Es uno de esos artistas secretos que tocaron con todos y que tiene una mirada personal sobre los temas que interpreta. Una manera de volcar en el piano y en la voz las experiencias que se unen a la vida alrededor de los ríos argentinos. Un nuevo disco y un recital, la oportunidad de asomarse a uno de esos músicos con los que solo es posible toparse de vez en cuando.

Un piano que tira magia y una voz que recupera la belleza demoledora de las melodías populares. Eso es lo que hace Carlos (el Negro) Aguirre en su último disco, La Música del Agua, que se presenta este jueves en el CCK. Son doce temas de nueve compositores que de algún modo habitan lo que el autor llama “el universo del agua”.

Pianista, guitarrista, cantante y compositor, Aguirre es uno de los artistas argentinos que entra en la categoría Orozco: “tocó con todos”. En el maravilloso piano del Negro nacido en Seguí, a unos 50 km de Paraná, apoyaron sus canciones artistas como Jorge Fandermole, Liliana Herrero, Juan Quintero, Luis Salinas, Lucho González, Hugo Fattoruso, Quique Sinesi, Juan Falú, Silvia Iriondo, Luis Pescetti (y siguen las firmas.). Pero el Negro mantiene, además, una carrera de calidad inalterable como solista aunque la relativa lejanía de su actividad respecto de Buenos Aires construya nuevos y sutiles disfraces para la viejísima tensión entre capital y provincias.

Una buena forma de desandar esa distancia es el recital del jueves a las 20: “En principio voy a hacer todo el material del disco para lo cual sigo estudiando un montón -ríe Aguirre-. Me sigue costando la interpretación de esos arreglos”. Y, en tono de complicidad o confesión, agrega: “Después ya me saldré del programa y aprovecharé para compartir algunas composiciones propias más recientes”.

Aguirre, la calma de dios

Ya se sabe: el Uruguay no es un río. Y el Paraná tampoco. Son un sistema:  la columna vertebral y los nervios y las arterias de una cultura. La región de los ríos grandes que incluye a las provincias del NEA y a las zonas ribereñas de Brasil, Paraguay y Uruguay tiene una tradición que se fue construyendo y reconstruyendo con los años.”Decidí, a consciencia, -dice Aguirre- desentenderme de las fronteras políticas ya que considero que la región donde habita la cultura de los ríos es mucho más vasta que lo que en nuestro país conocemos con el nombre de Litoral”.

En esa cultura, el agua no es el mar. No es jamás la ira de Poseidón. No es nunca algo que viene y va. Puede tener, por momentos, una enorme potencia y ser el agua que inunda y se lleva todo. O ser un cielo azul que viaja. Pero el río es siempre el agua que pasa. Eso impone un ritmo, un lenguaje y una mirada del cielo y de la tierra que tienen, a esta altura, cantores y poetas, novelistas y plásticos que se dejaron hamacar por el agua que pasa y no vuelve. Los ciclos de esta cultura están más vinculados a la respiración del río que al calendario gregoriano. Por eso es bastante infrecuente encontrar en la cultura ribereña referencias al Carnaval como sucede en el NOA o en Cuyo, en el candombe de Montevideo y la milonga de Buenos Aires. Curioso: Corrientes y Gualeguaychú, dos ciudades mesopotámicas, rivalizan en la convocatoria turística de un carnaval que no tiene mayor representación en el folclore de sus habitantes.

El agua dulce propone también una alimentación: los pescados de río tienen un sabor distinto porque el bicho no tiene que pelear contra la marea y desarrolla entonces esa grasita que hace la (positiva) diferencia. Hay ahí otra metáfora para quien desee leerla. Al costado de los ríos crecen, además, plantas y árboles que la ribera marítima desconoce por completo. Lo mismo con las aves y los mamíferos roedores. Esa es la conexión con el agua a la que Aguirre le canta en este trabajo, retomando a los artistas de la región.

-Alguna vez dijiste que te mudaste cerca del río porque necesitabas conocerlo más para seguir cantándolo. ¿Cómo es eso? ¿Cómo conecta el río con tu vida y tu obra?

-Sí, tengo la inmensa suerte de vivir cerca del río, en un barrio de pescadores de Paraná. Un lugar con mucha presencia de la naturaleza, que por esa razón funciona con una dinámica casi pueblerina, bien diferente al resto de la ciudad. Tal como lo mencionás, para mí era importante estar cerca del agua. Sentía que hablaba del río en mis canciones sin conocerlo tanto y me quedaba grande la palabra. Todavía lo siento así pero al menos lo voy frecuentando e intentando aprender a leerlo cada vez más. Ese paisaje, como todos, lógicamente va impregnando tu cotidianidad y es así que cuando menos lo pensás ya habita de lleno en tu trabajo y comienza a sonar en tu música, aunque no sea esta una búsqueda deliberada o consciente.

