Tras la brutal devaluación que inauguró el gobierno de Cambiemos, la falta de controles sobre el cambio y la compra de billetes verdes dejó todo el poder en manos de los grandes especuladores. (Foto principal: Horacio Paone)
La determinación del tipo de cambio es fundamental para la economía de un país porque es el que permite relacionar todos los precios (de bienes y servicios, de factores como el trabajo y los distintos tipos de trabajo, de maquinas y equipos, etc.) con el resto del mundo.
Si uno ve en los últimos treinta años los países que se industrializaron, crecieron y mejoraron su distribución de ingresos, esencialmente los países asiáticos (China, Corea del Sur, Vietnam, etc.), la característica saliente es un tipo de cambio competitivo (alto) y bajas tasas de interés para que se pueda financiar la producción, exactamente al revés de la Argentina de Macri (y de Martínez de Hoz, y de Sourrouille, y de Cavallo) donde el tipo de cambio se atrasa y la tasa de interés es confiscatoria del capital.
No existe un tipo de cambio libre, el así denominado surge de un acuerdo entre los siete países capitalistas más ricos, llamado “G 7” y constituido por EE.UU, Canadá, Japón, Alemania, Francia, Inglaterra e Italia, quienes realizan periódicas reuniones de sus ministros del área y de los presidentes de los bancos centrales de esos países para determinar cómo evolucionan sus monedas entre sí y cuál es la tasa de interés implícita en el presente y en el mediano y largo plazo.
Por supuesto que ese acuerdo sirve de referencia para todo el sistema comercial y financiero mundial por el peso específico del G7 que hace por ejemplo que, la República Popular China, tenga una moneda interna, pero la externa tiene una paridad cuasi fija con el dólar estadounidense (en junio de 2017 de 6,815 yuan chino por un dólar delos EE.UU).
Ahora bien, si China crece sostenidamente es porque hay un Estado muy fuerte atrás que planifica y controla las relaciones comerciales. De igual manera podemos decir, en mayor o menor medida, de todos los países que protegen su mercado interno, su producción y su mano de obra local.
Es más Inglaterra y los EE.UU son lo que son porque desde sus inicios protegieron sus industrias y su comercio, y lo siguen haciendo, a ver si es tan fácil radicarse en los EEUU o en la rubia Albión, o venderle sin pasar por los controles de todo tipo que esos Estados siempre impusieron e imponen.
El caso argentino
Toda la oposición, encabezada por “Clarín”, sostuvo que los gobiernos de los Kirchner frenaban la inversión privada porque habían puesto un cepo al mercado cambiario y que de esa manera impedía que funcionase libremente el tipo de cambio. Es más, en la campaña presidencial, Mauricio Macri sostuvo que “eliminaría el cepo desde el primer día si fuera electo presidente”, y además afirmó que “no será necesario devaluar, debido a que la gran cantidad de capitales que ingresarían al país tras un cambio de gobierno presionarían el valor de la divisa hacia abajo”.
Su primer ministro de Hacienda y Finanzas, Alfonso Prat Gay, no bien llegaron al gobierno, en conferencia de prensa del 16 de diciembre de 2015 afirmó: “Estamos contentos de anunciar el fin del cepo cambiario”, y adelantó que “en las próximas cuatro semanas se esperan ingresos procedentes de varias vías de financiamiento de un rango de 15.000 a 25.000 millones de dólares, lo que permite retrotraer la situación a noviembre del 2011, previo al cepo”.
Por supuesto que como la prometida recuperación económica del segundo semestre de 2016, o que se estaba volviendo a generar empleó, o que crecía la inversión real, nunca pasó ni va a pasar con el gobierno de Macri. Lo que si pasó fue una brutal devaluación inicial, acompañada por la eliminación de los derechos de exportación (retenciones) de todos los productos menos de la soja (que se la redujo), lo que provocó una suba sideral de todos los precios y fundamentalmente de los alimentos y con ello un fuerte descenso en el salario real de los trabajadores.
Lo que si pasó y pasa es que ese día el por ese entonces ministro estableció un tope de dos millones de dólares por mes para personas físicas y jurídicas, cifra que en mayo de 2016 elevó a cinco millones mensuales y, se liberó totalmente desde agosto del año pasado, medida que fue acompañada con la total libertad de ingresos y salidas de capitales, eliminando todo plazo de depósito y todo porcentaje de inmovilización de capitales en el país.
