Más de veinte ministerios, cantidad de organismos públicos, empresas estatales y así hasta contar 200. Todos derrochan vagones repletos de dólares pagando innecesariamente lo que imponen empresas extranjeras por licencias de software y otros. En épocas de vacas flacas y poca entrada de verdes, es más que prudente volver a discutir y proponer opciones alternativas.

Uno de los temas que más suelen discutirse –más en la actualidad- es “por dónde se van los dólares que necesitamos”. Se mencionan los insumos importados para la producción, el turismo, la deuda. Hay alusiones a puertos que carecen de balanzas, granos que se exportan en base a una declaración jurada. Se mencionan las fortunas instaladas en guaridas fiscales, no declaradas, evadiendo impuestos. Todo ello muy cierto y debería ser atendido.

Pero hay algo que no tiene o no ha tenido la suficiente difusión. Me quiero referir a esto con lo que Ud. está leyendo, o lo que usé para escribirlo: el software.

Hay dos maneras legítimas de usar las herramientas informáticas, que podemos resumir en “pagando” o “gratis”. No hablaremos de piratería, aunque el modelo que requiere de pago la fomenta, precisamente.

La opción “gratis” está cubierta de un manto de misterio y temor, sabiamente alimentado por quienes venden la opción “pagando”. Aunque es bien sabido que los virus informáticos afectan casi con exclusividad a los sistemas pagos (y así tenemos que comprar los antivirus, claro) se sigue creyendo que son peligrosos. O que están reservados para expertos. O que generan documentos que no se pueden usar con las variantes pagas. Todo verso. Quien desee informarse al respecto tiene material de sobra. Puede, por ejemplo, cargar en un pen drive una versión de Linux y probarla en una PC, sin modificar nada de lo que ya tiene ahí, pago o pirata.

Pero el objeto de este escrito no es hacer el elogio del software libre. Es hacer hincapié en un aspecto de la discusión que no parece tenerse en cuenta. El pago de licencias de software resulta, mayoritariamente, en drenaje de divisas. Las empresas tienen sus casas matrices en EEUU, facturan en dólares y los pagos terminan en entidades financieras estadounidenses.

Sin embargo, para casi todo el software que se utiliza habitualmente existen alternativas de código abierto y gratuitas, es decir, no pagan licencia. El remplazar el software propietario, sujeto al pago de licencias, por software abierto y gratuito, puede ahorrar divisas y generar una suerte de substitución de importaciones. En lugar de importar “derechos de propiedad intelectual”, se genera trabajo para empresas locales que brindan capacitación y soporte.

Habría que calcular el gasto anual que representan las licencias de software en la Administración Pública Nacional. Con esa cifra (o con esas cifras, si se consigue el detalle organismo por organismo) se puede avanzar en un plan de migración, calcular el ahorro, estimar la dimensión de la tarea, convencer a los que tienen que tomar las decisiones.

Los reemplazos posibles

A continuación, mencionamos productos, servicios o sistemas que se pueden reemplazar.

Servidores de correo electrónico.

El servicio de recepción y envío de correos electrónicos, con piezas adjuntas, enrolamiento de usuarios, listas de distribución y diversas facilidades es un componente estándar de cualquier organismo. Existen por lo menos tres opciones, dos de ellas son pagas, la tercera abierta y gratuita. Las dos primeras son:

-Las basadas en la web, que ofrecen el servicio completo en servidores ubicados en algún lugar del planeta no especificado (y que puede cambiar sin aviso previo) y tiene como ventajas no tener que ocuparse de mantener servidores, software ni personal.

-Las alternativas pagas que corren sobre servidores propios, o sobre servicios tercerizados y que no tienen ventajas aparentes.

Las opciones pagas generalmente cobran un monto por cada cuenta de correo. O sea, si tengo 500 cuentas, pago 500 licencias. Si tengo 10.000, pago por 10.000. Para un organismo público este esquema es problemático. Obliga a limitar las cuentas oficiales del organismo de acuerdo al presupuesto disponible.

