Una entrevista al humorista, periodista y escritor italiano Vauro Senesi, cuyas revulsivas caricaturas irritan a los políticos, religiosos y bienpensantes de su país y de gran parte de Europa. Comunista convencido, sin embargo propuso irónicamente al Papa Francisco como presidente de Italia.

El inicio de 2022 para Italia se presentaba como un período determinante para su futuro político inmediato. Después de siete años de mandato del presidente de la República, el Congreso debía elegir un nuevo presidente. La elección se convirtió en una muestra de impotencia del Parlamento y fue reelecto el presidente en decadencia de mandato, Sergio Matarella, muy a su pesar.

Como en Il Gattopardo, al final “nada cambió” y de ver a los políticos haciendo propuestas irremediablemente bochadas en las votaciones parlamentarias, se pasó al espectáculo tradicional del Festival de San Remo, a principios de febrero. Después, todo sigue igual:  Omicrón continua su parábola descendente, el aumento de la energía mete a riesgo la reactivación económica y distintas multinacionales deciden mudarse a países con mano de obra más barata. En los lugares de trabajo, por falta de medidas de seguridad, los accidentes fatales se suceden. A los obreros que mueren en accidentes a razón de tres por día, se han sumado también dos estudiantes “stagistas”, en función de la promovida “alternanza tra scuola e lavoro”. Y como es añosa costumbre, los estudiantes que manifiestan por ello son reprimidos duramente por la policía. En el Este europeo, como desde hacía mucho no sucedía, el conflicto de la OTAN con Rusia se pone al rojo vivo. A mitad de febrero, la Corte Constitucional rechazó la posibilidad de votar mediante Referéndum popular las reformas necesarias para la legalización de la Cannabis y la despenalización de la Eutanasia.  Dos temas que interesan directamente a millones de personas.

En este panorama, los partidos políticos y sus grupos parlamentarios no han demostrado estar mínimamente a la altura de las circunstancias. Al contrario, la actuación pública de sus líderes se asemeja más a las escenas de la “comedia a la italiana” que a la acción responsable que la situación exige.

En la dificultad objetiva de describir seriamente estos dos primeros meses del año, este cronista ha elegido de entrevistar a un observador especial de las últimas décadas de la política italiana y cronista en diversos conflictos armados en el exterior, el humorista, periodista y escritor, Vauro Senesi.

 Vauro, irreverente hasta con sí mismo

Vauro Senesi, 67 años, toscano, es un periodista, escritor, humorista y un prolífico viñetista satírico que se define políticamente todavía como un “comunista italiano”.

Colaboró con las principales publicaciones satíricas italianas, entre ellas Il Male, Cuore y Linus. Por 30 años fue periodista y dibujante de Il Manifesto, hasta que en el 2012 pasó a Il Fatto Quotidiano, el diario donde periódicamente publica sus dibujos. A su vez, es autor de unos veinte  libros que recogen sus dibujos o sus textos, generalmente relatos de los países en guerra que ha visitado, por razones profesionales o humanitarias en colaboración con organizaciones como Emergency o Peace reports. Precisamente, en homenaje a Gino Strada, el recientemente fallecido fundador de Emergeny publicó su último libro, La Regina de Kabul, donde narra historias de algunas de las personas que fueron asistidas por esa organización sanitaria en los frentes de guerra, en este caso en Afganistán. Desde el 2006 al 2012 participó en los programas televisivos de Michele Santoro, Anno Zero en RAI 2 y Servizio Pubblico, en “La 7”, graficando en 10 caricaturas finales los principales temas analizados en cada edición.

