Let it be fue el último disco que dieron a conocer los FAB 4. Una despedida que no estuvo a la altura de la historia del grupo. Conflictos personales y sobre todo musicales, formas diferentes de relectura de pasado confluyeron en el quiebre. A sus canciones poco le importa.
Una carrera contra el tiempo. Eso es lo que había comenzado en septiembre de 1969 cuando John Lennon comunicó que se iría de los Beatles. El grupo ya se hallaba resquebrajado hacía tiempo y los ímpetus de hacer una carrera solista alcanzaban a cada uno de los integrantes. Abbey Road salía a la venta en esos días y era un hecho, puertas adentro, que se trataba del último trabajo de estudio de la banda. Se decidió hacer una disolución ordenada y, de momento, no informar nada a la prensa. Entre los asuntos pendientes del grupo estaban metros y metros de película y una cantidad de cintas de audio, un proyecto que parecía destinado al olvido y que se retomó en los últimos meses del 69. Cuando, el 10 de abril de 1970, Paul McCartney lanzó su primer disco solista, titulado McCartney, y anunció al mundo el fin del grupo que había cambiado la historia de la música popular, faltaba un mes para el estreno de la película y el lanzamiento del LP, ambos de mismo nombre, cuya aparición quedaría indefectiblemente ligada a la separación de la banda: Let It Be. La génesisDiciembre de 1968: el Álbum Blanco llevaba unos días en la calle, y Paul convenció a sus compañeros respecto de cuál debía ser el futuro proyecto beatle. Significó un salto al vacío después de un año extenuante: grabar un disco cuyas sesiones estuvieran despojadas de los artilugios de estudio y fueran filmadas en un documental. El mal clima imperante quedaría patente en esa película. No trabajaron en su ambiente natural, los estudios de Abbey Road, sino en los estudios de Twickenham y en su productora Apple. Allí, el 30 de enero de 1969, terminaron las traumáticas sesiones del proyecto entonces conocido como Get Back con el improvisado concierto de la azotea, junto al tecladista Billy Preston, y en el que ofrecieron parte del nuevo material. Para entonces, su histórico productor, George Martin, había dejado las sesiones, por el clima insoportable. El material quedaba incompleto y parecía el fin de los Beatles, hasta que, a los pocos meses, por iniciativa de Paul, se juntaron para Abbey Road. Si venían de grabar un disco caótico con cámaras alrededor, ahora volvían a los viejos modos de producción para uno de sus grandes trabajos. De a poco, cada beatle avanzaba hacia la carrera solista. Lennon había conocido a Phil Spector, que produjo su primer trabajo con Yoko Ono y quedó fascinado por el “muro de sonido”, una acumulación de capas y sonido reverberado que era la marca distintiva del productor, en las antípodas de Martin. Considerando que Martin no iba tener ni tiempo ni ganas para hacer algo decente con un material a medio hacer, con una estética anacrónica respecto de la evolución de la banda, Lennon no tuvo mejor idea que darle las cintas a Spector para que las editara. Allí comenzó la saga de un disco abandonado que a comienzos del 69 fue la opción de una banda que debió haberse planteado la disolución o el año sabático y no un proyecto de disco filmado y a contramano del programa musical que habían desarrollado. Y sobre el cual, ya con Lennon y Harrison muertos, Paul y Ringo Starr, junto a Martin, volvieron para darle, o tratar de darle, el sonido que debió haber tenido, 33 años después de su aparición. Let It Be..Naked iba a ser la versión alternativa que pretendía ser la oficial y definitiva. Diseccionado las sesiones ILa idea de Paul, que el resto de la banda aceptó, era un salto al vacío, más en las condiciones en que habían terminado el extenuante 1968 del Álbum Blanco: hacer un disco que sonara como antaño, despojados de los trucos sonoros de estudio y con la posibilidad de volver a salir a tocar con ese repertorio. Era algo anacrónico, retrasar más el reloj de la evolución beatle, que había retrocedido con el doble disco después del barroquismo de Sgt. Pepper´s Lonely Hearts club Band y Magical Mystery Tour. Conviene recordar, y eso se puede apreciar mirando la obra en perspectiva, que la banda tuvo una curva ascendente que llegó a