La médica Cecilia Giubileo se presentó a su guardia en la Colonia Open Door, cerca de Luján, la noche del 16 de junio de 1985. Firmó un certificado de defunción, atendió a dos pacientes y se fue a dormir. Al día siguiente no estaba y nadie la había visto salir. Más de 35 años después, su suerte sigue siendo un misterio.
Tres fueron las últimas personas en ver a la médica Cecilia Giubileo poco después de la medianoche del domingo 16 de junio de 1985, antes de que desapareciera de la Colonia Open Door, dejando como único rastro un par de zapatos en el dormitorio de la Casa Médica y su Renault 6 blanco estacionado en el predio del hospital. Vestía un jogging azul, con vivos claros, campera celeste y zapatillas blancas. Nunca más se la volvió a ver.
Miguel el “Loco” Cano, uno de los internados en la colonia, la acompañó los 500 metros que separaban el Pabellón 7 -donde había ido a atender a otro paciente- de la Casa Médica. En el trayecto se cruzaron primero con el enfermero Novello y después con la supervisora Nélida Onjuez.
-Alguna novedad, doctora – le preguntó el enfermero.
-Vengo del Pabellón 7, atendí una urticaria gigante – respondió la médica.
Poco antes de llegar a la Casa Médica, la detuvo la supervisora. En este caso, el diálogo fue ríspido:
-Cuando vaya a un pabellón me lo comunica a mí enseguida. No se corte sola. Usted me lo tiene que comunicar de inmediato. Por esta vez no la voy a apercibir… – empezó a reclamarle Onjuez.
-Eso es injusto – la cortó Giubileo – Tenía que atender a un paciente, no puedo andar buscándola a usted para avisarle.
-Por favor, Giubileo, ocúpese de sus deberes como corresponde – insistió la supervisora.
-Me ocupo mucho más que usted – le retrucó la médica y siguió de largo.
Al llegar al edificio se despidió del “Loco” Cano, que había asistido mudo a los dos encuentros.
-Andá tranquilo, yo voy a descansar un rato – le dijo.
La desaparición
Hasta entonces no había sido una noche tranquila en Hospital Interzonal Especializado Neuropsiquiátrico Colonia Dr. Domingo Cabred, también conocido como Open Door.
Cecilia Giubileo había firmado su entrada a la guardia a las 21.38 y desde entonces había firmado el certificado de defunción de una paciente de 23 años llamada Patricia Villalba, había revisado y medicado a otra interna con un cuadro febril preocupante, y después a otro paciente brotado al que, en realidad, debería haber sido atendido por otro profesional.
Era una noche atípica. Una médica que debió haber permanecido de guardia se fue horas antes de terminar su turno y los otros dos médicos que debían compartir la guardia nocturna con ella no se habían presentado a trabajar. Como si eso fuera poco, la colonia había quedado incomunicada del exterior: hacía horas que no funcionaba el conmutador telefónico.
Sin embargo, cuando todo indicaba que Giubileo no podría pegar un ojo en toda la noche, sus servicios no volvieron a ser requeridos. De pronto, Open Door se había vuelto un lugar tranquilo.
Recién a las 8 de la mañana del lunes, un empleado golpeó la puerta de su dormitorio, sin recibir respuesta. Cuando entró encontró la cama tendida y un par de zapatos marrones con puntera beige. No había señales de la médica ni de sus otras pertenencias.
Con el correr de los días – y de los años – la desaparición de Cecilia Giubileo se transformaría en uno de los casos más enigmáticos de la historia criminal argentina, con pistas que apuntaron al secuestro por parte de una organización dedicada al tráfico de órganos, a un pasado político nunca comprobado, a una inexplicable fuga al exterior para incorporarse a una secta y al final trágico de una relación amorosa con una enfermera de la Colonia.
Ninguna de ellas llevó a la resolución del caso. Cecilia Giubileo no volvió a aparecer, ni viva ni muerta.
La doctora Giubileo
Cecilia Enriqueta Giubileo nació en el pueblo de General Pinto, provincia de Buenos Aires, en 1946. Hija de una familia acomodada, vivió su infancia y adolescencia en esa localidad, junto a sus padres y sus tres hermanos. A mediados de la década de los ’60 se fue a vivir sola a Córdoba, donde empezó a estudiar Medicina en la Universidad Nacional de esa ciudad.
Al mismo tiempo se incorporó a la Juventud Católica Argentina y empezó a militar en el ámbito estudiantil. El Cordobazo la encontró en las movilizaciones y la lucha en las calles. Por entonces conoció a Pablo Chabrol, un músico cordobés, con el que se casó en 1972. Aunque Cecilia no había terminado la carrera, la pareja decidió viajar a España y se radicó en Gijón, donde Pablo intentó probar suerte como músico. Se separaron a los pocos meses y Giubileo, por entonces de 27 años, volvió a la Argentina, retomó sus estudios y se recibió de médica en 1973.