Cabe recordar que las primeras versiones de servidores de correo electrónico fueron abiertas y gratuitas, y que se puede afirmar que, técnicamente, todas son herederas e inspiradas (para no decir copiadas) de aquellas. Actualmente las más difundidas son postfix y sendmail, y existen interfaces web muy difundidas, por ejemplo zimbra.

La migración de una solución paga a una solución gratuita es relativamente simple. No presenta dificultades técnicas mayores, entre otras cosas porque un correo electrónico es un texto plano con un formato particular que es un estándard. Es decir, lo datos propiamente dichos son independientes del servidor que los utilice.

 Motores de bases de datos.

Muchos de los sistemas que se utilizan en todos los organismos se basan en un modelo tecnológico consagrado, con una arquitectura en tres capas:

-Un motor de base de datos, donde se administran los datos con los que se trabaja

-Un servidor de páginas web, que presenta los datos a las y los usuarias y usuarios

-Un navegador, que es lo que “ve” quien usa la aplicación, para cargar, editar y ver los datos

El formato en el que se guardan los datos es propio de cada motor. Es decir que el cambio de un motor A por un motor B no es tarea sencilla ni mucho menos inmediata. Requiere de un proceso, llamado “migración”, por el que se transfieren los datos desde un motor hacia el otro. A pesar de este inconveniente la operación puede delegarse en empresas locales y el costo de la final suele resultar menor que el costo de dos años de licencias.

Sistemas operativos.

Los sistemas operativos permiten el acceso a la PC, presentan un escritorio con íconos que llevan a las aplicaciones y/o sistemas que usamos corrientemente, aseguran la interface entre seres humanos y sistemas.

El sistema operativo instalado en el 90% de las computadoras de escritorio es Windows. Su reemplazo por Linux y alguno de los modelos de escritorio tales como KDE, GNome u otros es trivial. Y no se nota la diferencia.

El escollo para hacerlo es, simplemente, el rechazo que se comprueba en las y los usuarios. Ya sea por miedo a lo desconocido (aunque una vez en el escritorio las diferencias son imperceptibles), desconocimiento, costumbre…

Un problema que se suele mencionar es que muchas aplicaciones se desarrollaron bajo el entorno Windows o inclusive MS/DOS y por lo tanto no se pueden usar bajo otro sistema operativo. Esto no es cierto. Existen “cajas de compatibilidad” que permiten usar esos programas en la mayoría de los casos. Y en los que no se verifica de manera simple, se puede destinar parte del costo de las licencias a pagar un equipo que encuentre la solución.

Capítulo aparte merecen los servidores que NO se ven. Los que soportan el servicio de correo electrónico, las bases de datos, las páginas web, las aplicaciones de uso corriente. Claro que también tienen su sistema operativo, que puede ser con pago o libre. Aquí no corre el usuario que protesta porque le cambiaron los dibujitos de la pantalla, o la usuaria que reclama capacitación porque no reconoce más el ícono de la planilla de cálculo. Acá se trata de personal altamente capacitado. Lo único que puede justificar el uso de software pago es que se necesite para usar algún servicio que no tiene equivalente en el mundo libre. Los habituales (correo electrónico, páginas web, archivos e impresoras compartidas, base de datos) pueden reemplazarse sin mayores problemas.

Teleconferencias.

Durante la pandemia los servicios de teleconferencia se tornaron una herramienta de trabajo –y de encuentros afectivos- indispensable. Y aquí también aparecen las alternativas pagas y las gratuitas. La más célebre de todas, Zoom, permitía mantener una comunicación gratuita durante 40 minutos. Y después, si querés otro tenés que pagar. Algo similar sucede con otras alternativas, como ser Teams o Webex. Pero existe una, por lo menos, abierta y gratuita. Claro, poca gente la conoce. Se llama “jitsi”, y viene en dos sabores. Se puede usar desde el sitio de sus creadores, generando una sala e invitando otras personas a participar. O se puede bajar una copia e INSTALARLA en una plataforma propia.

