una fractura de la rótula izquierda

El 5 de marzo, a las ocho menos cuarto de la mañana, el inolvidable Alberto Olmedo murió frente al mar de la Playa Varese al caer desde el piso 11 del Edificio Maral 39 ante la impotente mirada de su pareja, Nancy Herrera, que nunca pudo explicar qué pirueta había intentado hacer el cómico en la baranda del balcón.

La policía tampoco prestaba demasiada atención a la seguidilla de violaciones y muertes que venía ocurriendo bajo las narices de sus sabuesos. No lograban conectar un caso con otro y algunas de las víctimas eran prostitutas, nadie se preocupaba por ellas.

Tanto era así que pocos días después de la muerte de Olmedo ni siquiera prestaron atención a la denuncia de una mujer que salió semidesnuda de un hotel alojamiento del centro de la ciudad gritando que un hombre había intentado estrangularla.

-Me dijo que iba a terminar igual que las otras mujeres que mató – les dijo la mujer a los policías, pero estos no le hicieron caso: la que denunciaba era una simple prostituta.

Esa noche pudieron haber detenido la cadena de violaciones y femicidios – que todavía no se los llamaba así – de Celso Arrastía, pero lo dejaron pasar.

Violaciones y asesinatos

El primer crimen por el que sería acusado Arrastía ocurrió el 17 de octubre de 1987. Esa noche un chico y una chica caminaban abrazados cerca del Torreón del Monje cuando fueron detenidos por un hombre de civil que les dijo que era policía. El tipo no les mostró ninguna placa que lo identificara como tal, pero la exhibición de un revolver fue suficiente para que subieran a su auto para – les dijo – llevarlos a la comisaría porque eran menores de edad.

-Nos paró a la altura del Torreón del Monje, nos apuntó con un arma y nos hizo subir a un Peugeot 504 verde claro. Nos ató. A mí me hizo bajar en el Golf Club Acantilados, me disparó y me dio por muerto. A ella se la llevó – contaría después el chico.

Ana María Palomino, santiagueña de 16 años, empleada doméstica, apareció violada y muerta al día siguiente en la zona de Barranca de los Lobos. El asesino la había estrangulado con su propia bombacha.

La policía lo tomó como un caso aislado. Pasaron meses hasta que – cuando la existencia de un asesino en serie era evidente – los investigadores recordaron un asesinato anterior cometido con el mismo modus operandi: el de Mónica susana Petit de Murat, nieta del escritor Ulises Petit de Murat. La joven también había sido violada y después estrangulada con su propia bombacha.

Para entonces la cadena de crímenes había sumado más víctimas. En mayo de 1988, Nélida Mabel Quintana, de 53 años, había sido violada y asesinada por asfixia provocada con su ropa interior en un hotel alojamiento cercano a la terminal. Días más tarde, Margarita Inés López, una prostituta – así la llamaron en los diarios – de 19 años murió de la misma manera en otro albergue transitorio, en la esquina de Falucho y Santa Fe. Dos días después, una alternadora de cabaret fue encontrada violada y asfixiada en un hotel del barrio La Perla.

Todas las mujeres habían muerto de la misma forma: además de violarlas y asfixiarlas, el asesino les había dejado la marca de sus dientes en un pezón.

Denunciado por su pareja

Finalmente la policía logró conectar los casos, pero la identidad del asesino en serie seguía siendo un misterio.

La policía sólo había podido elaborar un identikit, que fue difundido por el diario La Capital debajo del un título que decía: “Entre 1987 y 1988, la ciudad de Mar del Plata se vio conmovida por una seguidilla de crímenes sexuales”.

Por como se dieron las cosas, jamás lo habrían descubierto si no lo hubiera denunciado su propia mujer.

Celso Arrastía vivía con su pareja. La mujer era dueña de un cabaret ubicado en una zona marginal de la ciudad y el hombre vivía a costillas de ella. También la maltrataba constantemente, hasta que la mujer, asustada después de una amenaza de muerte, lo denunció.

-Me dijo que me iba a matar como a las cinco mujeres que había matado – dijo en la comisaría, repitiendo casi textual la frase con que el hombre había amenazado a la prostituta que había logrado huir del hotel.

Corría septiembre de 1988 y, cuando lo detuvieron, los pesquisas también allanaron el departamento en que vivía la pareja y hallaron pruebas: en un cajón, Arrastía guardaba ropa interior femenina que después se comprobaría que había pertenecido a algunas de las mujeres que había matado. Además de violador y asesino, el hombre había resultado fetichista.

Acusado por la mujer de Uby Sacco

Los maltratos constantes que Arrastía le propinaba a su pareja fueron confirmados por una vecina famosa. En el mismo edificio – más precisamente en el departamento contiguo – vivían por entonces el ex campeón mundial de boxeo Uby Sacco y Patricia, su mujer, que no dudó en prestar testimonio.

