Hace unos días, Oscar Guisoni nos presentó en Socompa al “brujo rumano que sacude la literatura mundial”. Retomando su iniciativa reproducimos una entrevista publicada originalmente por el sitio Quéleer en la que el escritor, que suena desde hace varios años para el Nobel, repasa sus motivaciones e intenciones.

Serio, retraído, con ojos oscuros y gesto indescifrable, Mircea Carterescu mira desde abajo, con la cabeza ligeramente inclinada. Así que, el principio de esta entrevista, que pretende una primera aproximación a uno de los escritores más importantes de la narrativa actual europea, es como el inicio de un recorrido por territorio absolutamente desconocido y un tanto amenazante.

Su universo fantástico, alegórico, la unicidad que inmediatamente se advierte en su obra, empuja a imaginar a un tipo raro, genial escritor, que se aburre miserablemente durante las entrevistas, aunque las soporta estoicamente. Pero, más o menos a los diez minutos de empezar la conversación, Cartarescu se lanza sobre un plato de patatas fritas y, poco después, con una cerveza en la mano, medio sonríe.

Un par de gestos mínimos, pero el ambiente se relaja muchísimo. El titán de las letras rumanas es humano y, además, le interesa hablar de literatura, sobre todo de la suya.

-Llevan años diciendo que en cualquier momento recibirá usted el Nobel. ¿Cómo se vive con eso?

-Ha empezado a ser un rumor más consistente en los últimos años, para mi provocación, pero sigue siendo algo bastante abstracto. No me planteo la posibilidad concreta de lograrlo. El hecho de que otros digan de mí que soy merecedor del Nobel es muy agradable, pero he decidido no creer en ello y por eso no me pesa nada. De todos modos, aunque me lo creyera, no me serviría de nada.

-Ha dicho que escribe porque “no encontraba en los libros algo que necesitaba, que me dijera algo acerca de mí”. ¿No es un poco sofisticado, el argumento?

-¿Por qué? Lo mismo dicen muchos otros escritores. A mí me parece natural, no me parece sofisticado. Es lo que sucede cuando has leído ya todos los libros y aspiras a un libro que se parezca a ti. Es ese libro que no existe, la rosa ausente en cualquier ramo. Te das cuenta de que no existe porque no lo has escrito, así que primero escribes para leer.

-¿Y todos sus libros son ese libro?

-Cada libro es individual, pero todos forman parte de ese proyecto y todos tienen ese aire de familia.

-Entonces, ¿es recomendable leer su obra en orden cronológico?

-No. Mi escritura tiene porciones privilegiadas y eso no me ha venido en orden cronológico. No recomiendo a nadie que empiece por Orbitor o por el poema épico Levantul. Hay libros más ligeros que ya están traducidos al castellano, como Nostalgia y Lulu.

-Escribió poesía, mucha, hasta los 30 años, y luego se pasó a la prosa. ¿Se le quedó pequeña la poesía?

-Soy uno de los pocos escritores conocido como poeta y narrador, y hace ya veinte años que no escribo poesía, pero muchos aún me aprecian como poeta. Son dos profesiones muy distintas, que están unidas en mi caso porque su mundo es el mismo. Todo lo que existe en mi poesía lo vierto en la prosa. El proyecto de vida de mi escritura es uno solo.

-Y en la prosa pasa del relato a la novela, a los diarios, los ensayos, la literatura infantil y juvenil… ¿qué determina el género?

-Me aburro enseguida. Siento la necesidad de la diversidad en la vida y en la escritura. Pero, aunque cambie de género, soy fiel a cuestiones subterráneas, a los mitos, los arquetipos, pero también intento realizarme más por el mayor número de posibilidades. He escrito novelas, relatos, poemas, ensayos, textos académicos, textos para mujeres…

-Perdone, ¿qué son exactamente textos para mujeres?

-Unos textos que escribí para la revista Elle, con un público mayoritariamente femenino, que se convirtieron en un best seller en Rumanía [Por qué nos gustan las mujeres].

-Pero ¿por qué eran “para mujeres”?

-Bueno, la verdad es que es una forma rara de decirlo. Eran para un público femenino o, más correctamente, eran textos sobre mujeres, o más correctamente aún, eran textos sobre la feminidad que hay en mí. Lo cierto es que hubo una disputa feminista en torno al libro en Rumanía, pero yo estoy lejos de cualquier cliché y prejuicio de ese tipo. Al contrario, porque el lector femenino es el principal motor de la actividad literaria de todos los tiempos. En el XIX solo leían las mujeres.

