Por los tiempos de la Guerra Civil Española, Robert Capa dio a conocer la foto de una casa que resume, como pocas, el mundo que dejaría la contienda: pobreza, marginalidad, destinos perdidos. Contra toda esperanza, la vivienda logró mantenerse en pie, tan firme como aquella imagen. Un movimiento para preservarla y que el progreso no se devore un tramo doloroso de la historia.
Una casa; una cámara. En ocasiones, la casual alianza de dos elementos independientes puede explicar el tiempo, el dolor o el desamparo con mayor eficacia que cualquier retórica. Claro que, en este caso, no se trata de cualquier casa ni cualquier cámara.
Hace algo más de ochenta años, en noviembre de 1936, los Junker de la aviación alemana se ensañaron contra la población civil de los barrios periféricos de Madrid, en particular con los populosos Tetuán y Vallecas. En este último, concretamente en el número 10 de la calle Peironcely, se levanta una edificación humilde de una planta, construida en 1927 con el material de los sueños pobres, ladrillo y techo a dos aguas. De arriba abajo, sin ninguna hilera de piedra para aislar los muros de la humedad del suelo, sin más detalles que cuatro ventanas y cinco puertas (una por cada vivienda). Este tipo de casas era conocido como “neomudejar popular madrileño”, y no definía tanto un estilo como una arquitectura pobre para clases trabajadoras, creadas para ofrecer alquileres baratos a los menos pudientes.
Una imagen la rescata durante los bombardeos del ’36: tres niños hablan entre las ruinas. Están sentados en la acera de la fachada de la casa, saturada por las huellas de escombros y balazos. El escenario es apocalíptico y, entre el desastre, la infancia. La imagen fue tomada por el ojo privilegiado del húngaro Robert Capa (1913-1954), ese vagabundo que supo captar como nadie lo indescriptible del desamparo. El gran acierto de Capa, tal como lo describió su hermano Cornell, fue siempre enfocar su objetivo sobre las víctimas inocentes, ancianos, mujeres y niños obligados a abandonar sus hogares o que resultaron heridos. Se centró muy especialmente en la infancia, cuya absoluta inocencia convirtió en un signo más trágico e indignante su condición de víctimas. Si bien Muerte de un miliciano es una de las fotografías icónicas de la Guerra Civil española, la instantánea tomada en la calle Peironcely tuvo un impacto inmediato por ser una de las primeras que mostró a los niños como destinatarios inmediatos del horror.
El 10 de diciembre de 1936 la revista francesa Regards fue el primer medio en publicar las fotografías de Capa durante los bombardeos de Vallecas. Varios días más tarde, el 18 de ese mismo mes, la imagen captada en Peironcely 10 se convertía en portada para el prestigioso semanario suizo Zürcher Illustrierte (con una tirada más de ochenta mil ejemplares) que tituló la fotografía como Niños en Madrid. La imagen era acompañada por una leyenda que decía:
“La fotografía, de la que tenemos también otros detalles en la mesa de la redacción, muestra además los escombros de otras paredes caídas por el impacto de la metralla de los bombardeos. ¿Dónde van a poder existir estos pequeños en medio de esta devastación? ¿Es un sótano? Puede que por unos instantes disfruten de un poco de luz exterior, pero ¡vaya estampa la del lugar de sus juegos!”
La imagen de Capa conmovió al mundo, aunque en España recién pudo ser descubierta en enero de 1975. Durante la dictadura del general Franco, el trabajo fotográfico de Robert Capa fue silenciado por sus posiciones a favor de la República. Por lo tanto, pasaron cuatro décadas hasta que España pudo ver por primera vez – en la Gaceta Ilustrada- las fotografías de Robert Capa sobre la Guerra Civil.
Tras la guerra, la vivienda permaneció semiderruida y abandonada durante prácticamente una década. En 1947, su dueño y constructor, Hernanz Bartolomé, vendió su propiedad a Florencio Esteban López, quien decidió reparar sus daños para venderla posteriormente a particulares. En la actualidad, esta vivienda está dividida en quince unidades con una superficie que varía entre los 17 y los 24 metros cuadrados. Casas en la que actualmente viven familias en grave situación de precariedad y condiciones de hacinamiento. Una imagen actual la muestra lindera con dos edificios de altos, algunos antiguos acondicionadores de aire en las paredes dañadas, autos estacionados ante la desolación y la tristeza. Pero también el edificio destaca por su valor icónico e histórico internacional. Se trata del último vestigio de los orígenes de la vivienda de protección oficial, de la estructura económica del Madrid de los años ‘30 y del concepto que se tenía del hogar obrero. Por todo ello, veinte instituciones culturales y pacifistas de España, EEUU, Francia y Alemania, piden que se declare la casa de Peironcely 10 como Bien de Interés Patrimonial, al tiempo que exigen tanto la protección como la mejora de las condiciones de vida de las familias que actualmente viven en el histórico edificio.
Encabezadas por la Fundación Anastasio de Gracia, las entidades españolas y extranjeras que se han lanzado a esta campaña de carácter internacional encontraron apoyo en el International Center of Photography (ICP) de Nueva York, la Casa de Velázquez Academie de France, la revista Regards o el Instituto Goethe, entre otras instituciones, además de personalidades como Adolfo Pérez Esquivel, el profesor de la Universidad de Erlangen-Nüremberg Walther L. Bernecker o el ex director general de la Unesco, Federico Mayor Zaragoza.
Concretamente, solicitan a la Comunidad de Madrid, además de la protección del inmueble como Bien de Interés Patrimonial, la inclusión del edificio en el Catálogo de Bienes y Espacios Protegidos. José María Uría Fernández, uno de los coordinadores que llevan adelante la iniciativa, sostiene que la casa es un testimonio vivo de la vulnerabilidad de la infancia: “Es una imagen de la memoria europea, un símbolo de la resistencia de los más humildes. Ellos también tienen derecho a la memoria”.
La buena memoria de Peironcely la lleva a conservar aún las heridas de metralla en su fachada. Es un insólito caso de resistencia planteado ante la indiferencia urbana de la Madrid moderna. “Sabemos que esto es soñar”, sostiene Uría Fernández, “porque para conseguirlo el Ayuntamiento y la Comunidad deben coincidir en la protección. Confiamos en la fuerza de nuestros argumentos, lejos de posicionamientos ideológicos. Este lugar es el símbolo de superación de esas limitaciones.”
Para más información sobre el movimiento para salvar la casa:
www.salvapeironcely10.es