Corrían fines de 1985 y en Buenos Aires se organizó el Encuentro de la Cultura Democrática cuando todavía Chile estaba bajo la dictadura de Pinochet. Nicanor Parra fue uno de los principales invitados y en esta entrevista –publicada en el diario La Razón- habla de su país, del sentido de la democracia, de su hermana Violeta y de los derroteros de la poesía en tiempos difíciles. Sin nunca perder ese sentido del humor que fue una de sus marcas de estilo.

Cuéntenos en qué circunstancias concibió el poema “Mil novecientos treinta”, que publicamos estos días en el diario..

-Yo vivía en una pensión y frecuentaba en mi tiempo una biblioteca que quedaba cerca. Me gustaba mucho leer los anuarios de la prensa inglesa. De allí saqué la información. Fíjese que esos titulares que recojo en el poema son “a la inglesa”, no “a la chilena”. Hay en ese texto – y por eso lo rescato- elementos que podrían llamarse exteriorista, en el sentido que los nicaragüenses le dieron al término.

-¿Usted dice los nicaragüenses del 80, José Coronel Urtecho y Ernesto Cardenal?

-Sí, en especial los poemas de Ernesto, a quien admiro y considero el gran poeta de este tiempo, en idioma español. Pero volvamos a nuestro poema. Dice allí: “Mil novecientos treinta. Aquí empieza una época/Con el incendio del dirigible 101 que se precipita a tierra/ Envuelto en negras ráfagas de humo / y en llamas que se ven desde el otro lado del Canal…” Se está hablando del Canal de la Mancha.

-Visto desde Dover…

-Sí, no caben dudas de que se poema fue escrito allí, en Oxford. Formaba parte de un libro que pensaba titular Oxford, 1950, o Nebulosa 1950, a tono con lo que estaba estudiando en ese momento con el físico Milney. Alcancé a escribir tres o cuatro textos como ese, pero luego me pareció excesivo el método “enumerativo” y desistí de hacer el libro. “Mil novecientos treinta” no fue publicado en su momento simplemente porque se traspapeló, al igual que otro que fue publicado en Chile en 1948, y ya nunca editado, que tenía que ver con eso que después se llamó El viaje de la semilla, de Alejo Carpentier.

-¿Recuerda ese texto?

Le cuento de qué se trata. El poema narra la historia de un hombre, pero no desde que nace hasta que muere, sino al revés. Empieza en el momento en que un grupo de personas está sacando un ataúd de un nicho. Lo ponen en un carricoche, pronuncian unos discursos, cubren el ataúd con coronas y lo sacan retrocediendo del cementerio. La carroza arrastra a los caballos. Atraviesa la ciudad. Llega a la casa. Se deposita el ataúd sobre la mesa, se hace la capilla ardiente y – después de 48 horas- se destapa el ataúd. Sacan al difunto y lo ponen en la cama. Luego, le empiezan a sacar medicamentos del estómago y así. Finalmente, el difunto se incorpora, toma su bicicleta y se aleja, retrocediendo…

-Como buen físico matemático, fue remontándose “del efecto a la causa”…

-Así es, del efecto a la causa.

-Este poema que usted ha tenido  la gentileza de “contar” revela una vieja preocupación suya: la muerte. No la muerte con su misterio, con su “carga” metafísica, sino la muerte como episodio social, cultural. Recuerdo.  Lo que el difunto dijo de sí mismo, en el cementerio, etc.

-Sí, es un tema que vuelve siempre. En mi último libro, Hojas de Parra, está muy presente. Déjeme leerle un texto. Se titula Memorias de un ataúd: “Nací en una estupenda carpintería/Pero lo divertido es lo que viene después…”.

-Esa irreverencia, ese trato casi familiar y “de igual a igual” con la muerte es algo muy americano ¡Vaya usted a hablar así de la muerte en Sicilia! Creo que el tratamiento respetuoso, afectado, con respecto a la muerte responde puramente a la civilización judeo-cristiana. Los mexicanos, por ejemplo, con su fiesta de las calaveras, muestran otra cosa.

-Claro, Guadalupe Posada, las calaveras de azúcar…

-Sí, aunque el humor en su poesía ya se ha extendido a todo tipo de cuestiones. Es todo un estilo ¿Cómo definiría usted lo que hace?

