Antes de lanzarse a la epopeya de Las Bandas Eternas, Spinetta sacó Pan y Un Mañana, dos discos que funcionan en tándem como una lente para, a diez años de su muerte, recorrer su obra en retrospectiva. (Foto de portada: Laura Tenenbaum).
Todos le pedíamos canciones viejas. Tocá Dulce 3 nocturno, flaco, tocá, Dios de la adolescencia. Pero lo que más le pedíamos a Luis Alberto Spinetta era que no se muriera nunca. Un infausto 8 de febrero, hace hoy diez años, no nos dio más bola. Desde entonces no tengo más dios. Aprovechemos la tonta oportunidad periodística que brindan las fechas redondas para sostener que hubo un programa artístico que nunca dejó de evolucionar y que, por lo tanto, encuentra en sus últimos trabajos la cúspide de su obra. Una ventana desde la cual mirar su carrera en retrospectiva.
Alguna vez se eligió a Artaud como el mejor disco de la historia del rock argentino y, de alguna manera, su imagen quedó fijada en ese álbum verde y deforme que en 2023 va a cumplir medio siglo. Tampoco le hace justicia el hecho de que su hit Seguir viviendo sin tu amor tenga en Spotify 80 millones de reproducciones contra 18 y 13 de las que le siguen, dos canciones que cantó con Gustavo Cerati. Se puede hacer un TOP 20 de las canciones del Flaco y lo que queda afuera es mejor. Porque es mañana. Las altas cumbres no explican la cordillera, la montaña es la montaña. El crítico y musico Abel Gilbert apunta que “parte de la derrota cultural en el campo de la crítica y la recepción implica ya ver a los artistas constituidos en un solo tiempo y en un solo espacio y no como derivas, momentos o rupturas”. Lo que subyace en esta mirada, dice Gilbert, “es que ha sido erradicada la idea de progreso y renovación en la música, por lo tanto hablar de alguien es hablar de alguien inmutable”.
Probablemente la reflexión aplique también a otros músicos: Fito no puede desmarcarse de El Amor después del amor ni García de Clics Modernos. En una charla que tuvo en 2005 con Claudio Kleiman para la revista Pugliese, Luis demostraba tener muy claro que su etapa “clásica” no era su presente: “Como ahora los discos no tienen tanta repercusión, a la gente aunque le toque un tema de Silver Sorgo le parece que es una novedad, el material es como que no tiene tiempo. Estoy con las características de una producción medio under”.
La fijación en los highlights de su repertorio aparece, sin embargo, bastante previsible en una carrera en la que cada disco fue un ciclo de autotransformación mucho más conectado con lo que le sucedía en tanto artista que con lo que se esperaba de su música. Una obra sin demagogia ni focus group. “Spínetta tenía veinticinco años cuando disolvió invisible -agrega Gilbert-, tenía la evolución como un impulso genuino”.
La escucha de Un Mañana (2008) y Pan (2006) como una unidad revela un momento de enorme creatividad y bajísima exposición. Así lo percibe Claudio Cardone, que venía trabajando con él desde los años 90: “Un Mañana y Pan se diferencian del resto de los álbumes de Luis porque estilísticamente hay un hilo conductor, una especie de mezcla, resuena en ellos todo lo que venía haciendo hasta el momento. A esos discos les escucho Pescado, Jade, Invisible…”. Muy pocas veces repitió la formación de los músicos en dos discos consecutivos: en los de Almendra, en los dos primeros de Invisible, en los dos de estudio de Los Socios del Desierto y en estos dos.