Actualmente, sus caricaturas cotidianas en el diario Il Fatto Quotidiano, publicadas además gratuitamente en su página Facebook, aún suelen irritar a sus protagonistas, los que en innumerables ocasiones lo han querellado, por considerarse ofendidos en su dignidad. A su vez, sus seguidores en la web no le ahorran críticas puntuales ante cada dibujo, cuyos contenidos nunca se deben dar por descontados. Lejos de amedrentarse o de bajar el tono, Vauro parece jugar de local en esas situaciones. De este modo considera que es fiel a las enseñanzas de su maestro Pino Sac, de Il Male, el histórico medio satírico de los años 70 de quien aprendió que “ la peor censura, es la autocensura”.   Por ejemplo, si bien nutre una declarada simpatía por el Papa Francisco, a quien en un dibujo postuló como candidato a presidente de la república italiana, apenas el pontífice apareció dando una entrevista a un conocido conductor televisivo, lo representó como si fuera “Lady Gaga”, en una abierta crítica a su exposición mediática en dicho programa.

Una actitud que no tiene inconvenientes en explicar. “A veces me sucede que dibujo una caricatura con la cual ni siquiera yo estoy de acuerdo, entonces me obligo  a terminarla porque la sátira es eso, la transgresión, la crítica llevada hasta el final, hasta el fondo de la propia alma”, dice.

La propaganda es la muerte de la sátira

De hecho, cuando se le pregunta sobre el límite que la sátira no tendría que superar, para no caer en la vulgaridad o en la ofensa a la sensibilidad ajena, no duda en contestar. “El límite de la sátira es aquel que todavía tiene que superar”.

 

“Está en la naturaleza del viñetista, como en el cuento del escorpión y de la rana, ser como el escorpión que con tal de mantener su esencia se juega hasta el final, así el viñetista satírico debe hacerlo para mantener la integridad de su propio trabajo. De esa manera evito el riesgo de la propaganda. La propaganda es la muerte de la sátira. Muchas veces se confunde sátira con propaganda, los judíos con nariz grande de Signal o della ‘Difesa della Razza’, estaban bien dibujados, pero no eran satíricos, eran propagandísticos. Por eso critiqué, antes de la masacre de París, a las famosas caricaturas de Charlie Hedbo, sobre todo porque habían sido tomadas de un volante neonazi danés. Entonces escribí: la sátira es deserción, a mí no me enrolan, no me enrolan en la cruzada contra el islam, no me enrolarán en ninguna cruzada. Desertó siempre de cualquier enrolamiento, eventualmente hasta del mío”. “Por supuesto que, después del atentado y de la masacre de su redacción en enero del 2015, di toda mi solidaridad personal y política a mis colegas. Nada justifica ese tremendo crimen”.

Un bufón en la corte de Il Manifesto

Vauro inició su carrera profesional en la histórica redacción de Il Manifesto, donde colaboró como periodista y dibujante por 30 años.  Reconoce que aprendió de Luigi Pintor, uno de los fundadores del diario, el poder de la síntesis. “Pintor decía que para quien tenía algo para decir, 30 líneas eran suficientes”. Y la caricatura es eso, una síntesis extrema, una conjugación entre un dibujo y una nube con pocas palabras con un significado proprio, que tiene que ser entendido”. “Esa síntesis es muy importante porque te libera de los oportunismos, de la posibilidad de esfumar un contenido. Como autor, te obliga a llegar a dónde quieres llegar y también a preguntarte a dónde quieres llegar, que es siempre una buena pregunta”.

Rossana Rossanda, otra de las históricas fundadoras del grupo político y editorial, tardó un tiempo en aceptar su presencia en la redacción. “Cuando entré a trabajar a Il Manifesto, no es que Rossana me odiara, me había removido completamente. No me saludaba, no me veía, como si no existiera. Después de mucho tiempo, un día, mientras yo dibujaba y canturreaba algo, una ‘canzonetta’, ella se acercó a la puerta y me dijo: cantas bien. Esa fue su forma de aceptarme en el grupo”. Me imagino que una intelectual rigurosa, como ella, que entendía la política en su acepción más ortodoxa, tuviera dificultades a aceptar ese joven medio bufón, que dibujaba fantoches en su periódico”, relata.