-Una de las cosas que ha quedado en pie es el concepto de Antipoesía, que es la poesía de la contradicción.

-¿La poesía de lo paradójico?

-No de lo paradójico sino de la contradicción, de la contradicción en el sentido que le daban los sofistas griegos y también en el sentido en que la tomó la dialéctica de Hegel. La Naturaleza y la Historia están hechas no de ladrillos unitarios, sino de ladrillos dobles, de luz y de sombra, de frío y de calor, de vida y de muerte. La realidad opera así. “Tesis / Antítesis”, decía Hegel. Y el poeta que se interesa por establecer la ecuación del movimiento del espíritu debe tener presentes esos dos momentos. No sólo importa la belleza, sino también la fealdad. No sólo las formas de atracción, sino también las de repulsión. ..

-Lo uno existiendo por lo otro, como decía Lao Tsé. O la materia por la antimateria, como dirían los físicos de hoy…

-Sí, exactamente.

-Usted cree que hay alguna “misión” para esa poesía?

Hubo un momento en que mi compromiso era con la libertad, con la imaginación, con la vida misma. Yo sentía  esa “alegría de vivir” que se nota en mis primeros poemas, no adscripta a ninguna ideología, a ninguna doctrina. Pero ahora estoy en una especie de nuevo realismo socialista…

-¿En qué consiste eso?

-¡He encontrado la horma de mi zapato! Estoy muy asustado por lo que ocurre en el mundo. Ya no se puede seguir jugando. La antipoesía es muy lúdica. (Yo antes decía “la verdadera seriedad es cómica”) Pero ahora veo dos fantasmas espantosos en el horizonte: el colapso ecológico y el holocausto nuclear. Así que no podemos quedarnos en el planteo anterior.

-Usted dice que sería hora de abandonar esa frivolidad que hay en la práctica “lúdica” de la poesía. Algo parecido a lo que reclamaba Bertolt Brecht cuando decía: “En mi canción, una rima me parecería una insolencia”…

-Ya. Está bien eso de rima pero yo creo que no se debe descuidar el oficio. Hay que usar las palabras del modo más eficaz posible. La eficacia es lo que importa, y ella se consigue sólo con el oficio. Aunque no sé, en rigor, si la rima tiene que ver con la eficacia; y en ese aspecto el pensamiento de Brecht sigue siendo válido en sentido general.

-¿En qué consistiría la nueva poesía que usted propone?

-Consistiría en hacer formulaciones muy breves con relación al Colapso y al Holocausto. Especie de pancartas de telones con consignas, que se puedan leer rápidamente, que no actúen a través del logo sino más bien de las intuiciones. Ejemplo: “ El error consistió en creer que la tierra era nuestra / Cuando la verdad de las cosas / Es que nosotros somos de la tierra”. Y ahí termina el poema. Deben hacerse textos comprometidos, en el sentido sartreano, aunque no de compromiso para salvar a una clase social. Ni siquiera a una especie. Compromiso para salvar el planeta. Compromiso global. Esto hay que tenerlo claro. Se terminó el enfrentamiento “izquierdas vs. derechas”, “capitalismo vs. socialismo”. O deber terminar, mejor dicho, termina r en nuestras cabezas.

-Sin embargo en el planeta – y más allá de las categorizaciones- hay unos que están mejor que otros ¿No cree usted que el fantasma del Holocausto está siendo manejado para distraer la atención de los pueblos de lo que son sus intereses inmediatos, de sus reivindicaciones elementales? Reagan ha dicho ayer – tal vez como parte de ese juego- que sólo sería factible un acuerdo con los soviéticos en caso de ataque extraterrestre…

-Reagan es representante del liberalismo económico del mundo capitalista, heredero del economicismo del siglo XIX. El único objetivo de ese pensamiento es el lucro. No interesa resolver problemas globales, sino ganar dinero. Tanto Reagan como Gorbachov están en una retórica de enfrentamiento que debe ser superada. Con respecto a la primera parte de la pregunta, le aclaro que no se trata de omitir la cuestión social, las necesidades de los postergados, sino de incluirlas en el planteo mayor. Yo hablo de la Carta de Daimiel, España, que plantea luchar por una vida lúdica, creativa, pluralista, libre de explotación. Allí aparece la cuestión social. Se debe luchar sin tregua contra esos gases letales que son el autoritarismo, la represión, la burocracia. El pensamiento social del siglo XIX, incluido el marxismo, es insuficiente para entender cuestiones de este tiempo.

