El acuerdo por la deuda no alcanzó. La ortodoxia reclama un ancla fiscal para estabilizar. Urgido por el dólar, el gobierno respondió con el austero proyecto de Presupuesto 2021 y tantea pedirle al FMI. Mientras tanto, Guernica mostró la cruda realidad y la carta de Cristina las limitaciones del Frente de Todos.

Cristina se despega? ¿Cristina marcó la cancha? ¿Alberto quedó atrapado en el círculo rojo? Casi nadie faltó a la cita. Exégetas y hermeneutas multiplicaron los comentarios. Unos en procura de una interpretación consensuada. Otros en busca de un mensaje oculto. Encerrados en la gramática política, muchos parecen subestimar el polvorín social. Guernica, por lo pronto, se comió a las teorías. Las imágenes de la ocupación y el desalojo posterior patentizaron la cruda realidad: 47 por ciento de pobres y 12 por ciento de indigentes dibujan los límites del contrato social vigente. Lo mismo la crónica del desalojo anunciado en Santa Elena, un hecho casi simbólico.

¿Quedaron las convicciones en la puerta de Casa Rosada? Se verá. Está claro que Grabois molesta, Etchevehere festeja y el impuesto extraordinario a la riqueza se hace esperar. Agricultura aprueba el trigo transgénico HB4 y el Plan ProCrear Rural que empuja la Unión de Trabajadores de la Tierra es poco menos que una quimera. Se diría que gana por goleada la propiedad privada en su versión extrema: la seguridad jurídica que traería inversiones, aportaría sustentabilidad fiscal y habilitaría la recuperación económica. Tironeado por derecha e izquierda, Alberto y el tándem Kicillof-Larroque terminaron la semana haciendo equilibrio.

Por lo pronto, en el medio de la crisis, cada cual atiende su juego. Un ejercicio consustancial a la política, aunque mezquino y de seguro peligroso en tiempos de peste y carestía. El cristinocentrismo sigue siendo el ejercicio favorito de la oposición, también del empresariado y de buena parte de la dirigencia oficial. Lugar riesgoso al que no puede escapar la vicepresidenta por su propio peso, pero cómodo para el resto, que deposita así el futuro en el supuesto poder ineludible e ineluctable de Cristina. Una cosmogonía ad-hoc.

La incomodidad de Alberto es evidente. El cristinocentrismo que alientan desorientados y ajenos lo desdibuja. El futuro sería así un guion deslucido que le reserva un rol de reparto. El peor de los escenarios. Un presidente presionado por demandas cruzadas en un contexto donde lo único que sobra es la escasez. Lo que busca sin disimulo la oposición más recalcitrante. La que no tiene la responsabilidad en territorios concretos. Sería un desborde desgracias humanas y materiales.

La lectura, al menos para este cronista, es sencilla: Cristina advierte sobre la posibilidad de una hecatombe. Reitera lo que se sabe. Sin un acuerdo amplio, el futuro traería más peste y carestía. Pide consenso. Es coherente con la elección de su compañero de fórmula. Su destino político está indisolublemente ligado al gobierno. Huelga repetirlo, se ha dicho mil veces, pero va una vez más: con Cristina no al alcanza y sin Cristina no se puede. Los protagonistas lo saben. Si hay distancias se deberían resolver en el método.

Una apuesta riesgosa

El Presupuesto 2021 no trae grandes noticias. La lectura oficial trasunta optimismo. Se diría que excesivo. Su diseño parte de un supuesto: que el año próximo se habrá superado casi por completo la pandemia. Ya no habría restricciones a la circulación y la economía habría quedado liberada de las ataduras sanitarias.

Para algunos supone forzar la realidad. Son los que opinan que el escenario actual no variará demasiado. Afirman que arrancar el segundo trimestre sin los daños económicos del Covid es una utopía. Subrayan que de cumplirse persistirán las calamidades sociales y económicas provocadas por Cambiemos.

Con la eliminación del IFE, el año comenzará sin ingreso universal. Tal vez sin siquiera que se haya concretado el meneado impuesto excepcional a la riqueza. Sin política de shock por el lado de los ingresos, solo quedará la inversión privada. Una apuesta riesgosa: el Estado se constriñe a garantizar la pax macroeconómica y la infraestructura necesaria. La fórmula de la sustentabilidad que reclama el poder económico. En el mejor de los casos, una salida que se vislumbra como muy paulatina de cara a las urgencias sociales. También peligrosa en el terreno de la estrategia. Las legislativas están a la vuelta de la esquina y el malhumor social puede erosionar las mejores intenciones.

