El criminal de guerra croata Ante Pavelic – acusado de la muerte de centenares de miles de personas durante la Segunda Guerra – logró refugiarse en 1947 en la Argentina, donde formó un “gobierno en el exilio” y armó una red terrorista internacional. Él y sus cómplices fueron protegidos por el gobierno de Juan Domingo Perón y, curiosamente, también por la llamada “Revolución Libertadora”.
Después de la derrota de los países del Eje en la Segunda Guerra Mundial sólo hubo un gobierno nazi en el exilio. Estaba formado por criminales de guerra croatas y se instaló en Buenos Aires.
Se autodenomínó “Nezavisna Država Hrvatska” (Estado Independiente Croata) y fue presidido por Ante Pavelic -el “Poglavnik” (Jefe o Caudillo), como le decían sus seguidores -, quien fuera el dictador en Croacia y Bosnia Herzegovina desde abril de 1941 a mayo de 1945, bajo la protección de Hitler y Mussolini. A su llegada a la Argentina. Pavelic tenía orden de captura internacional por los crímenes cometidos durante la guerra, entre ellos la ejecución de centenares de miles de personas en campos de concentración.
Los líderes de la dictadura croata habían tenido, en general, mucha más suerte que sus pares de los países del eje o las naciones ocupadas por los nazis y conducidas por gobiernos cómplices. La mayoría de ellos pudo escapar luego de la derrota y salir de Europa, casi siempre hacia América Latina.
Un “gobierno” de criminales de guerra
Por eso, el “gobierno croata” instalado en el exilio argentino tenía una composición muy parecida al que había manejado a sangre y fuego esa región de los Balcanes durante la guerra. A Pavelic lo secundaba otro criminal de guerra, Vjekoslav Vrancic, y en los lugares clave se encontraban el ex jefe de la Fuerza Aérea, Vladimir Kratch; el de la policía secreta, Gorg Vrantich; el ex comandante del ejército, general Josip Tomlianovich; y el ex jefe de la policía del Estado, Radomil Vergovitch.
En la lista de los llegados a la capital argentina también resaltaban Dinko Sakic y Anton Elez, jefes del campo de concentración y exterminio de Janosevac, que cumplieron un papel central en la fuga de Pavelic.
En Buenos Aires encontraron el apoyo estratégico de una entidad que se llamó “Agrupación Croata del Movimiento Peronista para los Extranjeros”, dirigida por Nedim Salvegovic, Nikola Perik, Marijan Gudel, Edo Bulat, Josih Subasic y Ratimir Gadja.
Lejos de lo que ocurre con otros “gobiernos en el exilio”, Pavelic y sus hombres no se limitaron a convertirse en un sello simbólico enfrentado a la recién creada Yugoslavia del Mariscal Josip Broz, “Tito”, sino que crearon una organización terrorista internacional que perpetró atentados en los Estados Unidos y varios países europeos.
La huida de Pavelic
Cuando el 9 de mayo de 1945 los partisanos de Tito y el Ejército Rojo liberaron Yugoslavia, la mayoría de los líderes del gobierno nazi títere encabezado por Ante Pavelic logró huir, con la ayuda de la cúpula de la Iglesia Católica croata.
Pavelic se ocultó primero en algún lugar de Austria y más tarde en Roma donde, según documentos desclasificados de la inteligencia estadounidense, llegó disfrazado de monje y con pasaporte español. Contó con la protección del entonces secretario de Estado Vaticano Giovanni Batista Montini – quien luego se convertiría en el Papa Paulo VI. Pavelic consiguió refugio en el Colegio San Girolamo. Los aliados sabían de su presencia en Italia, pero desistieron de detenerlo.
“A diferencia del resto de los dictadores fascistas, Ante Pavelic escapó ileso e impune junto a la mayoría de sus ministros y su tropa compuesta por miles de especialistas en masacrar enemigos. Lo lograron gracias a la complicidad de los servicios de inteligencia occidentales que creyeron ver en ellos un útil instrumento para la lucha contra el comunismo”, relata el historiador Ignacio Montes de Oca, autor de “Ustashas: El ejército nazi de Perón y el Vaticano”.