En la redacción del diario conoció a Osvaldo Soriano a quien recuerda “una buena persona, un gran tipo”. Un poco más contradictoria es su visión de Luis Sepúlveda, de quien dice que “escribió algunas cosas valiosas, pero después se creyó el personaje del exilado y se lo tomó demasiado en serio. Se enamoró de tal manera del personaje que hizo que éste pudiera mentir en su lugar”.

La responsabilidad de ser cronista

“Para mí ser viñetista y periodista es parte de una cosa única. Porque si tienes una pasión para contar, tú tienes que estar ahí, donde los hechos suceden y yo he siempre tratado de estar. La atención por el relato, por la crónica la siento como una responsabilidad por haber participado en esas experiencias”. De hecho, Vauro, como corresponsal de guerra o como voluntario de Emergency, la ONG sanitaria fundada por el médico italiano Gino Strada, ha estado en teatros de guerra como en Afganistán, en Irak, Sierra Leona, Sudán, Costa de Marfil. Durante la primera década del este siglo fue portavoz de Emergency, en esas funciones pudo establecer una profunda amistad con Gino Strada, fallecido el año pasado. Para homenajearlo Vauro escribió su último libro, La regina de Kabul, donde a través de las historias de personas asistidas por Emergency en Afganistán, Vauro narra indirectamente, sin nombrar nunca a Gino por nombre, la acción de la organización humanitaria.

“Cuando Gino murió, como es habitual en Italia, han querido santificar el difunto, para metabolizarlo, para olvidarse de él rápidamente. Por eso yo tenía mis reservas en escribir este libro que se refería también a él. Superé esas reservas tratando de describir a Gino, a través de los ojos y de la sensibilidad de las personas, de los hombres, las mujeres, los niños, los guerreros también, que los dos encontramos en Afganistán. Por ese motivo no aparece su nombre, lo llamo siempre ‘el Doctor’, como lo llamaban sus pacientes, es un libro de testimonio del pueblo afgano”, dice.

Comunista italiano

Si de algo no hay dudas, porque Vauro lo exprime de todos los modos posibles, en cada ocasión en la que se habla de política es que Vauro es profundamente antifascista y se reinvidica como un “comunista italiano”, con todas las letras.

“El Partido Comunista Italiano (PCI) de Berlinguer era el más grande de occidente. Se pudo permitir la ruptura con la Unión Soviética, en tiempos de Breznev, declarando el fin de la fuerza propulsiva de la Revolución de Octubre”, dice.

“Los comunistas italianos han contribuido con un gran aporte al mejoramiento de la sociedad real   de este país, a partir de la Constitución de post guerra, del Estatuto de los Trabajadores, en la afirmación del derecho universal a la salud, a la educación, a los derechos sociales. De hecho, desde cuando ese partido fue inducido al suicidio, en 1989, muchas de esas conquistas se han ido deteriorando y otras perdiendo. El PCI era una fuerza política que, con sus luces y sus sombras, fue capaz de representar a las clases (un término que tendría que ser usado aún) más débiles, más frágiles, más golpeadas del país. Por eso me considero orgullosamente “comunista italiano”. Pero no sólo por eso, porque el comunismo representa para mí una utopía de una sociedad posible, una idea que te puede guiar en un trayecto. Mi idea es la de equidad social, de la distribución de la riqueza, de una sociedad organizada en función de los derechos del hombre y no sobre la competitividad o, como ahora, sobre la maximización de las ganancias de unos pocos, que cada vez tienen más”, agrega.

Y continúa: “El fundamento del comunismo es que cada uno dé según sus posibilidades y reciba de acuerdo con sus necesidades. Para realizar esta idea se necesita una fuerza política capaz de seguir ese objetivo, de actuarlo. Una fuerza política que trate de realizar esa idea en un camino. Ha habido tentativas de llevar adelante esa utopía en la historia y esos tentativos han producido grandes cambios y también grandes’ horrores. Pero, por lo que a mí se refiere, he escrito anticipadamente el epitafio para mi tumba: Me he convencido de nuestras equivocaciones, pero ustedes no me han convencido de vuestras razones’”.

