¿Y si el actual individualismo exacerbado tiene raíces en los dorados 60 o en la antipsiquiatría? En la novela reseñada aquí una idea es que cada cual se sienta cómodo en su demencia, cual sacado libertario.

“-Olvídese del sentido – dijo -. En la vida no cuenta el sentido, sino la experiencia”.

                                “Caso Clínico”, Graeme Macrae Burnet.

En su magnífica serie de documentales filmados para la BBC a comienzos de siglo, (El poder de las pesadillas, La trampa¿Qué sucedió con nuestros sueños de libertad? y El siglo del Yo), el realizador Adam Curtis traza un perturbador paralelismo entre la cultura que hizo posible la instauración del neoliberalismo y las teorías disruptivas surgidas en Londres en los años sesenta. Según Curtis, el movimiento contracultural idealizado por sectores progresistas de Occidente durante décadas, tuvo un efecto paradójico y contraproducente: abrió las puertas al desquiciado mundo moderno en el que proliferan las utopías del individualismo extremo y la pseudo libertad del mercado.

Dentro de este esquema de análisis el movimiento “antipsiquiatría” inspirado por R. D. Laing tuvo un rol central. Para atacar al antiguo sistema que condenaba a los “locos” a terapias de electroshok, lobotomía y encierro en instituciones terroríficas, entre muchas otras torturas, Laing puso en cuestión las rígidas estructuras familiares e individuales que descargaban sobre los supuestos “enfermos mentales” las represiones y frustraciones que los miembros de las familias reprimían. El resultado, afirma Curtis en su serie documental, fue la ruptura de un orden comunitario conservador que preservaba a la sociedad del individualismo desatado. Las teorías de Laing no tardaron en ser utilizadas por las usinas del pensamiento neocorservador norteamericano para generar la ingeniería social que habría de hacer posible la instauración política de las ideas neoliberales. La era del individualismo extremo y desatado, que borra los límites autoimpuestos del yo y desestima cualquier concepto de “comunidad” por considerarlo atávico y represivo, había encontrado, en el lugar menos pensado, a su mentor.

En esa Londres convulsionada por la irrupción no sólo del movimiento antipsiquiátrico, sino también por el rock, la irrupción de la marihuana y el LSD, el movimiento contestatario teatral y tantas otras expresiones de rebeldía que habrían de tener su punto culminante en el Mayo francés, sitúa el escritor escocés Graeme Macrae Burnet su última novela, Caso Clínico, recientemente publicada por la editorial española Impedimenta.

La era del quién está más loco

La forma que elige para desplegar una aguda crítica de ese momento cultural tan particular no puede ser más curiosa. Macrae Burnet comienza su novela contando, en primera persona, cómo fue que recibió unos cuadernos de manos de un donante anónimo, en el que una joven londinense cuenta cómo se convirtió en paciente de uno de los popes de la antipsiquiatría, al sospechar que el reciente suicidio de su hermana fue inducido en realidad por su extravagante psiquiatra.

A partir de ahí la novela se divide en dos partes: el relato en primera persona de la paciente-detective, que busca desentrañar las razones que llevaron a su hermana a una decisión tan drástica y la biografía que el propio Macrae Burnet reconstruye del psiquiatra en cuestión. La historia se va cociendo a fuego lento, con mucho de homenaje al policial psicológico y al cine sugestivo de Antonioni (sobre todo, su film Blow Up, basado en “Las babas del diablo”  de Julio Cortázar), al tiempo que hacen irrupción en el relato cameos insospechados y no exentos de humorismo, de figuras de la época, como el actor Dick Bogarde o el músico Paul McCartney.

Mientras la tensión va subiendo de tono hasta adquirir un aire siniestro en el que la frontera entre la locura y la salud mental se van difuminando, sin que sepamos nunca con certeza quien está más perturbado, si el psiquiatra o su paciente, el escritor escocés va dejando entrever su fina crítica a una época cuyos ecos resuenan aún con fuerza en la actualidad. Y entre los personajes reales que aparecen en el relato, como no podía ser de otro modo, la figura de Laing y sus teorías se encuentran en el centro de la trama.

“El camino de la liberación radica en aceptar que somos haces de identidades”, afirma Laing en uno de los fragmentos verídicos citados en el libro, por lo cual los seres humanos ya no podemos ser considerados personas con una identidad única, sino que construimos variadas máscaras y usamos cada una de ellas a discreción, según el escenario en el que nos encontremos.

Mata a tu yo

Cuando le preguntaron a Macrae Burnet si esta cuestión central de las identidades múltiples que constituyen el corazón del mundo desquiciado actual no era una crítica solapada al modo en que nos presentamos en el universo de las redes sociales, esbozó una gran sonrisa. En uno de los momentos más sarcásticos del libro, el psiquiatra publica un libro titulado “Mata a tu yo”, que no tarda en constituirse un gran éxito editorial, a pesar, dice Macrae Burnet en su rol de narrador, que el texto es confuso y muchas veces no se entiende un pimiento de lo que está hablando. No importa. Los fanáticos de la contracultura lo toman como Biblia y lo llevan como señal de “una de sus identidades” en los trenes y en los bares para demostrar que ellos están en el epicentro de la nueva moda.

Graeme Macrae Burnet.

Cuando la pluma se pone más afilada aparecen reflexiones filosóficas de alto vuelo, como la mención a la cita del filósofo Kierkegaard quien sostiene que “querer deshacerse de uno mismo es la fórmula de toda desesperación”. Y para escapar a la desesperación, afirma el antipsiquiatra, “no te mates, mata a tu Yo”. El comentario que Macrae Brunet como narrador omnisciente le dedica a esta teoría no puede ser más devastador: todo en la obra del rebelde psiquiatra trata “del triunfo de la aseveración sobre la argumentación”. Cualquier parecido con nuestra realidad política y social contemporánea, corre por cuenta de nuestros inteligentes lectores.

“La relación terapéutica” continúa argumentando el ficticio antipsiquiatra “no debería tener como meta “que el paciente se vuelva cuerdo”, sino que se sienta cómodo con su demencia”. De ahí a construir una sociedad de locos desbocados que no tienen el más mínimo sentido de la inhibición a la hora de intervenir en el debate público o en su interrelación cotidiana con sus semejantes no sólo en las redes sociales, el camino es muy corto.

Resulta curioso que la novela, en ninguna de las críticas que recibió en la prensa internacional –Macrae Brunet goza de cierta fama en el mundillo de la literatura policial contemporánea-, haya sido leída en paralelo a la obra fundamental de Adam Curtis realizada para la BBC. Para aquellos que se sumerjan en las atrapantes páginas de este libro resulta más que recomendable la visión en simultáneo de las tres series documentales mencionadas al comienzo de este artículo que se encuentran disponibles en YouTube en versión subtitulada.

La edición, como no podía ser de otro modo tratándose de Impedimenta, es cuidada y lujosa. Sólo hay que lamentar el exceso de españolismos en el texto, cuando lo habitual en esta casa editorial de la península son traducciones neutras que se leen con mayor placer por estas tierras.

Imagen de apertura. Una foto icónica de lo contemporáneo: Jake Angeli brama a lo búfalo durante el asalto al Capitolio de EEUU. Win Mcnamee, AFP.