Los detalles del proyecto de Presupuesto 2019 y la modificación del Pacto Fiscal le pondrán los números finales al ajuste. También a las compensaciones prometidas a las provincias. El temor de los gobernadores: que la recesión los coloque al borde del default. Las diferencias entre los caciques del PJ y la estrategia de Cambiemos para aprobar el proyecto. Todos, unidos por el espanto.
Casi nadie piensa en el largo plazo; ni siquiera en el mediano. Mucho menos Macri. Tampoco los gobernadores. La tormenta creada por Cambiemos lo impide. El horizonte se cuenta en semanas. El tiempo corre y todo se acelera. La inflación vuela, los reclamos sociales se multiplican, el FMI aprieta cortando los desembolsos, la recesión se profundiza y nuevo súper martes se avecina. La imagen del gobierno sigue en picada. Para peor, a los fantasmas de la ingobernabilidad y del default se suma la sombra de una nueva convertibilidad agitada por un oscuro consejero de Trump.
Con este caótico panorama de fondo, la semana arrancará con un nuevo tour de force. Será el lunes, en Diputados, cuando ingrese el proyecto de Presupuesto 2019. Un día antes del mega vencimiento de 300 mil millones de pesos en Lebac que amenaza con redoblar la demanda de dólares. La meta del gobierno es obtener dictamen de comisión antes de fin de mes. Una ofrenda para el FMI, los bancos internacionales y los fondos de inversión que Cambiemos intentará presentar como una prueba del consenso político que tiene el equilibrio fiscal.
Se puede suponer, no sin argumentos, que el debate legislativo será una áspera pulseada entre el oficialismo y los diversos sectores que componen el fragmentado tablero del PJ. Los números mágicos son 140 en Diputados y 50 en el Senado. En el primero de los casos, el oficialismo confía en sumar una treintena de votos por fuera del interbloque de Cambiemos. En el Senado apuesta a la disciplina que impongan los gobernadores. La puja, va de suyo, incluirá reclamos sectoriales más que justos; pero también regateos varios por parte de los caciques provinciales.
Sobre lo último, dos ejemplos pintan la situación. Secheep, la empresa estatal chaqueña que distribuye electricidad en la provincia, acumula una deuda millonaria con Cammesa. Corrientes, por caso, quiere su reparación histórica: un aumento de las regalías que cobra por Yaciretá. No son excepciones. Hay de todo, como en botica. Alcanza con recorrer los medios provinciales para tener una idea de lo variopinto de los reclamos. Un panorama tan heterogéneo que opaca el pedido común de fondos para terminar las obras públicas que están en marcha. Ni que hablar ya de transferencias para planes sociales, educación y salud.
El gobierno sabe que las diferencias entre los gobernadores son profundas y las explora. Intenta aprovecharlas al máximo para evitar la negociación en bloque. Algunas diferencias son políticas, como la mentada unidad del PJ. Otras, económicas. Para ganar terreno, Frigerio redoblará las reuniones bilaterales y no descarta convocar a los legisladores que responden a los gobernadores que integran la Corriente Racional del PJ. El objetivo: evitar la dispersión de los votos. La reforma previsional obra aquí como experiencia.
Que haya gobernadores más cercanos a Macri que a Perón, como chicaneó el pampeano Verna, no es novedad. Allí revistan el cordobés Schiaretti, el salteño Urtubey y el sanjuanino Uñac. La respuesta del chaqueño Peppo no es anecdótica. Dijo que puesto a elegir entre Macri y Perón, se quedaba con la Patria. Traducido: presupuesto o el caos. Lo mismo que postula Macri. Bravatas al margen, el dato clave es que los gobernadores del PJ no pudieron ponerse de acuerdo en el Consejo Federal de Inversiones. El resultado fue un “ni” más cerca del “sí” que del “no”. Resultado: Antón Pirulero. De allí en más, cada cual atendió su juego.
La vocería a cargo de la Corriente Racional intentó no ahondar la grieta que divide al PJ. Para salir del paso escenificaron un vago gesto de comprensión hacia el Gobierno nacional. Un gesto mínimo, el indispensable. Ninguno quiere cargar con el costo de apoyar explícitamente un ajuste que en privado estiman inevitable. Solo el neuquino Gutiérrez, asiduo interlocutor de Macri en temas petroleros, fue un poco más allá. Su argumento: que no tener presupuesto sería un golpe institucional que no beneficia a nadie. Sobran las explicaciones. En la misma sintonía se explayó el chubutense Arcioni. Votos cantados.
En las próximas horas se intensificará el desfile de los gobernadores por la Rosada. El listado incluye Catamarca, Córdoba, Entre Ríos, La Rioja, Misiones, Neuquén y San Juan. Los confirmados. Las modificaciones aceptadas a regañadientes por Macri al Pacto Fiscal terminaron por volcar la balanza. La mayoría de los mandatarios cree que los cambios en Ganancias, la elevación del Impuesto a los Bienes Personales en el exterior y el freno de la rebaja del impuesto a los Sellos evitará el descalabro de las cuentas provinciales. Pura contabilidad.
El Gobierno, en tanto, se guardó una baraja. La postergación de la rebaja de Ingresos Brutos. La usará para alcanzar los números mágicos si la negociación se complica, especialmente en Diputados. Dan por descontado que la izquierda y el kirchnerismo no acompañarán. Una posición que podrían imitar algunos legisladores afines al massismo; además de los que responden a los gobernadores que como Verna y Rodríguez Saa rechazan el ajuste.
Pese al principio de acuerdo, el temor de los gobernadores persiste. Temen que la poda presupuestaria sumada a la recesión ponga las cuentas provinciales otra vez en rojo. Casi al borde del default, según algunos. Los hay menos tremenditas, pero la ecuación no cambia. Si las provincias tuvieran que aportar los recursos que la Nación niega, el superávit que exhibe más de la mitad de los distritos se esfumaría. Un resultado que explica la coparticipación, que creció casi un 45 por ciento en el año por el IVA, pero también por la suba de algunos impuestos locales.
La conclusión parece obvia. La oposición pura y dura seguramente ganará el debate legislativo. Sus argumentos son contundentes. El ajuste nada resuelve. Tampoco un segundo acuerdo con el FMI. Se quedará con el discurso. El oficialismo se llevará los votos. Difícil la tendrán los diputados y senadores que alinean en la Corriente Racional. ¿Correrán por izquierda y votarán por derecha? Cambiemos, aun con forceps, tendrá su ley. En síntesis: zafará de su propia medicina. La que no dudó en utilizar en 2010, cuando el Grupo A hizo dejó sin presupuesto a Cristina Kirchner.
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