Papa Francisco, for president

Mientras los parlamentarios italianos bochaban las distintas propuestas de candidatos a presidente de la Republica que otros tiraban al ruedo, Vauro, con un dibujo a color, hizo la suya: “Papa Francisco al Quirinale, el palacio presidencial”.  Y explica sus razones: “Es un Papa que me ha sorprendido. Denuncia cosas que ni siquiera la política denominada progresista en Italia es capaz de decir. Por ejemplo, sobre el criminal tratamiento que se da a los inmigrantes que intentan llegar a Europa, sobre la guerra como producto del comercio de armas o sobre los problemas mismos de la Iglesia. En el panorama italiano, es la única persona del poder, Francisco como todo Papa es una persona del poder, que todavía habla de los valores humanos, que reafirma los derechos del hombre y que hace una crítica profunda al capitalismo global, en modo explícito. Por otra parte, yo no he visto nunca un Papa tan silenciado, como Papa Francisco. Los medios tratan de reducir su mensaje a folklore, cuando folklore no es”.

Aunque Vauro se declara agnóstico, “no ateo, porque el ateísmo se ha convertido también en una religión”, manifiesta que tiene un gran respecto por la religiosidad de las personas, “también por la católica”. Por otra parte, en su último libro, los protagonistas afganos nombran a Alá con 99 adjetivos distintos, todos dirigidos  a describir las cualidades que les atribuyen al Dios en el que creen.

Una argentina muerta en Irak

“Como Gino Strada, yo estoy en contra de la guerra, pero no soy pacifista. No existen, como en otras épocas, guerras necesarias. La guerra de resistencia contra el nazifascismo en Italia, fue una guerra necesaria. Una guerra hecha con las armas, matando enemigos. Pero las mismas personas que participaron en ella, cuando sus fusiles estaban aún calientes, escribieron en la Constitución Italiana el artículo 11 que enuncia, ‘Italia repudia la guerra como medio de resolución de las controversias internacionales’. La guerra tendría que ser parte del archivo de la historia”, dice.

Cuando explica con énfasis estos conceptos, Vauro parece revivir en sus ojos, algunos de los dramáticos episodios y de los horrores presenciados durante su permanencia en zonas de guerra. En un determinado momento, se detiene, mira al cronista y le relata la historia  de Verónica Cabrera, una camarógrafa argentina muerta en un accidente automovilístico en Irak durante la invasión de Estados Unidos en el 2003. “Con Gino nos tocó ir a Ramadí, donde los fedayines habían llevado su cuerpo. Viajaba con el periodista Mario Podestá, volcaron con la camioneta en la que viajaban y se mataron. Bagdad estaba en manos americanas, Ramadí no. Gino, como médico, tuvo que emitir su certificado de defunción.  Ahí nos encontramos con otros dos periodistas argentinos, Gustavo Sierra de Clarín y Elisabeta Piqué, de La Nación. Era una joven mujer, madre de una niña de 3 años”.

Gino y el Che

En este punto, el cronista no puede dejar de preguntarle si existe una contradicción o alguna analogía entre Gino Strada, un médico que decidió de ir a curar heridos de todos los bandos a distintos frentes de guerra, y el médico argentino que un día decidió dejar el maletín y dedicarse principalmente a la lucha armada.

