En diciembre de 1983, luego de ofrecer una charla sobre Kafka en Nueva York, Borges accedió a conversar en privado con un uruguayo y un norteamericano estudiosos de su obra. La charla – grabada en un cassette – fue desgrabada, se perdió entre otros papeles, y permaneció inédita hasta hoy, que Socompa publica su transcripción fiel. En la introducción, Alberto Elizalde Leal relata la historia de esa charla y de su transcripción perdida y recuperada.
“El diálogo tiene la virtud de ser lo contrario al dogma”
Jorge Luis Borges
El 28 de diciembre de 1983 Jorge Luis Borges participó de una charla-conferencia para el Centennial Meeting of The Modern Language Association. El evento, cuyo tema era “Kafka, the Writer’s writer, conversations with a Writer”, tuvo como presentador-interlocutor a Alastair Reid, poeta escocés radicado en los Estados Unidos, especialista en literatura en lengua hispánica y traductor de Borges y Neruda.
Entre el público que llenaba el Grand Ball Room del New York Hilton Hotel estaban David Metzger, un neoyorquino profesor de inglés, devoto lector y estudioso de Borges, y su pareja, Hugo Colman, uruguayo y también ávido explorador de la prosa y la poesía borgiana.
Al terminar la conferencia, David y Hugo se aproximaron a Borges y le pidieron que les concediera una entrevista. Para su sorpresa, el pedido fue aceptado y pudieron dialogar con él, en una charla informal, ajena al formato o exigencia de una entrevista periodística o académica. Tanto la conferencia como la charla fueron grabadas en cassetes de cinta, lo usual en esos tiempos.
Pocos años después David y Hugo se mudaron a la Argentina donde David trabajó como profesor de inglés en institutos privados de Buenos Aires. En esa actividad conoció a Silvia Morana, profesora y traductora de inglés, pareja de quien esto escribe. En la perspectiva de la idea –un tanto vaga- de editar algún tipo de ensayo o crónica a partir del material grabado, Silvia mecanografió la transcripción al castellano de la conferencia y la entrevista.
Hacia fines de los ’80, Hugo enfermó de SIDA y falleció, por lo que David resolvió regresar a los Estados Unidos, dejando a Silvia como una especie de albacea de las cintas y las transcripciones. Salvo por un breve encuentro en New York en 1991, el contacto con David se perdió definitivamente.
El paso del tiempo, una mudanza y la conocida tendencia de las cosas a trasladarse autónomamente a otras dimensiones, determinaron la pérdida de las cintas y el aparente extravío de las transcripciones mecanografiadas hasta que –revisando cajas con viejos papeles- las 48 hojas tamaño A4 se hicieron presentes nuevamente, amarillentas pero intactas.
La transcripción de la charla informal con Borges que se publica aquí es inédita, mientras que la correspondiente a la conversación-conferencia (que se publicará próximamente) sólo ha sido posible encontrarla como excerpts (exctractos) en una publicación de la University Press of Mississipi, que recoge otros diálogos de Borges con distintos escritores o académicos.
Alberto Elizalde Leal
Una conversación inédita
Esto no es un reportaje sino una charla informal entre JLB, un uruguayo y un norteamericano (de ahí las repetidas alusiones a dichos países). Es el Borges que se deja llevar por las palabras, las imágenes, los recuerdos.
Hugo Colman: Usted Viaja y ha viajado mucho a los Estados Unidos, ¿le gusta mucho este país, no es cierto?
Jorge Luis Borges: Mi madre y yo descubrimos Estados Unidos por Texas, eso fue en el año 1961, estábamos pensando si ir a Texas o no y vimos una película que había sido filmada en San Antonio, en El Álamo y nos fuimos. Llegamos y recuerdo que había un tornado, todo Texas se había llenado de insectos, una tormenta terrible, teníamos una casa para nosotros y pasamos seis meses en Texas, conocimos San Antonio y luego, naturalmente, vivimos en Austin. Hoy estuve almorzando con viejos amigos de Austin que habían conocido a mi madre. Ella murió hace nueve años, a la edad de 99 años. Ella era creyente, yo no, todas las noches ella le rezaba a Dios para que se la llevar, por la mañana lloraba al ver que no se había muerto, no podía valerse por ella misma, tenía que llevarla al baño…una vida de humillación. Pero se murió unos meses antes de cumplir 100 años y María Kodama era muy amiga de ella, la conocen ustedes a ella, ¿no?