-Nunca la oímos gritar ni pedir ayuda, pero el tipo que vivía con ella era un depravado que gozaba torturándola. Después nos enteramos de que era el asesino serial Arrastía y que esa chica le contó a un policía que él le decía que le iba a hacer lo mismo que a las mujeres que había matado. A mí nunca me hizo nada, quizás porque yo no era una presa fácil, mi pareja había sido uno de los mejores boxeadores del mundo. Mató a varias chicas, una en un hotel llamado Los Galgos. Otra víctima en el hotel de la calle Salta, a la vuelta del Club Atlético Mar del Plata, adonde también iba Uby. De la cara de asqueroso degenerado que tenía no me olvido más. Usaba bigote y vestía con elegancia. De la chica del hotel lo único que sé es que se salvó – contó tiempo después.

El recuerdo de Uby

Para el momento en que Arrastía fue detenido, Uby Sacco tenía sus propios problemas con la Justicia. Lo detuvieron casi al mismo tiempo que al asesino y violador, en su caso por venta de cocaína.

Así como habían sido vecinos de departamento, lo fueron también de celda, porque en la Brigada de Investigaciones de Mar del Plata los pusieron en la misma.

De ese episodio, Sacco recordaría después que Arrastía estaba preocupado porque iba a ser llevado a una rueda de reconocimiento.

-Me pidió una hojita de afeitar porque quería sacarse los bigotes para que no lo reconocieran. Yo no se la presté – relató.

Meses después volverían a encontrarse en la cárcel de Batán.

-Me decía a cada rato: “Yo no maté a nadie, es todo verso”. Nunca le creí – contaría después el ex campeón.

Juicio y condena

Aunque la fiscalía intentó conectara Arrastía con los cinco crímenes cometidos con el mismo modus operandi, sólo pudo probar su autoría en dos: el de Ana María Palomino y el de Margarita Inés López.

En 1989, la Cámara Federal de Mar del Plata lo condenó a una pena de 25 años de prisión por “homicidio simple”.

Las pericias realizadas para el juicio lo definían como proveniente de un hogar difícil, con un padre violento y una madre sobreprotectora. Lo encasillaron en una categoría que suena muy poco científica: “un psicópata desalmado”.

Cumplió la primera parte de su condena en la Cárcel de Batán, en la misma ciudad donde había cometido sus crímenes. Desde allí escribió una carta en la que proclamaba su inocencia. “Fui víctima de la perversidad y amoralidad de la Justicia. No maté a nadie. el asesino está libre y han condenado a un hombre inocente”, decía.

En Batán también trabó relación con Rubén de la Torre, que había caído preso por integrar “la banda de las corbatas”, un grupo de ladrones que robaba fábricas y bancos vestidos de traje.

-A Arrastía lo conocí en Batán, siempre dijo que era inocente, que era una cama que le habían hecho. Le adjudicó los asesinatos a la policía, en complicidad con su ex mujer. En su momento le creí, porque parecía que hablaba con la verdad. Era un caballero – lo recordó en un reportaje el ladrón que se haría famoso por ser uno de los autores del llamado “robo del siglo”, cuando su banda se llevó, sin usar armas, 19 millones de dólares del Banco Río de Acasusso.

Asesino con admiradoras

Los informes penitenciarios hablan de un preso tranquilo, que evitaba los conflictos. Calificaban su conducta como “ejemplar 10”. Además de cumplir con los trabajos que le asignaban, Arrastía pasaba el tiempo recibiendo cartas y contestándolas. Tenía muchas admiradoras.

El criminólogo Raúl Torre, que estudió su caso, le dijo al periodista Rodolfo Palacios: “Tal como ocurrió con asesinos seriales de la talla de Ted Bundy, que tenía un club de fans, Arrastía tuvo seguidoras, pese a que mató a cinco mujeres”.

Las siguió teniendo cuando lo trasladaron a la Unidad 12 de Baradero y terminó casándose el 16 de febrero de 2000 con una de ellas.

-Me quería casar el 14, por el Día de los Enamorados, pero no pudo ser – explicó después de la ceremonia realizada en la cárcel.

Había estado a punto de salir en libertad unos años antes. El 31 de agosto de 1995 había obtenido una apelación a favor y casi consiguió la excarcelación.

Sin embargo, casi un mes después, la Suprema Corte de Justicia frenó el fallo. “Es insuficiente el recurso extraordinario de inaplicabilidad de la ley en el que se impugna la forma en que la Cámara tuvo por acreditada la autoría responsable del acusado”, señalaron los jueces.

En 2003 logró finalmente que le dieran salidas transitorias, primero para visitar a su mujer – con la que ya tenía tres hijos – y luego para trabajar.

Tuvo empleo como vendedor de boletos en una compañía de ómnibus de larga distancia y después se dedicó a fabricar ropa. Luego se le perdió el rastro.

Si sigue vivo, Celso Luis Arrastía, el único violador y asesino serial de la historia criminal de Mar del Plata, tiene hoy 71 años.

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