¿Cederán los empresarios algún margen de rentabilidad en pos de un mayor volumen de ventas? ¿Alcanzará con que el salario le gane levemente a la inflación para impulsar la economía? Con el ojo puesto en la salud fiscal y un acuerdo con el FMI que pinta para largo, el Gobierno transita un año puente entre el paréntesis que impuso la pandemia y el proyecto original.
El desafío es enorme, mucho más en un año electoral. La recuperación de la economía será central para las chances del Frente de Todos, y también para el modelo económico y social que propone el gobierno. Atrapado en la triple pandemia de los precios, el salario y el Covid-19, el gobierno transita un año puente entre el paréntesis que impuso la pandemia y el proyecto original. Mucho de eso se reflejó en el discurso de Alberto Fernández en el Congreso.
El acuerdo con el FMI pinta para largo. Se perfila para después de las elecciones. No hay apuro, dijo AF. Si es así, ¿habrá algún pago? De concretarse, puede que surja de la cuota adicional que le correspondería al país por la ampliación de los Derechos Especiales de Giro que cocina el organismo. Janet Yellen dio el visto bueno a la iniciativa que impulsa Joseph Stiglitz, entre otros. Unos 3 mil 500 millones de dólares para la Argentina, según los cálculos que circulan. ¿El Club de París? El gobierno asegura que los 2 mil 400 millones que vencen en mayo se refinanciarán. Una apuesta a la sintonía presidencial con Ángela Merkel y Emmanuel Macron.
Por lo pronto, el aumento del precio de los commodities augura una buena perspectiva para las cuentas nacionales. Un mayor superávit. Se diría que no hay bien que por mal no venga. El modelo agroexportador seguirá sumando presión al precio de la canasta alimentaria. Un problema que el gobierno no consigue resolver. Los valores internacionales, sin embargo, deberían mejorar las reservas del BCRA y quitarle presión al mercado cambiario. La cuestión dependerá de varios factores. Los analizó Horacio Rovelli en Alternativas para salir de un modelo que nos condena.
Un dato más. Ilustra el equilibrio que intenta el Poder Ejecutivo. La proyectada nueva ley de hidrocarburos. Lo adelantó el Ceo de YPF, Sergio Affronti. Las petroleras que explotan Vaca Muerta podrán disponer libremente de una parte de las divisas que generan si exportan volúmenes incrementales. Un tema que íntimamente ligado a las tarifas de la energía, los subsidios y al ingreso de las familias.
Hasta aquí, un brevísimo punteo del frente externo. Una obsesión de Martín Guzmán. Se entiende. Su lectura acentúa que la restricción externa es una condición precedente al déficit fiscal. Señala que el persistente deterioro de la balanza de pagos obliga a un constante endeudamiento público para sostener el nivel de actividad. En palabras de Daniel Heyman, su ex profesor y actual asesor, “el país no genera recursos suficientes para llegar a un equilibrio distributivo”. Nadie cree que obtendrá en el futuro lo que no obtiene hoy. “De allí, la conducta predatoria: apropiarse de lo que existe porque en el futuro habrá menos de lo que hay”, resume el economista más escuchado por Guzmán.
¿Y por casa, cómo andamos?
Ni tirios ni troyanos salieron satisfechos de las primeras mesas para alinear precios y salarios. Los sindicatos, por el momento, se encolumnaron tras la idea oficial. El reclamo de las cámaras empresarias se conoce: rebaja de impuestos, libre mercado, ajuste fiscal y libertad para acceder al dólar oficial. Lo de siempre. Más interesante suena la discusión hacia el interior de la coalición gobernante. Quienes aportan una mirada crítica subrayan la brutal caída que registró el salario real desde fines de 2015. La situación obliga a la pregunta: ¿Un acuerdo de precios y salarios que impulse la remuneración promedio levemente por encima de la inflación resultará suficiente para impulsar la economía?
Suena poco probable con el Covid-19 de por medio y tras la destrucción social y productiva que provocó Cambiemos. Menos aún en un escenario caracterizado por una inflación, que si bien se desaceleró en 2020, se mantiene en niveles elevadísimos. La salida exportadora generadora de divisas, aunque deseable, parece poco probable en el corto plazo. La demanda interna explica casi 70 por ciento del PBI. Tampoco cabe esperar una avalancha de inversiones que mueva la rueda. Nada nuevo. La tradicional reticencia inversora del núcleo duro empresarial. Reticencia que, vale recordar, juega también como veto político.
El trabajo El descenso del salario real tras las dos pandemias, y sus asimetrías [2], elaborado por Pablo Manzanelli y Cecilia Garriga del Centro de Investigación y Formación de la CTA (Cifra) aporta elementos para el debate en torno a la coyuntura y el posible desempeño de la economía. Una cuestión clave de cara a las paritarias en curso y las ya cerradas. El informe, además, consolida certezas y abre interrogantes sobre la justicia social que implica una leve recomposición de los ingresos en el marco de los acuerdos que impulsa el gobierno.
El informe le pone números precisos a la brutal caída del salario real en el sector privado. Fue del 17 por ciento durante el gobierno de Cambiemos. Tras un leve repunte en el primer trimestre de 2020, el salario volvió a perder con la pandemia. Conclusión: promedió una baja del 15,4 por ciento entre fines de 2015 y fines del año pasado. La mitad de esos asalariados tuvieron caídas superiores al 19 por ciento. Lo malo, sin embargo, puede ser peor. “Para los trabajadores con más de cinco años de antigüedad – los que tuvieron continuidad en la relación laboral – la reducción promedio fue del 23,2 por ciento”. En el sector público, el salario real se desplomó un 29 por ciento en el mismo período.