H.C.: Si, claro que la conocemos… usted cada vez que viene acá da sus conferencias en inglés, usted recibió el inglés a través de su madre. Y ella, ¿de quién lo recibió?
J.L.B.: Ella recibió el inglés a través de mi padre y de mi abuela. Mi abuela era inglesa y ella fue al país… no sé la fecha, tiene que haber sido por 1870, porque ella discutía con el marido porque era partidaria de Prusia y él era partidario de Francia. Tiene que haber sido en esa fecha en que Inglaterra apoyaba a Alemania. Así recibí yo el idioma inglés, si… y cuando perdí la vista como lector en 1955, con un pequeño grupo decidimos comenzar el estudio del Old English y después pasamos a la literatura escandinava que es mucho más rica. Nosotros decidimos estudiar Old English porque me interesaban mucho esas metáforas, las kennings. Yo escribí un ensayo sobre kennings y no sabía nada, lo publiqué en Sur y puse los kennings, no sabía que era las kennings porque lo había leído en inglés, luego al leerlo en alemán me enteré.
Y entonces nos enamoramos del Old English y estábamos vacilando y yo tenía en casa el libro “Anglo Saxon Reader” y tenía también la “Crónica Anglosajona” y empezamos a hojearla y luego descubrimos dos palabras y esas dos palabras hicieron que nos enamoráramos del idioma. Eran los nombres de Londres y de Roma. Londres era la Londenburh y Roma la Romenburh, como si uno dijera Romaburgo o Londresburgo, ¿no? Así empezamos, me acuerdo una frase que leímos y que salimos así como ebrios a la calle, que era “Julio César fue el primer romano que buscó a Bretania”, que fue Inglaterra después. Sí, nos pareció tan lindo, entonces nos pusimos a estudiar y después pasamos a Islandia, estuvimos tres veces en Islandia y allá conocimos a un sacerdote pagano, un viejo pastor que tiene 300 fieles que no son cristianos y que todavía veneran a Odín, a Freyer, a Thor. Thor es el que le da el nombre a Thursday que es jueves en inglés. Los sacerdotes cristianos tradujeron los nombres de los dioses latinos o griegos a nombres más o menos equivalentes, por eso Mercurio equivale a Miércoles, Lunes, el día de la Luna, Martes el día de Marte, que en sajón quiere decir Gloria también, luego Jueves es el día de Júpiter, Viernes es el día de Venus, las enfermedades venéreas. Pero todo eso se hubiera perdido si no fuera por Islandia, toda esa mitología se salvó, después el contacto con el cristianismo fue enriqueciéndola. Pero bueno, cuéntenme un poco sobre sus proyectos.
H. C.: Uno de los proyectos que teníamos desde el año pasado es una publicación que hay acá que se llama Arquitectural Digest.
J. L. B.: Cuánto ha hecho América en ese sentido, estuvimos viendo en todo el país casas construidas por Frank Lloyd Wright, él era de Wisconsin, ¿no?, ha dejado mucho ahí, y luego creo que trabajó en Arizona o en California y acá en New York también. Creo que después reinicia la arquitectura cubista de (ininteligible) y también se ve la influencia de la arquitectura oriental, la idea de edificios largos, me parece que en Inglaterra no entendieron bien la arquitectura gótica, ¿no?, creo que la Catedral de York, la Yorkminster, es la más larga del mundo y las catedrales tendían a ser altas, pero Yorkminster, con esas cinco ventanas, es bastante luminosa, yo estuve allí. Como los vikingos estuvieron allí, había una sala del museo que me conmovió mucho, que se llamaba Viking Yorkshire y había espadas y escudos y cascos que habían dejado los daneses y yo escribí un poema a una espada de Yorkminster y ese poema fue traducido por Sir Herbert Read, yo estuve en casa de él, en los páramos, en las cercanías de York, qué lindo es todo eso. Mi madre había traducido un libro de Reed y cuando él fue a Buenos Aires, fue a visitarla a ella.