Theodor Adorno analizó durante años la obra de Beethoven y, aunque nunca terminó de darle forma a ese trabajo que se publicó incompleto tras su muerte, se divulgó bastante su análisis del período tardío del músico alemán. Se divulgó, sobre todo, el aforismo de que Beethoven estuvo, en su etapa final “exiliado de su propio tiempo”. En el libro “Sobre el estilo tardío”, publicado en 2009, el crítico literario y musical Edward Said (acaso más conocido por su militancia propalestina y sus estudios sobre orientalismo), desplegó el concepto de “estilo tardío” que Adorno había dejado deshilachado. Dice Said que el planteo adorniano refiere a la “alta cultura” pero que, haciendo esa salvedad, tu mente ya estará progresando y lleva el análisis de los períodos tardíos a los “reinos más accesibles” de la cultura de masas. Said recorre las últimas obras de varios artistas con un modelo explicativo inquietantemente eficaz para conectar arte y sociedad. Sugiere que lo tardío no es vejez ni sabiduría acumulada, sino un momento que engloba sin resumirlas las antítesis generadas a lo largo de una carrera. Citando al austríaco Hermann Broch, Said dice sobre lo tardío: “No siempre es un producto de los años; es un don implantado con los demás dones del artista, que madura, tal vez, con el tiempo, y a menudo florece antes de tiempo bajo el presagio de la muerte, o se despliega incluso antes de la aproximación de la vejez o la muerte: es alcanzar un nuevo nivel de expresión”
La simpleza se construye
En mayo de 2005, con la incorporación de Sergio Verdinelli en la batería, se consolida la banda con la que Luis grabaría y editaría sus dos últimos discos de estudio. Un cuarteto dúctil que incluía a Cardone en teclados y a Nerina Nicotra en bajo. “Él ya venía trabajando con Claudio y Nerina y me sumaron para grabar Pan y para las presentaciones en vivo, así que tuve que aprenderme de una como treinta canciones -recuerda Verdinelli-. Buscaban ese sonido de cuarteto, para eso me convocó, para hacer un rock clásico”,
El disco anterior, Para los Árboles, tiene un sonido electroacústico que veinte años después sigue siendo de vanguardia. Era un proyecto ambicioso, con ocho músicos en escena. Pero, evidentemente, el olfato y la inclinación de Luis ya se iban para otro lado. “Los cambios en la música son cambios espirituales. -le dijo a Kleiman en aquella nota de 2005-. También podríamos decir que, dada la era de adquisición de tecnología, si estás tan pendiente por la actividad del señor Sony Vaio, ya prácticamente es como tu dios personal, tu gurú. Esto es otra cosa”. Esta otra cosa, este cuarteto, era la herramienta con la que quería contar su nueva etapa en la que, decía, había “muchas cosas tan lindas: un nuevo amor, los nietos.”. Rock clásico, versión original. Gilbert suma: “Spinetta está mucho más en el mainstream de lo que se piensa, no forman parte de su discoteca la musica experimental, ni las variables más radicales del rock ni del pospunk, es un tipo anclado en el mainstream y desde su lectura del mainstream hace lo que hace. Eso es lo que lo vuelve extraordinario”.
En la conferencia de prensa con que presentó Pan en Mendoza, dijo: “El disco está absolutamente comprometido siempre con una idea estética, más o menos simple: es mi pan espiritual”. La tapa del disco parece un mantel de cuadrillé y las letras del título se forman con los cuadraditos rellenados. “Reuní canciones muy simples, algunas letras muy sencillas que no parecen provenir de mi pluma (…) Éste es mi pan calentito, mi producto inmediato creativamente”.
Un sonido simple que es resultado de una búsqueda intencional. “Fueron dos discos concebidos, ensayados y grabados con los cuatro en la sala -recuerda Cardone- Las bases grabadas en vivo, con algunas sobregrabaciones, lo que hace que suenen de otra forma porque están tocados básicamente en vivo, a la vieja usanza, la búsqueda me parece que fue un poco por ese lado”.
En uno de los versos de Pan parece explicitar la intención: “Estoy iluminado con tu sencillez/ todos los días, amor, toda la vida” dice en Dale Luz al Instante. Es una melodía que se canta fácil y se basa en una armonía bien spinetteana, con influencia jazzera. Dos estrofas y un estribillo al final del cual viene una tercera parte en la que todo parece irse a la mierda (tanto en la letra como en la música) pero vuelve al pie con facilidad:
Bm7 Am9
Tarde o temprano el viento te arrebatará
Dm9
esa hoja escrita
Am11
con tu mejor canción
Fmaj13
que ya no recordarás
G9sus4/A
y que creías que haría
E7/#9 E7/B9
una revolución
Am9
sin amor
G7sus4
y es que nunca funcionó
Am9
lo que no puede ser
Dm9
no puede ser
Am9
mi vida.