-¿Hay alguna doctrina que sirva para entender las cuestiones de este tiempo?

-Sí. Esa propuesta de la que te hablé. Hoy se puede hallar ecologistas “de izquierda”, “de derecha”, “libertarios”, en fin…pienso en el Modelo Mundial Latinoamericano, en los trabajos del Club de Roma sobre los límites de crecimiento, en los informes del Mundo III y en el Global 2000, este último elaborado por el equipo de Carter. El Mundial Latinoamericano, del que estoy más cerca, entiende que el Club de Roma ha planteado la cuestión en términos reaccionarios, autoritarios, imperialistas… ¿Qué va a ocurrir en el 2000? Las respuestas son todas “abracadabrantes”. Yo creo que lo mejor es plantearse cómo debería ser el mundo y creo también que del enfrentamiento decimonónico liberalismo vs marxismo no puede esperarse sino un agravamiento de la situación.

-¿Qué opina de ese “hombre total” que proponen los ecologistas siguiendo el modelo del Renacimiento y que se opone al proyecto de “hombre robotizado” y superespecializado de la civilización tecnológica?

-Coincido con eso. Los filósofos se la han pasado estudiando partes de la totalidad sin advertir que es la totalidad misma la que está en “malas condiciones”. Hoy debemos globalizar. Es decir, actuar puntualmente sin dejar de pensar globalmente. Cuestión social sí, pero en términos ecológicos.

-Yendo ahora a la cuestión “regional” ¿Qué piensan los chilenos de ese modo global de pensar las cosas?

-Por lo primero que se lucha en Chile es por la vuelta de la democracia. Sin democracia no hay ni siquiera la posibilidad de debate popular para estas cuestiones. Las soluciones para los problemas ecológicos tienen que salir de la comunidad. En una dictadura, la discusión abierta no es posible. De modo que estamos condenados  a luchar por la democracia. Todo esto lo he puesto en los nuevos sermones del Cristo de Elqui, que son tipo pregunta-respuesta. Le cuento uno: Le preguntan al Cristo: “-¿Qué le pediría al Viejo Pascuero?-“.  El Cristo responde: “-La vuelta a la democracia-“. Le dicen entonces: “-Vuelta a la democracia ¿Para qué?¿ Para que se repita la película?-“. Y él dice: “-No, para ver si podemos salvar el planeta-“.

-¿Comprende la Junta el sermón del Cristo de Elqui?

-No, no puede comprenderlo. Está en la retórica del enfrentamiento, igual que la oposición. Yo no sé… Mire, lo que viene a continuación nadie sabe qué será. Conversaba ayer con un taxista argentino  que me decía: “Hemos vuelto a la democracia. Vamos a ver, cuando pase el Año Nuevo, si podemos comer de la democracia”. Yo le contesté que acerca de la crisis económica era muy claro lo que pasa. Los norteamericanos, que son los que mandan, cortan el gas y listo…Ese es el precio que se paga, el que está pagando también Uruguay y el que seguramente va a tener que pagar Chile.

-Ahora que dice eso, recuerdo un poema suyo, Los límites de Chile. Usted dice: “…y en el medio hay una gran plasta rodeada de militares, curas y normalistas que succionan a través de cañerías de cobre”. En ese poema faltaría mencionar a la Anaconda Copper Co., a la ITT…

-Sí, falta, efectivamente. Reconozco con toda hidalguía que faltan esos “límites” en el poema. Pero que quede en claro que los límites faltan  en el poema y no en el pensamiento del autor.