El mundo interior

-Parece que encuentra en la infancia y la juventud sus principales fuentes de inspiración. ¿Son edades más sugerentes, más poéticas?

-Los adultos no me interesan como personajes, prefiero a los niños y los adolescentes. Los niños, por su mirada limpia de prejuicios sobre la realidad. Y los adolescentes, por la erótica no definida aún que los convierte en seres fantásticos. El crítico de literatura fantástica más importante del mundo dice que hay una zona de lo fantástico que está unida a las ambigüedades eróticas. Todo esto lo desarrollé, ligado al mundo andrógino, en Lulu. Algunos llaman a este libro novela gay de una forma inadecuada, porque en realidad trata de la indefinición sexual de los adolescentes.

-Dice que escribe sobre su mundo interior. Esa presencia de la juventud en sus historias, ¿es reflejo de cómo se siente usted interiormente?

-No, mi vida es completamente madura y, desde ese punto de vista, no me quiero nada. Lo mejor en mí sucedió en el pasado, ahí hay que buscar el paraíso perdido. Ese es el sentido del título de Nostalgia. Yo no soy un narrador de la vida social, no me interesa escribir sobre divorcios o sobre trabajos… solo me interesa mi mundo interior. Sobre eso he escrito siempre.

-El mundo interior se construye en determinadas circunstancias, épocas… ¿Cómo influye en el suyo y, por tanto, en su literatura, la Rumanía de Ceaucescu, la de hoy…?

-Mi literatura se ha vuelto más política en estos años. El último volumen de la trilogía [Orbitor] es satírico y sobre la política. Una sátira violenta respecto al comunismo y a la revolución que acabó con él. Una visión grotesca y satírica. Durante diez años he escrito análisis político semanalmente en un periódico. He estado implicado en la vida política y he sufrido las consecuencias. Pero no lo lamento, porque creo que es un deber ciudadano.

-¿A qué se refiere cuando habla de consecuencias?

-Rumanía es un país violento desde el punto de vista político. Los intelectuales que han hablado sobre cosas importantes, como los valores europeos, han sido marginados y luego han sufrido la venganza de los que defienden otros criterios, como el populismo, los nacionalismos… Los medios de comunicación han tenido una reacción violenta a mis declaraciones y a las de otros, no hay calumnia que no haya sido utilizada contra mi persona. Ahora en Rumanía se vive una extraña situación de poder sin límite.

-¿El gobierno de Traian Basescu?

-En Rumanía los conceptos no son los mismos que aquí, en España. Allí la izquierda es extrema izquierda y es heredera del comunismo, y la derecha es liberalismo, lo que aquí sería centro. Resultan nociones engañosas para otros países de Europa. Los intelectuales y la derecha en Rumanía son liberales en el sentido más amplio.

-¿Qué siente en España, donde parte de la población cree que los rumanos son “gitanos delincuentes”?

-Lo cierto es que España es el mejor ejemplo y ha sido un éxito por lo que respecta a la asimilación de emigrantes rumanos. La tragedia está en Italia, donde hay conflictos violentos entre las dos comunidades, conflictos que son utilizados por los políticos. Pero en España los rumanos están contentos, a diferencia de Italia, donde les discriminan. Lo sé por mi familia. Muchas hermanas y hermanos de mi esposa están aquí, no están discriminados y les respetan como gente honrada. En cuanto a la población gitana hay un cliché que confunde la etnia rumana con la romaní. Los “rom” son uno de veinte. Yo he militado siempre por los derechos de los gitanos, es una población muy interesante. La discriminación es una tragedia para Europa.

-Por supuesto, pero yo le preguntaba qué sentía.

-Nunca he tenido ningún complejo. Siempre he estado en medios académicos, donde no existe esa discriminación. Lo que pasa es que los medios de comunicación más populares empiezan a imponer un cliché, por eso el contacto con los españoles es importante, para conocernos mejor. Aquí hay muchas mujeres rumanas que trabajan como cuidadoras en las casas españolas, hay confianza mutua y de ello se benefician ambos.

-Con su prestigio internacional, podría haber ido a vivir a cualquier sitio. ¿Nunca ha tenido la tentación?

-No he necesitado pensar en emigrar porque he viajado mucho. Alemania, Holanda, Austria… Siempre he sido muy apreciado fuera, incluso más que en mi país. Pero, más allá de las desgracias, Rumanía es un país que me gusta, me gusta vivir allí con mi familia y con mis amigos, me gustan los miembros de la comunidad literaria. No valoro la posibilidad de marcharme a otra parte. No lo haría a no ser que hubiera motivos políticos.