Su primer trabajo fue en una clínica de la Unión Obrera Metalúrgica, en Campana, pero poco después se postuló y consiguió un cargo en el Hospital Interzonal Colonia Dr. Domingo Cabred, en la pequeña localidad bonaerense de Torres, cercana a Luján.
En el momento de su desaparición vivía sola en una casa alquilada en la calle Humberto I en Luján y tenía un consultorio particular en Torres. Su tiempo lo dividía entre la consulta médica y las guardias en la Colonia Open Door, de pacientes psiquiátricos.
Demoras y pistas borradas
En lugar de denunciar la inexplicable desaparición de su médica de guardia, las autoridades del hospital iniciaron un sumario interno acusando a Cecilia Giubileo de “abandono de trabajo”. Ni se molestaron en tratar de contactarla por teléfono o de enviar alguien a su casa.
Recién el 19 de junio, su amiga Beatriz Ehlinger – también empleada de la Colonia – y su marido, Julián Sequeira, se presentaron en la comisaría para hacer la denuncia por averiguación de paradero.
Esas 48 horas sin que nadie la buscara fueron decisivas a la hora de investigar qué había pasado.
Para entonces, las autoridades de la colonia, dirigida por el psiquiatra Florencio Elías Sánchez, habían ordenado remodelar la habitación donde debería haber pasado la noche Giubileo. Un grupo de albañiles trabajó rápidamente y cuando los peritos de la policía buscaron rastros en el lugar estaba pintada a nuevo y los muebles habían sido retirados o cambiados de lugar. Cualquier posible evidencia – desde huellas digitales hasta indicios de violencia – había sido definitivamente borrada.
La policía tampoco pudo revisar el registro de entradas y salidas del personal de la colonia. Cuando consultaron el libro, la hoja correspondiente al lunes 16 había sido arrancada. El Renault 6 blanco de Giubileo seguía en el mismo lugar que ella lo había dejado, pero con un cambio enigmático: la médica había llenado el tanque de nafta en Luján, antes de ir a trabajar, por lo cual debió haber estado casi lleno. Sin embargo, estaba completamente vacío.
¿Los “locos” dicen la verdad?
La causa quedó a cargo del Juzgado Penal Nº2 de Mercedes, desde donde se inició la investigación por la desaparición de Giubileo. De los interrogatorios al personal nada se obtuvo: nadie la había visto después de las 0.15 del 17 de junio, cuando entró a la Casa Médica; nadie tampoco la vio irse de la Colonia.
Las únicas posibles pistas las brindaron dos pacientes psiquiátricos. Miguel Cano, el interno que había acompañado a la médica desde el Pabellón 7 hasta la Casa Médica, dijo que poco después de despedirse de Giubileo, cuando caminaba hacia su pabellón para ir a acostarse, vio entrar dos vehículos oscuros y dirigirse hacia el alojamiento de los médicos.
La presencia de uno de ellos tenía una explicación lógica: era el furgón funerario que venía a buscar el cadáver de la interna fallecida esa misma noche, Patricia Villaba, cuyo certificado de defunción había firmado Giubileo un rato antes. Sobre el otro vehículo, ni en la funeraria ni en la colonia supieron decir nada.
El otro testimonio lo brindó una interna que días después de la desaparición de Giubileo fue encontrada desnuda en una casilla rural de las inmediaciones. La mujer había sido violada y hablaba incoherencias, pero en su relato dijo que había visto “a la doctora” atada y golpeada en ese mismo lugar. Las pesquisas forenses no dieron ningún resultado.
El juzgado decidió no profundizar en esas pistas. Como se sabe, las declaraciones de los pacientes psiquiátricos son judicialmente inválidas.
Una casa violada y una cartera “aparecida”
Durante las semanas siguientes, la policía registró, con el auxilio de perros adiestrados, las 250 hectáreas del predio de la colonia. Se revisaron todos los pabellones, incluyendo dos que llevaban años clausurados. Se realizaron exhumaciones de cadáveres de internos en cuyas tumbas se sospechó que podría estar el cuerpo de Giubileo, todo sin obtener ningún resultado.
También llegó al juzgado un anónimo indicando que el cadáver de Giubileo estaba en una ciénaga del predio de Open Door. La pista no pudo comprobarse ni descartarse: no había fondos para la operación de drenado necesaria para buscar los restos.
“Si supuestamente la mataron en la colonia y querían ocultar su cuerpo, ése era el lugar ideal. Dijeron que no había fondos para el drenaje. Una barbaridad, como también es una barbaridad que exista una ciénaga en un lugar donde hay desplazamiento de gente, más aún en un instituto de salud mental”, diría años después Marcelo Parrilli, abogado de la familia Giubileo.
