Es una de las mayores voces de la literatura latinoamericana actual. De paso por Buenos Aires, el escritor puertorriqueño, autor de la laureada Simone (muy elogiada por Ricardo Piglia) habló  de las particularidades políticas y sociales de Puerto Rico, un país de cuya cultura apenas se conoce aquí, mientras allá saben muy bien quién es Roberto Arlt.

Francia, 1981. Eduardo Rodríguez ha llegado desde Puerto Rico para estudiar Literatura Comparada. Lalo, como lo conocen en su hogar, apenas puede mantener contacto con su familia en el Caribe. Una noche sueña que firma una carta como Eduardo Lalo. Al día siguiente, en una disquería, descubre la Sinfonía Española para violín orquesta del compositor romántico Édouard Lalo. Lo toma como una señal y a partir de ahí empieza a firmar como Eduardo Lalo.

Pasan los años y, desde la pequeña isla, Lalo construye una de las obras más sólidas en lengua española, que alcanza reconocimiento con el Premio Rómulo Gallegos que recibe por su novela Simone. Es 2013. En el medio siglo anterior, el estado venezolano ha premiado, entre otras novelas, a Cien años de soledad de García Márquez, La casa verde de Vargas Llosa, Terra Nostra de Fuentes, Mañana en la batalla piensa en mí de Marías, Los detectives salvajes de Bolaño, y Blanco nocturno de Piglia. O sea, Simone tiene destino de clásico.

El escritor puertorriqueño llegó a Buenos Aires para participar de la Feria de Editores, donde el 12 de agosto charló con Claudia Piñeiro. No es la primera vez que visita la Argentina y, a instancias de su editor, el hombre proveniente de un país donde el básquet y el baseball son los principales deportes, tiene sus simpatías futbolísticas. Está de parabienes: Independiente ha sumado una nueva copa.

 

-Cuando se habla de Puerto Rico se piensa en la cuestión del estado libre asociado, la presencia norteamericana, y también de la presencia norteamericana con el inglés, pese a ser un país hispanohablante y donde el español es la lengua oficial.

-La relación con el inglés no es muy distinta a la de otros países. Pensemos que el Caribe es la frontera de América Latina. Hay mucha mitología, una cosa es Puerto Rico y otra el exilio. La imagen que se tiene es la de West Side Story, puro racismo. Influyen mucho los artistas que se radicaron en Estados Unidos o son hijos de puertorriqueños. Se sienten compatriotas de los que estamos en la isla, pero no nacieron en Puerto Rico y su español es muy limitado. Puerto Rico es tan hispanohablante como la Argentina. También es cierto que hay una dimensión política, está Internet y en inglés se inmiscuye en la vida social de las personas. Aparte que hay profesiones que toman mucho del inglés, como la medicina o la ingeniería. Como los procedimientos nacen en países angloparlantes, se reproducen en forma mimética.

-¿Cómo es el vínculo con el Caribe? García Márquez en sus memorias dice que la separación de Panamá hizo que Colombia dejara de verse como un país caribeño y pasara a considerarse andino. ¿Hay algo así en la relación con los vecinos de Puerto Rico?

-La vinculación está intacta. Lo caribeño es un estado no prestigioso. Se habla de América Latina a secas, incluyendo al Caribe, pero no se lo nombra, y si se dice América Latina y el Caribe, está en segundo lugar. Es una porción de segunda categoría de América Latina. Somos tres países hispanohablantes: Puerto Rico, Cuba y la República Dominicana. Las burguesías caribeñas se piensan tan blancas y europeas como las de América del Sur.

-¿Y cómo se da la relación con el lenguaje en ese contexto?

Se produce literatura. Que no nos conozcan no quiere decir que no existamos. Tenemos una tradición tan larga como la de cualquier otro país latinoamericano. La Universidad de Puerto Rico le encomendó a Cortázar la traducción de los cuentos de Poe y con el dinero que le pagaron se pudo comprar su departamento en París. Eso habla de lo que era la universidad en mi país en los 50. No somos conocidos como Cuba, que está en el mapa por la Revolución. Carpentier no sería conocido sin la Revolución. Los dominicanos tienen un gran poeta como Pedro Mir, pero no se sabe mucho más.

-De tradición dominicana es Junot Díaz, que escribe en inglés y tiene visibilidad por el Pulitzer…

-Es inmigrante, casi ni sabe español. Ahí está el problema de cómo circulan las cosas.  Nadie podría nombrar aquí un escritor de Costa Rica, por ejemplo.

-En Simone un personaje cita a Roberto Arlt, lo cual es llamativo.

No debería serlo. En mi país hay programas de lectura, con cursos intensivos en literatura puertorriqueña, latinoamericana, norteamericana, británica. No es raro encontrar la obra de Arlt en San Juan.

-¿Cómo surge Los países invisibles? Es un ensayo en forma de diario de viaje, con múltiples citas a otros libros, incluido uno de Ítalo Calvino, de quien parece haber tomado casi prestado el nombre de Las ciudades invisibles, donde parece que habla de los viajes de Marco Polo pero en realidad habla de otras cosas, como la relación con la lengua, ¿hay algo de eso en Los países invisibles?