Dale Luz al Instante tenía todo para convertirse en el Seguir Viviendo Sin Tu Amor del Siglo XXI. Si no hay miles de personas gritándole que la toque es porque dolorosamente no está su querida y flaca silueta trepada a los escenarios. O porque surgió en su etapa tardía, en el posclasicismo. Quizás lo mismo pueda decirse de la casi folclórica La Flor de Santo Tomé, dedicada a quien fuera su última pareja. Pero como Luis había aprendido a ser reservado con su vida íntima no va a ser este texto el que lo traicione. Baste señalar la simplicidad de los versos que retoman en clave spinetteana algunos mitos litorales: “Río, no traigas las sombras/ dulce río de amor/ la pena nos hace sauce/ que no lloró”.
Una forma de curar
Puede pensarse a Un Mañana como Pan+Olga. Es un disco que tiene en varios momentos la sencillez de su antecesor (y que se prolongará en el póstumo No mires atrás) pero en el que el Flaco se da el gusto de meter locuras, como una suite de tres partes con dos interludios, intro y final de cuerdas. Roberto Mouro, amigo de Luis y coautor de varias letras de sus canciones, le dijo a diario Perfil que ese tema tuvo un lugar particular en el corazón de Spinetta. “Le daba risa la imagen de ‘coloreando la garúa’, me decía ‘no sé qué habré querido decir con esto’, él la tenía muy en la cabeza todo ese tiempo”. Canción de Amor para Olga es una estructura inusual para la música popular que tiene antecedentes en la obra de Luis.
En la ya célebre mañana de domingo del 73 en que presentó Artaud en el teatro Astral hizo dos de esos temas, uno a continuación de otro: “Últimamente, a partir de la formación del cuarteto Pescado Rabioso, en el que estaban Black, Cutaia y David, yo tenía en la mente una composición que se llama Cristálida (aplausos) que por decir así es la primera investigación mía respecto de una canción que tuviese varias formas poéticas y varias formas musicales agrupadas como en módulos. Que intuyo que es un breve pasaje a producir una música más abierta”. En este programa artístico se entreleían los motivos de la reciente separación de Pescado. Luis buscaba una música más abierta y para encontrarla echaba mano del jazz, del poeta francés maldito y de las formas musicales previas a la canción. Los demás querían seguir improvisando sobre blues y rocanrol. La negociación era tan imposible que en marzo salió Pescado II y en noviembre Luis presentaba Artaud sólo con su guitarra.
Cuatro años después, en 1977, y tras la disolución de Invisible, se arma la Banda Spinetta, que no dejó ningún disco oficial grabado. Tuvo varias formaciones pero sus pilares fueron Bernardo Baraj en saxo, Gustavo Moretto en trompeta, Eduardo Zvetelman en teclados, Ricardo Sáenz en bajo y Luis Cerávolo en batería. Por aquella época tocaban en vivo una composición también larguísma, que en algunas ocasiones llegó a durar más de veinte minutos. Se llamaba Triptico del Eterno Verdor y, hasta que la web democratizó su escucha, fue casi un mito para los fans de Spinetta. En su primera estrofa se revelaba parte del propósito revolucionario: “En el silencio descubrirás/ la inmensa voz de tu corazón/ y al escucharla comprenderás/ que tu canción es de plomo aún”. Con la fe del alquimista, se dedicó durante esta etapa a retirar el plomo de sus canciones hasta permitirles el vuelo. Para lograrlo, las imágenes de Artaud y Rimbaud habían quedado un poco atrás y quien prestaba ahora inspiración para ese proyecto era Carlos Castaneda con su búsqueda espiritual basada en la conexión con la naturaleza y el cosmos. A diferencia de la Cantata, en la que parecía decidido a demostrar que una persona con una guitarra y su voz pueden prender fuego el cielo, el Tríptico era una composición eminentemente eléctrica. En ella, tres formas poéticas heterogéneas se alternaban con largos pasajes instrumentales en los que resonaban Mahavisnu Orchestra y Return To Forever .