El panorama es desolador y las asimetrías muy importantes. “De las 295 ramas en que se divide el nomenclador de actividades industriales, 152 experimentaron retrocesos por encima del 20 por ciento y, dentro de este universo, 50 registraron pérdidas superiores al 30 por ciento”, detallan Manzanelli y Garriga. Solo 21 ramas exhibieron un incremento del salario real entre septiembre de 2015 y mismo mes de 2020. De las restantes 274, el 76 por ciento tuvo caídas de entre un 15 y un 25 por ciento. “Es evidente que para todas ellas un acuerdo de precios y salarios que supere levemente la inflación será insuficiente”, subraya el informe.
Mal de muchos, ganancia de pocos
Manzaneli y Garriga destacan una dinámica central que suele perderse de vista. “El proceso inflacionario estuvo impulsado sustancialmente por los precios mayoristas. Los minoristas, si bien se expandieron significativamente, lo hicieron en un nivel inferior”. La dinámica incrementó los márgenes de ganancia de las empresas. El IPC (Indec) marcó un avance del 190 por ciento entre marzo de 2018 y fines de 2020 contra un 233 por ciento que subió el Índice de Precios Mayorista. Los formadores de precios salieron ganando. Los de siempre: Mastellone, Fargo, AGD, Danone, Molinos Cañuelas, Bunge, Molinos Río de la Plata, Unilever, P&G y Paladini, entre otros. Los mismos que señala la Secretaría de Comercio Interior por subutilizar su capacidad instalada y generar faltantes en las góndolas.
El motivo es sencillo. “Desde la perspectiva empresaria, la reducción de los costos salariales – medidos con relación a los precios mayoristas en lugar de los minoristas, que refieren al poder adquisitivo – es superior”, explican los autores. En el sector privado, el promedio del costo salarial cayó un 23,8 por ciento entre noviembre de 2015 y el mismo mes de 2020. Unos 8,4 puntos porcentuales más que el poder adquisitivo de los trabajadores. De allí que se hayan incrementado los márgenes de ganancia de las empresas, en especial entre 2017 y 2020. “En ese lapso, el excedente bruto en el valor agregado [2] ascendió del 46,4 al 50,4 por ciento, lo que equivale a un incremento del 8,7 por ciento”, precisan los economistas de Cifra.
Por el camino el medio
Lo dicho. El sendero que transita el gobierno es estrecho y el tipo de cambio será clave para darle espacio a una mejora del salario. Si aumenta a la par de la inflación ahogará la recuperación. El gobierno lo sabe. El BCRA ya recortó el ajuste diario. Se lo anticipó Guzmán a los empresarios. Por el momento, la paridad heredada de 2020 otorga un cierto margen para no erosionar la competitividad. Juega a favor también que los términos del intercambio comercial mejoraron. Aumentaron los precios de los commodities exportados y bajaron los de los bienes importados.
En lo inmediato, el rebote de la economía abre expectativas favorables. No muchas, pero sí algunas. “Si la economía crece un 5 por ciento como proyecta el gobierno no será necesario que la mejora se dé a costa del beneficio de las empresas. La reducción de los márgenes sobre los costos debería compensarse con el aumento de las cantidades vendidas”, plantea el último informe [3] del Centro de Estudios Económicos y Sociales (Ceso). ¿Resignarán los empresarios margen de rentabilidad a cambio de un mayor volumen de ventas? Dependerá del gobierno que suceda.
El camino es muy finito. Si la inflación de este año queda por encima de la pauta oficial volverá a perder el salario. Los 12 millones de trabajadores registrados, de los cuales la mitad revista en el sector privado y el 30 por ciento en el sector público. Ni qué decir de los monotributistas, que carecen de carecen de un encuadre sindical que actualice sus remuneraciones. En pocas palabras: con un modelo agroexportador que no alcanza y una autoxigencia en materia fiscal que constriñe, el éxito del plan del gobierno se jugará en el terreno de la recuperación real del salario.
El riesgo está vinculado, ante todo, a la capacidad oficial para alinear a las principales cámaras empresarias detrás de los objetivos presupuestados. En menor medida a las posibles tensiones que generan los reclamos sindicales. Todo indica, incluido el discurso presidencial en el Congreso, que el gobierno busca un equilibrio en medio de los tironeos sectoriales para ganar tiempo y consolidar el apoyo electoral de cara a las legislativas. Un año puente que promete dejar abierto varios interrogantes. Entre ellos, el resultado de la puja distributiva.
Notas
[1] En macronomía suele utilizarse como medida de rentabilidad. Es el excedente generado por las actividades de explotación una vez recompensado el factor trabajo. Puede calcularse a partir del valor añadido a los costos de los factores, menos los costos de personal.
[2] El informe puede completo puede bajarse de http://www.centrocifra.org.ar/publicacion.php?pid=162
[3] “La economía argentina en el limbo distributivo”. En: https://www.ceso.com.ar/economia-argentina-limbo-distributivo-febrero-2021
*Los gráficos publicados corresponden el trabajo de Cifra.
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