-Nació de un viaje inesperado, estaba sin dinero para ir de vacaciones y me ofrecieron para acompañar en las visitas a un grupo de estudiantes universitarios de Puerto Rico a Londres, Venecia y Madrid. Me pagaban viaje y estadía. Fue una forma de retomar contacto con Europa, había estudiado en París y trabajado casi un año en Madrid. La invisibilidad es un mecanismo. La literatura es una forma de pensamiento, como con la psicología, las palabras tienen un sentido técnico. No hablo en ese libro de la invisibilidad en sentido textual, sino como una construcción que opera de cierto modo.

-Algo similar se nota en un concepto que usa en otro ensayo, Intemperie, un concepto que acá se usa mucho, en otro sentido: la grieta.

-La grieta actúa en tanto la Historia crea sus prestigios, sus monumentos, sus estatuas. Pasa el tiempo y se abre una grieta en el monumento. Es una expresión de la falla. O sea, aquellos que está monumentalizado no es más que una imagen construida que deja afuera otras imágenes. La memoria de los vencidos está en la grieta, que es un vacío, la presión de la falla. Es una escritura espontánea, un signo que indica que el monumento está cuestionado, le quita su derecho a la verdad que se institucionalizó al ciento por ciento.

-Simone es una novela construida en base a anotaciones, hay una historia de ficción, pero el punto de arranque parece similar al de Intemperie o Los países invisibles.

-Digamos que Simone es una novela en la que se ficcionalizan los cuadernos del escritor. y los otros son ensayos. Intemperie es la escritura del cuaderno, usé una libreta chiquita, quería hacer un libro sobre la brevedad. Es un trabajo diferente, con anotaciones de alguien que ve el mundo a través de la escritura y la lectura.

-Hay una presencia constante de San Juan en la novela.

Quise que la ciudad fuese un personaje más de la novela. Yo ya había hecho un libro dedicado a ella, Los pies de San Juan. Es una ciudad compleja, dos veces más grande que París.

-Un personaje de Simone define a Puerto Rico como un país a medio hacer, ¿cómo sería eso?

Tiene que ver con la institucionalidad. Es el único país latinoamericano que fue conquistado dos veces. Compartimos la primera conquista, la española. Incluso sufrimos el colonialismo español en cosas como que no hubo universidad hasta 1903. España nos negó universidad durante cuatro siglos. La desgracia es la ubicación en el mapa, justo en medio del hemisferio, somos la punta de América. Estados Unidos entró al país como parte de su expansión hacia el resto de América Latina. Es una ciudad de adobe, a diferencia de La Habana y Santo Domingo, que son de piedra, y eso que San Juan debe ser la ciudad colonial mejor conservada de toda América. Lo único de piedra son las murallas y los fuertes, es una ciudad amurallada. A los españoles no les interesó desarrollar la economía y quedó detenida en el tiempo. Después, por la Guerra Fría, llegamos a tener 13 por ciento del territorio ocupado por bases norteamericanas.

-¿Hay posibilidades de un cambio de status?

-No en el corto plazo. Nadie está contento con ser un estado libre asociado. La dependencia económica es muy grande. Un proceso de colonización lo que hace es destruir la economía. Por eso, la solución, que sería la soberanía plena, hoy es un salto al vacío. Tenemos el doble de deuda externa que la Argentina. Estados Unidos nos utiliza como mercado cautivo y no hay chances de ser considerados el estado número 51, con derechos plenos de ciudadanos norteamericanos. Hay un gobernador, no un presidente, elegido por el pueblo, y la legislación interna no puede ir en contra de la ley norteamericana.

-Un costado de su obra pasa por las artes plásticas y los mediometrajes, ¿cómo combina esas facetas?

-Son cosas distintas, antes que todo soy escritor. Lo visual siempre me interesó, he hecho ensayos fotográficos, hice exposiciones…pero no anda con una cámara, sino con una libreta y una lapicera.

-¿Cómo fue la experiencia del premio Rómulo Gallegos?

-Resultó algo inesperado. Justo comenzaba mis vacaciones ese día, estaba leyendo en la cama y el teléfono no dejó de sonar desde que se conoció la noticia. Simone fue muy alabada, incluso por Ricardo Piglia, que fue el ganador anterior y estaba en el jurado.

-El premio permitió darle visibilidad a su obra y a la literatura de Puerto Rico y el Caribe…

-Sí, pero el hecho de que no nos conozcan no es culpa nuestra. Nosotros conocemos a Arlt, a Borges, a Cortázar…

-Le tocó venir a la Feria de Editores a charlar con Claudia Piñeiro, que estuvo muy activa en la campaña por la legalización del aborto, algo que el Senado rechazó, ¿tiene postura definida sobre el tema?

-Es evidente que la mujer tiene derecho a decidir qué quiere hacer con su cuerpo. Sorprende que en la Argentina no esté claro. En mi país es legal hace más de cuarenta años.