-Acá en Buenos Aires corrieron rumores, en los años pasados, de que usted había firmado una carta de apoyo al gobierno actual de Chile, o que había aceptado cargos de ese gobierno…

-Si alguien tiene un papel con mi firma avalando al gobierno le pide que lo muestre, que pruebe lo que dice. Con respecto a mi Cátedra de Literatura en el Instituto de Estudios Humanísticos de la Escuela de Ingeniería, en Santiago, le diré que valoro enormemente poder estar allí y enseñar lo que sé, es decir, Ecología. Me he convertido en un alfabetizador ecológico. Todo lo demás, eso de que los que nos quedamos fuimos “chanchos nazis” o colaboracionistas, como se escribió por allí, me tiene sin cuidado. Yo he sido invitado –con boleto incluido- por exiliados chilenos de Suecia y Holanda, miristas inclusive, y nunca nadie me ha reprochado nada. Voy a leerle un texto que escribí en Chile hace un año, El Cristo de Elqui se defiende como gato de espaldas: “-¿Yo partidario de la dictadura?¡No me haga reír, amigo Volodia!¡Me desayuno con ese pastel!¿Usted está tratando de tirarme de la lengua?¡Hágase su voluntad! Hombre a hombre lo desafío, por intermedio de este poema, a discutir en serio los problemas de Chile…” O este otro: “¡A ver, tú, que eres tan diablillo, ven para acá!¿Hay o no hay libertad de expresión en este país? – Hay, haay, aaay” O este…(…)

-Usted se autodenominó alfabetizador ecológico. Eso me lleva a otro tema ¿Quién le enseñó a leer?

-La mamá. La mamá me enseñó a leer. Y no en un libro, sino en las hojas de periódico con que estaba empapelada la pieza donde vivíamos en un conventillo de Santiago.

-Yo pensaba que su padre, maestro primario, era quien le había enseñado a leer

Mi padre me enseñó a leer en otro sentido. La mamá me enseñó a leer el alfabeto, pero el papá me enseñó a leer en el libro de la naturaleza, en el libro de la comunidad. Lo que yo hago, la antipoesía, no fue inventada por mí.

-¿Era músico, además de maestro, su padre?

-Sí, tocaba la guitarra, cantaba en las fiestas. Y también tocaba el violín, admirablemente, en la orquesta “sinfónica” de Chillán.

-Su hermana Violeta narra muy emotivamente, en las Décimas, los éxodos y migraciones que debió soportar su padre por su condición de alfabetizador…

-La Violeta exagera un poco en materia de nivel socioeconómico. Tal vez por excesivo amor o por una filosofía de corte populista. Los obreros no eran obreros ni gañanes. Ni los maternos ni los paternos. El abuelo paterno era procurador judicial, un tinterillo muy famoso en Chillán que amasó su pequeña fortuna, con sus funditos y sus mesas de jacarandá. La “caída” se produce en la segunda generación. Mi padre era bastante bohemio. No debe atribuirse a otra causa su empobrecimiento.

-¿Recuerda usted? “De Santiago pa´Lautaro/con siete crías colgando/petaca y monos andando/busca mi taita reparo…”

-Sí, hay una base cierta en lo que cuenta Violeta, pero no fueron las cosas así. Mi padre era un empleado público. El traslado a Lautaro fue para dar clases en un regimiento del lugar.

-Tal vez hacemos mal en precisar estas cosas, pero ocurre que las Décimas son declaradamente autobiográficas…¿Usted cree que Violeta se había forjado una imagen muy distinta de sí misma?

-No. Su poesía es autobiográfica y hay también en ella imaginación. Una imaginación, si se quiere, más “abajista” que “arribista”. En ese sentido, deberíamos sacarnos el sombrero ante ella. Nosotros pecamos  más de “arribistas”.

-Violeta cuenta que ella es llamada a Santiago por usted para instruirse en un colegio ¿Recuerda? Hay quien dice que el final trágico de su vida no se debe a “amores contrariados” sino al hecho de haber tomado contacto con un mundo  distinto, urbano y despiadado, que la golpeó duramente; de donde se inferiría que usted fue, en cierto modo, responsable de su desdicha…

– Es algo tan sutil…He pensado mucho en el suicidio de Violeta… Fíjese que con ese criterio habrían sido responsables de su desdicha la madre que la echó al mundo, las maestras que le enseñaron a leer. No sé…

-Violeta es uno de los temas permanentes de su poesía.

Sí, recuerdo uno de los artefactos que compuse recientemente. Se llama Chiste para desorientar a la policía, y consiste en una foto, muy linda, de Violeta con una leyenda arriba, en letras grandes: “VIOLETA PARRA, MADRE DE LA PATRIA”. O este otro que dice: “Este país debería llamarse Violeta ¡De lo contrario, que se llame Chuchunco!”.

