En 1979, y tras varios años de silencio literario, Onetti publicó Dejemos hablar al viento. En esas circunstancias lo entrevistó María Esther Gilio con quien mantuvo más de una decena de reportajes a lo largo de su vida. El autor de La vida breve habla aquí de su infancia, de la relación con las mujeres, pero lo que puede leerse a lo largo de la entrevista es una pelea, entre ficticia y real y por momentos muy divertida, entre alguien que pregunta y alguien que retacea, a veces con enojo, sus respuestas.
A Juan Carlos Onetti no le gustan los reportajes. Y esto que podría ser demasiado importante en un día de temperatura agradable, era un verdadero escollo en aquel sábado de julio en que .Madrid se cocinaba bajo un sol furioso . ” Usted cree que es imprescindible entrevistarme”, fue lo primero que dijo:
– En eso quedamos ¿no?
-Está bien , pero no espere que yo diga nada nuevo . ¿Por qué se le ocurre que yo puedo ser. noticia ?
.- ¿Por qué? Escuche estas frases de la prensa española ante lá aparición de su último libro: ” Es una tierna geografía de la desdicha”… “Una épica de la desilusión “, ” Describe la anatomía de la nada”, ” Onetti es un lírico de la desolación ” , “Su prosa es de una densidad expresiva desacostumbrada “. Y “Es más grande que Balzac “. ¿Qué respondería a esta afirmación? No me mire como si quisiera matarme. Yo sólo repito lo que dijo un crítico.
– Yo le diría a ese crítico que se vaya al demonio. Le aconsejaría cambiar de oficio.
– ¿Por qué?
– ¿Cómo por qué? Porque conozco el genio de Balzac y el pequeño talento de Onetti. ¿Puede escribir La Comedia Humana Onetti?
– No sé.
– Usted no sabe , pero yo sé que no. Cambiemos de tema.
–Cuénteme un poco de su vida . Infancia, adolescencia.
– De la niñez puedo hablar muy poco porque fui feliz. Y tuve padres que fueron muy felices. Que se amaron hasta que se murieron. Y cuando mi padre murió poco tiempo después murió mi madre. Porque, pienso, que no pudo o no quiso sobrevivido. Entonces yo, como niño, no tuve tristezas. Jugaba con los chicos del barrio, iba a la escuela.
-Sus problemas empezaron en la adolescencia.
-¿Qué problemas ? .
-Bueno, nadie que lo lea puede pensar: ” He aquí un hombre sin problemas, lleno de alegría de vivir.”
-Ah, no.
– Entonces en algún momento tiene que haberse producido el cambio. Pienso en Eladio Linacero, el protagonista de El pozo, diciendo ” Yo, entonces no tenía nada que ver con ninguno” . El pozo es casi autobiográfico. Es Juan Carlos Onetti el que dice eso.
-Sí, sí. No había contacto ni comunidad de intereses entre los chicos del liceo y yo.
– ¿Cuáles eran sus intereses?
– iPero ! Me importaba la literatura, el arte, las interpretaciones de la historia. Aquellos chicos lo único que querían era salvar su año, se aprendían todo de carrerilla.
–De memoria. ¿Y qué leía? –
Depende de la edad. En una época me estropeé los ojos con Julio Verne. Porque iba a leerlo al Museo Pedagógico. Y había muy poca luz . Me hacía la rabona y me iba al Pedagógico.
-¿Cómo se hacía la rabona ?, ¿sólo?
-Sí, solo, ya le dije que yo estaba muy aislado. Recuerdo una vez -en esa época yo era nuthansumniano- me hice la rabona y me fui al puerto. Estaba tirado sobre unas bolsas y miraba los barcos. Los que partían, los que esperaban en la rada, los que llegaban. Y de pronto pasó mi viejo que era Inspector de Aduanas. Y por ahí me vio. No me dijo una palabra de reproche. Muy cariñoso me invitó a tomar un vermouth, que para mí era como tomar ajenjo.
-‘Qué gran viejo el suyo. Sin embargo, me imagino que tampoco con él hablaría de sus problemas. Amor, literatura, mujeres.