H. C.: Los vikingos llegaron acá, a Canadá, a Newfoundland, ahí llegó Eric El Rojo.
J. L. B.: Bueno, si salieron de Islandia no es tan lejos.
H. C.: No, porque primero pasaron por Groenlandia, Greenland.
J. L. B.: Greenland, claro, hay dos versiones sobre el origen de este nombre. Una es que en ciertos momentos, bajo cierta luz, la tierra puede parecer verde. Pero la otra es que le dieron ese nombre para atraer colonizadores. Greenland sugiere paraderas, fue una especie de trampa comercial, en cambio a América le pusieron Vinland, la tierra del vino.
David Metzger: Usted dice que cada vez que viene a New York piensa en Walt Whitman, ¿por qué? Además he leído que usted leyó a Whitman primero en alemán.
J. L. B.: Si, es verdad, eso creo que fue a principios del año 17, no estoy seguro porque en el 18 estábamos en Lugano y eso lo leí en Ginebra… bueno, y la asociación Walt Whitman con New York es natural, ¿no?
“Walt Whitman, un cosmos, el hijo de Manattan,
Turbulento, carnal, sensual, comedor, bebedor y
Procreador”
Él era de Long Island y yo estuve en Camden, donde lo enterraron y vi la casa de él, cerca de Philadelphia, muy cerca, han conservado todo, la cama en que se había muerto, él murió en 1892, creo ¿no?
H. C.: Sí, el 26 de marzo de 1892.
J. L. B.: Es una casa linda, no es una casa pobre… bueno, no es una casa rica tampoco, en fin, una casa en la que a uno le gustaría vivir. En cambio la casa de Poe parece que hubiera sido hecha para enanos… esa casa viene a quedar en Baltimore, porque él vivió y luego murió en Baltimore. Esto lo he dicho muchas veces, pero lo voy a decir una vez más, creo que de igual modo que le debemos tanto a Islandia, que la Humanidad le debe tanto a Islandia, que yo le deba tanto a Islandia, la Humanidad le debe mucho a New England, donde tanta gente buena ha salido: Emerson, Thoreau, Emily Dickinson, Herman Melville, Henry James, William James, Poe, Longfellow.
D. M.: Frost también fue un poeta de New England.
J. L. B.: Sí, pero Frost nació en California.
D. M.: Y únicamente vivió hasta los 10 años en San Francisco.
J. L. B.: Si, por eso no hay ninguna referencia a California en su obra. Además, es un poeta de New England, en California estuvieron Stevenson, Jack London. Faulkner es del Sur, no es muy propicio para la poesía. ¿ustedes saben el origen de la palabra California?
D. M.: No, no sé, no sé.
J. L. B.: No se sabía lo que era, luego se descubrió que ese nombre era de un país imaginario que estaba en esos romances que leía Alonso Quijano, entonces algún conquistador había leído ese libro y cuando buscaron un nombre lo llamaron California, es un nombre que figura en no sé qué novela de caballería.
D. M.: Usted recién nombró a Emily Dickinson…
J. L. B.: Yo estuve en casa de ella y también estuve en Walden Pond dos veces, la segunda vez con María Kodama. He vivido cuatro meses en Austin, Texas, cuatro meses en Cambridge, Massachussets, cuatro meses en Michigan y cuatro meses en Indiana, después estuve en Utah, en Colorado, en Arizona, en Maine, en New Orleans, sí, estuvimos en el Deep South, hemos vuelto hace cuatro o cinco días del Deep South, hizo un tan terrible que no se podía salir a la calle, María salió, claro, ella es joven y puede correr, pero yo no, tengo que apoyarme en alguien y al cabo de 40 metros yo sentía que me caía, me apoyaba en el bastón y llegó un momento en que no sentía ni la mano ni el bastón… y nosotros habíamos huido el frio en Chicago y había mucho más frío en New Orleans.
D. M.: ¿Conoce Pennsylvania? Mi familia vive allí hace tres siglos.
J. L. B.: Claro que conozco, mi abuela vivió un año en Philadelphia, y hay un pariente nuestro, un pariente político de mi tía, con un apellido francés, no recuerdo cuál es el apellido, pero es francés, que fundó un colegio allí y que prohibió que admitieran la gente de color.
