Como los patriotas después de Cancha Rayada, para salir de la situación adversa será necesario confiar en las propias fuerzas y planificar el crecimiento en base al mercado interno y la integración en un mercado regional.

Toda la lucha independentista de América del Sur se encuentra atravesada por los intereses de los ingleses (que veían en el nuevo subcontinente tierras aptas para proveerse de insumos y alimentos), los sectores más acomodados de la sociedad y,  los que defendían un proyecto patrio, todos con todas sus diferencias, pero que el enemigo común, la corona española, los unía.

Esa misma alianza de diferentes incentivos se subordinaba al objetivo de la independencia que sintetizará el general José de San Martín en “Seamos libres. lo demás no importa nada”.

San Martín decidió – en base a un plan de escocés Thomas Maitland – llegar al Perú por Chile, donde a fines del año 1811 se había logrado constituir un gobierno autónomo encabezado por el patriota chileno José Miguel Carrera, cuyo principal ministro fue el abogado Manuel Rodríguez.  Pero mientras San Martín preparaba su ejército en Mendoza,  el gobierno provisional de Chile fue atacado por las fuerzas realistas que provenían del Perú y tras una serie de refriegas y batallas es derrotado en Rancagua.

Carreras y su gente son entonces los que se trasladan a Mendoza y se unen a las fuerzas de San Martín, es allí donde juegan un rol destacado Manuel Rodríguez y sus hombres,  que cruzan permanentemente al suelo chileno y en guerra de guerrillas  sorprenden al ejercito realista, basado en su admirables dotes de jinetes y baqueanos, pero fundamentalmente en un coraje y audacia sin par, como la de abrirle la puerta de la carroza al Capitán general español Casimiro Marcó del Pont, quién había puesto precio por su cabeza.

El Ejército de los Andes cruza la cordillera y tras el triunfo en la Batalla de Chacabuco en febrero de 1817, desaloja al gobierno español y un año más tarde  declara la independencia  el 12 de febrero de 1818.

Al caer la noche del 18 de marzo de 1818, el ejército aliado fue atacado por el  general José Ordóñez en Cancha Rayada, produciéndose una gran confusión (las tropas patriotas llegaron a dispararse entre ellos) y se genera un clima de derrota y desazón y no fueron pocos los miembros del ejército aliado que sugerían volver a Mendoza, cuando retumbó la voz del joven Manuel Rodriguez. “Aún tenemos Patria” y su discurso vehemente logró que se conformara un gobierno provisorio que encabezó, hasta que dos días más tarde llegaron San Martín y O Higgins, se reorganizó el ejército y un mes más tarde la Batalla en los llanos de Maipú, se derrota definitivamente a las tropas enemigas expulsándolas de Chile.

Fue necesario tener una mirada estratégica y un inconmensurable amor a la patria para que los criollos se dieran cuenta del verdadero estado de situación, dado que el enemigo parecía fuerte y consolidado, pero era débil en tanto y en cuanto tuviera como prioridad dominar a la población para apropiarse de su trabajo y de su producción, mientras residía la fortaleza del pueblo en romper las cadenas de la subordinación y de la dependencia, e iniciar el camino de construir una sociedad para todos.

Antes y ahora

Salvadas las distancias sucede algo similar en la situación actual, tenemos un gobierno que se consolida políticamente cuando su modelo económico es insustentable y financia el creciente quebranto comercial y una política fiscal deficitaria con deuda externa, que sustituye producción local con importaciones y que no permite ni tan siquiera exportar en lo que teóricamente tenemos ventajas comparativas, lo que impacta negativamente sobre el empleo y el nivel de vida de la población.

En los mismos trascendidos del proyecto de ley de presupuesto 2018 se vuelve a plantear un déficit fiscal equivalente a 30.000 millones de dólares, que fue el déficit fiscal del año 2016 y que va a ser el de este año 2017, es más, a medida que se pagan más intereses porque es mayor la deuda, deben reducir otros gastos para compensar el pago del endeudamiento.

Es deliberadamente una política donde se protegen ciertos nichos productivos (básicamente la gran producción agraria, la extracción de minerales y energía y algunas industrias protegidas como puede ser la de aluminio y la del acero), pero se libera a la competencia desleal por el mismo atraso cambiario, a la producción de economías regionales y a las industrias de mano de obra intensiva en general y a las pequeña y medianas empresas en particular.

Un país donde:

  1. a) De las 500 empresas más grandes de Argentina (se excluyen las actividades agropecuarias y financieras), 315 son de capital extranjero (6 de cada 10) y concentran el 77% de lo producido por todas ellas, que a su vez representaban (las 500 empresas) en conjunto, el 16,8% del Valor Agregado total, siendo esenciales en la provisión y uso de divisas (por las exportaciones y las importaciones).
  2. b) Existen alrededor de 509 mil empresas registradas en Argentina en sectores industriales, de comercio y de servicios. La mayor parte de estas firmas corresponden al segmento de microempresas y sociedades informales (70% del total). Siguen en importancia el segmento de Pymes, con 141 mil empresas (28%), y el de grandes empresas, con más de 9 mil compañías registradas (que es el 2% de ese total).

En un marco económico internacional de degradación, provocado por una crisis estructural de sobreproducción, amplificada por las políticas que se están adoptando como supuestos remedios a la crisis. EEUU reconvierte su economía para incrementar la productividad del trabajo, para lo cual necesita abaratar el precio de la energía y de las materias primas, por lo que ellos mismos producen más petróleo por el sistema de fracking (fracturación hidráulica), consolidando ese proceso, la revalorización de dólar para que los insumos le salgan más barato en su moneda, que también beneficia a sus empresas que pueden hacerse de activos con menor costo,  pero lo tienen que hacer en forma planificada, y con límites porque de otra forma no pueden administrar el déficit comercial que el año pasado fue de 650.000 millones de dólares (Que representa el 4,6% de su PIB, y un 20% más de lo que es nuestro PIB).