Mientras transcurría la infructuosa investigación, el departamento de Cecilia Giubileo en Luján – que estaba bajo custodia policial desde que se denunció su desaparición – apareció dado vuelta. Pese a la vigilancia, alguien había entrado y revisado todo. Otra cosa llamó la atención. Pese al desorden, no faltaba nada de lo que la policía había registrado en su primera pesquisa, pero sí había un elemento más: una cartera de Giubileo que, según algunos testimonios, la médica llevaba consigo cuando llegó a Open Door la noche de su desaparición.
Si la cartera “plantada” encerraba algún mensaje nadie lo pudo descifrar.
“Dejate de joder con la Colonia”
Dos de las amigas más cercanas de la médica desaparecida, Beatriz Ehlinger y la enfermera Mabel Tenca, declararon que Giubileo les había confiado que venía recibiendo amenazas telefónicas en su casa.
“Dejate de joder con la colonia o vas a ser boleta”, era la frase que se repetía en todas ellas.
Comenzó a circular entonces la versión de que Giubileo había sido secuestrada porque estaba a punto de denunciar una serie de delitos que se cometían en Open Door: desde el tráfico de órganos – fundamentalmente córneas -, hasta la venta de sangre extraída compulsivamente a los enfermos y la utilización de éstos – muchos de los cuales desaparecían inexplicablemente – como cobayos en la experimentación de medicamentos.
La versión hizo ver con otros ojos el entredicho que Giubileo había tenido con la supervisora Nélida Onjuez la noche de su desaparición. ¿Por qué una supervisora debía controlar los movimientos de una médica? ¿Para que no fuera a lugares donde ocurrían cosas que no debía ver?
Esas versiones no se pudieron comprobar, pero sí que la Colonia Open Door era por entonces un nido de corrupción, donde desaparecían fondos, se inflaban las compras y se revendían medicamentos.
Siete años después, la Colonia fue intervenida por el gobierno nacional y su director, Florencio Eliseo Sánchez – el mismo que había ordenado remodelar la Casa Médica al día siguiente de la desaparición de Giubileo – fue detenido y procesado por corrupción junto con parte de la plana mayor de Open Door.
¿Sería esto lo que estaba investigando Giubileo? Sánchez ya no puede responder a esa pregunta: murió en la cárcel en 1992, pocos meses después de ser detenido.
Una grabación misteriosa y nuevas versiones
En noviembre de 1985 – cinco meses de la desaparición – en la comisaría de Luján se recibió un sobre sin remitente que contenía un casete. Era una cinta de muy mala calidad donde alguien que decía ser Cecilia Giubileo pedía que no la buscaran más, que estaba bien y rodeada de amigos, haciendo un retiro espiritual en el exterior y que nunca volvería al país.
Los peritajes de la cinta no pudieron determinar si era auténtica o no, pero la noticia se filtró. Se decía que Giubileo estaba en Ecuador o en Colombia, que había sido captada por una secta, que se había ido de la Argentina sin avisar a nadie debido a un desengaño en una relación que mantenía con una compañera de trabajo.
Se dijo también por entonces que había sido secuestrada para cobrar un rescate, pero la familia nunca recibió un pedido y en el departamento de Giubileo encontraron 3.000 dólares guardados en un paquete de maicena.
Casi al mismo tiempo, una parapsicóloga aseguró que había “visto” el cadáver de la médica en un tanque que había en el predio de la Colonia. Los investigadores encontraron el cuerpo de un gato.
La pista de los cuñados desaparecidos
Entre las versiones que circulaban, una sostenía que la desaparición de Giubileo tenía motivaciones políticas y que había sido secuestrada porque estaba investigando si en la Colonia Open Door había funcionado un Centro Clandestino de Detención y Tortura durante la última dictadura.
Giubileo había militado políticamente mientras estudiaba en Córdoba, pero desde su vuelta al país tras la fracasada aventura española con su marido, no se le conocía ningún tipo de actividad.
Sin embargo, dos hermanos de su ex marido, Pablo Chabrol, estaban desaparecidos. Juan José, de 17 años, y Oscar Chabrol, de 19, habían sido detenidos la mañana del 18 de octubre de 1975 en un control policial en Córdoba, mientras realizaban el reparto de sándwiches que elaboraban.
Se decía que Cecilia Giubileo sospechaba que habían estado detenidos en Open Door y quería comprobarlo.
A menos de dos años de terminada la última dictadura, la posibilidad de que la hubieran secuestrado para frenar esa investigación no sonaba descabellada, menos aun cuando había recibido amenazas para que se dejara de “joder con la colonia”.
Causa prescripta
La investigación judicial por la desaparición de Cecilia Giubileo quedó empantanada desde un principio y más allá de los intentos por seguir las supuestas pistas que iban apareciendo nunca pudo avanzar.
La carátula de la causa – cuyo expediente llegó a reunir más de 700 fojas – se mantuvo invariable como “búsqueda de paradero” hasta que prescribió en el año 2000 y fue archivada definitivamente.
Lo que a más de 35 años de su desaparición sigue sin prescribir es el misterio nunca resuelto sobre su suerte.
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