D. M.: Puede ser Girard College
J. L. B.: Sí, Girard, él se casó con una Hasiam, que es el apellido de mi abuela. Bueno, en ese colegio no se admitía a la gente de color, eso fue un gran problema durante mucho tiempo, me imagino que esta gente venía de los estados del Sur. En la República Argentina no hay negros, fueron muriéndose, cuando yo era chico había más, había una negra que venía a casa que se llamaba Leonor Acevedo, que es el nombre de mi madre, porque habían sido esclavos en la familia. En Argentina en 1813 se decretó la libertad de vientres, los que nacían eran libres, pero la esclavitud se abolió definitivamente en 1816.
D. M.: Qué temprano, acá se abolió en 1864, después de la Guerra.
J. L. B.: Sí, claro, después de la guerra de Secesión. Pero en Buenos Aires quedaban barrios de negros, un tío bisabuelo mío, el General Soler, comandó un regimiento de infantería que fue cantado por Hilario Ascasubi, pero ese regimiento, para no herir sentimientos, no se llamaba de mulatos y negros, que era una forma despectiva, sino de pardos y morenos, era el Regimiento nro. 6 de pardos y morenos que participó en la famosa carga de bayoneta en el Cerrito de Montevideo y estaba a la cabeza mi tío por eso en Buenos Aires está la calle Cerrito, yo estuve en el campo de batalla en Montevideo.
Ese regimiento era famoso y el barrio de ellos se llamaba barrio del Tambor porque tocaban el tambor para sus candombes, para sus fiestas. Pero los negros que había en Buenos Aires o en Montevideo no tenían memoria histórica, ellos se olvidaron del idioma, pero probablemente de ellos provenga el nombre del tango y la milonga. Y los nombres tienen algo que ver, tango, milonga, como Congo, ¿no? Yo recuerdo que un día estaba charlando con un amigo mío, José Bianco, y él me dijo: “¿Te acordás de los negros de Palermo?, que es un barrio de Buenos Aires que queda al Norte, “claro”, le digo yo, había muchos negros por ese lado.
H. C.: En Montevideo los negros están también en el barrio Palermo.
J. L. B.: Pero qué raro, ¿no? En Buenos Aires también había muchos en Palermo, claro, en ese barrio de Montevideo había un conventillo que es llamaba “El medio mundo” que lo pintaron y le pusieron palmeras.
H. C.: Y luego lo tiraron abajo.
J. L. B.: Yo conozco ese barrio y en Montevideo quedan muchos más negros que en Buenos Aires.
H. C.: Cuando usted hablaba de la batalla del Cerrito, quería contarle que yo soy tataranieto de uno de los 33 Orientales, Carmelo Colman.
J. L. B.: Qué bien, sabe que un tío bisabuelo mío financió la expedición, se llamaba Echebarría y entre los 33 Orientales había uno que se llamaba Trápani y otro que le decían Pikiman o Espikiman, que en realidad era Speakerman o algo así, pero no podían pronunciar bien el nombre. Qué historia espléndida la de los33 Orientales… Usted sabe que yo me llamo Luis por un tío mío, el historiador Luis Melián Lafinur, que hay una calle con el nombre de él en Montevideo, él escribió contra el gaucho y contra Artigas, se hizo popular porque atacó a dos ídolos uruguayos, él fue diplomático en Estados Unidos y renunció porque pensaba que la diplomacia era innecesaria porque había teléfonos y telégrafos y la gente podía comunicarse directamente y él escribió un libro de poemas que era una sátira contra el “Tabaré” de Zorrilla de San Martín, se llamaba “Tabaricidio”.
H. C.: Usted siempre dice que no sabe en qué lado está su primer recuerdo, si en Paso del Molino o en Buenos Aires.
J. L. B.: Si, es el recuerdo de una pradera o un campito y el arco iris, yo no sé si eso corresponde a Palermo en Buenos Aires o si corresponde a Paso del Molino, al Norte de Montevideo.
