En el documental Mi primera tarea, el cantautor cubano evoca su experiencia como maestro, cuando apenas tenía 14 años y participó junto a miles de adolescentes de la Campaña de Alfabetización de Cuba, uno de los países considerados líder en educación a nivel mundial.
Por primea vez abandoné a la familia para valerme por mi propio criterio y me inauguré en una causa como participante activo de la sociedad”, dice Silvio Rodríguez en Mi primera tarea, el documental estrenado el domingo 20 de setiembre y en el que evoca el momento en que, con sólo 14 años, en 1961, dejó la casa de sus padres para sumarse a la Campaña de Alfabetización de su país. “No fue difícil decidirlo, aunque en mi propio hogar hubo forcejeo: mi mamá era más sobreprotectora, papá me apoyó”.
Aquella fue una epopeya pedagógica de la que el año próximo se cumplirán sesenta años, una experiencia que se desparramó en distintos territorios de la isla caribeña. En el llano, cerca del mar y en las montañas, dos años después del inicio de la revolución que depuso a la dictadura de Fulgencio Batista, cualquier sitio resultó propicio para desarrollar la tarea de enseñar a leer y escribir al pueblo analfabeto. Fue el primer paso de un largo proceso que convirtió a la pequeña Cuba en un gran líder de la educación accesible y de calidad, a escala planetaria.
“En esa campaña no había joven que no quisiera participar. ¿A los 14 años quién no tiene un año para dar?, pregunta a cámara . “Quizás esta primera aventura fue lo que me puso en un camino de conciencia social que me ha definido como ser humano. Los jóvenes necesitan causas grandes y nobles que los hagan crecer. A mí me marcó para siempre”, asegura el protagonista del filme.
Mi primera tarea es, sobre todo, una entrevista íntima acerca del impacto que produjo esa actividad en Silvio Rodríguez, quien se adentró en las montañas de Escambray, en el centro geográfico de Cuba. Pero su directora, la realizadora estadounidense Catherine Murphy, fue entretejiendo los dichos del cantautor con imágenes históricas para dar cuenta de la influencia que tuvo en la población aquella iniciativa del Che Guevara que incrementó sustancialmente el porcentaje de población alfabetizada. Durante los veinticinco minutos que dura la película, se ve a miles de niñas, niños y adolescentes uniéndose a las brigadas que convirtieron a la isla en uno de los referentes de educación del mundo. Son imágenes en blanco y negro tomadas en la Plaza de la Revolución de La Habana. Aquella fue una movilización sin precedentes que sumó casi un cuarto de millón de maestras y maestros entusiastas que libraron una “guerra contra la ignorancia” con sus puras ganas, más los libros y cuadernos que distribuyó el gobierno revolucionario. Alfabetización, consigna de victoria; Con la luz de la enseñanza llegará a nuestros campos la luz eléctrica; Enseñar es también aprender, fueron algunas de las consignas convocantes.
Escenas de carboneros que arman pirámides con troncos de árboles y aprenden en un bohío las letras del abecedario, familias de campesinos que nunca estuvieron en la ciudad y descubren que la Tierra es redonda, multitudes de jóvenes marchando con lápices gigantes como si fueran fusiles, se intercalan con las evocaciones de un Silvio Rodríguez emocionado que revela momentos desconocidos de su transitada biografía.
El cantautor de La maza y El necio cuenta que, al iniciar aquella primera tarea, los alfabetizandos (en general, adultos) lo miraban como a un extraño, ya que “nunca habían tenido contacto con otros, vivían en una precariedad muy grande”. Pero luego llegó la confianza, que lo hizo ingresar en el universo cotidiano de gente que no sabía qué eran ni una escuela ni un centro de salud, y asistir, por ejemplo, a un parto sosteniendo un farol mientras una mujer daba a luz. “Hacíamos una vida prácticamente salvaje, muy hermosa, pero dramática”, cuenta sobre esa “locura para la esperanza, locura que fue poesía”, como dice su canción.
En el documental, abre su corazón a un momento clave de su vida para recuperar al adolescente militante que fue. El mediometraje fue una producción de The Literacy Project (El Proyecto Alfabetizador), una organización que creó Murphy en 2005, para recopilar testimonios orales sobre diversas experiencias de alfabetización. “Nuestro trabajo resalta a quienes han luchado por enseñar y aprender a leer y escribir”, dice la realizadora que ahora mismo tiene en desarrollo la película Lxs Hijxs de Paulo Freire.
Como antes, como después, aunque por diferentes causas, en 1961 la comida en la isla escaseaba. Dice Silvio Rodríguez en Mi primera tarea: “Íbamos a unos mangales y llenábamos tres o cuatro sacos con mangos que duraban entre tres y cuatro días. Luego estuve diez o quince años sin poder volver a probarlos. Yo creía que era de una familia pobre, pero durante la campaña supe de verdad qué era la pobreza”.
El músico recuerda también haber conocido el guau, una planta de hojas tóxicas que los campesinos con su piel endurecida usaban para tatuarse. “Las cogían y se ponían el nombre de alguien en los brazos. A mí, que era blanquito, también se me ocurrió hacerlo, fue una dulce quemadura”, se ríe Rodríguez.
Las vivencias de entonces fueron clave en futuras decisiones personales, como embarcarse por cinco meses en un pesquero y alistarse como voluntario para luchar por la liberación de Angola. “Aquello se vinculó con el ensanchamiento de uno, fue una forma de aprender cómo era el mundo y cómo ayudar a los demás”, dice. “Estoy seguro de que todos los que participamos de la gesta nunca olvidaremos sus lecciones. Y es posible que los maestros hayamos aprendido más que los alumnos,” concluye Silvio.
Durante la Campaña, hubo cinco maestras argentinas que fueron enviadas por el Partido Comunista en “misión internacionalista”. Berta Rosenvorzel fue una de ellas. En una película anterior, 1961, la integrante de la Asociación de Educadores de Latinoamérica y del Caribe y participante de la Cátedra Abierta José Martí de la Universidad de San Martín, resumió aquella experiencia militante. “Era como si un volcán de pronto se extendiera. En lugar de lava eran los alfabetizadores populares y los jóvenes estudiantes que cumplieron un rol primordial, sobre todo en la campiña”.
El estreno de Mi primera tarea se realizó desde la plataforma de la casa cultural HotHouse, en Chicago. Se pudo seguir en vivo desde el link https://www.twitch.tv/hothouseglobal y por Facebook: https://www.facebook.com/hothousechicago. Se proyectó el concierto Silvio Rodríguez. El Poder de la Palabra, con Lila Downs y Susana Baca interpretando sus canciones favoritas de Silvio. El Festival Internacional de Cine Documental de Buenos Aires (FIDBA-2020) será también otra oportunidad para ver esta producción audiovisual, de forma gratuita, entre el 24 y el 30 de este mes por https://octubretv.com
Quienes han tenido la oportunidad de viajar a la isla han admirado y se siguen asombrando de la calidad de su educación y de su extensión sin excepciones a toda la población, con una mayoría universitaria o en camino de serlo. La Campaña de 1961 fue el primer paso de esa gran transformación social que vivió Cuba, al salir de la oscuridad del analfabetismo. El esfuerzo pionero de aquel año -los lápices como fusiles de Mi primera tarea- y el sostenimiento de una educación libre y gratuita para todxs, convirtió a la isla en un faro de equidad.