Eso hizo ARSAT, eso hizo el Ministerio de Cultura. Tener el producto en casa permite brindar un mucho mejor servicio, adaptarlo a las necesidades propias, analizarlo, mejorarlo. Y ahorrar divisas.

Claro que hay que luchar contra el efecto “Nike contra Pampero”. O sea, en algunos casos parece que es “prestigioso” usar Zoom, y proponer un cuchuflito que no conoce nadie queda feo. Aunque cueste, que para algo soy Ministro y tengo presupuesto, qué tanto.

Servidores de páginas web.

Todas las organizaciones tienen su página web. Y muchísimas aplicaciones y servicios se acceden mediante un navegador. Esto quiere decir que el servicio que permite que los navegadores soliciten información y la entreguen, con todo lo que ello implica (conexiones de red, estructura de datos en formato adecuado, controles de seguridad, cifrado de datos que viajan por la red y demás), sea una herramienta muy común.

Existen por lo menos dos servicios ampliamente difundidos. El más común y el de mayor difusión es de código abierto y gratuito, a saber, Apache. El otro es licenciado y se adquiere como complemento de un sistema operativo propietario. No hay razones técnicas para preferir uno al otro. Las prestaciones son comparables.

Servidores de archivos e impresoras compartidas.

Uno de los servicios habituales consiste en permitir usar recursos compartidos en una red, tales como impresoras o espacio de almacenamiento, mediante un software especial. Existen alternativas de software abierto para poder ofrecer esos servicios. La implementación no es inmediata, ya que según los casos pueden aparecer necesidades específicas que requieren de conocimientos ídem. Pero el ahorro puede ser considerable.

Ofimática.

Es tal vez el rubro en el que más licencias se paga. Aunque ya hace más de 20 años que existen alternativas compatibles, gratuitas, libres y confiables. Tratamiento de texto, planilla de cálculo, composición de filminas, “cliente” de correo electrónico (eso que se usa para redactar, enviar y leer los mails, y que no es un navegador), programas para ver fotos, escuchar música, mirar videos, TODO existe, gratis, libre, confiable.

Es sabido que, en algunos casos, los documentos no son 100% compatibles. Al editar usando software abierto un documento generado con uno de los programas propietarios puede suceder que se pierda algo de formateado o presentación. Pero estos problemas se pueden resolver con relativa facilidad. Y siempre es conveniente mantener algunas licencias por las dudas, para poder editar, si fuera necesario, con las versiones licenciadas. Para el 90% de los casos no hay necesidad de pagar.

Centrales telefónicas.

Un tema complejo, y que requiere de afilar el lápiz.

Las centrales telefónicas tradicionales son extremadamente cerradas. En muchos casos la compra de una central de marca implica tener que comprar todos los puestos terminales, es decir, los aparatos de teléfono, de la misma marca. Inclusive usando tecnología IP.

Existe un sistema llamado “asterisk” que convierte a cualquier PC o servidor en una central telefónica IP a costo cero. Y con todas las prestaciones. El costo de este tipo de soluciones se concentra en los aparatos telefónicos, que tienen que soportar la norma SIP de comunicaciones y en la necesidad de tener una red de datos adecuada. Los aparatos telefónicos, en este caso, se pueden licitar, ya que hay varios proveedores en condiciones de ofertarlos.

La adecuación de la red de datos es un tema complejo, que se debe analizar en cada caso. Para encarar una migración de telefonía propietaria a telefonía abierta se cuenta con varias empresas locales que están ampliamente capacitadas para asistir, en forma de consultoría, soporte, capacitación.

Sistemas de gestión propietarios (ERP, CRM, seguimiento de incidentes).