H. C.: Pero usted no nació en Palermo, nación en la casa de Tucumán, entre Esmeralda y Suipacha.
J. L. B.: Sí, de eso no queda nada, nada, yo nací ahí en el año 99. No había casas de alto en Buenos Aires, toda la ciudad eran casas con azoteas, con un llamador, con patios, con un aljibe, todas esas eran casas bajas y esa casa era a dos cuadras de Florida. De ahí nos mudamos a Palermo, donde nació mi hermana, mi madre le hacía bromas a mi hermana, le decía: sos una orillera, a quién se le ocurre nacer en Palermo, loca. Y a ella le daba vergüenza haber nacido allí, Nora era chica, no sabía que el barrio no tenía nada que ver con su nacimiento. Si, Palermo era un barrio pobre en general, estaba en las afueras, a las orillas, decía yo y a los compadritos se los veía aparecer, era un barrio orillero, y Carriego descubrió las posibilidades literarias de los arrabales, él escribió “El alma del suburbio” por un lugar cerca de casa, en Honduras y Coronel Díaz, eso era el suburbio y ahora es casi el centro y yo recordaba ayer una milonga que empieza así:
Me llaman Pie Chico
y soy de Montevideo
conmigo se purria minga (sic)
soy del barrio del Cordón.
El Cordón, sí, un barrio bravo, ¿no?, y otra milonga del barrio del Retiro donde yo vivo, es un lindo barrio, sí.
Yo soy del barrio del alto
soy del barrio de Retiro
yo soy aquel que no miro
con quien tengo que pelear
y a quien en milonguear
ninguno se puso a tiro.
Y hay otra que puede servir, o para provocar a alguien o para festejar o para hacerle el amor a una mujer:
Parado en las Cinco Esquinas
con toda mi contingencia
pa ver si te rompo el culo
ando haciendo diligencia
Y hay otra muy conocida:
Mañana por la mañana
me voy a las Cinco Esquinas
a tomar un mate amargo
de la mano de mi china.
Todas eran así, como desafíos, como alarde de coraje.
H. C.: A la gente de la Banda Oriental usted nunca los llama uruguayos…
J. L. B.: No, orientales, porque yo recuerdo que mi abuela, que había nacido en Mercedes, Uruguay, decía del General Santos “habla en uruguayo, qué guarango”. Ellos eran orientales, son los 33 Orientales, no uruguayos, orientales es una linda palabra ¿no? Y además he escrito una milonga para los orientales y me acuerdo de algún verso, se refiere precisamente al degüello. Parece que se degolló en la última revolución del Uruguay, la de 1905, la de Aparicio Saravia, la milonga dice así:
Milonga del olvidado
que muere y no se queja
milonga de la garganta
tajeada de oreja a oreja
Milonga de los troperos
que hartos de polvo y camino
pitaban tabaco negro
en el Paso del Molino
Milonga del primer tango
que se quebró, nos da igual
en las casas de Junín
o en las casas de Yerbal
H. C.: Es muy linda, muy linda.
J. L. B.: Es una milonga que fue escrita con cariño, sí.
H. C.: Y usted también escribió ese cuento sobre Avelino Arredondo.
J. L. B.: Si, bueno, mi tío, Luis Melián Lafinur, fue el defensor de él, pero cuando y escribí el cuento, mi tío había muerto y tuve que inventar casi todo, pero fue una historia muy linda la de Avelino Arredondo, él lo mató a Iriarte Borda, ya no sé en qué fecha, creo que fue para la revolución de Aparicio Saravia, y esa revolución también la financió un tío mío, Francisco Haedo, padre de Estela Haedo que se casó con Enrique Amorín, él fue uno de los estancieros que financiaron la revolución, mandaban a sus peones, ellos no peleaban.
H. C.: Yo he leído que usted ha dicho que su memoria es a partir de los que ha leído en libros, pero usted se acuerda de muchísimas cosas.
J. L. B.: Bueno, no estoy totalmente idiotizado… pero recuerdo más lo que he leído que lo que me ha pasado; el proceso de lectura ha sido una de las experiencias más intensas de mi vida, bueno, como Alonso Quijano que imbuido de literatura resolvió ser Don Quijote. Si yo pienso en el pasado pienso en los libros que he leído, mi memoria es más bien una memoria de citas.
H. C.: Usted alguna vez dijo: Yo soy un Alonso Quijano que no se atrevió…
J. L. B.: Usted se ha leído todo lo que yo he escrito, ¿eh? Si, un Alonso Quijano que no ha salido de su casa, que se ha quedado leyendo, esto me trae a la memoria una cita de Emerson, a quien me gusta recordar que dice “Life itself becomes a quotation” (la vida misma se convierte en una cita), es decir, a la larga, todo nuestro pasado está entre comillas.