Con su hermana Violeta

-¿Usted escribió su “Defensa de Violeta Parra” en vida de Violeta?

-Sí, y se la leí para mostrarle cuánto la quería. Ella me abrazó llorando, recuerdo. Hace un par de años me invitaron a leer ese poema en la Quinta Vergara, ante quince mil personas, en un concierto de Ricardo Braun, un pianista chileno, que se tituló De Juan Sebastian Bach a Violeta Parra. Y escribí una introducción, que también leí  y que concluye con estos versos: “(Ella y yo) somos la misma persona. NO me tomen en serio, pero créanmelo”. Mi relación con Violeta fue muy particular. Nos comunicábamos  “inalámbricamente”, de acuerdo a esa teoría de los campos morfogenéticos…

-Hace unos años el poeta y crítico Noé Jitrik habló del futuro de la poesía  y dijo que – así como la tragedia es un discurso teatral que ha desaparecido, porque ya a nadie se le ocurriría escribir tragedias-, hay formas de la poesía que están siendo abandonadas. Y que tal vez sólo perviva la poesía oral, la poesía cantada o aquella que acepte la crisis del trabajo con el lenguaje. En síntesis, que los sobrevivientes serían las Violeta Parra, en cuanto a cantoras, y los Nicanores, en cuanto antipoetas.

-¿Eso lo dijo Jitrik o lo dice usted?

-Lo último es una extrapolación mía

-Yo no estoy alejado de la canción. Le recuerdo que mi primer libro  se llamó La cueca larga, y fue escrito antes de que Violeta existiera, literariamente hablando.

-¿Y será recordada, su cueca larga, como son recordadas las canciones de Violeta o algunas coplas de Neruda?

-Sí, espero que sí. Puedo decir que soy un admirador de Neruda y que he sido gran amigo de él. Qué es lo que pasa hoy con su poesía es un tema que les dejo a los críticos. Voy a leerle un huayno que he compuesto recientemente, y que estaría inscripto en esa línea de poesía – canción: “Bajando de Machu Pichu/ perlas challay/me enamoré de una chola/chiwas challay/ más linda que una vicuña/perlas challay/pero ella no me hizo caso/palomitay…”

-En sus antipoemas ¿Usted se siente cerca de Huidobro?

Sí, mucho más cerca de él, por su humor, que de Neruda. Sin embargo, respeto mucho a Neruda. Él es, en cierto modo, la culminación del modernismo, la alquimia verbal total. “De la musique avant toute chose…”

-¿Ha leído usted a Oliverio Girondo o a Macedonio Fernández?

-Sí, me he sentido siempre muy afín a ellos. De Macedonio me interesan las prosas más que los poemas. Apenas llegado a Buenos Aires hablé de José Hernández, del Martín Fierro y de Macedonio Fernández. También tengo en la Argentina otros “parientes espirituales”, como Baldomero Fernández Moreno y César Fernández Moreno. Yo los conocí, a todos ellos, a posteriori. Cuando escribí mis Antipoemas no tenía noticias, en Chile, de esa literatura.

-En realidad, el tema de las influencias es muy discutible. Los poetas captan algo que flota en la atmósfera de cada época ¿No cree usted?

Sí, así es. Pensemos en poetas franceses como Apollinaire, anteriores aún, como Blaise Cendrars ¿Debemos llamarlos padres o hijos de una época de la literatura?

-Para concluir ¿Cómo ve a este Encuentro de la Cultura Democrática al que ha sido invitado?

Muy honrado por la invitación. Yo no acepté la invitación a los 80 años de Borges ni a otros encuentros posteriores porque no eran invitaciones de gobiernos democráticos. Si las hubiera aceptado, ahora sí tendría que mirar para abajo…

Consultando al astrólogo, a otro de sus personajes, ¿Cómo ve el futuro de América Latina?

El astrólogo dice: “Miremos a Nicaragua. Allí está sucediendo algo nuevo. Cristianos, marxistas, libertarios, allí está sucediendo algo nuevo”. Ernesto Cardenal dijo: “El futuro será comunista y cristiano  o no será”. El astrólogo suscribe a esa frase.

¿Y Nicanor Parra qué dice hoy en Buenos Aires?

Tercero y último llamado: ¡Individualistas el mundo, uníos!¡Antes  que sea demasiado tarde!