La inercia inflacionaria, aun controlado el dólar billete y sus diferentes versiones, hace impensable una mejora sustancial del salario real en el corto plazo. Pasando en limpio y dicho en forma brutal: el Presupuesto 2021 relega la urgencia social a los objetivos de reducir el déficit y reactivar por el lado de la oferta. Peca de una excesiva prudencia fiscal y abre el interrogante sobre la capacidad del Estado para gestionar el conflicto social si la reactivación se demora.

Algunos datos

La inversión pública prevista para 2021 implica un aumento de casi el 90 por ciento. Un 47 por ciento real. Algo así como el 2,2 por ciento del PBI. Duplica lo asignado por Cambiemos en 2019, pero es menor al promedio 2010-2017 . Suena a muy poco. Los recursos están orientados a obras viales, infraestructura ferroviaria, vivienda y urbanismo, lo último mediante el Plan Procrear. En bastante menor medida a la construcción de viviendas sociales e infraestructura sanitaria y educación [1].

Mucho de lo pautado dependerá del tipo de cambio. El objetivo del gobierno es obvio: que el dólar no se dispare. Que acompañe a la inflación. Algo elemental para empezar a restañar la herida social. La tarea luce muy compleja sin controlar la oferta de divisas; es decir: sin una decidida administración del comercio exterior. La batalla ya comenzó y Guzmán optó por encarar principalmente por el lado de la oferta. Acordó con las cerealeras dosis homeopáticas. El final de la historia de verá en marzo.

En lo inmediato, la tasa de interés para sacarle presión al mercado cambiario es incompatible con la intención de promover la inversión productiva. Ni que decir de la incompatibilidad entre la recuperación del ingreso familiar y el descongelamiento de las tarifas que preanuncia el presupuesto. Tema clave también para las pymes: la provisión de energía barata.

Otra cuestión. Es de diagnóstico. En proyecto afirma que “un crecimiento rápido (de la economía) afectaría el balance comercial debido a la mayor demanda de importaciones”. En realidad, el desbalance ya existe. Está asociado a los pagos de la deuda. Puesto de otra forma: la restricción externa de hoy no deriva de una estructura productiva desequilibrada, como dice la visión tradicional. Respondería, en cambio y en lo esencial, al plano financiero. El comportamiento especulativo.

¿Hay otro camino? Hay quienes afirman que sí. Los que postulan una recuperación rápida que priorice la reconstrucción del tejido social. Pasaría por apuntalar el consumo de bienes y servicios masivos para favorecer la producción que menos insumos importados requiere. Los críticos del presupuesto apuntan que un crecimiento del 5,5 por ciento solo se justificaría por un aumento equivalente del consumo privado. Difícil de conseguir en el marco de una estrategia fiscal contractiva para reducir el déficit primario ajustando el gasto público.

Va de suyo que la vía alternativa depende de recomponer la recaudación. Mayor progresividad. Una reforma impositiva que de mínima ponga límites a la rebeldía fiscal de los sectores acomodados y a las maniobras de elusión de las grandes corporaciones. Puede que no sea la panacea, pero al menos evitaría los recortes en el gasto social, que según la iniciativa oficial caerán un 8,5 por ciento en términos reales durante el próximo año.

Una mirada al contexto

Queda claro que no habrá una recuperación rápida a nivel mundial. Tampoco una larga recesión. El consenso señala que la pandemia dejará ganadores y perdedores. La última versión del powerpoint económico dibuja una raíz cuadrada. Al rebote seguiría un estancamiento estructural. Una economía global caracterizada por un crecimiento lento, muy endeudada y con baja inflación. ¿El motivo? Las empresas serán menos rentables y habrá menos inversión. Para mejorar la rentabilidad, las compañías intentarán recortar empleos y salarios, lo que empeorará aún más la distribución del ingreso. Un panorama poco alentador que se completa con una inestabilidad financiera global, un tema crucial para los países emergentes.

 

[1] En https://ipypp.org.ar/2020/10/24/analisis-del-proyecto-de-ley-del-presupuesto-de-la-administracion-publica-nacional-2021/

[2] En https://www.ceso.com.ar/sites/www.ceso.com.ar/files/ajuste_estabilizador_o_estabilizar_para_crecer_-_informe_x_-_octubre_2020_prensa.pdf

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