Gran lectora de poesía, Liliana Bodoc aprendió muy pronto el peso de las palabras y con ellas construyó de manera amorosa un mundo de ficción que, como las buenas ficciones cuenta este mundo y nos cuenta a nosotros. Y reflexionó en más de una oportunidad sobre cómo se abaratan esas palabras.
¿Conoces a alguien a quien le agrade comer manzanas que pendan años y años de los árboles? Tampoco lo conozco yo. Y, dime, ¿cómo nacerían manzanas nuevas si las que ya cumplieron con lo suyo no dejaran sitio en las ramas? ¿Quién le enseñaría a quién? La hermana muerte carga con una tarea que todos comprenden pero pocos perdonan. Sin ella, los hombres no mirarían al cielo en las noches claras. Tampoco cantarían. Sin ella no existirían el suspiro ni el deseo. Sin ella nadie en este mundo se ocuparía de ser feliz.
Liliana Bodoc
La muerte hará bien su tarea, pero últimamente está emperrada con los poetas. En el mes y pico que lleva este año se murieron Hugo Padeletti, Nicanor Parra y Ursula K. Le Guin, poetas amados pero ya muy ancianos (Ursula Le Guin es más conocida como narradora, pero también escribió poemas y tiene un libro escrito junto con nuestra Diana Bellessi). Y este martes 6 de febrero al mediodía tuvimos la (espantosa) sorpresa de la muerte de Liliana Bodoc, novelista y cuentista, la Madre de los Confines. Tenía solo 59 años y una vez le mostró a Carlos Ulanovsky su biblioteca: estaba plagada de libros de poesía. Todo escritor de narraciones debería leer poesía, y viceversa, explicó. La Saga de los Confines en sus tres tomos (Los días del venado, Los días de la sombra y Los días del fuego), las Memorias Impuras, Presagio de carnaval y Tiempo de dragones son tremendas novelas, pero escritas por una poeta. Eso significa: ricas en el lenguaje, asombrosas en la metáfora, penetrantes en el sentimiento y agitados en la acción.
Liliana Bodoc murió sorpresivamente. Acababa de volver de Cuba, donde representó a la provincia de Mendoza en la 27ª Feria Internacional del Libro. Esa madrugada se acostó a dormir y ya no se despertó. No fue una mala muerte. Facebook –que es el lugar del duelo de la gente- empezó a poblarse con mensajes de tristeza y de afecto. Al modo de los velorios, cada cual traía una anécdota y un encuentro para contar. Liliana Bodoc tenía el don de interesarse realmente por las personas con las que se cruzaba; se hace difícil separar a la autora de Los días del venado de la mujer que escuchaba con empatía y con ternura.
Es común llamarla “La Tolkien argentina.” La verdad es que Liliana Bodoc reescribió la historia de América al modo de El Señor de los anillos, pero mejorando la escritora del propio Tolkien y cambiando, para bien, a la historia americana. De Tolkien tomó la épica, el largo aliento y los personajes majestuosos, pero los colocó en un escenario y un sentir americanos. En el inglés existe una obsesión por la lucha entre el Bien y el Mal, esa dicotomía tan occidental que atraviesa toda la saga de la Tierra Media. En la Saga de los confines hay momentos en los que los buenos tropiezan y la propia Muerte, la gran enemiga, es una viejita que por un rato se rinde a la comprensión de sus enemigos.
Bodoc cuenta la historia de la conquista y la independencia como debería haber sido, en bella ficción, pero sin mentira. Un gesto recreador y liberador para contar tanto dolor, tanto odio y tanta muerte. En el último párrafo del último tomo de la Saga de los Confines escribe: “Digan, también, que continúa cantando contra el Odio. Porque aprendió, de tanto andar la tierra, que el Odio retrocede cuando los hombres cantan.”
Esta transformación ocurre por medio de la palabra. El año pasado, en un encuentro de docentes de Mar del Plata, dijo esto: “mayoritariamente antes de escribir, hablamos. Pensemos entonces en el riesgo que implica dañar el acceso a la mejor palabra. Si hablamos decidimos, o en todo caso hablar es decidir: es imposible que no haya decisión en el arte de hablar. Lo que puede pasar es que si nosotros no decidimos, va a decidir el pensamiento hegemónico. Cuando como escritores desestimamos la importancia de decir nuestra palabra, Y entonces vamos a decir ‘algo habrán hecho’, ‘quién la mandó a usar minifalda’, ‘los maestros tienen tres meses de vacaciones’.”
Hablando y de palabras: alguna ella firmó mi ejemplar de Los días del venado. La dedicatoria dice: “Para Mariano. Nos esperan los husihuilkes al final del camino. Con cariño.” Los husihuilkes (una forma poética de llamar a nuestros mapuches) son la tribu que lucha contra al invasor; están en el principio del camino, y van a estar allí, al final, cuando regresemos a de nuestra marcha. Ayer Liliana Bodoc apuró su marcha. Ojalá que se haya encontrado con ellos.