La súper tasa del Banco Central y el nuevo torniquete fiscal amenazan con secar los pocos brotes verdes. Una salida que no resuelve el problema central: la falta de divisas. Los precios, la interna de Cambiemos y un contexto global cada vez más adverso.

Acorralado por la lógica que instauró en diciembre de 2015, Cambiemos volvió a hablarle al mercado financiero. Su interlocutor privilegiado. Dujovne y Caputo oficiaron de voceros. Fueron breves, “pragmáticos”, según el ministro de Hacienda. En verdad, no hicieron falta muchas palabras. Apenas las necesarias para hacerle saber a bancos y fondos de inversión que Macri está dispuesto a extenderles una garantía ampliada, y que lo hará cuantas veces sea necesario para que la bicicleta siga rodando. En otras palabras: que el gobierno no tiene en sus planes escaparse de Wall Street y que habrá jackpot para los valientes. Una suerte de conjuro frente al fuego amigo de los economistas del establishment y las advertencias lanzadas desde el Financial Times y Forbes, que sin remilgos aconsejaron “salir corriendo en la Argentina”.

Cambiemos, en síntesis, dijo lo que el círculo rojo local y global quería escuchar: que habrá una nueva ronda de ajuste en el gasto público, que no habrá marcha atrás con el tarifazo y que la tasa de política monetaria subirá tanto como sea necesario para que las inversiones se mantengan pesificadas. Para que no quedaran dudas, Dujovne le puso nuevos números al torniquete fiscal. Prometió llevar el déficit primario al 2,7 por ciento del PIB. Para hacerlo dijo que recortará 30.000 millones de pesos en obras públicas. Además, a los que se queden, les ofreció el premio mayor: una tasa del 40 por ciento anual. La más alta desde la salida del denostado cepo cambiario. En la práctica, solo la tasa ofrecida puede operar sobre las expectativas de los decisores del mercado. El nuevo recorte anunciado busca confirmar que el gobierno no necesitará este año nuevas fuentes de financiamiento en el mercado externo. Nada nuevo. Se descontaba. Caputo lo viene anunciado desde hace semanas.

Dujovne y Caputo, una conferencia de prensa de un optimismo delirante.

Resta saber si la codicia podrá más que el temor. Si puede, la corrida se irá debilitando. La respuesta no será inmediata. Llegará con el correr de los meses. Tampoco será definitiva. El camino elegido augura nuevos inconvenientes y el entusiasmo de los apostadores puede ceder ante la cautela. Los que se queden seguramente pedirán nuevas pruebas de amor. Por las dudas, y para evitar un mal paso, algunas calificadoras de deuda se apresuraron a bajar la calificación de los títulos públicos y advertir sobre la volatilidad de los activos locales. Fitch hizo punta. La siguió Moody’s. Mal trago para el gobierno, obsesionado con alcanzar el mágico investment grade. El panorama luce complicado. La Reserva Federal de Estados Unidos anunció cuatro subas de su tasa de interés, y solo concretó la primera. Nada hace prever un cambio de rumbo. Las monedas continuarán devaluándose frente al dólar. El peso, la más castigada en América latina si se excluye el bolívar venezolano, no será una excepción.

En la city porteña y en Wall Street saben que ya nada será como antes. Olfatean que Macri, aunque manda, lo hace con un capital político manguado por las inclemencias económicas internas y en un contexto global adverso. Sopesan también que su imagen se deterioró en apenas un semestre. Poco y nada queda del triunfalismo que campeó luego de las legislativas de octubre. Conocedores que en la Argentina la disputa por el excedente no está resuelta, los fondos de inversión trazan hipótesis sobre el límite que podría dibujar el descontento social. Al mismo ejercicio se dan los grupos concentrados que pilotean la Unión Industrial. Algunos lo ven cercano, otros no tan lejano. Propios y extraños saben que los dólares escasean y que la capacidad de repago de la deuda ya ingresó en una zona gris. El tránsito hasta octubre del año que viene será arduo. Todos admiten que el pilar central del modelo Cambiemos es el flujo de dólares. Cerrado el financiamiento externo, solo queda la balanza comercial. La única fuente de divisas que no requieren repago. Los pronósticos señalan que cerrará este año con un déficit que rondará los 10 mil millones de dólares. Nada para rascar de esta olla.