la psicodelia del 67, pero cuya unidad maciza había terminado en Revolver un año antes para darle preeminencia a la hegemonía de McCartney. El regreso del viaje a la India no los halló en la búsqueda de un paso que fuera más allá de esa parafernalia y el resultado fueron decenas de canciones que en el retiro de Rishikesh se escribieron en guitarra y cuyo origen acústico, amén de la referencia de varios temas al universo de Revolver (ya no en clave ecléctica, sino anárquica, con cuatro solistas en vez de una banda), resultaría el germen de lo que originalmente se concibió como Get Back y devino en Let It Be. Si de la estética del 67 retrocedían al 66 de Revolver, muerte de Brian Epstein y aventuras con el gurú Maharishi de por medio, ahora se iban más atrás: la prueba la da la inclusión de “One After 909”. (Pequeño gran detalle: la portada original, que buscaba anclar con el concepto del disco. La banda pensó que la mejor tapa para Get Back era ni más ni menos que una foto similar a la de la portada de Please Please Me, el primer LP de los Beatles, que se grabó en una maratónica sesión de diez horas. Allí se los ve acodados en una foto tomada en contrapicada, vestidos de acuerdo a la educación sentimental de Brian Epstein, de traje y con flequillos. La fotografía que se sacaron para Get Back -luego descartada para Let It Be y recuperada para el compilado conocido como Álbum Azul- semeja aquella imagen, en el mismo lugar dentro del edificio de EMI donde posaron en 1963. En la foto que remeda aquella están de vuelta trajeados, pero pelilargos y con el arrastre de seis años.) Se sabe, Let It Be se editó a los ponchazos, es un disco incompleto, y el set de canciones se modificó. Varios productos beatles y solistas posteriores al lanzamiento del disco permiten colegir algunas cuestiones. Anthology 1 ayudó a conocer de primera mano que “One After 909”, ese rock clásico que tocaron en la azotea de Apple, era una composición de 1963 que había quedado inédita. O sea: en su afán de volver a las fuentes, Lennon y McCartney se fueron literalmente al comienzo de la beatlemania. La versión inédita data del 5 de marzo de 1963, casi seis años antes, y tres semanas después del 11 de febrero en que habían grabado su primer LP. A la hora de elegir las canciones para Let It Be hubo tiempo para algo de las primeras épocas: buscar covers. La discografía beatle consigna que “Words Of Love”, incluido en Beatles For Sale, en 1964, fue el único tema que grabaron de Buddy Holly. Gracias a Anthology 3 sabemos que el día antes de subir a la azotea se le animaron al lado B de aquel sencillo de Holly: “Mailman, Bring Me No More Blues”. Diseccionado las sesiones IIPor cierto que las esquirlas de esa idea de regreso a la fuentes se sintieron después de Let It Be y alcanzaron a las sesiones de Abbey Road. Nuevamente, Anthology 3 da una mano en la pesquisa: el 24 de julio de 1969, en plena grabación del verdadero último disco de los Beatles, se permitieron probar con un cover de “Ain´t She Sweet”, el tema de Milton Ager y Jack Yellen. En la historiografía beatle, pese a no ser una canción original del cuarteto, ocupa un lugar muy especial. Formó parte de la primera grabación comercial del grupo, el 22 de junio de 1961, cuando acompañaron al cantante Tony Sheridan en el registro de “My Bonnie” en Hamburgo y luego, sin el solista, grabaron “Cry For a Shadow” (tema firmado por Lennon y Harrison) y ”Ain´t She Sweet”. Que ¡ocho años después! coquetearan con esa canción tras la experiencia traumática de Let It Be (para julio de 1969 parecía lejano que se editara el disco) muestra que aún quedaba algo de la impronta de aquellos días de enero. De hecho, el caos de aquellas sesiones, que derivaron en una gran cantidad de material que quedó descartado, muestra, con la ayuda de Anthology 3, el hilo conductor que va de las sesiones acústicas del Álbum Blanco a Let It Be hasta el concepto final de Abbey Road en la serie de canciones que integrarían el medley de la cara B del opus final. “Mean Mr Mustard” y “Polthyne Pam” tuvieron demos en el 68; y “She Came In Through The Bathroom Window” sonó en las sesiones en Apple, lo mismo que “Oh! Darling”, que tuvo tomas en Apple y quedó en su versión final en Abbey Road.