Los resultados son los obvios, en el pasado mes de mayo de 2017 y según el MULC (Mercado Único y Libre de Cambio), las ventas mensuales de billetes norteamericanos totalizaron 1.581 millones de dólares, consiguiendo el “máximo nivel histórico” en la Argentina, lo que permite inferir que empresas, fondos o personas de alto patrimonio apuestan a que el dólar se mantendrá estable y compran títulos públicos en pesos y ganan tasas astronómicas, para volver a dólares ganando la diferencia, como pasó por ejemplo hace un año a esta parte:
Valor del dólar 16/06/2016: $ 14,22
Valor del dólar 15/06/2017: $ 16,13
El dólar se apreció en un año en 13,5% anual
La tasa de los LEBAC (Letras del BCRA): 38% anual
Ganancia neta en dólares 24%
Paralelamente a ese ingreso de capitales financieros detallado, las compras de billetes por residentes argentinos se mantuvieron como en meses anteriores, al totalizar 2.358 millones de dólares en mayo 2017. Una parte ingresa para especular y los dólares son comprados por otros que lo fugan.
Qué era el mal llamado “cepo”
En primer lugar, como dijimos, todos los países que se precien de tales adoptan medidas de control y planificación, en el caso del mal llamado “cepo” cambiario, nombre impuesto por “Clarín”, dado que el “cepo” es el que se le pone a la rueda de un auto para que no arranque, fue una medida de emergencia ante la constante fuga de capitales (que el actual gobierno de Mauricio Macri propicia y acepta). Mediante el “cepo cambiario” el kirchnerismo determinaba que todas las divisas debían cambiarse por nuestra moneda en nuestro país, esa estrategia terminaba con la postura de la convertibilidad y de las políticas liberales que la divisa le pertenece al exportador o a quién la trajera a la Argentina cualquiera sea la forma (Como ahora que le permiten al exportador tomarse diez-años para liquidar una operación). Esa postura fue refrendada y generalizada tras las elecciones del 23 de octubre de 2011, donde se implementaron las primeras medidas de control de cambio que consistieron en que todas las sucursales de los bancos y de las casas de cambio autorizadas a operar en cambio debían tener una terminal de la AFIP, para comprobar la existencia real del comprador, que la compra tenga relación con los ingresos declarados, y con los pagos al fisco.
Esto se fue profundizando de manera tal que a mediados del año 2012, quedaba diagramado el control cambiario en:
-Limitar las importaciones a lo imprescindible (esencialmente permitir para la producción y limitar para el consumo)
-Limitar las transferencias al exterior de utilidades y atesoramiento
-“Pesificar” la economía Argentina, limitando al máximo las transacciones corrientes de divisas dentro del país (pago de pensiones del exterior, obligación de depósitos para viajar al exterior, compra de inmuebles, y otros bienes, etc.)
-Se restableció la obligatoriedad en el ingreso y negociación en el mercado único y libre de cambios de la totalidad de las divisas de las exportaciones petroleras, de gas natural y licuado y de productos mineros.
-Prohibir la compra de dólares contados o billete para atesoramiento.
-Se eliminaban también las facturas y se limitaba el uso del cheque en dólares para operaciones con el exterior
-Se controlaba la compra de dólares para transferir al exterior (Las operaciones de compra de títulos y acciones en el mercado local para ser vendidos en el exterior en divisas, lo que se conoce como contado contra “liqui”)
-Se cobraba un adicional del 15% (luego ampliado al 35%) de las compras con tarjetas de crédito, de débito y por internet al exterior (deducibles del pago de los Impuestos a las Ganancias, y a Bienes Personales. Si no se paga ese tributo se puede, previa presentación en la AFIP, recuperar ese porcentaje).
El control cambiario tenía como objetivos:
-El ahorro de divisas, un mayor control fiscal, y desalentar las compras del turismo local en el exterior.
-Se evitaba el ahorro en dólares, con la pretendida ambición que los pagos en dólares deberían volcarse a la inversión o al consumo.
-Se fortalecía la demanda de bienes y servicios.
-Se adelantaban gastos (que incluyen las políticas de recomposición de stock).
-Se incrementaban los depósitos y otras formas de ahorro en pesos (al quedar descartado el ahorro en divisas).
El fuerte peso de las empresas extranjeras y el capital más concentrado local y su persistente fuga de capitales, lograron desvirtuar el control cambiario, generando un mercado paralelo, o “blue”, mercado que pasó a ser un medio propagador de expectativas desaforadas de crecimiento del valor de la divisa, donde ya no primaba lo económico o técnico, sino que minaba al gobierno de Cristina Fernández de Kirchner a la vez que apuntalaba la llegada de un gobierno que le iba a ceder todo el poder a los especuladores en desmedro del pueblo argentino.