La deuda pública se presenta como un hecho consumado. En un año electoral, y pese al alto voltaje que tomará la discusión política, nada indica que la cuestión sea abordada en profundidad. Aquí, un rescate de Jean-Paul Marat y Vladimir Ilich Lenin, dos que en tiempos y contextos diferentes pregonaron la necesidad de desnudar los intereses en juego para que la sociedad piense por sí misma.
Jean-Paul Marat, el médico y prestigio científico en la Francia de Luis XVI, más conocido como periodista y político durante la Revolución Francesa, ante la crisis económica provocada por la bancarrota del reino, llamó a la reunión de los “Estados Generales”, momento en que dejó las comodidades y el prestigio ganado entre la aristocracia para ser uno de los principales activistas y militante del tercer estamento; es decir: del pueblo.
En ese contexto, creó el periódico “L’Ami du peuple” (El amigo del pueblo), desde donde combatió los privilegios de la nobleza y el clero. Desde entonces, defendió la revolución. Todos sus escritos tuvieron de ahí en más un objetivo: correr el velo que ocultaban las pretensiones de los ricos y poderosos, además de guiar las posiciones de la población en defensa de sí misma y de su futuro. Desde el periódico abogó por la abolición de la monarquía, se constituyó en uno de los mentores de la Declaración de los Derechos del Hombre y en uno de los principales forjadores de la República Francesa.
Tras el triunfo de la revolución, llamó a combatir a los girondinos, los representantes de la incipiente gran burguesía francesa, a los que definía como enemigos encubiertos de la república por sus posiciones acomodaticias y timoratas que frenaban al gobierno revolucionario al oponerse a la distribución de la tierra en poder de la nobleza y el clero entre el campesinado y, de esa forma, conspirar contra el pueblo. Marat pagó cara su prédica. El 13 de julio de 1793 fue asesinado en su bañera por joven la girondina Charlotte Corday, que lo sorprendió y le apuñaló en el pecho.
Muchos años después, en 1984, Vladimir Ilich Lenin publicó “Quienes son los amigos del pueblo y como luchan contra la socialdemocracia”. Un texto donde denuncia que muchos que se colocaban el título “amigos del pueblo” trabajaban en realidad para los sectores más poderosos y buscaban engañar a la población. En su libro, con una claridad digna de mención, Señala que los capitalistas centrales -en esa época residentes y administradores de los Estados de Alemania, Inglaterra y Francia, principalmente- procuraban una ganancia rápida y fácil mediante operaciones financieras que obligaban a Rusia y a otros países dependientes a endeudarse, deuda que significaba subordinación y que siempre era pagada por los pueblos.
Hoy como ayer
Muchos hablan de generar una economía del trabajo y la producción, pero ocultan el rol depredador del capital financiero y de la deuda. Es más: proponen conciliar ambos intereses. Sostienen que la Argentina puede crecer y mediante ese crecimiento pagar los servicios de la deuda. Lo hacen sin entender, u ocultando en el peor de los casos, que el FMI busca que el país no crezca, que no se industrialice, que el ajuste permanentemente nos debilite y obligue a ceder nuestros abundantes recursos naturales sin importar las consecuencias sobre el presente y futuro del pueblo.
Nuestra burguesía, la que expresan los Macri, los Rocca, los Bulgheroni, los Roggio, los Pagani, los Blaquier, los Pérez Companc, los Magnetto, los Eurnekían, los Bagó o los Galperín, integra el selecto grupo que la banca local suele denominar “Grandes Clientes”. Beneficiados por el trato diferencial del sistema financiero tienen la posibilidad de comprar todos los dólares que quieran y, además, fugarlos.
Al mismo tiempo pugnan por favores para preservar el patrimonio que tienen en el país; o incluso por apoyo oficial para expandirse en el extranjero. Es el caso de Techint y su fábrica de tubos de acero sin costura para la industria de petróleo y gas no convencional en Texas, planta que generará más de 1.500 puestos de trabajo y una inversión de 2 mil millones de dólares.
No solo eso. Techint también presiona por medidas arancelarias y para arancelerias que impidan la competencia de la siderurgia china en nuestro país y exige, al mismo tiempo, que el gobierno le garantice el precio de la energía que utiliza; además de emplear subsidios del Estado nacional para comprar insumos de la fábrica Usiminas de Brasil, donde tiene participación accionaria, en lugar de producir y generar trabajo en sus plantas de San Nicolás y Ramallo, que fueran propiedad de la ex SOMISA, ahora denominada Ternium de Techint.
¿Por qué lo hace? Porque sabe que -como sucedió en 1982, 1989, 1995, 2001 y 2002 y 2018- ante la inconsistencia que implican un déficit fiscal que se acrecienta por los mayores intereses de una deuda que representa más del 80% del PIB y un déficit de la cuenta corriente de la Balanza de Pagos, tarde o temprano el gobierno se verá obligado a devaluar. Los acreedores, que solo renuevan deuda vieja por nueva a tasas cada vez más altas en algún momento se pasarán al dólar generando la corrida cambiaria.
