Los números y la mecánica de un proceso repetido: deuda externa, fuga de capitales, manejo perverso de las cuentas públicas y destrucción de la producción y el trabajo.

Homero Manzi, que él mismo decía que había preferido hacer letras para los hombres en lugar de ser un hombre de letras, en sus más de doscientas composiciones tiene un tango que es como augurio de lo que nos pasa.  Me refiero al tango “Fuimos” donde en una parte dice: “Fuimos abrazados a la angustia de un presagio, por la noche de un camino sin salidas”.

Y esto es lo que vivimos en un nuevo gobierno impuesto por los sectores más reaccionarios y extranjerizantes de nuestro  país.  Lo hicieron con Mitre, con los conservadores del PAN (Partido Autonomista Nacional), lo  volvieron a repetir con el derrocamiento de Yrigoyen y la llamada década infame, no pudieron dar vuelta el resultado tras el gobierno de Perón y la Argentina profunda siguió creciendo en base a su trabajo y producción, pero sí lo impusieron a sangre y fuego con la dictadura militar de 1976, en la que los sectores más ricos de la sociedad se sirvieron del Estado para realizar una rápida ganancia financiera y fugar capitales a los paraísos fiscales, financiando la acumulación de riquezas a escala mundial, privando de inversión y de pago de impuestos al Estado y con ello, desfinanciando  la acumulación productiva interna.

Todo el perverso manejo de la deuda externa, de las cuentas públicas y su financiamiento y con ello de la política monetaria y cambiara,  tiene como fin principal generar rápidas ganancias sin desproteger a los sectores más concentrados, como lo son la producción y comercialización de algunos segmentos agrarios, algunos enclaves industriales, en determinados servicios públicos y de medicina privada.  Es más, igualan las tasas de ganancia y por ende, la rentabilidad financiera es homologable a la rentabilidad que tienen esos enclaves y su comercialización. Sino expliquémonos cómo subieron los precios (y con ello los márgenes de ganancia) de la leche y sus derivados, de la harina, del aceite, de la yerba mate, del cemento, del acero, del aluminio, de las comunicaciones, de todo tipo de combustible, etc. en la gestión macrista.

También expliquémonos que es el pueblo el que lo paga, sin ninguna otra alternativa. Las cuentas públicas necesitan de un Estado permisivo, que no vea ni perciba nada y que sea indiferente a los sin techo, a los jubilados que se suicidan para no ser una carga para su familia, a los jóvenes sin futuro,  y  a la vez aplica, ante la desesperación de los que se quedan sin trabajo, la más cobarde represión.

Paralelamente los sectores económicos concentrados tratan de aportar lo menos posible al fisco y que lo financie el pueblo argentino en el presente con fuertes gravámenes al consumo y en el futuro, con la deuda sin fin (gracias a los diputados y senadores que le aprueban en el presupuesto y que debería saber el pueblo argentino, al menos para no votarlos nunca más).

La eliminación de las retenciones y la disminución de las de la soja, más la caída del nivel de actividad,  provocó una fuerte descenso en los ingresos del fisco, compensados mínimamente al fin del año 2016 y en este ejercicio fiscal 2017 por el pago de las multas ante el “blanqueo” de capitales, pero obligó a endeudarse para cerrar las cuentas públicas que según cifras oficiales del Ministerio de Hacienda de la Nación, en el año 2016,  significó un déficit fiscal de 481.920,7 millones de pesos  (equivalente a más de 31.000 millones de dólares), cifra que es mayor que cualquier componente del gasto (pagos previsionales, obra pública, transferencias a provincias y a particulares, gasto en personal, etc.) y que significó el 22,72% del presupuesto nacional  y 5,6 % del PIB.

Los intereses de la deuda del año 2016  representaron el 14% del gasto público de la administración macrista, cuando el gasto de capital (obra pública y transferencias de capital a las provincias) solo representaba el 8,3% del presupuesto. También superan a los subsidios (13,4% del presupuesto) que siguen siendo importantes componentes del gasto público pese a la suba sideral de las tarifas, del combustible y del transporte.