(Una escucha de Anthology 3 permite apreciar la toma alternativa de “The End” con un poderoso y extenso acorde final que no integró el corte definitivo, pero que emparenta al medley con “A Day In The Life” -una canción armada sobre dos temas sueltos e inconclusos y que termina con un extenso acorde, similar al de la toma inédita de “The End”-, lo cual reafirma la idea de que el medley es esa canción amplificada y, por ende, coloca a Abbey Road como la continuación de Sgt. Pepper´s…) La dispersión de la banda y, sobre todo, la idea de que Let It Be no vería la luz, es lo que explica que una de las canciones del concierto de la azotea no integrara el LP: “Don´t Let Me Down”. A diferencia de “Get Back”, “Dig A Pony”, “One After 909” y “I´ve Got A Feeling”, tuvo destino de sencillo. Ese manejo es lo que explica también que un Lennon deseoso de ver “Across The Universe” en un larga duración optara, cuando se quedó con el control de las cintas, por colocar en el disco el sencillo grabado en febrero de 1968 y que produjera George Martin. Si hay un elemento que sirve para comparar las diferencias entre Martin y Phil Spector en la producción de Let It Be es esa canción: Spector trabajó sobre la cinta editada por Martin. Por supuesto, el “Across The Universe” de Let It Be…Naked (que, desde ya, incluye “Don´t Let Me Down”), nuevamente en manos de Martin, se parece más al tema del sencillo. Lo mismo ocurrió con “Let It Be”, que apareció como single en marzo del 70 producido por Martin y tuvo el “muro de sonido” de Spector en el larga duración lanzado en mayo. El sencillo de marzo, el último de la banda, tuvo como lado B “You Know My Name (Look Up The Number)”, grabado en 1967 sobre el cierre de las sesiones de Sgt. Pepper´s…El desbande final llevaba a editar como sencillo un tema del LP y a darle compañía con una canción de casi tres años atrás. Para peor: “Across The Universe” dos años antes y ahora “Let It Be” a semanas del lanzamiento de un LP, tenían vida como singles y luego aparecían en el long play, en abierta contradicción con la política beatle de considerar sencillos y LP como esferas separadas. Ajuste de cuentasPor cierto, el disco al desnudo de 2003 salda una vieja deuda de McCartney con Spector y “The Long And Winding Road” suena como debió haber sido: sin cuerdas ni coro (cuestión aparte por qué Paul aceptó que la versión de Spector de “The Long…” integrara el Álbum Azul, el compilado que reúne temas del 67 al 70; más aún, es el cierre de ese disco doble). El ajuste de cuentas, se entiende en sentido global, fue la versión Naked, que vio la luz dos años después de la muerte de Harrison. Quedaron afuera “Maggie Mae” y “Dig It” (que ya eran de por sí outtakes en 1970) y se incluyó “Don´t Let Me Down”, así como se alteró el orden de las once canciones que integran el cut de 2003. “Get Back”, el cierre del último trabajo comercial de los Beatles, quedó como primera canción. “Two Of Us”, el comienzo del LP, fue ubicado como tema 5, y “Let It Be”, que cerraría el lado A del LP si no fuera porque le siguen los pocos segundos de “Maggie Mae”, es el fin del disco.
A todo esto,Anthology 3 también nos acerca al material solista de Harrison y McCartney que quedó fuera de Let It Be. George insistió, de manera infructuosa, para que la banda tocara un tema que terminó desechado y que el 25 de febrero de 1969, tres semanas después de las sesiones de Apple, el guitarrista grabó en los estudios de Abbey Road, el día de su cumpleaños número 26. Era la canción “All Things Must Pass”, que daría título a su primer trabajo post-Beatles, el álbum triple editado a fines de 1970. Por el lado de Paul, el 24 y 28 de enero del 69 hubo tomas de “Teddy Boy”, tema que terminaría en McCartney, igual que la balada Junk, que formó parte de las sesiones acústicas en la casa de George en mayo de 1968, en plena producción del Álbum Blanco. El abanico de temas que se barajó en esos días de enero del 69 da la pauta de la cantidad de material. Parte fue a Abbey Road (además de “Oh! Darling” hay que recordar “Maxwell´s Silver Hammer”, que suena en la película), parte a discos solistas, otro a sencillos (“Don´t Let Me Down”). Lo que quedó disponible era lo que iba a formar el corpus de un disco inconcluso. Más allá de The EndPara abril de 1970, cuando se consumó la disolución de la banda (mejor dicho: cuando Paul primereó a Lennon), no había duda de la magnitud de la obra beatle. Ya había constancia de su impacto y de algo que se iría constatando con el paso del tiempo: el aura de clásicos. Con el correr de los años no faltaría la comparación hasta con Mozart. En términos de música popular, había un punto de contacto con Mozart: la obra inconclusa. Let It Be era como el Requiem. Pero también podía ser Turandot de Puccini, o la Décima Sinfonía de Mahler, obras más cercanas en el tiempo, de tradición académica, que la muerte también había dejado inacabadas. En el caso de Let it Be, no había habido muerte, sino la separación de la banda. El material, no una partitura, sino cintas de audio, estaba sin editar, a medio hacer. Que Let It Be haya visto a luz rompió la comparación que pudo haberse dado con el gran disco fallido de los 60: Smile, de los Beach Boys. Aquel trabajo había sido la gran idea de Brian Wilson en plena competencia de talento con los Beatles en general y con McCartney en particular. La banda californiana había sido capaz de lanzar, en mayo del 66, una obra maestra como Pet Sounds. La respuesta inglesa llegó tres meses después y cambió todo, no solo la puja entre las dos bandas sino los parámetros de lo que se podía hacer dentro de un estudio: Revolver. Antes que Wilson pudiera cantar retruco a semejante disco, se complicó la producción de Smile y llegó Sgt. Pepper´s…, que colocó a los Beatles a años luz de cualquier competidor. Cuando Lennon, que venía de perder la interna no solo con McCartney, sino también con Martin, optó por Spector para darle forma al fallido Get Back, sin pensar en ello (no tenía por qué hacerlo), sacó a esas cintas de la eventual y obvia comparación con el trunco Smile de los Beach Boys. Y la producción de ese material lo acercó, en términos industriales, al proceso de reconstrucción que en esos años hacía Deryck Cooke de la Décima Sinfonía de Mahler. En vez de cintas desperdigadas, papeles manuscritos que los herederos de Mahler le daban a Cooke y le permitían cubrir los baches, hasta tener unos 75 minutos de una obra de casi 80, y para la que antes de acceder a material determinante se llegó a pensar en otros compositores para echarle mano a la partitura, como fue el caso de Shostakovich.