Sturzenegger, arriba con las tasas o nafta para apagar el incendio.

Para salir del paso, el Banco Central obligó a las entidades del sistema a desprenderse de poco más de la mitad inversiones dolarizadas. En este punto, la realidad pudo más que el credo del buen liberal. La herramienta, por cierto, la usaron casi todos los gobiernos. Para algunos se trata de una estrategia riesgosa. Dicen que podría minar la confianza de los ahorristas. Y no se trata minar bitcoins. Los bancos registran depósitos en moneda extranjera por unos 26.000 millones de dólares. En síntesis: argumentan que los dólares que se ahorra la entidad por la mayor oferta privada podría perderlos con creces si tiene que asistir a las entidades ante una eventual salía de los depósitos.

¿Qué pasará con la otra economía? De ahora en más, las miradas estarán puestas en el nivel de actividad. La tasa de interés fijada por el Sturzenegger abreva en la más pura ortodoxia. El encarecimiento del crédito no es neutral. Nunca lo fue, ni lo será. Ni que decir para las pequeñas y medianas empresas. Menos aún para las maltrechas economías familiares. Es de manual: la demanda se verá todavía más afectada. Si el consumo no se mantiene, los pocos y tardíos brotes verdes que suele exhibir Dujovne podrían secarse durante el largo invierno que se presagia. Tampoco será neutral el recorte en obra pública, uno de los pocos sectores que tracciona sobre el nivel de actividad. Poco podrá aportar el sector agropecuario. El derrumbe de la cosecha de soja llegó en el peor momento. Eso sí, la fiesta seguirá para la intermediación financiera.

La desorientación del mejor equipo de los últimos cincuenta años aporta lo suyo. Los pases de facturas que se suceden en el gabinete desde fines de diciembre son la prueba. La ausencia de una conducción económica unificada se hace sentir. Las voces se multiplican. Macri arbitra. El último round lo ganó Sturzenegger. Dicen que perdió Peña. En cualquier caso, una victoria pírrica. Dilapidó 7.700 millones de dólares desde principios de marzo, cuando arrancó con sus intervenciones. La disparada del dólar, que acumuló un avance del 6 por ciento en los últimos tres días, pone en el horizonte una nueva ronda inflacionaria. La onda expansiva se hará sentir en los alimentos que componen la canasta básica. Las petroleras ya pujan por un nuevo incremento de los combustibles. El primer cuatrimestre cerraría con una inflación acumulada del orden del 9 por ciento. Nadie cree que el Índice de Precios al Consumidor pueda quedar debajo del 20 por ciento anual.

En el club de los quince, como se conoce en el mundo sindical a los gremios que cerraron paritarias en el techo que fijó el gobierno, hacen cuentas. Por ahora se van en aprontes y falsas partidas. El gobierno, no obstante, teme que la conflictividad gremial vaya en aumento. Algunos de sus integrantes admiten que difícilmente puedan ofrecerle a la cúpula de la Unión Industrial la reforma laboral prometida. Los senadores justicialistas, en todas sus versiones, ya hicieron saber a los caciques cegetistas que no aprobarán nada que no tenga el visto bueno de la CGT. Un clásico. Esto, sumado a la decisión de la oposición de avanzar con la iniciativa que retrotrae las tarifas a fines del año pasado, operó en la Casa de Gobierno como un baño de realidad. Reconocen ahora lo que siempre prefirieron obviar: que Cambiemos gobierna con minoría en el Congreso.

Un último dato que pinta el dilema del gobierno. Según Kantar Worldpanel, el consumo masivo cayó un 1 por ciento interanual en el primer trimestre del año. La malaria llegó a todos los niveles. Algunos resignan bienes suntuarios. Otros, los más elementales. El reporte señala que la retracción llegó al 4 por ciento en el nivel bajo superior, siguiendo la tendencia de fines de 2017. En otras palabras: la clase media baja continúa resignando consumo por la aceleración de la inflación y el impacto de las tarifas y el transporte. La nueva estrella, el canal mayorista, parece apagarse. Luego de tres años de crecimiento ininterrumpido, tuvo un primer trimestre negativo. El cierre de año proyectado pasó de un crecimiento del 0,7 por ciento a una caída de un 0,5 por ciento. La súper tasa del Banco Central y la disparada del dólar amenazan con planchar aún más la economía en un contexto inflacionario. El peor escenario.