Esquema ahorro – inversión

Para el corriente año, el Ministerio de Hacienda publica en su página web los grandes números del primer semestre del año 2017. Allí se observa que el déficit financiero acumulado de los primeros seis meses del año 2017 alcanza a la suma de  255.547 millones de pesos, que es el equivalente a unos 15.500 millones  de dólares, cifra que es coherente con el déficit financiero acumulado del año 2016, que fue un poco más del doble de esa suma. También se ve que en el gasto público lo que más crece es el pago de los intereses, lo que es lógico ante el cada vez mayor endeudamiento.

Obligado por la situación electoral, el gobierno puso en marcha el Plan Belgrano de obras con financiamiento conjunto con las 10 –diez- provincias del norte argentino. En el marco del plan se invierte en obras de infraestructura de transporte, recuperando los Ferrocarriles Belgrano y Mitre mediante nodos de carga en trocha angosta y ancha y estaciones multimodales, y reactivando el transporte de pasajeros, transformando en autopistas las Rutas Nacionales N° 9, N° 34. También se realizaron mejoras en el transporte aeroportuario, rehabilitando la pista y la plataforma comercial del aeropuerto de Tucumán (que está cerrado desde junio 2017 por refacciones) y la construcción de la nueva torre de control del aeropuerto de Iguazú.

La Nación en forma conjunta con el gobierno de la Provincia de Buenos Aires realiza obras de dragado en la mayoría de los puertos de la provincia, y mejoras en los puertos y en los accesos de San Nicolás, San Pedro, Coronel Rosales, Quequén,  Mar del Plata, La Plata y Dock Sud.

En lo que va del año 2017 se avanzó en el Plan Nacional del Aguas, con distribución y cloacas sobre todo en zonas del gran Buenos Aires y la continuación del plan de obras del Ente Nacional de Obras Hídricas de saneamiento por la ejecución de obras de agua potable, por ejemplo los trabajos en la Cuenca Matanza –Riachuelo.

Se invirtió también en la  construcción de viviendas y soluciones habitacionales mediante el Plan Federal de Viviendas, que no había hecho prácticamente nada en el año 2016, pero sí se observa fuerte ejecución en el primer semestre 2017, obviamente no al ritmo que lo hizo la administración anterior en mucho más tiempo.

Finalmente nunca quedó aclarada la duda de cómo se financiará el Decreto de Necesidad y Urgencia 797/2016 que ordena redireccionar 60.000 millones de pesos (casi toda la partida de Inversión Real Directa que es la obra pública de la Nación para este año), donde se tiene previsto realizar la faraónica obra de estación subterránea para conectar todas las redes de ferrocarril y de subte debajo de la avenida 9 de Julio, y el soterramiento del FFCC Sarmiento, que seguramente y de acuerdo al resultado de las elecciones de este año , se concretará o no.  Si se hace es una nueva e importante desviación de fondos de la Nación a favor de la CABA y en desmedro de las provincias.

Pero la obra pública nacional y las transferencias de capital a las provincias representan solo el 7,03% del presupuesto (104.787 millones de pesos) y es menor que el pago de los intereses de la deuda  (111.261 millones) y que el déficit fiscal del primer semestre 2017  ( 255.547 millones), déficit agrandado por la cada vez mayor erogación que implica el pago de los intereses de la deuda y que significó el 19% del presupuesto.

Por último el gobierno por medio de la Decisión Administrativa 543/2017 del 24/07/2017 incrementó el gasto público de la administración nacional en 8.000 millones de pesos, que obviamente van a ser financiados con mayor deuda y que demuestra la inconsistencia de las proyecciones presupuestarias cuando los ingresos no crecen.