Todo esto en conjunto hace que las mercancías ofrecidas inunden el mercado mundial, mientras que la demanda global se ve reducida por vía de las políticas de austeridad aplicadas, incrementando la desocupación, lo que deriva en recurrentes crisis de sobreproducción.  Como consecuencia de ellos se genera una desigual “Guerra Comercial”  y esa presión es  la que explica en gran parte la política de abandonar la defensa del mercado interno y la sustitución de importaciones que adoptan Argentina, Brasil, Uruguay, y que pretenden que acepte Ecuador, Venezuela y hasta Bolivia, sumándose a los países del Pacífico y abandonando la creación de un mercado común como fue el Mercosur, la Unasur y la Celac.

En el caso argentino, que vivimos durante 25 años esa nefasta experiencia para terminar en default de la deuda y con los mayores niveles de desocupación y de pobreza que se tenga registro en la historia del país, había logrado con el kirchnerismo  recomponer ciertos eslabones productivos, es más en muchos rubros fabriles se obtuvo una masa crítica para nada despreciable con capacidades acumuladas significativas y trayectorias de aprendizaje considerables como para adaptarse al nuevo mapa global, sin entrar en directa competencia con Asia que  combina altas mejoras en la productividad con salarios relativamente bajos.

Cancha Rayada.

Pero en lugar de apuntalar la industria en el país, en donde contamos con las ventajas señaladas en el párrafo anterior (Por ejemplo la industria automotriz, la autopartista, la química, la farmacéutica, la producción de bienes de capital, el software, etc.) y de adoptar una estrategia defensiva en sectores muy sensibles a la competencia extranjera (textil-indumentaria, muebles o parte de la metalmecánica), muy generadores de empleo, pero con enormes dificultades para poder competir, en lugar de ellos se atrasa el tipo de cambio y se deja a los grandes capitales importar automóviles y autopartes de Brasil, zapatos de la India, jamón de España, frutilla de Israel, naranja de Polonia, peras y manzanas de Chile, muebles de China o Vietnam, etc.

Lo más avanzado en teoría económica del desarrollo es el libro del Profesor Anthony THIRLWALL, “La Naturaleza del Crecimiento Económico” editado por el Fondo de Cultura Económica, y en ese libro plantea que “El crecimiento depende de la elasticidad de  las exportaciones y de la elasticidad ingreso de la demanda de importaciones”. Esto es un país puede crecer si sabe combinar el ingreso de divisas con la imperiosa necesidad de su empleo para pagar las importaciones que no se pueden producir en el país.

Por ende  disminuir la elasticidad-producto de las importaciones supone sustituir importaciones en sectores estratégicos para así “construir encadenamientos productivos más complejos y desarrollar redes de proveedores nacionales más densas”. Aumentar la elasticidad producto de las exportaciones supone cambiar su composición hacia bienes con mayor valor agregado y de mayor demanda en los patrones de consumo mundiales. Ambos procesos demandan conocimiento de las capacidades tecnológicas lo que, a su vez, tiene un fuerte impacto en la demanda en el mercado de trabajo y otra en las necesidades del desarrollo.

Si en cambio, como hace la administración de Macri, se atrasa el tipo de cambio y se sube las tasas de interés, la producción nacional se cae y se pone en riesgo la continuidad de eslabones productivos enteros. Por ejemplo el sector textil, curtiembre y derivados, los fabricantes de máquinas y herramientas, etc.  atraviesan una crisis que rememora los peores años de los ‘90. En el mismo período, las ganancias del sistema financiero alcanzaron record históricos y los agronegocios disfrutan que nunca la AFIP puso la lupa en ellos para ver lo que ganan y lo poco que contribuyen con el erario público.

La caída de la participación del salario en la economía arrastrando a la baja al consumo global, la apertura importadora, el alza de los costos de logística y energéticos  y las  altas y confiscatorias tasas de interés, conforman un circuito perverso  que ahoga a la producción nacional.

Si la sociedad acepta pasivamente las reglas del mercado, como le gusta decir al macrismo, los resultados los conocemos y lo hemos sufrido, una minoría parásita y rentística que se enriquece y fuga capitales, que paradójicamente se financian con endeudamiento externo, que le dejan jugar al “carry trade” para traer divisas financiera al país, y las economías regionales y la producción en general haciendo el triste papel de furgón de cola de la minoría privilegiada, como si ese fuera nuestro destino.

Falta el Manuel Rodríguez que grite “Aún tenemos Patria” y replantee la situación, demostrando que el verdadero camino y por el que siempre crecimos y nos desarrollamos, fue el de planificar el crecimiento en base al mercado interno y la integración en un mercado regional, lo demuestran los 30 años de 1945 a 1974 y los 12 años del kirchnerismo.

Debemos tomar clara consciencia de ello, esa es nuestra fortaleza y debe ser la base y punto de partida del plan económico.

De otra forma vamos a padecer lo que ya hemos vivido desde 1976 hasta el año 2002, con la única y digna excepción de la gestión del Dr. Bernardo Grinspun.

Volviendo a la historia, recordaremos que la Logia Lautaro decidió callar para siempre esa voz, a un mes del triunfo de Maipú, el 26 de mayo de 1818, en Til Til, lo asesinaron disparándole en la espalda, un hehco que inmortalizara Pablo Neruda en su Tonada a Manuel Rodríguez:

En Til Til lo mataron

los asesinos,

su espalda está sangrando 
sobre el camino: 
sobre el camino, sí, 
quién lo diría, 
él, que era nuestra sangre, 
nuestra alegría.