Muchas grandes empresas y organismos han instalado sistemas que asisten en la gestión administrativa, financiera, de recursos humanos, entre otras cosas. Los sistemas suelen tener requerimientos específicos que implican, por ejemplo, licencias de motores de base de datos propietarios, exigencia de “subir los datos a una nube”, costos de consultoría para adaptar el sistema a las particularidades de la empresa (suele terminar siendo el organismo el que se adapta al sistema que se compró). En algunos casos la compra está justificada al no existir alternativa de software abierto posible. De todas maneras hay que destacar que existen, para la Administración Pública Nacional, varias alternativas mantenidas por el Sistema de Información Universitario, que en muchos casos pueden cubrir las necesidades.

Sistemas propios basados en tecnología propietaria.

Hay por lo menos dos sistemas que se usan en la Administración Pública Nacional, el Sistema Integrado de Información Financiera (e-SIDIF) y el área de Gestión Documental Electrónica (GDE), y son fundamentales para asegurar el funcionamiento del Estado. La tarea es titánica, pero habría que calcular el ahorro que se podría generar si se lograse hacer funcionar a las dos en entornos de software abierto.

En el caso de GDE hay avances, dado que se trata de una aplicación a la que se accede mediante un navegador web. Por lo tanto, se puede usar sin problemas desde una computadora de escritorio o portátil equipada con software abierto.

El e-SIDIF es mucho más complejo. Requiere un emulador que presenta un “escritorio remoto”, propietario, dentro del cual se ejecuta una aplicación, el SLU, hecha con software propietario. La adecuación a software abierto implica un proyecto complejo. En este caso se justifica hacer un cálculo económico preciso y detallado, evaluando costos y beneficios.

Qué descuento me puede hacer (todo esto)

Tratemos de calcular el gasto anual que representan las licencias de software en la Administración Pública Nacional. No hay un organismo que haya tomado a cargo la tarea. Se podría pedir a Jefatura de Gabinete que curse el pedido a todos los ministerios. Se puede pedir a otros organismos tales como AFIP, ANSES, Aerolíneas Argentinas, YPF que brinden la información. Claro está que, si a nadie le preocupa la sangría de divisas, poco se hará al respecto.

Para hacer números redondos vamos a estimar una cantidad de puestos de trabajo de 750.000. Como no todo el mundo necesita una computadora, digamos que se usan unas 500.000 computadoras de escritorio. Y en cada una de ellas hay un sistema operativo y el paquete de ofimática. Estimemos el costo en 120 U$A para el sistema y 150 U$A para el paquete de oficina.

Casi me olvidaba, el antivirus. Claro, como yo uso Linux, no lo necesito. Bueno, digamos que cada copia vale unos 10 U$A, en promedio.

O sea que cada PC, si usamos software con licencias pagas, cuesta unos 280 U$A, además del valor del fierro propiamente dicho (CPU con teclado, mouse y pantalla). El resultado es un costo de 140 palos verdes.

A los que hay que agregarle los servidores, las bases de datos, los servidores de correo electrónico, y variados etcéteras. Voy a hacer otra estimación grosera, basada en la cantidad de ministerios y organismos del Estado.

Hay 22 Ministerios, incluyendo a Presidencia y Jefatura de Gabinete. Voy a descontar al Ministerio de Cultura, que usa software abierto, y me quedan 21. A los que hay que sumarle los organismos que incluyen, por ejemplo, a YPF, Aerolíneas Argentinas, AFIP, Ferrocarriles Argentinos, Casa de Moneda, ANSES, ENRE, ENARGAS y sigue la lista. Digamos que en total hay que contar unas 200 entidades, entre ministerios y organismos.

Voy a suponer que cada una de esas entidades tiene, modestamente, 10 servidores, que dan servicios, valga la redundancia, de:

-Correo electrónico

-Sitio web institucional

-Recursos compartidos (almacenamiento e impresoras)

-Acceso a internet

-Bases de datos diversas y variadas

-Backups

El costo de la licencia para servidores es un poquito mayor que el de la licencia para PCs. Probablemente por el mismo motivo por el que el estacionamiento de una 4×4 es más caro que el de un Fitito. O sea, porque tenés mucha guita y podés pagarlo. Vamos a decir que cada licencia de servidor cuesta unos 1000 U$A. Modestamente entonces, para 2000 licencias estamos en dos palos verdes.