– Yo, de esas cosas no hablaba con nadie. Escribía un diario de mi vida.
-Allí contaba lo que le pasaba.
-No, era todo inventado. Todo. ” Hoy vi a Margarita, me miró, hablamos. Yo le dije, ella me dijo. Nos besamos, etc.”
-¿Y a qué edad comenzó su vida afectiva real ?
– Muy joven. Me casé a los 21años y casi enseguida nació Jorge.
– Y casi enseguida se divorció.
-Sí, yo anduve rápido. Más tarde tuve un período de muchas mujeres. Cuando me pasaron de la Reuter de Montevideo a la de Buenos Aires como secretario de redacción. Había un café que se llamaba Politeama en Corriente s y Montevideo. Y allí iban muchas actrices, sobre todo de los teatros amateurs, y yo me enamoraba todos los días. Había un amigo que vivía conmigo y me tomaba el pelo. “¿Hoy qué toca , decía, rubia o morocha ? Luego escribí un cuento dedicado a ese amigo : “Querido Bob”.
– Pero ése fue un período . Luego volvió a enamorarse.
-Sí. Volví a enamorarme y a casarme. Dos o tres veces.
– ¿Cómo dos o tres veces? Tres veces.
-Si usted lo dice serán tres. En la segunda nació Beth. Dentro de unos días cumple años. El 26 de julio.
– ¿Por qué piensa que este último libro suyo ha provocado en España tal avalancha de elogios ? ¿Será tal vez su mejor libro?
– Yo eso no lo sé. Tal vez están pensando que es el último libro que escribo. – Es fácil pensar eso. Allí incendia Santa María.
-¿Es éste su último libro ?
– Yo pienso que ya cumplí. Aunque eso no significa que necesariamente sea el último .
– Esa idea de que ya cumplió ¿tiene que ver con este libro o con su edad?
Ambas cosas coinciden. Tengo 70 años.
– Manera drástica de acabar con algo , echarlo al fuego. ¿No sintió tristeza al quemar Santa María?
-Aunque todavía puedo hacerla resurgir. Si tengo ganas de resucitarla no voy a detenerme.
-Veo que ya la está añorando.
-No. Simplemente no me cierro a nada. Acabo de publicar un cuento que llamé” Presencia ” en Cuadernos Hispanoamericanos, donde hablo de la reconstrucción de Santa María.
– Pero quiero saber si no sintió tristeza cuando la quemó.
-Yo no la quemé.
– Bueno , cuando se quemó. ¿Sintió tristeza?
– No tristeza, desprendimiento. Sentí el desgarrón de algo que se desprende.
-¿No lo sintió como una muerte?
-No sé.. . es algo que tuvo que ver con el exilio.
– ¿Por qué con el exilio?
-Ah.. . es una historia larga. Cuando yo llegué a Madrid me pasé un año totalmente imposibilitado de escribir.
– ¿y cómo se sentía?
-Liquidado. Pensé que ya no escribiría nunca más. Y bueno, ocurrió que tuve una larga entrevista con alguien que vino de Montevideo. Hablamos mucho. Una persona con la que me unía una larga e importante amistad. Nos dimos cuenta de lo imposible del diálogo a la distancia. Había que acabarlo. Sufrí mucho, pero a partir de allí pude volver a escribir.
– Es decir que al cortar con el Río de la Plata pudo empezar a vivir en Madrid.
-Cortar, cortar… pero no es tan fácil cortar.
– Yo no digo que sea fácil cortar. Digo que sólo rompiendo con el pasado pudo empezar a vivir el presente.
– Para mí, Montevideo es una ciudad fantasma.
– ¿Santa María es Montevideo?
-Santa María es Santa María.
– Una ciudad inexistente que usted construye con datos de Montevideo y de Buenos Aires.
-Sí. Una ciudad más real que Montevideo. Los recuerdos’ que tengo de Montevideo me vienen como cosas soñadas. Y, a veces, son realmente cosas soñadas.
– ¿La visita en sueños? ¿Cómo la ve?