Treinta años después, surge otra canción de “varias formas poéticas y varias formas musicales”, como una necesidad creativa de su emotividad. Cardone recuerda: “Luis me comentó que le había compuesto dos canciones a una misma persona y que las quería unir con un interludio musical. Apenas lo tuve bocetado se lo mostré y le encantó, pero pasó el tiempo y me dijo que le había escrito una tercera canción, si no le quería hacer un segundo interludio para unir las otras dos”. La persona que se hizo acreedora de tres canciones del Flaco era una vecina de su barrio de Belgrano. “Olga era una persona muy querida por todos nosotros, -dice Gustavo Spinetta, hermano menor y baterista-. Nos curó el empacho toda la vida y el mal de ojo a todos: a Luis, a mi hermana Ana, a mí, a los hijos de Luis también, era una tradición”.
El primer tramo sale con violines. “La única guía que me dio para esas cuerdas que aparecen al principio y el final fue una rítmica -dice Cardone- pero en ambos casos me dio libertad, entonces lo que hice fue una idea rítmica, eso que arranca al principio de la primera canción”. Tras eso, llega la letra con la primera revelación sobre la luminosidad de Olga: “Tu alma es extraordinaria/ quiere saber ser el tiempo/ y no quieren saber de mirar relojes/ tus ojos claros de sol a sol”. Y más adelante: “y tu mañana única espera la vida/ como el arroyo que horada la piedra/ por siglos”. En el primer interludio, a las cuerdas se suman los vientos y a continuación viene la canción de amor propiamente dicha: “Esta es una canción de amor para Olga/ así te digo gracias siempre así/ mis manos ya no paran de sentirte/ los ecos son tus alas/ que vuelan coloreando la garúa”. Tras el segundo interludio, el final: “No me digas más, duende curador/ háblale a mis ojos/ habla del adiós”. Gustavo agrega: “Era increíble los efectos que lograba Olga, realmente te curaba. Falleció después de una operación por un problema grave de salud y Luis la quiso recordar con esta canción”.
Cuenta Cardone que le propuso grabar estas partes con una orquesta de verdad y que a Luis la idea le gustó pero no condecía con el espíritu de banda íntima que lo animaba en esos años. De todos modos, en 2015 se hizo en el CCK un homenaje al Flaco en el que Cardone se sacó el gusto de tocar esta composición en vivo junto a la Orquesta Kashmir y con las tres partes de la canción en las cálidas voces de Dhani Ferrón, Vera Spinetta y Emilio del Guercio, respectivamente. Por suerte, hay en YouTube una grabación de ese momento.
Volver mejores
Con mirada retrospectiva, este período es la antesala necesaria para la epopeya de Las Bandas Eternas. Ese show de cinco horas en Vélez en el que tocaron todas las bandas de Luis más la selección nacional del rock, no estaba en sus planes hasta pocos meses antes. Quizás sería mejor decir que estaba dentro de las cosas que claramente no quería hacer. Cuando se cumplieron diez años de ese show, los medios a los que Luis nunca dio bola publicaron hipótesis más o menos miserables acerca de por qué cambió de opinión. En cualquier caso, el análisis de los discos de este período previo da señales de que su propia lógica compositiva estaba buscando validar parte del lenguaje desarrollado a lo largo de su carrera. Pero para eso hay que escucharlos.
Ya desde los primeros versos de Sinfin, la canción que abre Pan, el asunto queda expuesto: “Alguna vez/ querida mía/ te pregunté/ por un rayo que víste en la avenida”. Y a continuación dice: “Hoy ví uno igual/ aunque es mejor/ y presiento que el tiempo nos mira”. El propio Flaco dijo en varios momentos que ese rayo era el mismo de Para ir, aquella canción del álbum doble de Almendra:“Siéntate a ver el día/ mira que gusto da/ ver el rayo/ justo donde empieza la avenida”. En la entrevista que le dio a Fernando de Trápaga para su programa A 18” del sol, se encargó de aclararlo: “Por supuesto, usé el mismo rayo de Para Ir,. Ese rayo viene desde siempre, pero cuando lo nombro no es para volver a eso. Es importante verse reflejado nuevamente en las propias palabras. Cuando hablo de ese rayo digo que ahora es mejor”.