Y el problema se hace irresoluble porque el mayor endeudamiento para pagar el déficit fiscal nacional, como así también para financiar el déficit de varias provincias, se hace colocando títulos de deuda en dólares y, en menor medida, en otras monedas extranjeras. Se paga a los proveedores, contratistas y trabajadores del Estado (nacional, provincial o municipal) en pesos, y sin embargo las administraciones toman deuda en divisas.

Deuda en divisas que venden al Banco Central, que por un lado incrementa artificialmente de esa manera sus Reservas Internacionales y emite pesos. Después para esterilizar esa mayor emisión coloca títulos propios del BCRA de corto plazo (Pases y Letras del BCRA –LEBAC) por los que paga altísimas tasas de interés (el ultimo corte de LEBAC del martes 18 de julio de 2017 pagó una tasa del 26,5% para el plazo de 28 días).

Ese círculo ya conocido y sufrido por nuestro país con José Martínez de Hoz limita toda la política económica en torno al mes, cuando se renueva el cada vez mayor stock de LEBAC y las tasas que deben ser altas para que los ahorristas no se pasen a dólares, sin lograrlo del todo (es más cada renovación de LEBAC existe un mayor porcentaje de sus tenedores que no lo renuevan). Esto implica una tasa confiscatoria para el capital productivo de los que deben financiarse con el sistema bancario local, por un lado, y que paso a paso va llevando a la permanente conversión de pesos en dólares y fuga del país (o al menos del circuito económico local) .

El Informe de la UMET (Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo) del mes de julio 2017, con respecto a la conversión de pesos en divisas sostiene que: “La relación es uno a uno. Las emisiones de deuda en moneda extranjera realizadas durante la presidencia de Mauricio Macri ascienden a 35.763 millones de dólares. La salida de divisas al exterior en concepto de atesoramiento, pago de dividendos y turismo contabiliza 35.750 millones de dólares. El endeudamiento externo financia la fuga de capitales”. Por lo tanto los distintos estamentos estatales toman  deuda externa (por ejemplo coloca deuda YPF SA), para venderle divisas a los que quieran y puedan comprarlas sin ningún límite de monto.

El trabajo y la producción nacional quedan atrapados y sin salida, el gobierno continúa endeudándose, transfiriendo recursos a los sectores más ricos para que la fuguen y eso explica que,  tenemos el raro privilegio de que una minoría en nuestro país posee activos financieros en el exterior por el equivalente a la cantidad de bienes y servicios finales que se producen en un año (PIB) en la Argentina.

La continuidad del macrismo significará nuevas y mayores deudas, alargar los años para jubilarse y de aportes, gravar más al consumo y alcanzar con el impuesto a las ganancias a más trabajadores al congelar el mínimo no imponible, incluso, como lo adelantara en el Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) 516/17, tornar embargables las AUH (Asignación Universal por Hijo) “previa conformidad formal y expresa del titular” como reza dicho decreto.  Desatenderse de las empresas cerradas y de sus trabajadores (que con las indemnizaciones emprendan producir cerveza artesanal u otra estupidez por  el estilo), incluso reducir empleados públicos que no le son funcionales como esas direcciones estrambótica que inventa (como la Directora Nacional de Movilidad en Bicicleta), gobierno  que ni siquiera se anima a cobrar impuestos a la renta financiera,  como fue el de desistir del gravamen a  las ganancias de títulos públicos y acciones comprados por los no residentes del país.

En síntesis,  el camino propuesto por la derecha es sin salida para el campo popular y de pingües beneficios para la elite. Hay que desandarlo y volver a tomar la senda del trabajo y la producción, que solo se puede hacer fortaleciendo las organizaciones nacionales y populares y desenmascarando los verdaderos intereses de la burguesía que tenemos, rentística y subordinada al capital internacional, sabiendo que mienten y engañan a una amplia franja de la población,  pero que la verdad tarde o temprano  se impone, porque el tiempo siempre dice lo suyo.