En ese punto es donde las cintas de Let it Be emparentan con cierta tradición académica en el caso de obras incompletas. Y esto no es solo en el caso de las cintas del disco, sino también del film: Peter Jackson prepara un nuevo montaje en base a horas y horas de metraje de aquel invierno londinense de 1969. No es simpático decirlo, porque a un disco de los Beatles no se le puede decir que no, pero Let It Be no debió haber existido. No al menos en la forma en que se lo concibió. Claramente era un retroceso, un paso en falso. Aun siendo el disco póstumo de una banda disuelta, no corresponde que le quite el rótulo de trabajo final a Abbey Road. Queda claro, visto en retrospectiva, que de no haber mediado el clima posterior al viaje a la India de cuatro solistas que grabaron un disco doble, el proyecto del 68 tendría que haber sido algo que, en la teoría, hubiera sido similar a Abbey Road. Aquel disco amplificó cuestiones de Sgt. Pepper´s…sin caer en el barroquismo y de hecho se puede escuchar como su segunda parte. Optaron por la anarquía del 68 y luego fueron más atrás con el el concepto de Get Back hasta que se reencontraron en Abbey Road. El medley final, se entiende, fue algo así como haber llegado a la contemplación, a un punto después del cual no se podía continuar. En ese sentido, es allí donde aprendieron la lección de las fallidas sesiones de enero del 69. Un paso en falso, en falso, en falso, en falso…Pese a un sinfín de situaciones vividas a lo largo de los 60, la banda nunca había dado pasos en falso en materia musical. Se puede discutir la concepción del Álbum Blanco, pero no deja de ser una interesante manera de querer desandar la psicodelia del 67. El problema es Let It Be, que aun con la idea de fondo de, tal vez, quizás, volver a salir de gira, distaba mucho de ser un punto de quiebre en una banda que iba a tener pocos meses más de existencia. Excede el sentido de estas líneas, pero si uno quisiera buscar el momento bisagra, aquel de no retorno en la sorprendente evolución de los Beatles (la más rápida en el tiempo y la más profunda, prácticamente en toda la música del siglo XX, en la etapa que va del 62 al 66), quizás habría que poner la lupa en el sencillo de “Ticket To Ride” y “Yes It Is” que grabaron en febrero de 1965. “Ticket To Ride” fue la primera canción grabada pista por pista; “Yes It is” mostró las aproximaciones iniciales a las armonías a tres voces y al uso del reverb. A partir de ahí se abandonó el período de rock and roll puro. Let It Be, con toda el agua que había pasado, pretendía algo anterior a eso. Es un rompecabezas, cuya primera pieza es el LP de 1970, que se puede complementar en la escucha con el Naked de 2003, y al que los discos de Anthology más All Things Must Pass y McCartney ayudan a comprender con cierta perspectiva que va más allá de lo que fue el disco original de hace medio siglo. Medio siglo más tarde de su versión original mantiene, pese a los esfuerzos posteriores, el aura de trabajo inconcluso, casi “maldito”, imprescindible del final de la banda. Claramente no es lo mismo la escucha de un oyente de hace cincuenta años que de hoy. Si se piensa que el original terminaba con “Get Back” y esa canción es la que abre el disco al desnudo de 2003 (el corte que quizás debió haber sido); y que “Let It Be” clausura el lado A del LP del 70 y en 2003 cierra todo el disco, uno percibe la diferencia de conceptos entre Spector y Martin/McCartney. Y también la sensación de loop permanente. Ya no “Roll Over Beethoven”, sino “Roll Over Let It Be”, pero después del otro loop, ese que repetía number nine como un mantra. Algo a destiempo, que solamente podía deparar, como quedó demostrado de manera premonitoria en el título de una de las canciones, un largo y sinuoso camino. |