– No hay nada en esos sueños que pueda tener una significación particular. Nada psicoanalítico. Veo personas sin importancia para mí. Personas que pasaron cerca mío y con las que no tuve intimidad. Me gustan más mis sueños con Buenos Aires. Sueño que estoy en Corrientes, en una noche lluviosa. Y veo los cafés llenos de gente, las librerías abiertas.
-¿Y usted qué hace?
-Sólo caminar y ver todo eso.
-Veo por su cara que ese sueño es placentero.
-Casi nunca recuerdo mis sueños pero hace poco tuve un sueño maravilloso. Soñé con Dolly . Yo la veía y sabía que tenía 16 años.
– Pero su mujer no tenía 16 años cuando usted la conoció. Cuénteme cómo la conoció.
– Yo caminaba por Reconquista hacia Lavalle con la Holandesa. De pronto vi una chica con un violín bajo el brazo, preguntando algo a un policía. Le vi tanta gracia, tanta gracia. Le dije a la Holandesa : “Mirá qué maravilla de criatura”. Ella me dijo: “¿Querés que te la presente , fuimos compañeras de colegio .” Después volvimos a vernos varias veces. Nos veíamos en verano, en Olivos.
– ¿Y entonces?
– Entonces se acabó. El resto no le interesa a nadie.
– A mí me interesa.
-Sí, pero en esto, corno en el amor, hay que ser dos, así que cambie la pregunta.
-Usted fue el que empezó a contar. ¿Cómo es Dolly?, aparte de tener aspecto de muchachita y ser poco convencional.
– A mí me gustan las mujeres locas. Las mujeres convencionales y burguesas no me gustan. Tiene una enorme vitalidad, parece creada para compensar mi abulia, mi descreimiento, mi escepticismo.
– Yo me pregunto por qué es usted tan irremediablemente pesimista. Usted que fue tan querido por sus padres, por sus mujeres, por sus amigos; llega a España y lo tratan como “el maestro de la lengua” – P
ero es que cuando uno escribe no está escribiendo con su biografía. . – Pero está escribiendo con lo que marcó en uno la biografía. -Será un problema de glándulas, de cromosomas.
-¿Nunca se sintió feliz? Cuénterne de alguna vez que haya sido feliz. Pero feliz porque sí; por el solo hecho de vivir.
-Una vez. Fueron 48 horas.
-Más que Brausen, que una vez se sintió feliz por 24 horas. ¿Y por qué ese milagro?
-Vaya a saber. Por el olor del río. No por nada especial. Por el aire que venia desde un río de verdad.
-Usted fue feliz por eso. ¿Y Brausen? –
Yo no lo sé; no sé nada.
– ¿Pero cómo no va a saberlo? Usted es más que su padre.
-Yo no me meto con él, no me meto con mis personajes. Los respeto tanto que no les hago reportajes
– Hay otro momento en que usted se siente feliz. O eso creo. Cuando consigue “convertir en victoria una de las derrotas cotidianas “. Por lo menos eso dice Días Grey al final de Una tumba sin nombre.
-Terminar un libro es una victoria .
– ¿Un libro que tiene éxito ?
– No, no, el éxito está simplemente en haberlo escrito. Uno -se pone a escribir y no sabe si va a llegar al final; y tampoco sabe si lo va a hacer bien.
-Esa es la victoria, ¿y la derrota cotidiana? ¿Cuál es la derrota cotidiana?
-Es estar cada vez más viejo y tener menos ilusiones.
– ¿Pero cómo puede sentirse tan derrotado alguien que tiene capacidad para crear un mundo?
-El que siente todo eso es un personaje llamado Días Grey , no yo.
-Con ningún personaje se identifica usted tanto como con Días Grey. En una entrevista que le hice hace 12 años le pregunté si se identificaba con él y de qué manera y usted me respondió : “Me identifico y me da pereza explicarlo.”
-Sigo con pereza. –
Haga un esfuerzo y recompense mi constancia.
– Bueno. Días Grey es un testigo. A veces promueve situaciones tensas por el gusto de verlas. Una periodista me acusó de eso hace 12 años. Pero se confundía, no era yo quien lo hacía . Era Días Grey.
