Acompañados por Hugo Yasky, secretario general de la CTA, y el periodista David Cufré, Diego Rubinzal y Carlos Heller presentaron el sábado en la Feria del Libro “Ajustados – De la Revolución de la alegría al crecimiento invisible”. Aquí Socompa publica el prólogo del libro.

La crisis del proyecto neoliberal y la debacle económico–social de fines de siglo XX, sentaron las bases para el acceso de gobiernos de cuño progresista en América Latina. Estos gobiernos evidenciaron una especial preocupación por lograr una integración económica, política y cultural inspirada en el camino trazado por los Libertadores de América Latina y el Caribe hace más de doscientos años. El triunfo electoral de Mauricio Macri, junto con la destitución de Dilma Rousseff, inauguró un escenario distinto. Los intentos de restauración conservadora, ligada principalmente a una inserción internacional pasiva y orientada a los designios de los países centrales, ha venido marchando, a diferente ritmo, en varias de las naciones del continente.

En Argentina, el gobierno de la Alianza Cambiemos ya cumplió la mitad de su mandato. El tiempo transcurrido es más que suficiente para caracterizar esta nueva etapa.

En primer lugar, el gobierno avanza sin pausa en el cumplimiento de los objetivos de su programa económico: liberalización comercial y financiera, reducción del peso del sector público, rediseño primarizador de la estructura productiva y una firme decisión de avanzar hacia una profunda flexibilización laboral. Todos objetivos que apuntan a la reconfiguración regresiva de la matriz distributiva, favoreciendo a los grupos económicos que configuran uno de los principales apoyos del gobierno nacional. Cabe señalar también la falsa opción que se intenta instalar entre políticas “gradualistas” y de “shock”: son sólo distintos grados de intensidad de una misma versión del ajuste.

En segundo lugar, los magros resultados económicos obtenidos, así como el fracaso de la política antiinflacionaria tal como la ha planteado el gobierno, el aumento del déficit fiscal total, un récord de endeudamiento público externo, el deterioro del mercado de trabajo y el retroceso industrial, están comenzando a demostrar los límites del modelo y la caída del oficialismo en las encuestas.

Los únicos “logros” que puede exhibir el gobierno en lo económico son un modesto crecimiento en 2017 (que apenas compensa la caída del 2016) y la suba de las reservas internacionales. Sin embargo, la contracara de la acumulación de activos externos en el BCRA se basó principalmente en dos fuentes. Una de ellas ha sido el gran endeudamiento público, sin que exista una estrategia productiva que asegure el repago de esa deuda. La otra ha sido el ingreso de capitales externos privados, la mayoría de ellos en la volátil modalidad de inversión de cartera, que aprovechan los elevados rendimientos domésticos en  Lebacs y de la Bolsa de Valores (Merval). En este entorno, se produce además una creciente fuga de capitales. Un reciente informe del Instituto de Trabajo y Economía-Germán Abdala explica que “la dinámica reciente de fuerte endeudamiento posiciona a la economía argentina, respecto del bienio 2016-2017, en una situación de mayor fragilidad frente a cualquier shock externo, tanto en relación con una modificación en el sesgo de la política monetaria de EEUU, como a un cambio en la percepción y asimilación del riesgo argentino”.

Este sendero no resulta sustentable en el mediano/largo plazo porque los flujos de capitales no duran para siempre, y porque el ajuste genera elevados costos sociales que pueden horadar la credibilidad del gobierno.

Un conocido intelectual sudamericano, Marco Aurelio García, profetizaba que el “neoliberalismo recargado” no tendrá un ciclo histórico largo. No obstante, será el campo popular el que deberá tomar el  desafío de analizar con sentido crítico esta realidad y proponer alternativas, a partir de alianzas lo más amplias posibles reunidas en el marco de un programa de 20 o 30 puntos esenciales a cumplir. Este programa debe garantizar un efectivo papel del Estado en la economía; el fomento al trabajo, en especial el de calidad, y a las empresas que lo generan;  una equitativa distribución de la renta y la riqueza;  y la ampliación de los derechos humanos en su sentido más amplio e inclusivo.

Este libro, que entiende a la economía como una ciencia social, determinada principalmente por la política, intenta ser un aporte más en ese camino de formación de la unidad del campo popular.