Esta semana, falleció Carlos Garaycochea, referente del humor gráfico argentino y maestro de dibujantes. Tenía 90 años. El Vasco, como lo llamaban, colaboró en Humor, Satiricón, Rico Tipo y El Gráfico, entre otros medios. Además, incursionó en radio y televisión. Una pequeña anécdota y el recuerdo de una frase destinada a quedarse.
A Garaycochea lo recuerdo de mi infancia y adolescencia; especialmente al Garaycochea radial. En aquella época, en los años ’70, no era raro que los radioescuchas -¡qué palabra vieja!- fueran a visitar a sus artistas favoritos en la radio. A Garaycochea lo conocí junto a Mario Sapag -con quien tuve la fortuna de trabajar, muchos años después- en un programa llamado Rulos y Moños.
La cuestión es que Garaycochea y Sapag tenían un sketch que consistía en poner discos muy viejos. Mi hermano Adrián y yo fuimos un día a la calle Uruguay para llevarles una reliquia familiar: la Rapsodia en Azul tocada por el propio George Gershwin. De más está decir que, como corresponde a un sketch humorístico, Garaycochea y Sapag nos gastaron -y al disco, por supuesto-. Recuerdo que nos fuimos con mucha bronca por el poco “respeto” -así, entre comillas- que le tuvieron a nuestra reliquia.
Sin embargo, años después -ya en la década del ’80, digamos- se reivindicó para mí como columnista en un programa que el venerable Ricardo Jurado -mi ídolo máximo de todos los tiempos- tenía por la tarde en Radio Continental. Se llamaba Felizmente Ford. Era la época anterior a la FM y la tarde de las radios era predominantemente musical. Después de Felizmente Ford venía El programa de Old Smuggler, que conducía el recordado Raúl Calviño, el de “LM, marca su nivel…”.
Garaycochea tenía una columna entre humorística y reflexiva que me gustaba mucho y comenzaba siempre de la misma manera. Jurado preguntaba: “¿Cómo estás Carlitos?”; y Garaycochea respondía: “Bien, Jurado, bien… sin entrar en detalles”.
Una tarde, Garaycochea comentaba una iniciativa de los cines de la cual se hablaba mucho por esos días. Consistía en un sistema que hacía que las butacas se agitaran, que soplara viento y cayera lluvia en la sala, que se esparcieran aromas en función de lo que sucedía en las películas. Garaycochea recordaba el famoso sensurround de la película Terremoto y comentaba los distintos sistemas que se querían impulsar para que lo que se veía en la pantalla pareciera más real. Su columna terminó con una frase que nunca olvidé: “Si siguen así, dentro de poco van a inventar el teatro”.
Puede que contado así no tenga gracia. Es como contar un cuento de Landriscina sin ser Landriscina. Pero en un momento de tristeza, donde se recuerda a un humorista gráfico, televisivo y maestro de dibujantes, quise aportar mi pequeño recuerdo del Garaycochea que conocí, el Garaycochea radial.