D. M.: Cervantes también decía que leía hasta los papeles que encontraba por la calle.
J. L. B.: Es cierto, sí, que raro, ¿no?
H. C.: Esta conversación con usted es un sueño que teníamos hace mucho, mucho tiempo y ayer a la noche hablábamos con David y él opina igual que usted cuando dice que es un escritor muy…
D. M.: Yo estaba pensando porqué usted dice esto y pienso que a lo mejor es porque en usted se mezclan sangres de países muy distintos.
J. L. B.: Si, tengo algo de portugués, español, judío, inglés, normando…
D. M.: Creo también que todos los trabajos que ha realizado en diferentes idiomas son una obra monumental y pienso que quizás sus padres le brindaron la base para toda esta obra.
J. L. B.: Sí, claro, mi abuela era inglesa, se casó con el coronel Borges, ella vivió casi cuatro años en Junín y Junín era la última guarnición. Más allá estaba lo que llaman la Pampa, y ahí estaban los indios nómadas que vivían bajo toldos, por eso había un pueblo que se llamaba Los Toldos donde nació Eva Perón, la madre de ella tenía un prostíbulo. Y mi abuela se decía que ella era muy feliz ahí, que lo tenía a Pancho, que era el coronel Francisco Borges, tenía un hijo mayor, tenía la Biblia y este Dickens…parece que Dickens recorría Inglaterra y elegía un capítulo de un libro de él y le leía en voz alta y él leía siempre la escena del juicio de Pickwick, donde aparecen muchos personajes y luego leía también el asesinato de Nancy en Oliver Twist. Dicen que cuando lo leía no solamente cambiaba sino hasta la cara parecía cambiar, no sé cuánto cobraba, era un excelente actor parece, era un hombre más bien bajo, usaba chaleco y reloj de bolsillo con cadena, dicen que la gente lo recibía con una salva de aplausos, y él les dijo: tengo exactamente una hora, el tiempo que están aplaudiendo se perderá. Y luego, cuando concluyó, miró el reloj, agradeció muy cortésmente y salió mientras la gente seguía aplaudiendo. Él pasaba de una ciudad a otra, era pobre y tenía que hacer eso. Murió en 1870, creo.
(De pronto, suena un teléfono y no pueden atender porque la puerta está cerrada con llave, “locked” dice David)
J.L.B.: Estaba pensando que hay expresiones que no se pueden traducir a lenguas latinas como “lock in” o “lock out.
H. C.: “Lock out” podría ser “quedar encerrado afuera”.
J. L. B.: No, no tiene sentido, hay expresiones que no se pueden traducir, por ejemplo, “dream away your life” (“pasarse soñando la vida”, aproximadamente)
D. M.: ¿Ustedes no pueden “dream away your life?
J. L. B.: No, nuestro idioma no nos permite “dream away our lives” (risas), está estrictamente prohibido, esa es la riqueza de las lenguas germánicas, con el alemán pasa lo mismo.
H. C.: Mallarmé dijo que “el mundo existía para llegar a ser un libro” y el New York Times dijo en octubre de 1982 que ese libro puede ser “Borges, un lector”, haciendo referencia a esa excelente antología que prepararon Emir Rodríguez Monegal y Alastair Reid.
J. L. B.: Esa frase es de Mallarmé, sí, pero esta está mejor dicho en una frase de la Odisea que dice “los dioses forjan desdichas para que las generaciones humanas tengan algo que cantar”, que es más linda que la otra ¿no?, es la misma idea, que todo el mundo se ha hecho con un fin ético, que todo es hecho por la memoria, vendría a ser eso también, ¿no? En estos días he estado, no sé por qué, con un verso, que es rarísimo, “man liquid, not man fossil” (hombre líquido, no hombre fósil), ¿no es raro eso? Es de Browning, no sé si el lindo, es rarísimo, ¿no?, la cosa más rara del mundo.
D. M.: Usted ha escrito también sobre el tiempo
J. L. B.: Dos veces en mi vida he tenido algo que puede parecerse al éxtasis, el hecho de estar viviendo fuera del tiempo. Una vez me había dejado una mujer y yo después pensé “qué me importa lo que le pasa a Borges” y luego tuve esa sensación, y muchos años después, en una ocasión análoga, también tuve esa especie de breve éxtasis, que no sé cuánto tiempo duró porque yo estaba fuera del tiempo y las dos veces me ocurrió en un puente, curiosamente. Una vez un puente sobre el arroyo Maldonado, en los arrabales de Buenos Aires y la otra vez en un puente de ferrocarril. Las dos veces en un puente, pero sólo dos veces en mi vida que es larga, porque yo en cualquier momento cumplo 84 años.