La lógica de la ilógica

-Volviendo a su obra, en muchos de sus textos aparece un narrador o hay de pronto reflexiones acerca de la escritura… ¿Es una manera de justificar el hecho de ser escritor?

-Antes de la época moderna de la novela, el narrador está muy presente y tiene el papel de explicar. Yo continúo la tradición de esos premodernos, porque me parecen trabajos más poéticos. Los grandes narradores del siglo XIX, Tolstói, Dostoievski, Balzac, han hecho cosas grandes, pero han privado a la novela de ese componente poético. Yo prefiero las novelas a la antigua usanza.

-El elemento fantástico y el sentido del humor están muy presentes en sus libros…

-Siempre he querido escribir con humor, incluso en mis primeros escritos. Pero los críticos han saltado por encima de este aspecto de mi obra, la parte seria y onírica ha oscurecido eso. Estos últimos años, además, he sentido la necesidad de que el sentido del humor esté en primer plano. Quería expresar también esa dimensión. Siento una rara satisfacción con los libros cómicos, son profundamente apreciados y un contrapeso a la otra dimensión.

-¿En su vida también busca el sentido del humor?

-Yo soy una persona compleja y me gusta hacer surf en todas las superficies. Yo no voy a la universidad con ropa de calle, en cada situación me visto de una forma diferente. No estoy siempre serio, con la familia sale el sentido del humor… Y reconozco que me siento frustrado por la sensación de ser etiquetado.

-Pues hay muchas etiquetas que la crítica pone a su literatura. Por ejemplo, la de “exuberante”: ¿está de acuerdo? Dicen que sus textos carecen de “lógica literaria”.

-Un poeta rumano dijo que la lógica de la poesía es lo ilógico. La lógica, para los tratados científicos.

-“Barroca”…

-Estoy de acuerdo, pero con una corrección, más que barroco diría manierista. El manierismo, Góngora, Cervantes, Shakespeare, es lo que anuncia la revolución modernista en la literatura. Yo he descubierto que tengo afinidades con aquellos escritores, como la supremacía del arte respecto a la vida.

-“Metafórica”…

-Bueno, El ruletista es una parábola, la idea es aclarar la idea del infinito en la mente del hombre, para llegar desde ahí a explicaciones teológicas y metafísicas.

-Usted es profesor de literatura, en sus entrevistas habla de manierismo, de modernos, premodernos… lo que da una imagen bastante fría de su obra, pero parte de esta es tremendamente accesible al lector…

-Son accesibles unos textos, otros no, hay algunos que solo entiendo yo. Se puede comparar con un bufé sueco, todos pueden coger lo que quieran, pero no están obligados a comer de todo. A cada uno, lo que le vaya.

-¿Qué es lo que decide que usted quiera hacer más o menos complicado un texto?

-Es sencillo. Orbitor son 1.400 páginas, cada una extremadamente densa, como un poema. Si escribiera siempre así, me volvería loco. Entre cada volumen de Orbitor he tenido que escribir cosas sencillas. Si no, ese libro hubiera acabado conmigo.

-Ni esa trilogía ni el poema épico Levantul están traducidos al castellano, ¿es una frustración?

-No, estoy muy contento con mis libros traducidos al castellano. Para mí es un logro importante, porque me interesa mucho la vida española. Además, cada libro tiene su momento. Puede que aún no sea el momento aquí para Orbitor y sí en otras lenguas.

-¿Qué le interesa tanto de la vida española?

-Cualquier rumano se siente muy cercano a España, tenemos un sentimiento de familia. Los rumanos que han emigrado a España se han hecho con otra casa, nos parecemos mucho. Y para mí hay otro motivo, la gran literatura española que yo me he esforzado por leer y por la que siento un profundo respeto.

-¿Clásica o contemporánea?

-Ambas. De hoy me interesa mucho Javier Marías.

-Hacía mucho que no percibía lo que he advertido en su obra, parece que usted disfruta realmente de una cosa bastante inalcanzable, de una auténtica libertad creativa…

-Sí, también yo he sentido raras veces esa libertad en otros autores; de hecho, de una manera absoluta solo lo he sentido en uno, en Kafka. El escritor de la literatura moderna escribe con mucho control porque no se considera un escritor. Yo no concibo la libertad fuera del acto de la escritura, es la forma más importante de libertad. Desde este punto de vista, me considero un privilegiado.

-Disculpe, pero ¿“la creativa es la forma más importante de libertad”?

-Para mí, personalmente, para lo que yo siento que tengo que hacer en este mundo, la libertad artística interior es lo más importante. Hablo como escritor. Como ciudadano, hay otras formas de libertad que deben ser protegidas.