La Ustasha surgió en 1929 como una organización terrorista croata bajo el liderazgo de Ante Pavelic. De ideología racista y ultranacionalista, se alineó rápidamente con el nazismo alemán y al fascismo italiano. Los ustashas levantaban la bandera de una supuesta superioridad racial del pueblo croata, al que consideraban germano. Con el apoyo de Hitler, Pavelic llegó al poder en 1941, cuando instaló un gobierno títere y terrorista que se prolongó hasta la caída del Eje.
Refugio en Buenos Aires
A fines de 1947, Pavelic se embarcó en Génova en el vapor Sestriere con destino a Buenos Aires, junto con una treintena de criminales de guerra croatas. Llegó a la Argentina con el pasaporte del la Cruz Roja Internacional número 74.369 que lo identificaba como Aranjos Pal.
Su primer domicilio fue en Aviador Mermoz 643, en El Palomar, en una vivienda social que le facilitó el gobierno de Juan Domingo Perón. Viajaba seguido al centro de Buenos Aires, donde se reunía con otros miembros del “gobierno en el exilio”. Lo custodiaba permanentemente el ex jefe del campo de concentración de Janosevac, Dinko Sakic, siempre armado y vestido con ropas de corte militar.
Según Montes de Oca, desde la capital argentina “Pavelic reorganizó a los ustashas dispersos por el mundo. Además de la comunidad argentina, existían importantes cantidades de exiliados en Estados Unidos, en varios países de Europa occidental y Australia. Esa fue la base para organizar la red terrorista. Con el dinero que enviaba Pavelic desde Buenos Aires, comenzó el reclutamiento de ustashas dispuestos a seguir el combate contra el gobierno yugoslavo de Tito, que para ese momento ejercía el control sobre el territorio croata”.
La base más importante se instaló en Valencia, España, con protección de la dictadura franquista y la fachada de una imprenta. La dirigía Vjekoslav Luburic, ex jefe de la guardia personal de Poglavnik.
Protegido de Perón y de Aramburu
Contra lo que se repite como un hecho único, en la Argentina, Ante Pavelic no tuvo solamente la protección de Juan Domingo Perón, sino que su cobertura estatal se prolongó más allá del derrocamiento del gobierno peronista. Algo que se repitió con varios ex SS alemanes que, incluso, tenían acceso directo al ferviente antiperonista general Juan Quaranta, puesto al frente del servicio de inteligencia (SIDE) por Pedro Eugenio Aramburu. Es decir, los criminales de guerra del Eje contaron con protección de unos y otros, de peronistas y antiperonistas.
Los gobiernos argentinos negaron dos veces la extradición de Pavelic. La primera vez fue durante el gobierno de Perón, el 24 de mayo de 1951, cuando Yugoslavia lo reclamó calificándolo como “el principal criminal de guerra de la última contienda bélica”. La respuesta de la cancillería argentina fue que no había ningún Ante Pavelic viviendo en el territorio nacional.
La segunda vez fue en 1957, esta vez con Aramburu usurpando el Ejecutivo. Nuevamente se volvió a negar su presencia en el país.
Sin embargo, la protección diplomática y judicial de los gobiernos argentinos no fue suficiente para que la estadía de Pavelic en fuera apacible. En abril de 1957, cuando llegaba a su casa en el Palomar, fue víctima de un atentado a balazos al que sobrevivió, pero que le dejó secuelas permanentes.
“Entró de pie a la casa y dijo: ‘Me han dado’”, relató su hija Vinsja.
La versión más difundida asegura que fue obra de los servicios secretos yugoslavos (del gobierno del mariscal Tito), pero Vinsja sostuvo hasta su muerte que los autores del atentado contra su padre eran croatas que querían eliminarlo para hacerse cargo del gobierno en el exilio.
“Los serbios lo querían vivo, para juzgarlo”, decía para justificar su versión.
Más allá de quiénes fueran los autores, el hecho tuvo una fuerte repercusión mediática que hizo imposible negar la presencia de Pavelic en la Argentina. La llegada de Arturo Frondizi al gobierno hizo aún más precaria su situación y lo obligó a buscar un nuevo destino: España.
La única condición que le impuso la dictadura de Franco a Pavelic para darle refugio fue que no se mostrara más de lo necesario. El canciller español, Fernando María Castiella, se lo pidió así al cura croata encargado de la gestión:
-Pídales una sola cosa, padre: discreción – fueron las piadosas palabras del jefe de la diplomacia franquista.