D. M.: ¿Existe realmente esa separación entre el hombre público y famoso en todo el mundo y el hombre privado?
J. L. B.: Sí, puede ser… porque yo escribí eso de “Borges y yo” y ese título fue usado para una antología mía en Alemania.
H. C.: Sí, yo he visto en Alemania unas ediciones preciosas de sus libros, muy lindas. Yo quería preguntarle por ese verso que usted descubrió de Robert Graves, ese poema es maravilloso.
J. L. B.: Sí, es un poema sobre Alejandro, ese poema fue citado en un libro que se llama “Poetry at present” y el crítico en un artículo sobre Graves cita ese poema. Es un poema sobre Alejandro, se supone que muere en un campamento tártaro, él está muriéndose y lo recogen, él está perdido en el centro de Asia y ve la fogata de un campamento, lo recoge gente de tez amarilla, de ojos oblicuos y uno se da cuenta que son tártaros, entonces, como su oficio es ser un soldado se bate en esos ejércitos a las órdenes de jefes desconocidos y pasan muchos años y luego llega el día que pagan a la tropa. Entonces él recibe las monedas y se queda mirando una y dice “claro, esta es la moneda que yo hice acuñar para celebrar la victoria de Arbela, cuando yo era Alejandro el Grande”, es lindísimo ¿no? Porque él ya no es nadie, es espléndido.
D. M.: Robert Graves dijo que el único gran poeta americano fue Robert Frost, ¿está usted de acuerdo con esto?
J. L. B.: Sí, por supuesto, pero negó a Walt Whitman, a Emerson, a Emily Dickinson.
H. C.: Ahora Dickinson es muy conocida en la Argentina.
J. L. B.: Claro, por Silvina Ocampo, que tradujo el texto de esa obra que está representando China Zorrilla, la nieta del poeta y la hija del escultor, la conozco a ella, estudió en Inglaterra.
H. C.: China Zorrilla estuvo en la casa de Emily.
J. L. B.: No sabía eso, yo también estuve en la casa de Emily, ¿dónde es? En Amherst, ¿no?
D. M.: Sí, y ella nunca salía de su casa, la llamaban “la monja de Amherst”.
J. L. B.: La palabra monja/monje tiene la misma raíz que monografía, monograma, monoteísta, monótono, monarca (un solo rey). En inglés la palabra “monkey” (mono) creo que es así porque se parece a un pequeño monje, ¿no?… En inglés antiguo también se dice así, aunque ellos creo que nunca habían visto monos. Hitler dijo que Sudamérica era un continente de monos.
H. C.: En general, he leído en un muchos de sus reportajes que la gente le pregunta si usted sueña.
J. L. B.: Mucha gente me lo pregunta, parece que hay personas que no sueñan, en casa tenemos el hábito de contarnos los sueños por la mañana. Y yo me acuerdo que a un sobrinito mío, tendría seis años, creo, le dije: “Y esta mañana, ¿qué soñaste?”, y me respondió: “Soñé que me perdía en un bosque y llegué a una casita de madera pintada de blanco y se abrió la puerta y saliste vos, decime ¿qué estabas haciendo en esa casa?”. Yo le contesté: “Estaba buscando un libro”, y me dijo: “No, no lo tenías, no lo encontraste porque no lo tenías”. Qué raro ¿no?. Luego siguió contándome el sueño, a él se le mezclaban la vigilia y el sueño y le parecía natural que yo hubiera estado en esa casa.
H. C.: Volviendo a lo que publicó el New York Times, ¿cómo se siente usted cuando un diario tan importante dice algo así de su persona?
J. L. B.: Es un error muy generoso, sí, eso es lo que es, yo a veces pienso que soy una superstición muy difundida, nada más, lo que yo he escrito no vale tanto, si la gente leyera a Stevenson, a Chesterton, se daría cuenta que lo que yo he escrito es pobre, ¿no?
D. M.: Pobre, ¿qué es pobre?
J. L. B.: lo que yo he escrito, lo mío no es nada.
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