– Está bien, está bien. Usted dijo no recuerdo ahora dónde que “escribir es mi vicio; mi pasión y mi desgracia”. Entiendo vicio y pasión, pero ¿por qué desgracia?
– ¿Por qué? Porque es como una condena a la que no puedo escapar. Quiera o no quiera tengo que hacerlo. Me guste ‘0 no me guste. Estoy leyendo un libro que me absorbe totalmente y quiero seguir leyendo. Pero algo, vaya a saber qué , me obliga a dejar el libro y ponerme a escribir.
– Hablemos justamente de eso, de cuando escribe. Usted ha tenido temporadas de escribir bebiendo y de escribir sin beber. ¿Cuál es el resultado en’ un caso y otro?
– La cosa no es tan simple. A veces tomo una copa de vino, me vienen ganas de escribir y escribo furiosamente. Otras veces escribo sin ningún estímulo.
Lo que quiero saber es si hay diferencias entre un caso y otro.
-Cuando yo dejo un papel es porque estoy contento con él, si no, lo rompo y se acabó. Ahora cuando bebo un poco me siento más desinhibido. Pero cuando escribo nunca bebo demasiado, si bebiera demasiado no podría escribir. En Buenos Aires cortaba mucho el vino con agua. Yo creo que más que buscar un efecto, todo eso tiene que ver con la oralidad. No puedo estar sin tener algo en la boca.
– Eso es evidente: no ha parado de fumar ni un minuto y no hay ninguna instantánea suya en que no esté con un cigarrillo en la mano.
-Mire: en definitiva lo único que tiene importancia es que cuando me pongo a escribir es la hora de la verdad y todo lo demás me importa un comino. Vivo con los personajes, los quiero. Nada que no tenga que ver con ellos me interesa. Van, vienen, los manejo, me manejan. Los quiero, los quiero.
– Pero no a todos.
-A todos. No desprecio a ninguno. Usted sabe que he dedicado mi vida a defender a Larsen.
-Quién puede dudar de que también quiere a Larsen. Es una de sus invenciones preferidas. ¿Usted comparte la palabra “revelar” que Borges usa para referirse a sus invenciones?
-Sí, la comparto. Pienso que todo escritor puede compartirla. Se revela un tema, se revela una situación. Y una vez que se reveló no tiene más remedio que escribirlo. Aunque sea como una pequeña liberación.
– Las historias concretas que le suceden a usted mismo ¿se le revelan a menudo como temas posibles?
– Me resulta muy difícil transformar las cosas que me ocurren en literatura. Salvo que haya pasado mucho tiempo. Me resulta fácil, en cambio, cuando otro me las cuenta.
-Como si los hechos vividos por usted mismo tuvieran una potencia que inhibiera la invención.
-Tal vez. Aunque hay una excepción: Mamy y Julio Stein de La vida breve. Logré hacer de ellos, a pesar de muy reales y cercanos, personajes literarios. Por lo menos eso creo.
-He ahí una victoria sobre las derrotas cotidianas. ¿Q ué pasaría si sus libros no fueran reconocidos por nadie , si quedaran olvidados en un cajón cualquiera y 100 años después salieran a la luz y fueran reconocidos como obras maestras? ¿También hablaría de fracaso ? –
No- dijo luego de pensar largamente..
– Eso quiere decir que su descreimiento es relativo, usted cree en el espíritu.
-Si usted lo dice –
– Pero deje ya la entrevista y cuénteme esa historia que ocurrió en la Argentina, de un barco que llegó a Necochea sin pasajeros y sin tripulación.
– No, no llegó sin tripulación, llegó con los restos de una tripulación.
– Usted no dijo eso; dijo que llegó sin un alma viviente.
-No, lo que yo leí es que al final sólo había un oficial noruego que actuaba como capitán y que el resto había ido bajando de a poco.
-Eso es imposible, esa gente no pudo ir bajando de a poco. ¿Bajando dónde? El barco no tocó puertos, fue directo de Recife a Necochea. –
Los diarios no decían que no tocó puertos.