Ante Pavelic nunca se recuperó totalmente de las heridas del atentado. Murió en el Hospital Alemán de Madrid el 28 de diciembre de 1959.
La red terrorista ustasha
Para la fecha de la muerte de Pavelic, la red terrorista ustasha creada desde el “gobierno en el exilio” de Buenos Aires llevaba una década funcionando.
En su haber se contaban asesinatos, atentados con explosivos, secuestros de aviones, infiltraciones en territorio yugoslavo para volar vías férreas. Los ustashas se habían transformado en un problema grave para la seguridad de los países europeos e, incluso, los Estados Unidos.
“Tampoco la muerte de Pavelic en diciembre de 1959 y la de Luburic en abril de 1969 frenó las operaciones de la red croata. Los ustashas iban a engrosar su prontuario con decenas de ataques terroristas: el derribo o secuestro de al menos cuatro aviones, la colocación de bombas en embajadas o empresas yugoslavas en varias ciudades europeas, una brutal campaña de asesinatos de croatas exiliados que se negaban a aportar dinero para la causa y, por supuesto, la muerte de decenas de funcionarios yugoslavos dentro y fuera de Croacia. Hacia 1970, las células ustashas funcionaban de manera autónoma y suponían un grave problema para los servicios de seguridad de los países en donde operaban”, sostiene Montes de Oca.
Los ustashas en la Argentina
La partida de Pavelic hacia Madrid en 1958 no significó el funcionamiento de la red de la ultraderecha croata en la Argentina. Muchos de los criminales de guerra que habían llegado con el “Poglavnik” siguieron en el país y otros se radicaron en Paraguay.
Tres de ellos quedaron expuestos en 2001, en el marco de la causa del tráfico ilegal de armas a Croacia durante el gobierno de Carlos Menem. El antiguo guardaespaldas de Pavelic, Dinko Salik y otros dos criminales de guerra, Ivo Rojnica, Domagog Antonio Petric quedaron implicados en la causa que llevaba el recientemente fallecido juez Jorge Urso.
Unos años antes, en 1993, se había descubierto que Petric organizaba desde la Argentina grupos de mercenarios que eran enviados a combatir en la ex Yugoslavia. Entre ellos había ex carapintada, como Alejandro Patrón, Rodolfo Barrios y Fernando Delucci. Cuando la maniobra – que tenía base en la embajada croata -, 329 de ellos ya estaban en Croacia y 34 habían muerto en combate.
Milo de Bogetich, Perón e Isabel
Sin embargo, el más famoso de todos los ustashas croatas relacionado con la Argentina fue Milo de Bogetich, identificado gracias a una de las más célebres fotografías de la vuelta de Perón al país el 17 de noviembre de 1972. Allí se lo puede ver detrás del ex presidente y del secretario general de la CGT, José Ignacio Rucci, que le sostiene en paraguas.
Milo de Bogetich era en realidad Mile Ravlic, y fue custodio personal de Perón en su exilio madrileño. En la Argentina siguió formando parte del círculo más cercano a Perón. Según la investigación de Ignacio Montes de Oca, fue uno de los organizadores de la Alianza Anticomunista Argentina, o Triple A, durante el tercer gobierno del ex presidente.
Luego de la muerte del líder del Justicialismo, Ravlic siguió formando parte del entorno de su viuda, María Estela Martínez, y de José López Rega.
La última noticia que se tuvo de él data de 1983, cuando algunos dirigentes peronistas pugnaban para ser recibidos por Isabel Perón en su exilio español y buscar el apoyo de la viuda de Perón de cara a las elecciones de ese año.
En una crónica publicada por el diario español El País sobre el asunto, donde se describe a quienes rodeaban a la ex presidenta, el periodista Ismael Fuente Lafuente hizo del viejo ustasha un retrato poco feliz:
“Entre ellos (están), y especialmente, el doctor Francisco José Flores Tascón, su médico particular – también lo fue largos años del general Juan Domingo Perón – y el coronel Milo de Bogetich, un refugiado croata que hace las veces de secretario y a quien, en palabras de otro de los allegados, ‘se le echa la culpa de todo lo que sale mal’”.
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