Uno de los últimos temas de Un Mañana, Hombre de Luz, fue compuesto originalmente por el padre de Luis (y de Ana, la que no duerme, y de Gustavo), Santiago Spinetta fue cantante de tango hasta que las responsabilidades de la paternidad lo alejaron de los escenarios pero no de la guitarra. “Hombre de luz/ que vuelas al espacio/ señálame la ruta al sol/ Quiero estar allí volando/ de un modo azul”, dice la letra. Gustavo tiene un recuerdo para aportar: “Mi padre armó este tema, me acuerdo de escuchárselo muchas veces, esa canción tenía unos baches, era como que le faltaban acordes a lo que iba haciendo”. Y después, queda el recuerdo, dice, “en la mente de Luis, que se acordaba de una secuencia de acordes y como no estaba completo, toma todo lo que se acuerda y lo reconstruye”. La canción tiene una sonoridad lenta y onírica que recuerda a Alcanfor, de Tester de Violencia y en la reinterpretación de su padre, Luis linkea con Encadenado al Ánima, aquel poema surrealista de Santiago que Luis musicalizó con Invisible e incorporó al disco Durazno Sangrando en 1975. “Las ventiscas en sombras ahuyentan el humo/ de unos muñecos que se queman/ en el alba roja y ardiente de la locura” dicen los versos del pater familiae que el hijo enhebra con una estructura loca de varias partes, mucho fraseo instrumental y una duración de más de 15 minutos.
La canción que da nombre a Un mañana es un (hermoso) tema instrumental, una novedad para el Siglo XXI extraída del arcón de Luis: la última vez que había grabado en estudio una canción sin letra había sido en 1984, en Madre en Años Luz, el último de Jade, con la sola excepción de algunos breves instrumentales del disco doble de Los Socios del Desierto de 1997. En la entrevista que le hizo de Trápaga, el Flaco dice: “es un tema a la usanza de Jade que utilicé casi como separador, después de una canción tan importante como Olga, para después retomar más lírica”.
También el repertorio con el que se presentaba en vivo en aquella época presagiaba Las Bandas Eternas. Atrás habían quedado los shows como el del 95 en el Velódromo, en el que tocó solo dos temas conocidos. En su etapa tardía, los recitales incluían clásicos como La herida de París, La montaña, Todos estos años de gente, Seguir viviendo sin tu amor y hasta Ana no duerme o una versión demencial de A Starosta, el idiota, de Artaud. El resto, como le dijo a Kleiman, eran canciones que el público siempre percibía como “temas nuevos”, aunque fueran de Silver Sorgo, de Para Los Árboles, del EP Camalotus o lo que iba saliendo de Pan y Un Mañana. Con este show tocó en la Casa Rosada en 2005.
Los años de este período están marcados, en la política nacional, por la pelea del kirchnerismo con el grupo Clarín, la 125 y la Asignación Universal por Hijo. Luis estaba muy comprometido con los familiares de la tragedia del Colegio Alas y aprovechaba cada presentación para insistir en la importancia de manejar responsablemente. “Conducir a conciencia no es solamente con los autos, sino cada paso, ser conscientes para mejorar” y entendía que esta predica podía “lograr que la gente tenga respeto por la vida de otros y la propia vida”. En estos años obtuvo con Un Mañana el premio Gardel al mejor artista de rock, diseño de portada, videoclip, canción del año y álbum del año.
Hay muchos últimos discos de Luis. Después de Un Mañana vino el DVD de Las Bandas Eternas, tras el cual el cuarteto entraría en su virtual disolución. Después de eso salió Los Amigo, otro último disco que se editó de manera póstuma, con Rodolfo García y Dhani Ferrón. Pero eso ya era en el marco de otras circunstancias de su vida. En 2020 apareció No mires atrás, que recopila algunas de las canciones que el cuarteto grabó para Un Mañana pero que Luis no quiso publicar entonces para no aportarle complejidad a ese disco que debía permanecer simple. Y quien sabe el material que seguirá apareciendo del mito Spinetta. El momento del cuarteto es, sin embargo, el último testimonio de Luis ocupado en la evolución artística de disco a disco. Es, decíamos, en ese sentido, la cúspide de su evolución creadora. En palabras de Said, un nuevo nivel de expresión que explicita sin resolver las tensiones de una obra eterna.
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