Dije que cada los servicios de correo electrónico se cobran por cada cuenta. Si tengo 500.000 personas, y no todas necesitan una cuenta oficial, pero hay cuentas “genéricas” (tipo ), vamos a redondear modestamente en 400.000 cuentas. A 10 U$A por cada cuenta, son otros cuatro palitos.

Digamos que cada organismo usa unas cinco bases de datos, siguiendo con la idea de ser modestos, y pongamos como precio modesto 3500 U$A por cada base. Otros 3,5 palos verdes, por algo que se consigue gratis y funciona exactamente igual.

Ya estamos en casi 10.000.000 de dólares.

Sumados a los de las PC de escritorio dan 150.000.000 U$S

Recorte acá también

También se puede contar el costo anual del “mantenimiento”, que nadie sabe explicar muy bien en qué consiste. Porque, seamos racionales, el software no tiene piezas que se gasten como un auto. No se gasta con el uso. Y cuando aparece un problema en serio el supuesto “soporte” que tendría que dar el proveedor termina siendo “hay que actualizar la versión” o “estará corregido en la próxima versión” o simplemente no existe. Con software abierto se puede licitar el servicio entre PYMES locales, que seguramente tienen mejor respuesta y la capacidad técnica para resolver los problemas.

Y por supuesto, los benditos antivirus, que, por supuesto, como son para servidores cuestan más caros.

Conste que los esquemas de precios son complicadísimos. Hay que tener en cuenta si se trata de la versión Pro o la versión Enterprise, o si los servidores tienen dos o cuatro núcleos, o si están en cluster, o si me puse medias turquesa o si hace calor en Mongolia. Podría escribir otra nota sobre lo complicado que es hacer una licitación para productos que vende un único proveedor, con un esquema de precios que recuerda a los manuales de dispositivos traducidos del chino por un programa de computadora, o sea, incomprensibles.

Mi intuición me dice que la cifra real es mucho mayor. Como escribí arriba, habría que pedirle a cada organismo que detalle sus costos de licencias de software, y empezar a determinar dónde se puede ahorrar rápidamente, y dónde hay que planificar algo más complejo.

En resumidas cuentas (difíciles de hacer)

Hay un drenaje constante de divisas en concepto de “licencias de software”, que no son otra cosa que humo y que se podría reducir considerablemente adoptando software abierto, libre y gratuito. Busqué información sobre el monto de ese gasto, pero no pude encontrarla. Sería un excelente punto de partida para armar proyectos de cambio cuyos resultados se puedan medir. Hay antecedentes que muestran que no es una idea de hippies, hackers o nerds. En el Ministerio de Cultura ya se ha hecho.

Pasarse al software abierto traería algunas ventajas, como ser ahorro de divisas, generación de empleos locales para dar soporte, capacitación y hacer las adecuaciones que sean necesarias, y generación de conocimiento en el país, dentro de esas mismas empresas.

Estamos viviendo un momento en el que tratamos de evitar hacer compras en el exterior para no tener que gastar los pocos dólares que tenemos. Sabemos que se puede evitar un gasto con poco esfuerzo, y que el hacerlo se traduce en una forma de substitución de importaciones: dejamos de comprar humo y generamos trabajo calificado en un rubro a la vez necesario y exportable. Basta con ponerse las pilas y bancarse las rabietas de los vendedores de humo.

Empezar con el Estado, averiguando en cada lugar cuánto se gasta y qué se puede ahorrar. Y después imaginar alguna forma de estímulo para las empresas que quieran prenderse. Porque a una PYME el costo de las licencias también le pesa.

¿Habrá decisión política?

 

*Martín Deira es matemático, dedicado a la informática. Fue Director de Sistemas en el Gobierno de la CABA y en el Ministerio de Cultura de la Nación, auditor informático en Jefatura de Gabinete y actualmente en el Ministerio de Economía.

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