Los desconocidos de siempre
La deuda fue generada por Cambiemos. El gobierno de Alberto Fernández publicó el 21 de mayo de 2020 el informe “Mercado de cambios deuda y formación de activos externos, 2015-2019”. El documento demuestra que la fuga de capitales del período comprendido entre diciembre de 2015 y octubre de 2019 alcanzó los 86 mil 200 millones de dólares.
Es más, el informe señala que un total de 6.693.605 personas físicas y 85.279 personas jurídicas (empresas) compraron 86 mil 200 millones durante la gestión de Cambiemos; pero también que los 100 mayores compradores, que son sociedades anónimas, adquirieron 24 mil 679 millones en el mismo período.
Ni el Banco Central ni el Gobierno nacional dieron a conocer los nombres de los que compraron las divisas. Sí lo hizo el semanario digital El Cohete a la Luna en la nota titulada “Los 100 de Macri”. Entre esos grande fugadores están Telefónica Argentina; Pampa Energía; Monsanto Argentina; Grupo Clarín; Techint; Transportadora Gas del Norte; Hidrovía Paraná; Aceitera General Deheza; Arcor; Grupo Galicia; y el Banco HSBC. Hay otros.
Los mismo sucede con las personas físicas que adquirieron divisas. Entre los 100 más importantes por un monto total de 822 millones de dólares aparecen Néstor Ick de Santiago del Estero con 29 millones de dólares; y el tucumano Emilio Luque, con casi 18 millones; además de los Eskenazis de YPF y del grupo Petersen; Claudio Belocopit de Siwf Medical; los Werthein socios de Blackrock en Pampa Energía; y Mauricio Filiberti, socio de Vilas y Manzano en Edenor. Ninguno, sin embargo, contabiliza las compras en sus declaraciones juradas de impuestos.
Un modelo de endeudamiento y beneficios para pocos que obliga al pueblo a un sacrificio sin par y a ceder recursos naturales, como lo demuestra la licitación de diciembre pasado para las obras de extracción, transporte y distribución del gas de Vaca Muerta bajo el Plan Gas Ar, que se adjudicó a Pampa Energía (Grupo Midlin, Blackrock, y Joseph Lewis), Tecpetrol (Grupo Techint) y Pan American Energy (Bridas y British Petroleum) aduciendo que se debió recurrir al capital privado porque el Estado Nacional no cuenta con los fondos necesarios.
Sin embargo, el gobierno no dice que Pampa Energía compró en los cuatro años de Cambiemos 903 millones de dólares, mientras que en sus balances solo justifica poco más de la mitad. No es el único caso. El Grupo Techint compró en igual período 782 millones de dólares y no puede justificar ni siquiera la mitad de la suma. Finalmente, Pan American Energy adquirió durante el gobierno de Macri 98,4 millones y de la lectura de sus balances no surge cómo lo hicieron ni de dónde detrajeron los fondos.
El gobierno de Fernández es cómplice de la estafa por encubrimiento. Como 2023 es año de elecciones, tanto Juntos por el Cambio como el actual oficialismo van a enfrentarse políticamente en cuestiones menores, pero no en el tema fundamental, que es la deuda, a quienes benefició y quién la paga.
¿Qué hacer?
El verdadero eje de un nuevo gobierno debería ser investigar la deuda y no darla como un hecho consumado, porque es una pesada hipoteca y un beneficio extraordinario para la minoría parásita y rentista que evadió impuestos y fugó capitales.
¿Qué hacer? Marat, ante la inminente invasión de París por parte del ejército de Luis XVI en septiembre de 1789, llamó al pueblo a “despertar de su letargo”, señalando que la única manera de salvar la revolución era apresar al rey a su familia en el palacio de Versalles y llevarlos presos al Palacio de las Tullerías como garantía de que no se invadiría la ciudad.
En síntesis, se debe hacer lo mismo que hizo Marat: pregonar la verdad para que el pueblo no pague la estafa. De otro modo tendremos una minoría que goza de lo robado y amplios sectores sumidos en la pobreza y en la miseria, sin presente ni futuro.
Sí, nos falta un Marat, pero más falta hace que nuestro pueblo tome consciencia de la situación. Embrutecidos por los medios repetimos sin internalizar lo que los sectores dominantes quieren que pensemos y dejemos en el olvido lo que ellos quieren ocultar. La primera proclama de la Revolución francesa nos la dio la Enciclopedia y dice: “Una sociedad culta que piensa por sí misma es la mejor manera de asegurar el fin del antiguo régimen”.
Decirnos la verdad, por más cruda que sea, es el primer paso para que pensemos por nosotros mismos.