La atmósfera de la canción

En el libro que acompaña este nuevo disco, el Negro afirma que los músicos y docentes entrerrianos Walter Heinze y el “Zurdo” Martínez, a quienes califica de “dos entrañables hermanos mayores” lo introdujeron en el universo de estas canciones. Algunas de ellas son temas muy conocidos del folclore regional, como “Río de los pájaros”, del sanducero Aníbal Sampayo o “Pato Sirirí”, de Jaime Dàvalos. Esos dos temas, por ejemplo, refulgen en el cancionero popular con la potencia y el ritmo de Jorge Cafrune, quien las inmortalizó en las grabaciones más populares.  Hasta que uno escucha la versión melodiosa de Aguirre que, afinada y cariñosamente, canta todas las notas y se toma el trabajo de acentuar las palabras sin temor a que se perjudique la melodía. Donde la canción tradicional decía “no cantes más, torcacita, que llorá sangré el ceibal”, el Negro coloca las pausas necesarias para que llorar y sangrar no sean agudos.

O en “Canción de verano y remo”, también de Sampayo, las pausas y el decir respetuoso permiten revalorizar versos como “Dame, isleñita, ese vino agreste/ de tus racimos, nácar y miel”. Algo similar ocurre con “Pan del Agua”, del afortunadamente revalorizado Ramón Ayala. El cantar de Aguirre es tan personal y el piano despliega tantas ideas concurrentes a la melodía principal que se produce el milagro de permitirle al oyente escuchar por primera vez una canción conocida y cantable.

-Es que varias de estas canciones –dice Aguirre- están en la memoria colectiva y por esa razón resisten otros tratamientos en sus acompañamientos, siempre y cuando no vayan en contra de sus rasgos distintivos y sobre todo de la atmósfera que traen desde su génesis. Hubo varias etapas en este trabajo, primero una larga escucha de mucho material que quería conocer más a fondo y allí fue de vital importancia el aporte de varios amigos que me hicieron llegar nombres de autores y canciones para tener en cuenta. De esa escucha surgió una primera selección que lógicamente era más numerosa de lo que finalmente quedó registrado en el disco. Luego vino la etapa de “desgrabar” rasgueos de diferentes intérpretes de la guitarra de mi región e intentar emularlos en el piano. Más tarde, el trabajo consistió en hacer una reinterpretación de esos rasgueos a través de un montón de variaciones posibles y buscando ahora acercarlos a un lenguaje más pianístico. Surgió así una especie de archivo de texturas de acompañamiento con el cual me di a la tarea de comenzar a escribir los arreglos. Al cabo de esa etapa me encontré con que había escrito un piano bastante protagónico que dialogaba con la voz y cuando quise comenzar a tocar esos arreglos me di cuenta que me costaba un montón cantar y tocar a la vez. Allí comenzó la última etapa que fue la del estudio, intentando no perder la calma hasta que fuera saliendo esa disociación de cantar y tocar los arreglos.

La misma jerarquía

Un piano y una voz y, sin embargo -está dicho – la estética de La Música del Agua no es minimalista. Aguirre dice que también a instancias del “Zurdo” Martínez pensó el “solismo” para este disco. “El zurdo solía decir que el solista en el folclore es una especie en extinción, haciendo alusión a Atahualpa Yupanqui, Omar Moreno Palacios y Eduardo Falú, entre otros cultores en cuyas interpretaciones dialogan, en la misma jerarquía, voz e instrumento”.

En el repertorio elegido conviven con Alfredo Zitarrosa, Ayala o Sampayo autores como Chacho Muller, cuyo “Juancito en la siesta” también fue interpretado por Mercedes Sosa y Jorge Carnota.  Pero también hay autores menos conocidos para el gran público como Luis Barbiero, socio de Aguirre y de Ramiro Gallo en ese emprendimiento llamado Shagrada Medra, el sello discográfico independiente que crearon hace más de 20 años y que difunde autores como Coqui Ortiz o Sebastián Macchi. Con esas herramientas, el Negro Aguirre fue construyendo su red de referencias, basada en el intercambio y crecimiento mutuos con los artistas de la zona. La plástica paranaense Pamela Villarraza viene acompañando el arte de Aguirre desde hace años y en el CCK habrá dos bailarines invitados, Carolina Condito y León Meotto. “Son maravillosos bailarines rosarinos que han hecho un profundo trabajo sobre la música del Litoral – dice Aguirre y agrega-  Y con Pamela hay un trabajo de años que está cimentado en un diálogo de las dos disciplinas artísticas. Cada nueva producción discográfica lleva aparejado una serie de encuentros donde vamos buscando un concepto sobre el cual ella se pone a trabajar. Después viene la maravilla de ver traducidas esas músicas en sus ilustraciones.”

-Conviven en tu obra el intérprete y el creador. ¿Me contás algo de eso? ¿Cuál es TU momento?

-Es esta una etapa más ligada a la gestación que a los escenarios. Estoy cada vez más buscando dar prioridad a la introspección y el silencio que abre la ventana a la composición. Disfruto enormemente el “laboratorio” ya sea en soledad o con un par de proyectos en los que vengo trabajando. Por un lado, un quinteto de guitarras en el que vuelco las composiciones más de corte folclórico y por otro un sexteto que se llama “Almalegría” con el cual trabajamos sobre rítmicas latinoamericanas más ligadas a una impronta afro. En ambos grupos de estudio surgió la necesidad de convocar a los músicos con la idea de pasar un buen tiempo en la intimidad de los ensayos, sin salir a tocar y dándonos el espacio necesario para experimentar con los arreglos con diferentes abordajes. Felizmente encontré los cómplices para esto porque todos entendieron perfectamente la propuesta y venimos trabajando muy tranquilos y disfrutando cada pequeño avance en las músicas que van naciendo.

 

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