“Yo encuentro una correspondencia perfecta, porque las del Che fueron guerras necesarias, para liberar a los pueblos de la opresión. De todas maneras hay que considerar que cuando se usa la violencia, se pone en marcha un mecanismo difícilmente graduable. La misma Revolución de Octubre nos lo enseña, hay que tomar esas lecciones, como también las del guevarismo. Che Guevara decía que ‘hay que ser duros, sin perder la ternura. Esta no es sólo una frase poética, es una frase con un profundo contenido político. Sin llegar a ser pacifistas, porque la palabra ‘pacifismo’ puede querer decir todo y nada al mismo tiempo, pacifismo es  estar en contra del conflicto, por ejemplo. En cambio, los conflictos son indispensables, los conflictos entre los desposeídos y los poderosos son indispensables. Las formas y la intensidad de esos conflictos tendrían que estar determinados por la política, ahí está la razón de ser de la política”, responde Vauro.

La guerra, la política, la belleza, la fantasía

El ser duro, crítico, sarcástico, irónico, desacralizante de Vauro está gráficamente representado en su riquísima producción de caricaturas satíricas y en sus intervenciones mediáticas, donde exprime abiertamente su pensamiento, pero el autor también reinvindica la necesidad de construir espacios de belleza y de fantasía, aún en las situaciones más difíciles.

“La guerra es trágica y banal, horrible pero banal. Es la banalidad del mal, en la banalidad no hay fantasía, es la repetición constante de la fealdad, del horror”, sostiene.

“Creo que siempre hay un espacio para la belleza, aún en esas situaciones terribles. La belleza ayuda al cuerpo, al alma, da optimismo en situaciones dónde no hay ninguna posibilidad. La fantasía nos hace imaginar un mundo mejor, una sociedad distinta, nos da la posibilidad de mejorar. Ambos conceptos son aplicables a la política. Nuestros actuales políticos, están más ocupados en seguir las encuestas e irles detrás, que de haber una prospectiva de futuro, de imaginarlo siquiera. Y tanto menos de imaginar un futuro con la belleza como elemento esencial. Belleza y fantasía son elementos que mejorarían la política, entre tanta mediocridad y mezquindad, le darían una salida que hoy no se encuentra”, concluye.

En algunas de sus caricaturas, Vauro deja de ser el implacable fustigador de los personajes de su tiempo para exprimir un exquisito sentimiento de ternura, como en el caso del saludo final a la actriz ´Mónica Vitti, fallecida en estos días o en el histórico dibujo donde manda a la paloma de la Paz a buscar a Giuliana Sgrena, su compañera de Il Manifesto secuestrada en el 2005 por una milicia jihadista en Irak.

De querella en querella

Como otros autores de ruptura, Vauro ha tenido que responder a innumerables querellas de políticos, asociaciones defensoras de la religión y otras personas que se han sentido ofendidas por su sátira cortante. Ganó todas esas demandas, menos una.  “El músico y cantante Zucchero había dicho, en tiempos del SIDA, que era mejor masturbarse que tener sexo no protegido.  En respuesta a Zucchero, yo dibujé a Jesús, medio hippie como siempre lo dibujo, con las dos manos clavadas en la cruz que decía: ‘ni siquiera queriendo, podría’”. Ahí mismo me querellaron por ‘ultraje a la religión’. La denuncia me divirtió como loco porque exprimía una fantasía creativa que ni yo mismo hubiera tenido. Me acusaba de ‘haber representado a Nuestro Señor Jesucristo crucificado en el acto de contorsionarse, para alcanzar su propio miembro viril a los fines de masturbarse’. Fui condenado a cuatro meses por la Corte de Casación, pero eran otros tiempos, ahora las querellas las gano todas”, cuenta.

Mientras este artículo está en edición, al este de Europa, se acumulan armamentos, columnas de tropas armadas, se hacen declaraciones amenazadoras como en una trágica repetición de la Guerra Fría, Desde su página social, el avatar de Vauro, ese fantoche desacralizante por él dibujado , en coherencia con lo manifestado en esta entrevista lanza su angustioso grito: “Nunca más guerra, nunca más”.

¿Querés recibir las novedades semanales de Socompa?

¨