Dos personajes, una mujer y un hombre, que huyen sin saber qué pasa en sus realidades ni entender qué pasa con ellos. Una sensación algo horrorosa de que todo fue, que todo se escapa. La Gran Bretaña post Thatcher, destrucción social y el fantasma de… Milei.

Tuve que dejar pasar varios días desde el fin de la lectura de este libro para poder sentarme a escribir sobre él. Y aun así tengo mis dudas sobre lo que voy a contarles sobre esta novela tan extraña. Me pregunto, mientras me enfrento a la hoja en blanco en mi computadora, ¿entendí de qué se trata o, al igual que les sucede a los protagonistas de la obra, tampoco pude percibir “what is the question”?

Nada de esto debería sorprendernos si conociéramos un poco al escritor que se encuentra detrás de esta obra maestra. M. John Harrison viene sorprendiendo a un estrecho, pero selecto, número de lectores (por nuestros pagos) y a una audiencia bastante más amplia en su Inglaterra natal, desde hace al menos cuatro décadas. Inscripto originalmente en lo que se dio en llamar “el género weird” (la ficción extraña, sería su traducción más literal), su obra se internó hacia mediados de los 90 en un terreno aún más bizarro, siendo uno de los creadores de lo que ahora se denomina (siempre dentro de nuestra manía por etiquetarlo todo) The new weird (la nueva ficción extraña).

Ahora bien, ¿Qué tiene de raro este señor? Y, sobre todo: ¿qué es lo que más sorprende de su última novela, La tierra hundida ya vuelve a levantarse?, obra que acaba de publicar Sigilo en una estupenda traducción del recientemente fallecido Marcelo Cohen. Voy a tratar de contárselos del único modo aceptable que se me ocurre: desde donde pude leerla yo, en medio de largas noches de incomodidad, angustia y hasta un cierto toque de terror metafísico que el libro me iba provocando.

Huir del mundo cruel

Ambientada en la Inglaterra ¿contemporánea?, la novela está protagonizada por un hombre y una mujer que muy poco tienen en común más allá de algún esporádico encuentro sexual, de esos que no generan compromiso alguno y que bien podrían haberse gestado en cualquier plataforma de búsqueda de ese tipo de relaciones. El tipo en cuestión se llama Shaw y es un fiel exponente del paisaje humano que dejó a su paso el thatcherismo: precarizado en su trabajo, colapsado su sistema nervioso ante la irracionalidad del mundo que lo rodea y con un deseo insoslayable de abandonar la ciudad a la que le adjudica las culpas de todas sus desgracias.

Este deseo de huir es lo que tiene en común con Victoria, la muchacha con la que se acostó una vez y con quien mantendrá, a partir de ese momento, una comunicación vía mail que pasará a formar una parte más de las rarezas que tiene la novela. Porque Victoria también huye de la ciudad, sólo que en vez de irse a una pensión de mala muerte se va a la casa de su madre recientemente fallecida, con la ilusión de vivir “al fin” en el campo.

Y aquí aparece un punto central sobre el que gira esta historia: las madres de los protagonistas. La de Victoria ha muerto, pero ella no termina de saber muy bien quién fue su progenitora. Vivir en una casa habitada por su fantasma sólo le produce ansiedad y la vida en el campo pronto se vuelve incómoda, sobre todo cuando la única amiga que tiene desaparece un buen día dentro de un pantano, como si se la hubiera tragado el agua. Mientras que la madre de Shaw vive, pero está internada en un hospicio y afectada por virtuales pérdidas de la memoria y el sentido de la realidad, lo que la lleva a tener extrañas conversaciones con ese hijo al que confunde con los muchos que tuvo con distintos hombres y a los que fue abandonando a medida que cambiaba de amantes.

Pero no son estas madres ausentes y omnipresentes a la vez lo único que une a Shaw y Victoria, personajes que funcionan en espejo en un entramado, desde el punto de vista narrativo, extraordinario y perfecto. Y aquí viene lo bueno… Porque esta pareja desolada que no es pareja ni es nada, está formada por dos individuos tan impregnados por el hiperindividualismo de la época, que no son capaces de entender, ya no al otro, sino ni siquiera a ellos mismos y mucho menos aún a las cosas que suceden a su alrededor y que son realmente aterradoras (sin que haya una sola escena de terror verdadero en toda la novela).

En una brillante entrevista que le realizara al autor Mariana Enriquez en el contexto del FILBA 2020 (https://www.youtube.com/watch?v=svTwEkpWf5U) Harrison da cuenta de por qué esta novela fue leída como una metáfora de la Inglaterra del Brexit. Mientras que el trasfondo del desastre que dejó a su paso el neoliberalismo de Thatcher y sus secuaces es evidente en la novela, la alusión al Brexit sólo se percibe si se hace uso de la sintonía fina a la hora de entender qué demonios está pasando en esta novela donde parece que no pasa nunca nada. Y esa que ese es, según Harrison, el quid de la cuestión: “El Brexit” dice “sorprendió sobre todo a la clase media inglesa”, a los liberales bien pensantes de izquierda que de un día para otro se encontraron con que la realidad había cambiado bruscamente y no sabían muy bien cómo había ocurrido. Es decir: no habían sabido entender que ese movimiento político se estaba gestando ante sus propias narices “desde mucho antes” y por lo cual, cuando se dieron cuenta ya era tarde.

Si nos ponemos a hacer paralelismos inquietantes, podríamos afirmar que una sensación similar sacudió a las élites intelectuales de Brasil cuando llegó al poder Bolsonaro. Y algo parecido está por ocurrir en Argentina… con Milei. Basta ponerse a conversar un rato con nuestros bienpensantes y tirar la provocación: miren que se viene Milei en el ballotage, para que te digan: “imposible”.

Conspiración: éramos acuáticos

M. John Harrison: creador de mundos perturbadores.

Y aquí entra otra vez John Harrison con su perturbadora novela. Porque en La Tierra hundida ya vuelve a levantarse ocurren muchas cosas, pero como los personajes no las entienden ni siquiera cuando las están viendo, nosotros, los lectores, tampoco las podemos llegar a entender del todo. Y eso es profundamente perturbador.

Shaw, por ejemplo, se mete en la internet profunda y lee sobre una teoría conspiranoica que ronda en torno a un libro, que también aparece en el mundo de Victoria, sobre el que todos hablan y que nadie parece entender, que da cuenta del origen acuático de los humanos y del raro viaje de nuestros genes hasta llegar a constituir lo que hoy llamamos “la humanidad”. La aparición de esta conspiración en la novela es tan irracional y a la vez omnipresente, que produce una gran incomodidad cuando, para nuestra desesperación, los protagonistas de la historia ni siquiera se han preguntas acerca de ella.

 

Hagamos ahora un punto y aparte. Un espacio de silencio a lo John Cage. Y dejemos el intento de interpretación en suspenso. No hay otra manera de que puedan aproximarse a la maravilla de esta novela que no sea leyéndola. Podría seguir buscando pistas. Podría incursionar, sin darme cuenta, en desagradables spoilers (aunque, a decir verdad, es imposible spoilear nada en una novela que ha sido estructurada de esta manera). Sólo me queda, entonces, invitar a su lectura. Y a pensar en todo lo que está ocurriendo delante mismo de nuestras narices desde hace tiempo y que ni comprendemos ni percibimos. E invocar, mientras la leen, los fantasmas del Brexit, de Bolsonaro y de Milei, para que no podamos decir luego: ¿cómo fue que llegamos aquí?

Imagen de apertura: Paco Pomet.